Por Olivia Carballar en La Marea.
Jóvenes, mayores, solteras,
casadas, viudas, limpiadoras, maestras… Ninguna empuñó un fusil, pero
todas contribuyeron al funcionamiento del Quinto Regimiento.
El historiador José María García Márquez elabora una muestra con las
mujeres que formaron parte del cuerpo militar de voluntarios de la II
República.
Antolina Mata Díaz mira a un punto
perdido. Tiene los labios finos, apretados. El cabello peinado hacia
atrás. Su rostro surcado de arrugas. Es lavandera. Tiene 65 años.
Francisca Gómez Cobo y Pilar González Andrés son sastras de 14. Matilde
Landa, 32 años, es responsable de personal sanitario. También hay
limpiadoras. Y cocineras y enfermeras y sirvientas y mecanógrafas y
jornaleras y peluqueras y administrativas y matronas, intérpretes…
Jóvenes, mayores, solteras, casadas, viudas, trabajadoras fuera del
hogar y dentro de las casas.
Ninguna de ellas empuñó un fusil, pero
todas fueron milicianas. “Ellas no fueron fotografiadas por Gerda Taro ni Robert Capa, sino por el fotógrafo del Quinto Regimiento
sentadas en una silla en el patio. No solo había jóvenes sonrientes y
valientes que empuñaban un arma como mostraban las fotografías que se
publicaban”, explica el historiador José María García Márquez, que ha elaborado una muestra de las mujeres de este cuerpo militar de voluntarios de la IIª República creado tras la sublevación.
De las 26.736 fichas recogidas en el
archivo, 513 corresponden a mujeres (1,92%). La mayoría procedía de
Madrid y, sobre todo, de sus barrios más humildes. Los ingresos se
produjeron desde el mismo 18 de julio. “El primero que
hemos encontrado es el de la madrileña Emilia Cabello Pascual, de la que
no poseemos fotografía ni los datos completos de su ficha y que,
posiblemente, pueda tratarse de un error en su fecha”, sostiene García
Márquez. El domingo 19 de julio y el lunes 20, otro pequeño grupo de
seis mujeres se incorporaron al cuartel del antiguo convento salesiano,
entre ellas la modista María Morales García, de 24 años, o la
“fregachina” (como reza en su ficha) Victoria Quijorna, de 44.
“Contar con numerosas mujeres para el
desempeño de múltiples tareas de organización e intendencia permitió a
los mandos dotarse de una infraestructura muy superior a la que tuvieron
otras unidades del Ejército Popular. Los trabajos de limpieza y lavado
de ropa, la cocina, la costura y reparación de uniformes, el ropero del
regimiento, etc. fueron siempre menos valorados y, sin embargo, muy
importantes para la milicia. Limpiando cocinas y comedores, letrinas y
oficinas, dejaron patente su generosa contribución a la lucha contra la sublevación.
Y no solían ser sus rostros precisamente los que recogían las
fotografías que se llevaban a la prensa”, insiste el historiador.
Áurea Carmona Nanclares era la única
maestra nacional que consta. Ingresó en el batallón Thaelmann y fue
destinada como enfermera al hospital de sangre de Rascafría. Murió en
prisión en 1939 después de ser detenida y denunciada al finalizar la
guerra“. "En algunos casos -añade el historiador- la cualificación
profesional de varias de ellas supuso una aportación decisiva a las
necesidades de todo tipo que tuvo el Quinto Regimiento desde el primer
momento. Por ejemplo, las taquimecanógrafas y mecanógrafas jugaron
papeles muy valiosos como auxiliares y secretarias de los mandos, tanto
en la comandancia general como en la organización administrativa de
varios servicios”. Este fue
el caso de Margarita de la Fuente, Pilar Muñoz Falcón, Carmen Capafons
Gómez, Julia Díaz Caballero, Esperanza Gil Lozano y Luisa González
Fernández.
En los servicios médicos y sanitarios
también fue fundamental la participación de las mujeres, que, además de
organizar, formaron a muchas auxiliares en un contexto en el que no
cesaban de llegar heridos del frente: “Estas mujeres, a su vez,
desempeñaron un reconocido papel en botiquines, pabellones y quirófanos,
a veces en las inmediaciones de las líneas del frente con un riesgo
indiscutible”, añade García Márquez. Destaca los nombres de seis jóvenes
del Socorro Rojo Internacional: Agustina García Caamaño, María Luisa
Gómez Redondas, Ana Lera Lillo, María Luisa López García, Margarita
Martín Jiménez y Carmen Ortega Sampedro. Mercedes Gómez Otero, que
también ayudaba en la enfermería, fue detenida en julio de 1939.
Recorrió las cárceles del régimen en diferentes periodos durante 21 años
hasta que obtuvo la libertad en 1961. “Posiblemente haya sido una de
las mujeres que más tiempo haya estado en prisión durante la dictadura”,
expone el historiador.
Sobre su afiliación política, García
Márquez detalla los 146 casos en los que se especifica su militancia (un
28,46% frente al 66,75% de los hombres, como recoge el profesor Juan Andrés Blanco Rodríguez en El Quinto Regimiento en la política militar del PCE en la Guerra Civil
(UNED, 1993). La mayoría de ellas -90- pertenecían a UGT. El resto
militaban de forma repartida en el Partido Comunista, Juventudes
Socialistas Unificadas, CNT, Mujeres Antifascistas, Partido Socialista,
Izquierda Republicana y Federación Universitaria Escolar. “La milicia en
el Quinto Regimiento llevó a muchas mujeres a consolidar su militancia e
ideología y después de terminar la guerra siguieron luchando de forma
ejemplar”, añade el historiador.
Un ejemplo: Encarnación Juárez Ortiz era
modista y tenía 35 años cuando se integró en el batallón Garcés en
Córdoba. Luego marchó a Jaén, donde vivía y donde fue detenida al
terminar la guerra. Logró ocultar su paso por las milicias republicanas
aunque no su destacada militancia en el PCE de Jaén desde enero de 1938.
En el sumarísimo que se le instruyó -detalla García Márquez- fue
considerada por la Secretaría de Orden Público como “peligrosísima” para
la Causa Nacional y la sociedad y condenada a 20 años de prisión.
Consiguió salir en libertad condicional en julio de 1943, pero tres años
más tarde, por sus actividades clandestinas, fue detenida de nuevo y
sometida a terribles interrogatorios que le provocaron un intento de
suicidio. No salió de prisión hasta 1951.
Pilar Bueno Ibáñez, modista madrileña, ingresó en
agosto en las filas del Quinto Regimiento con 26 años. Cuando terminó la
guerra, pasó a formar parte del clandestino comité provincial del PCE
en Madrid. Fue detenida y fusilada junto a otras doce jóvenes el 5 de
agosto de 1939. Era la mayor de las Trece Rosas. “Es de
justicia recuperar sus nombres y así poder testimoniar un pequeño pero
necesario homenaje a su trabajo. Las milicianas son ellas también, no se
olvide. Lo dejaron todo para luchar en el puesto que le encomendasen y
en el destino que fuese, y hay que reconocerles esa valiente actitud”,
concluye el historiador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario