Junio de 1917: ¡Ese Partido existe!
El 1 de junio, el periódico Dielo Naroda (“La Causa del
Pueblo”), órgano del partido de los eseristas (según la expresión de
Lenin, “periódico oficioso de los Kerenski, Chernov y Cía.”), publicó eI
editorial La “autodeterminación” de Grecia, en el que la
injerencia de los imperialistas ingleses en los asuntos de ese país y
su influencia en el cambio de Gobierno en Grecia se indentificaban con
la agresión de Alemania contra Bélgica y la de Austria contra Serbia.
¿De quién os reís? ¡De vosotros mismos!
Así tituló Lenin su
artículo en respuesta a la intervención del periódico eserista.
Señalaba que al colaborar en el Gobierno burgués, que apoya activamente
a sus aliados ingleses, los eseristas y mencheviques contribuían a la
estrangulación de Grecia. “… El partido de los socialistas
revolucionarios, precisamente los Kerenski y los Chernov, en su calidad de líderes del mismo, son
quienes apoyan al Gobierno de la estrangulación… de Grecia, en
compañía de los ciudadanos Tsereteli y Skóbelev… Agresión bandidesca: en eso, precisamente, tomáis parte, ciudadanos eseristas, ciudadanos mencheviques, con vuestra participación en el Gobierno.
De vosotros mismos os reís, señores eseristas y mencheviques ¡De
vuestra propia política de confianza en los capitalistas y en el
Gobierno de los capitalistas!”
El artículo de Lenin se publicó en el Pravda el 3 de junio,
justo cuando se inauguró el I Congreso de los Soviets de Obreros y
Soldados de toda Rusia. Los delegados bolcheviques al Congreso
explicaban la situación del país y la “consciente lucha
revolucionaria”.
De la octavilla de N. Krilenko,
delegado al I Congreso de los Soviets de Diputados y Soldados de toda
Rusia, dirigida a los soldados, obreros y campesinos, explicando la
plataforma política de los bolcheviques
Camaradas:
Debéis decir vuestra palabra
¡No se necesita coalición con la burguesía!
¡Todo el poder al Soviet de Diputados Obreros y Soldados!
Esto no significa que sea necesario
derrocar ahora mismo y no supeditarse al Gobierno. Mientras marche tras
él la mayoría del pueblo y piense que los cinco socialistas serán
capaces de dominar a los demás, no podemos fraccionar nuestras propias
fuerzas por medio de motines aislados.
¡Nunca!
¡Protejan las fuerzas! ¡Reúnanse en
mítines! ¡Propongan resoluciones! ¡Reclamen el paso total del poder al
Soviet de Diputados Obreros y Soldados! ¡Convenzan a los que no estén de
acuerdo!
… ¡Teman a los provocadores que trataran
de exhortarlos –encubriéndose con el nombre de bolcheviques- a
participar en disturbios y revueltas, deseando ocultar su propia
cobardía! Sepan que, marchando ahora con ustedes, los venderán al
antiguo régimen en el primer momento de peligro.
Los bolcheviques verdaderos no los llaman al motín, sino a la lucha revolucionaria consciente.
Los
marinos exigían: “¡Abajo los ministros capitalistas!” y “¡Todo el poder
a manos del Soviet de Diputados Obreros, Soldados y Campesinos de toda
Rusia!”
En el primer día de trabajo del I Congreso de los Soviets de toda
Rusia, su mayoría eserista y menchevique (285 eseristas, 248
mencheviques y 105 bolcheviques de los 777 delegados) tuvo tiempo de
confirmar la característica anti-internacionalista que dio Lenin al
Gobierno de los capitalistas. El tema fundamental de la primera sesión
del congreso fue expulsar del país al socialista suizo Robert Grimm, en
lo que insistían Tsereteli, Skóbelev y Kerenski. Ellos acusaban a Grimm
de estar involucrado en los intentos del ministro suizo Hoffman de
sondear las condiciones alemanas de la paz con Rusia. Por mayoría de
votos, se adoptó una resolución ultrapatriótica que aprobaba el
destierro del socialista por los ministros socialistas.
El segundo día (4 de junio) estuvo consagrado fundamentalmente a la
actitud hacia el Gobierno Provisional. El informante M. I. Líber,
representante del Comité Ejecutivo del Soviet de Petrogrado y uno de
los líderes del Bund, justificaba la entrada de los mencheviques y
eseristas en el Gobierno Provisional y se pronunciaba contra el paso
del poder a los Soviets, declarando que las tareas inmediatas del
Gobierno deberían ser el fortalecimiento del poder, la lucha contra la
“anarquía”, la elevación de la capacidad combativa del ejército, etc.
Al complementar y desarrollar los principales preceptos del informe de
Líber y defender al Gobierno Provisional y la política de ofensiva, el
ministro socialista Tsereteli afirmaba que en Rusia no existía un
partido político dispuesto a tomar el poder en sus manos.
- ¡Existe! -dijo resueltamente Lenin desde su escaño.
— Él decía que no hay en Rusia ningún partido político que esté
dispuesto a asumir por entero el poder –repitió más tarde Lenin desde la
tribuna del Congreso-. Pues bien, yo contesto: ¡Sí, ese partido
existe! Ningún partido puede renunciar al poder, y el nuestro no
renuncia: está dispuesto en cualquier momento a tomar todo el poder.
A la táctica sin principios y cobarde de los mencheviques, Lenin
opuso la línea firme, valiente, de los bolcheviques. Muchos delegados
le conocían sólo por los artículos calumniosos de los periódicos
burgueses y eserista-mencheviques. Les era interesante escuchar al guía
del partido, sobre quien escribían tanto y con furor los periódicos
conciliadores. Deseaban escuchar de él la exposición de los puntos de
vista bolcheviques.
Al advertirlo, los cabecillas del Congreso acogieron con risas la declaración de Lenin.
Reíd cuanto queráis –respondió Lenin-, pero si el ministro nos coloca
ante un problema como éste, al mismo nivel que a un partido de derecha,
recibirá la contestación adecuada… Depositad en nosotros la confianza
y os ofreceremos nuestro programa. Nuestra conferencia ha trazado el
29 de abril ese programa. Desgraciadamente, no se lo toma en
consideración ni se rigen por él. Es necesario, por lo visto, exponerlo
de una manera sencilla y clara.
Y Lenin expuso de una manera clara las resoluciones fundamentales de
la Conferencia de Abril del Partido Bolchevique sobre la actitud hacia
el Gobierno Provisional. Durante el discurso también cambiaba poco a
poco la actitud de los delegados, sobre todo la de los soldados,
quienes escuchaban con ansiedad las palabras sobre la guerra de rapiña
que continuaba el Gobierno, y sobre la paz. Paso a paso, Lenin
dispersaba la bruma de mentiras y calumnias, exponiendo un programa
lógico y comprensible.
Banderas de la manifestación de junio. “Guerra a la guerra” dice la de la izquierda.
Expiró el tiempo que se le había concedido. En las filas delanteras
se escuchó una voz: “No le concedáis más tiempo”. En la sala comenzó
un bullicio increíble. Se oyeron protestas y exigencias de prorrogarle
el tiempo. Sonaron aplausos y éstos iban creciendo, abarcando a una
masa cada vez mayor de delegados. Teniendo en cuenta la disposición de
ánimo de los reunidos, la presidencia se vio obligada a concederle la
prórroga. La cuestión la solucionaron los delegados de base: los
soldados y obreros.
Bajo los aplausos de este grupo de delegados al Congreso, Vladimir Ilich terminó su discurso:
El paso del poder al proletariado revolucionario, apoyado por los
campesinos pobres, es el paso a la lucha revolucionaria por la paz
bajo las formas más seguras y menos dolorosas, que haya conocido nunca
la humanidad, el paso hacia una situación en que quedarán asegurados el
poder y el triunfo de los obreros revolucionarios en Rusia y en el
mundo entero.
Los oradores de los partidos conciliadores que hicieron uso de la
palabra después de Lenin, ante todo Kerenski, Chernov, Skóbelev y otros,
intimidaban a los delegados con perspectivas lóbregas, que ellos se
figuraban ocurrirían en caso de romper con el Gobierno Provisional.
Consideraban que la revolución había terminado y, en su opinión, no se
podía hablar de su desarrollo.
La segunda intervención de Lenin en el Congreso (9 de junio) estuvo
dedicada directamente a los problemas de la guerra y la paz. Al
criticar la hipocresía de las frases “superrevolucionarias”,
recordó a los asistentes el llamamiento del Soviet de Petrogrado a los
pueblos del mundo, del 14 de marzo, en el que se indicaba: “Niéguense a
servir de instrumento de anexión y de violencia en manos de reyes,
terratenientes y banqueros”. Dirigiéndose a los líderes eseristas y
mencheviques del Soviet Lenin recordó:
Si les decís: “negaos a servir de instrumento en manos de vuestros
banqueros”, mientras dejáis entrar a vuestros propios banqueros en el
Gobierno y los sentáis con los ministros socialistas, reduciréis a la
nada todos vuestros llamamientos, refutaréis en realidad toda vuestra
política.
En otro momento de su discurso, volvió a subrayar:
Os habéis enredado en contradicciones insolubles… Vosotros habláis
de la guerra contra anexiones y de la paz sin anexiones, pero proseguís
dentro de Rusia la política de anexiones. Este carácter contradictorio
se reflejó también en las resoluciones del Congreso, el cual se negó a
tomar el poder en sus manos y a adoptar medidas resueltas para terminar
la guerra imperialista. La resolución aprobada condenaba de palabra la
guerra, pero en realidad desataba las manos a las clases gobernantes
para continuar la misma política imperialista.
Del artículo de Lenin La política exterior de la revolución rusa, publicado en el periódico Pravda el 14 (27) de junio de 1917:
"No hay idea más errónea ni más nociva
que separar la política exterior de la política interior. La monstruosa
falacia de esta separación se hace más monstruosa aún precisamente en
tiempos de guerra. Pero la burguesía hace todo lo posible e imposible
para inculcar y apoyar esta idea. El desconocimiento de la política
exterior por las masas de la población está incomparablemente más
extendido que su ignorancia en materia de política interior. El
“secreto” de las relaciones diplomáticas se observa como cosa sagrada en
los países capitalistas más libres, en las repúblicas más
democráticas".
En el país crecía el descontento con la política del Gobierno
coalicionista. En Petrogrado se gestaba una manifestación de protesta.
El 5 de junio, el CC y el Comité petrogradense del POSD(b)R celebraron
una reunión con los funcionarios de las organizaciones distritales del
partido, en la que se examinó la cuestión referente a los estados de
ánimo de los obreros. Se acordó no adoptar ninguna disposición,
abstenerse de realizar acciones aisladas y convocar el 8 de junio una
reunión más amplia.
Las masas se pronunciaban activamente contra la ofensiva en el
frente que preparaba el Gobierno. En la reunión del Comité Ejecutivo del
Frente Occidental (1 de junio), el bolchevique Alexandr Miasnikov
exhortó al ejército a defender los intereses de la revolución. En Kiev,
miles de soldados del 148 Regimiento de Infantería aprobaron ese mismo
día, en una declaración, que la ofensiva en el frente sería desastrosa
para el país. El 2 de junio, el mitin de soldados y oficiales de la
guarnición de Tsarítsino votó por la resolución bolchevique, contra la
ofensiva que se preparaba, etc.
El problema de las nacionalidades se agudizó. El Congreso
Extraordinario del Partido Socialdemócrata Finlandés, que sesionó en
Helsingfors del 2 al 6 de junio, exigió la independencia política total
de Finlandia. El 3 de junio, la Rada Central Ucraniana[1],
junto con el Soviet de Diputados Campesinos de Ucrania y el Comité
Campesino de las Tropas, examinó la negativa del Gobierno Provisional
de cumplir las reivindicaciones de la Rada sobre la autonomía y
acordó, en la asamblea general, dirigirse al pueblo ucraniano
exhortándolo para comenzar de inmediato la materialización de los
planes de autonomía. En Riga se publicó el programa del Partido Radical
Democrático Estonio, en el que se proclamó la reivindicación de
convertir a Rusia en una república democrática federada, integrada por
Estados de distinta nacionalidad, incluida Estonia.
La situación en Petrogrado se complicaba debido a los intentos del
Gobierno de pasar a la ofensiva contra las fuerzas revolucionarias. En
este sentido, los antiguos miembros liberales de la Duma ejercían una
presión abierta. Comenzaron a exigir de los conciliadores el pago de
las letras de cambio. En la sesión ampliada de los miembros de la IV
Duma, convocada el 3 de junio, Miliukov declaró que “toda la sociedad
rusa debe cohesionarse en la lucha contra el peligro del bolchevismo”.
Al final de su largo discurso subrayó: “En la lucha contra este peligro,
el Gobierno Provisional debe recurrir a otros medios, además del
convencimiento”. Shidlovski, conocida personalidad de la Duma,
terrateniente y octubrista, exigía “situar las aspiraciones de las
masas en los marcos de la legalidad y materializarlas de manera
paulatina”. Dirigiéndose a los ministros socialistas, el que con mayor
claridad se expresó fue Maklakov, colega de Miliukov en el partido,
quien declaró: “…Ellos pueden aplicar la legislación más extrema, pero
ésta debe ser una legislación estatal, y no el ahondamiento de la
revolución. Ellos obtuvieron el derecho de promulgar leyes y por eso
deben castigar de manera implacable su incumplimiento. Y por eso es
necesario que ellos se deshagan de la ideología revolucionaria; no
hablo de la fraseología revolucionaria: no importa el modo de expresión
que se emplee”.
Columna de obreros del distrito de Víborg de Petrogrado del 18 de Junio. A su cabeza miembros del Partido Bolchevique.
Ante esta situación, el ministro de Justicia ordenó el 7 de junio
desalojar de inmediato el chalet de Durnovo, antiguo ministro zarista,
ahora sede de la federación distrital de los anarquistas y de varias
organizaciones obreras. Las huelgas en algunas fábricas del distrito de
Víborg obligaron al Comité Ejecutivo del Soviet de Petrogrado a
promulgar con urgencia un llamamiento para aclarar que la disposición
del Gobierno concernía sólo a los anarquistas, quienes habían ocupado
parte del chalet, y proponer que se reintegraran al trabajo.
El 5 de junio, los órganos del Gobierno Provisional detuvieron a M.
Jaritónov, miembro del Partido Bolchevique, acusándolo de que siendo
comisario del distrito Kolómenski no hizo nada cuando los anarquistas
asaltaron la casa del duque Lijtenberg, donde se encontraba la imprenta
del periódico Russkaia Volia. Esta detención, como señalaba el Pravda, se realizó para “hacer creer que los bolcheviques tienen algo que ver con el ataque a Russkaia Volia y,
en general, con los anarquistas”, y fue aprovechada por la prensa
burguesa para acosar más al Partido Bolchevique, aunque ocho días
después el Gobierno se vio obligado a excarcelar a Jaritónov como
resultado de las resueltas protestas de los trabajadores.
Teniendo en cuenta la actitud de las masas, la reunión ampliada del
CC y el Comité petrogradense del POSD(b)R, junto con representantes de
los distritos, unidades militares, sindicatos y comités de fábrica (en
total, unas 150 personas), convocada el 8 de junio, se expresó por
organizar una manifestación pacífica. Esta propuesta fue respaldada por
los dirigentes de los sindicatos y el Consejo Central de los Comités de
Fábrica. El CC del POSD(b)R acordó realizar la manifestación el 10 de
junio.
En el llamamiento ¡A todos los trabajadores, obreros y soldados de Petrogrado!, que
se difundió en los barrios obreros de la capital, el partido exhortó a
las masas a participar activamente en la manifestación. En el documento
se daba una diáfana característica de la política imperialista del
Gobierno Provisional y de la contrarrevolución en ofensiva, se
proclamaron consignas que reflejaban las reivindicaciones del pueblo,
entre otras: “¡Abajo la Duma zarista!”, “¡Abajo los diez ministros
capitalistas!”, “¡Todo el poder al Soviet de Diputados Obreros,
Soldados y Campesinos de toda Rusia!”, “¡Revisión de la Declaración de los derechos del soldado!”,
“¡Abajo la anarquía en la industria y los capitalistas organizadores
del cierre de empresas!”, “¡Viva el control y la organización de la
industria!”, “¡Es hora de terminar la guerra!”, ¡Que el Soviet de
Diputados anuncie las condiciones justas de paz!”, “¡Pan! ¡Paz!
¡Libertad!” y otras.
Obreros
de la fábrica Yúzovka, en el Donbás, con la consigna: “¡Ni paz por
separado con Guillermo, ni acuerdos secretos con los capitalistas
ingleses y franceses!”.
En la sesión vespertina del I Congreso de los Soviets de toda Rusia,
Chjeídze, quien trataba de prevenir cualquier acción antigubernamental
masiva, hizo una declaración extraordinaria sobre la manifestación que
se preparaba. Después de escuchar su informe, el congreso, a propuesta
de los mencheviques y eseristas, prohibió celebrar la manifestación en
los próximos tres días, aprobó un llamamiento a los obreros y
soldados, exhortándolos a no participar en el acto organizado por los
bolcheviques, so pretexto de que los contrarrevolucionarios
aprovecharían la oportunidad.
Debido a que el Congreso de los Soviets prohibió la manifestación,
en la tarde del 9 de junio se celebró una reunión del grupo bolchevique
en el I Congreso de los Soviets de toda Rusia y después otra del CC
del POSD(b)R. El CC dispuso cumplir la decisión adoptada por el Congreso
y anular la manifestación prevista para el 10 de junio.
En la madrugada del 10 de junio, la redacción de Pravda, con
la participación de Lenin, preparó el número matutino del diario y
las directivas a las organizaciones partidarias de base con motivo de
la decisión del CC de suspender la manifestación. El llamamiento al acto
de masas fue sustituido por el aviso de la suspensión.
En la noche del 9 y por la mañana temprano del 10 de junio, sábado,
miembros del CC, del Comité petrogradense y de la Organización Militar
adjunta al CC del POSD(b)R, así como del grupo bolchevique en el
Congreso de los Soviets de toda Rusia, visitaron unidades militares y
grandes empresas para explicar a los soldados y obreros la decisión del
Comité Central.
Como resultado de la labor aclaratoria bien organizada, los
bolcheviques lograron detener a las masas. Sin embargo, ello no
impidió que el 11 de junio los líderes mencheviques y eseristas
intentaran adoptar –en la reunión conjunta de todos los miembros del
Comité Ejecutivo del Soviet de Petrogrado, miembros del presídium del
Congreso de los Soviets y de todos los grupos participantes en el
Congreso- medidas severas contra los bolcheviques. Así, el menchevique
Dan, miembro del Comité Ejecutivo del Soviet de Petrogrado, presentó una
resolución que concedía a la mayoría conciliadora del Soviet el
derecho de veto a cualesquiera manifestación organizada por los partidos
que integraban este organismo. Se planteaba incluso expulsar del
Soviet a quien violara esta orden. De hecho, esta medida estaba dirigida
contra los bolcheviques, que componían la minoría del Soviet.
Tsereteli, quien pidió la palabra fuera de turno, fue más allá. Acusó
a los bolcheviques de conspiración y declaró con aire amenazante:
—… Que nos perdonen los bolcheviques, pero ahora pasaremos a otras formas de lucha… Hay que desarmar a los bolcheviques.
A Tsereteli le apoyó Líber, quien exigía con gritos histéricos,
adoptar medidas más resueltas para reprimir, extirpar, castigar con
todos los medios a los obreros indisciplinados. En el apogeo de su
“discurso”, de los escaños de los mencheviques martovistas[2] brotó:
¡Miserable!
La sala lanzó un grito y se quedó pasmada, junto con la presidencia y el orador…
Caricatura de dibujante anónimo: “¡A la ofensiva!”.
Resultó que Mártov no llamó “miserable” a Líber, sino “versallés”[3],
comparando su actitud con la posición antipopular del Gobierno de
Versalles, que en su tiempo comenzó la guerra civil contra los comuneros
de París.
La sesión se suspendió hasta la noche y rechazó no sólo los
planteamientos de Tsereteli y Líber, sino también la resolución de Dan.
El Acta aprobada al día siguiente no contenía acusación alguna contra
los bolcheviques. Esta vez, los “liberdanos” –apodo que tenían estos
líderes del menchevismo después de aparecer uno de los versos satíricos
de Demián Biedni- recibieron su escarmiento.
Al sentir el apoyo de los líderes conciliadores en el Soviet, el
Gobierno Provisional también se envalentonó: publicó una disposición
que prohibía las manifestaciones durante tres días y llamó a mantener
tranquilidad, amenazando con emplear la fuerza contra las acciones
callejeras. El general Pólovtsev, jefe de la Región Militar de
Petrogrado, ordenó: “En cumplimiento de la disposición del ministro de
Guerra, el 10 de junio las tropas no podrán participar –con armas o
sin ellas- en ninguna manifestación…”
El 10 de junio no salieron a la calle los obreros de ninguna fábrica,
ni los soldados de ningún regimiento. La situación en que se preparó y
luego fue suspendida la manifestación era una muestra del ánimo
popular. Cuando crecía el descontento de las masas, el Congreso de los
Soviets de toda Rusia se vio obligado a autorizar la manifestación en
Petrogrado para el 18 de junio.
La noticia apareció el 13 de junio en Izvestia Petrográdskogo Sovieta. Para
participar en la manifestación, durante la cual se depositarían coronas
en la fosa común de las víctimas de la revolución rusa, se invitaba a
todos los “partidos revolucionarios”, organizaciones profesionales y
cooperativas, clubes, obreros, unidades militares (sin armas), etc. Era
evidente que los organizadores se proponían realizarla bajo la consigna
de confianza al Gobierno Provisional.
En la reunión extraordinaria del Comité petrogradense del POSD(b)R
se decidió comenzar de inmediato la preparación de dicho acto, tratando
de concederle carácter nacional. Pravda publicó el 14 de junio el editorial Nuestras consignas en la próxima manifestación. Además
de las promovidas por el partido para el 10 de junio, el Comité Central
formuló otras complementarias: “¡Contra el desarme de los obreros!”,
“¡Contra la disolución de los regimientos revolucionarios’ “, “¡Contra
la política de ofensiva!”, ¡Viva el armamento de todo el pueblo, ante
todo de los obreros!”
Del llamamiento emitido por el
Comité Central y el Comité petrogradense del POSD(b)R, el Consejo
Central de los Comités de Fábrica de Petrogrado, el grupo bolchevique en
el Soviet de Petrogrado, las redacciones de los periódicos Pravda y Soldátskaia Pravda, exhortando a manifestarse con las consignas bolcheviques
17 de junio de 1917:
…Camaradas:
¡No se puede continuar aguantando en silencio este orden! ¡Es un delito guardar silencio después de todo esto!
Somos ciudadanos libres, tenernos derecho a protestar, y debemos utilizar este derecho antes de que sea tarde.
¡Que el día de mañana (18 de junio), día
de la manifestación pacífica, se convierta en el día de una protesta
severa del Petrogrado revolucionario contra la opresión y la
arbitrariedad que vuelven a surgir!
¡Que mañana se enarbolen las banderas victoriosas para que teman los enemigos de la libertad y el socialismo!
¡Que nuestro grito, el grito de los
combatientes de la revolución, recorra todo el mundo para alegría de
todos los oprimidos y esclavizados!
Allí, en Occidente, en los países
beligerantes, despunta el alba de la vida nueva, el alba de la
revolución obrera. ¡Que nuestros hermanos de Occidente se enteren mañana
que ustedes les llevan en sus banderas la paz y no la guerra; la
libertad y no la esclavización!
¡Obreros! ¡Soldados! ¡Tender uno a otro la mano fraternal y adelante, bajo la bandera del socialismo!
¡Todos a la calle, camaradas!
¡En estrecha alianza, cierren filas en torno a sus banderas!
¡Marchen en filas alineadas por las calles de la capital!
Declaren con tranquilidad y firmeza sus deseos:
¡Abajo la contrarrevolución!
¡Abajo la Duma zarista!
¡Abajo el Consejo de Estado! ¡Abajo los diez ministros capitalistas!
¡Todo el poder a los Soviets de Diputados Obreros, Soldados y Campesinos!
¡Revisión de la Declaración de los: derechos del soldado!
¡Anulación de las “órdenes” contra los soldados y marineros!
¡Abajo el desarme de los obreros revolucionarios!
¡Viva la milicia popular!
¡Abajo la anarquía en la industria y los capitalistas organizadores de los cierres de fábricas!
¡Viva el control, la organización de la producción y la distribución!
¡Contra la política de la ofensiva!
¡Es hora de terminar la guerra! ¡Que el Soviet de Diputados declare las condiciones justas de paz!
¡Ni la paz por separado con Guillermo ni los tratados secretos con los capitalistas franceses e ingleses!
¡Pan! ¡Paz! ¡Libertad!
El
viaje propagandístico de Kerenski, ministro de la Guerra, al ejército
tenía el objetivo de preparar psicológicamente a los soldados para la
inminente ofensiva.
El Gobierno Provisional comenzó a preparar apresuradamente la
ofensiva en el frente, confiando en que los primeros rumores acerca de
los éxitos militares desorganizarían a las filas de los adversarios de
la guerra y que la manifestación se convertiría en un apoyo
incondicional a la política estatal y los partidos conciliadores. Se
preveía utilizar esta ofensiva contra las fuerzas revolucionarias
tanto en caso de ganarla como de perderla: la victoria debería
silenciar la desarticulación de las organizaciones revolucionarias,
mientras que la derrota sería un pretexto para nuevas acusaciones contra
los bolcheviques. “Es dudoso que se pueda poner en tela de juicio
—escribió cínicamente el 20 de junio el diario Rech, órgano de
los demócratas constitucionalistas— el hecho de que la ofensiva
asestará al enemigo interno —los bolcheviques- un golpe no menos duro
que al enemigo externo”.
Una de las medidas para preparar la ofensiva eran los viajes de
agitación que realizaban los representantes del Gobierno Provisional a
las unidades militares. En la campaña para macerar políticamente a los
soldados, desarrolló particular actividad Kerenski, ministro de la
Guerra y la Marina, quien prometía a los aliados “restablecer el
entusiasmo y la disciplina” en el ejército ruso. Realizó un viaje
especial por los frentes, donde pronunció decenas de discursos,
exhortando e induciendo ir a “la muerte honrosa ante la vista de todo el
mundo, en aras de la libertad y la revolución”. No es casual que en
esos días el ex emperador escribiera en su diario esta característica
de Kerenski: “No cabe duda de que en el momento actual ese hombre se
encuentra en su lugar; cuanto más poder tenga, tanto mejor será”.
Los discursos y órdenes de Kerenski son modelos insuperados de narcisismo y cinismo.
— Yo conozco la verdad de la vida en Rusia –declaraba con arrogancia
en Riga, en la reunión solemne de los Soviets de Diputados Soldados y
Ofíciales del 12 Ejército-. Yo sé lo que necesita Rusia, y teniendo
conciencia de mi derecho y poder, digo la verdad…
Nunca decía la verdad. A él pertenecen estas palabras:
— Nuestra consigna no deben ser las personas, sino las ideas…
Y él, olvidándose de las personas y de la verdad, predicaba las ideas
de la ofensiva (“…en las puntas de sus bayonetas llevarán la paz, el
derecho, la verdad y la justicia"); jugaba al llamado “defensismo revolucionario” de las masas (“…liberemos la patria y el mundo de los opresores y agresores”).
Al intervenir en Odesa, Kerenski presentó un brillante modelo de
aseveraciones demagógicas, francamente embusteras. Al contestar a la
declaración de uno de los oficiales acerca de que el ejército no
confiaba en los tratados internacionales del zarismo y de que quería
conocer por qué luchaba, Kerenski, con indulgencia, dejó escapar estas
palabras:
— Inglaterra y Francia revisan junto con nosotros las tareas de la
guerra, y no hay por qué endosar sobre las inocentes masas de soldados
de los aliados el odio al antiguo régimen…
Los representantes de los aliados en Rusia se pronunciaban con
frecuencia y de manera activa en ayuda de Kerenski. D. Francis,
embajador de EE.UU. en Rusia, escribía a R. Lansing, secretario de
Estado de aquel país, sobre la necesidad de realizar en las tropas
rusas una propaganda seria por la conducción activa de la guerra. El 12
de junio, Ch. Rusell, representante de la misión extraordinaria
norteamericana, pronunció un discurso en la sesión vespertina del
Congreso de los Soviets de toda Rusia.
— Les rogamos –declaró-, ¡adelante!
A los soldados rusos les empujaban sin rebozo a la ofensiva en el
frente, pensando mejorar de ese modo no sólo la situación general en la
batalla contra la parte opuesta, sino también extinguir la ola del auge
revolucionario en el país.
El 16 de junio, Kerenski dio la orden al ejército y a la flota y lanzó el llamamiento A todos los ciudadanos de Rusia, acerca de la ofensiva.
De la orden al ejército y la flota, del 16 de junio de 1917:
Ejército de operaciones
Teniendo plena conciencia de la
responsabilidad ante la patria… yo, en nombre del pueblo libre y de su
Gobierno Provisional, llamo a los ejércitos, fortalecidos con la fuerza
y el espíritu de la revolución, a pasar a la ofensiva. Que el enemigo
no celebre antes de tiempo la victoria sobre nosotros. Que todos los
pueblos sepan que hablamos de la paz no por debilidad. Que sepan que la
libertad ha aumentado nuestro poderío.
¡Oficiales y soldados! Sepan
que toda Rusia los bendice a la proeza militar en aras de la libertad,
en aras de un futuro luminoso de la patria, en aras de una paz sólida y
honesta.
Les ordeno: ¡adelante!
Los soldados de la 12ª y la 13ª divisiones de Siberia, en el Frente
Sudoccidental, se negaron a cumplir la orden de Kerenski. Los soldados
de los. 41, 43 y 44 regimientos no salieron a las posiciones delanteras.
En el dispositivo del Cuerpo de la Guardia (11 Ejército) declararon
que Kerenski no debía ser ministro de Guerra. Por orden del comandante
en jefe, la caballería atacó a los soldados del 21 Regimiento de
Granaderos Rumiantsevski por negarse a comenzar la ofensiva; en la 36
División del 10 Ejército fueron arrestadas casi 6.000 personas; el 703
Regimiento de Infantería fue cercado por unidades de una expedición
punitiva, pero el 704 Regimiento de Infantería que participaba en el
desarme de la unidad, “también se amotinó”, etc.
Jura de bandera de batallón femenino.
El plan estratégico de la ofensiva comenzada el 18 de junio había
sido preparado desde antes de ser derrocada la monarquía. El golpe
principal se asestaba al enemigo en la zona del Frente Sudoccidental,
en la dirección de Lvov. Al comienzo, la ofensiva se desarrollaba con
éxito; después, bajo los golpes de las tropas austro-alemanas que
recibieron refuerzos del frente occidental, las tropas rusas comenzaron
a retroceder, sin ofrecer casi resistencia. La ofensiva en el Frente
Sudoccidental fracasó al cabo de unos días y perdieron la vida varias
decenas de miles de personas. El propio Gobierno Provisional
caracterizó lo ocurrido como una catástrofe que le costó al país
“grandes víctimas humanas y pérdidas territoriales”.
Ni un solo regimiento, ni una sola fábrica salieron a la grandiosa
manifestación del 18 de junio en Petrogrado pregonando confianza en el
Gobierno Provisional. Sobre el mar de cabezas humanas (participó cerca
de medio millón de personas) ondeaban miles de banderas y pancartas con
las consignas “¡Todo el poder a los Soviets!”, “¡Abajo los diez
ministros capitalistas!”, “¡Ni paz por separado con Guillermo, ni
tratados secretos con los capitalistas anglo-franceses!”, “¡Viva el
control y la organización de la producción!”
Había muy pocas con el
llamamiento de confianza en el Gobierno Provisional. Incluso el rotativo
menchevique Nóvaia Zhizn (“Vida Nueva”) reconoció: “La
manifestación del domingo fue un triunfo total del “bolchevismo” entre
el proletariado y la guarnición de Petrogrado”. Y el periódico lzvestia, órgano
oficial del Soviet de Petrogrado, constataba el 20 de junio de 1917:
“…En la marcha del 18 de junio se sentían la precaución sombría y la
desconfianza de la masa obrera… Con tanta furia arrancaban por doquier
las banderas con consignas del Gobierno Provisional”. Aquí mismo,
reconociendo, por una parte, el predominio de las consignas
bolcheviques y, por otra, revelando una enemistad oculta hacia los
bolcheviques, el autor del artículo señalaba: “No obstante, la
democracia revolucionaria, representada por sus Soviets, debe prestar
la más seria atención al hecho de que abundaban las consignas
leninistas”.
El 18 de junio se celebraron manifestaciones en Moscú, Kiev, Riga,
Ivánovo-Voznesensk y otras ciudades, las cuales mostraron la creciente
influencia del Partido Bolchevique entre las masas y fueron una revista
combativa de sus fuerzas.
Del artículo de Lenin El dieciocho de junio, publicado en el periódico Pravda el 20 (3 de julio) de 1917:
"El 18 de junio pasará, de un modo o de otro, a la historia de la revolución rusa como un día de viraje.
La posición recíproca de las clases, su
correlación en la lucha entre ellas, su fuerza comparada principalmente
con la fuerza de los partidos: todo se ha puesto de relieve en la
manifestación del domingo de manera tan nítida, tan clara, tan
impresionante, que sea cual fuere el curso, sea cual fuere el ritmo de
desarrollo de las cosas en el futuro, lo que se ha ganado en grado de
conciencia y en claridad es gigantesco.
La manifestación ha disipado en pocas
horas, como una nubecilla de polvo, toda esa vacua charlatanería sobre
los bolcheviques conspiradores, y ha demostrado con irrefutable claridad
que la vanguardia de las masas trabajadoras de Rusia, el proletariado
industrial de la capital y sus tropas están, en su aplastante mayoría,
por las consignas que ha defendido siempre nuestro partido".
Tal fue la segunda crisis política, escribió Lenin que, según los
propios eseristas y mencheviques, con seguridad habría estallado en la
noche del 18 de junio si la ofensiva desencadenada en el frente no la
hubiese cortado. Lenin consideraba que el significado de la
manifestación consistía en que ella “se convirtió en una manifestación
de las fuerzas y de la política del proletariado revolucionario que
traza el camino de la revolución, que señala cómo salir del atolladero”.
Moscú sepultaba a las víctimas de la ofensiva condenada a la derrota.
El proceso encaminado a liberar la conciencia popular de la bruma de
la teoría conciliadora y las frases revolucionarias se desarrollaba de
forma consecuente y a ritmos crecientes. En el mitin multitudinario de
obreros y soldados de Kiev, convocado el 4 de junio, se propusieron dos
resoluciones sobre las actitudes adoptadas frente al Gobierno de
coalición: la de los mencheviques, por la confianza; y la de los
bolcheviques, por el paso del poder a manos de los Soviets. La
resolución bolchevique fue aprobada por mayoría de votos.
En Moscú, el 7 de junio, soldados del 36 Regimiento de Reserva
exigieron entregar todo el poder a los Soviets, expresaron su protesta
contra la guerra imperialista y la actividad de los “ministros
socialistas que no se solidarizan con el movimiento obrero y que a
nosotros, los soldados, nos privan de los derechos cívicos y nos
amenazan con trabajos forzados”.
La reunión de 2.000 obreros de la fábrica “Stari Parviainen”,
convocada el 8 de junio, aprobó una resolución que exigía transmitir
todo el poder a los Soviets y expresaba plena confianza en el CC del
POSD(b)R.
Así pues, crecía sin cesar la tensión general. La ofensiva en el
frente, que detuvo durante cierto tiempo la crisis política, agudizó
acerbamente las contradicciones de clase, empujando con mucha más
fuerza que durante la crisis de abril a las capas semiproletarias y
pequeño-burguesas hacia el lado del proletariado revolucionario. Este
era cada vez más activo. En junio se preparaba la conclusión del primer
convenio colectivo de los metalúrgicos, quienes se proponían convocar
una huelga general en apoyo de sus reivindicaciones.
Entre los soldados se fortaleció la actitud revolucionaria. Ellos
protestaban contra el plan del Gobierno de enviar al frente a los
regimientos de la guarnición capitalina.
Los acontecimientos de junio revelaron la gravedad de la situación en el país, la elevada tensión de la lucha de clases.
Notas:
[1]
Rada Central Ucraniana –organización nacionalista burguesa
contrarrevolucionaria-, creada en marzo de 1917: trataba de orientar el
movimiento nacional hacia un cauce nacionalista burgués.
[2]
Reducido grupo del Partido Menchevique que, bajo la dirección de Yu.
Mártov, ocupó una posición internacionalista inconsecuente en los años
de la I Guerra Mundial. Tratando de mantener una posición mediadora
entre las corrientes oportunista y revolucionaria en el movimiento
obrero, los martovistas marchaban en pos de los defensistas. Al triunfo de la Gran Revolución Socialista de Octubre, que fue declarada contraria a las leyes, comenzaron junto con todo el Partido Menchevique una lucha activa contra el Poder soviético.
[3] La pronunciación de estos vocablos en ruso se asemeja bastante: merzavets (“miserable”) y versalets (“versallés).