13 de julio de 2023

NUEVO CANTO DE AMOR A STALINGRADO

 

Pablo Neruda

El 12 de julio de 1904 nacía él, poeta y comunista... gracias por haber sido.
 
NUEVO CANTO DE AMOR A STALINGRADO
 
Yo escribí sobre el tiempo y sobre el agua, 
describí el luto y su metal morado, 
yo escribí sobre el cielo y la manzana, 
ahora escribo sobre Stalingrado.
 
Ya la novia guardó con su pañuelo el rayo de mi amor enamorado,
ahora mi corazón está en el suelo,
en el humo y la luz de Stalingrado.
 
Yo toqué con mis manos la camisa
del crepúsculo azul y derrotado,
ahora toco el alba de la vida
naciendo con el sol de Stalingrado.
 
Yo sé que el viejo joven transitorio de pluma, 
como un cisne encuadernado, 
desencuaderna su dolor notorio por mi grito 
de amor a Stalingrado.
 
Yo pongo el alma mía donde quiero, 
y no me nutro de papel cansado 
adobado de tinta y de tintero, 
nací para cantar a Stalingrado.
 
Mi voz estuvo con tus grandes muertos 
contra tus propios muros machacados, 
mi voz sonó como campana y viento 
mirándote morir, Stalingrado.
 
Ahora americanos combatientes blancos
y oscuros como los granados, 
matan en el desierto a la serpiente. 
Ya no estás sola, Stalingrado.
 
Francia vuelve a las viejas barricadas
con pabellón de furia enarbolado 
sobre las lágrimas recién secadas.
Ya no estás sola, Stalingrado.
 
Y los grandes leones de Inglaterra
volando sobre el mar huracanado
clavan las garras en la parda tierra.
Ya no estás sola, Stalingrado.
 
Hoy bajo tus montañas de escarmiento
no sólo están los tuyos enterrados, 
temblando está la carne de los muertos 
que tocaron tu frente, Stalingrado.
 
Tu acero azul de orgullo construido, 
tu pelo de planetas coronados, 
tu baluarte de panes divididos, 
tu frontera sombría, Stalingrado.
 
Tu Patria de martillos y laureles,
la sangre sobre tu esplendor nevado, 
la mirada de Stalin a la nieve tejida 
con tu sangre, Stalingrado.
 
Las condecoraciones que tus muertos 
han puesto sobre el pecho traspasado de la tierra, 
y el estremecimiento de la muerte,
y la vida, Stalingrado.
 
La sal profunda que de nuevo traes
al corazón del hombre acongojado
con la rama de rojos capitanes
salidos de tu sangre, Stalingrado.
 
La esperanza que rompe en los jardines 
como la flor del árbol esperado, 
la página grabada de fusiles, 
las letras de la luz, Stalingrado.
 
La torre que concibes en la altura,
los altares de piedra ensangrentados, 
los defensores de tu edad madura, 
los hijos de tu piel, Stalingrado.
 
Las águilas ardientes de tus piedras, 
los metales por tu alma amamantados, 
los adioses de lágrimas inmensas 
y las olas de amor, Stalingrado.
 
Los huesos de asesinos malheridos, 
los invasores párpados cerrados, 
y los conquistadores fugitivos 
detrás de tu centella, Stalingrado.
 
Los que humillaron la curva del Arco 
y las aguas del Sena han taladrado 
con el consentimiento del esclavo, 
se detuvieron en Stalingrado.
 
Los que Praga la Bella sobre lágrimas, 
sobre lo enmudecido y traicionado, 
pasaron pisoteando sus heridas, 
murieron en Stalingrado.
 
Los que en la gruta griega han escupido, 
la estalactita de cristal truncado 
y su clásico azul enrarecido, 
ahora dónde están, Stalingrado.
 
LOS QUE ESPAÑA QUEMARON Y ROMPIERON 
DEJANDO EL CORAZÓN ENCADENADO 
DE ESA MADRE DE ENCINOS Y GUERREROS, 
SE PUDREN A TUS PIES, STALINGRADO.
 
Los que en Holanda, tulipanes y agua 
salpicaron de lodo ensangrentado 
y esparcieron el látigo y la espada, 
ahora duermen en Stalingrado.
 
Los que en la noche blanca de Noruega 
con un aullido de chacal soltado
quemaron esa helada primavera, 
enmudecieron en Stalingrado.
 
Honor a ti por lo que el aire trae, 
lo que se ha de cantar y lo cantado,
honor para tus madres y tus hijos,
y tus nietos, Stalingrado.
 
Honor al combatiente de la bruma,
honor al Comisario y al soldado,
honor al cielo detrás de tu luna,
honor al sol de Stalingrado.
 
Guárdame un trozo de violenta espuma, 
guárdame un rifle, guárdame un arado, 
y que lo pongan en mi sepultura con una espiga roja de tu estado, 
para que sepan, si hay alguna duda, 
que he muerto amándote y que me has amado, 
y si no he combatido en tu cintura 
dejo en tu honor esta granada oscura, 
este canto de amor a Stalingrado.

12 de julio de 2023

La experiencia de la Internacional Comunista en la construcción de partidos de tipo bolchevique (2)

 Por Unión Proletaria

II- Cambio del alineamiento de fuerzas en el movimiento obrero (1919-20)

Las derrotas de la revolución en la primera mitad del año 2019 (Hungría, Baviera y Eslovaquia) no impidieron que siguiera creciendo el movimiento revolucionario y huelguístico.

El II Congreso Partido Comunista de Alemania, reunido clandestinamente en octubre de 1919, ya empezaba a entender que la “revolución no es un golpe solo, sino la lucha dura­dera, tenaz de la clase sometida durante milenios a la opresión, clase que, por ende, no comprende a cabalidad desde un principio su misión y su fuerza; la revolución es susceptible de ascensos y de caídas, de flujos y de reflujos. Cambia de medios en dependencia de la situación; ataca al capitalismo a veces desde el lado político, a veces desde el económico, a veces desde los dos lados.”[1]

Después de ciertas vacilaciones, el Comité Central del PCA reconoció que, en la situación creada, cuando en el país no había premisas para la instaura­ción inmediata de la dictadura proletaria, la tarea residía en unir a todas las fuerzas democráticas para arrollar a la reacción.

En Francia, el fracaso de la huelga significó la bancarrota de la doctrina teórica del anarcosindicalismo sobre el papel decisivo universal de la huelga general, mostrando a los obreros que sólo con la huelga no pueden vencer a la burguesía que dispone de todos los medios de poder.

En Italia, destacaba el periódico L’Ordine Nuovo de Gramsci, quien hacía una importante adver­tencia, cuya justicia fue apreciada sólo más tarde. “La fase actual de la lucha de clases en Italia es la fase que precede: o a la conquista del po­der político por el proletariado revolucionario para pasar a nuevo mo­do de producción y de distribución que permite hacer de nuevo produc­tivo el trabajo, o a una tremenda reacción de parte de la clase propietaria y la casta gobernante. Serán puestos en juego todos los medios de vio­lencia para someter al proletariado industrial y agrícola a un trabajo servil; se hará todo lo posible para derrotar inexorablemente los orga­nismos de lucha política de la clase obrera (partido socialista) e incorpo­rar los organismos de resistencia económica (sindicatos y cooperativas) al engranaje del Estado burgués”.[2]

El incremento de la influencia de las ideas del comunismo en las masas lo acreditaba incontestablemente el proceso de acercamiento a la Interna­cional Comunista de varios grandes partidos socialistas de Europa, en­tre ellos del Partido Social-Demócrata Independiente de Alemania y los partidos socialistas de Francia e Italia. Sin em­bargo, Lenin vio con mayor claridad que otros también el gran peligro que implicaba tal acercamiento.

El revolucionarismo meramente verbal de los centristas traía consigo el peligro de que la política de la Internacional Comunista y de los Partidos Comunistas se determinara por cierta “línea media”. Frente a este peligro, Lenin ponía las cosas en su lugar exacto: el reco­nocimiento de la dictadura del proletariado no significa, naturalmente, en modo alguno que “en cualquier momento y a toda costa haya que lanzarse al asalto, a la insurrección. Eso es absurdo. Para que la insurrección tenga éxito se necesita una larga preparación, hábil y perseverante, que impo­ne grandes sacrificios”. Pero sí significa deslindarse de un modo resuel­to y consciente de los centristas[3].

Sobre todo allí donde los partidos comunistas eran más jóvenes y débiles, pero también en general, seguía siendo necesario combatir al reformismo y al centrismo, atrayendo, al mis­mo tiempo, hacia el lado del comunismo a todos los elementos verdade­ramente revolucionarios que había en los partidos centristas. La tarea de la superación ideológico-política del oportunismo seguía siendo para todo el movimiento comunista una premisa de formación de la vanguardia revolucionaria.

Comoquiera que los revolucionarios no habían conseguido deslindarse de los oportunistas, ni tampoco llevar a las masas al asalto victorioso contra el capitalismo, resultaban necesarias dos fases, dos escalones que el movimiento comunista había de superar consecuentemente, uno tras otro. Primero, la conquista de la vanguardia, su deslindamiento ideológico y orgánico de los conciliadores. Segundo, la conquista de las masas: “con la vanguardia sola es imposi­ble triunfar. Lanzar sola a la vanguardia a la batalla decisiva … sería no sólo una estupidez, sino, además, un crimen”. Para esta segunda fase, “es imprescindible la propia experiencia política de las masas”. De ahí que los partidos comunistas deban aprender a “llevar a las grandes masas (hoy todavía, en la mayoría de los casos, adormecidas, apáticas, rutinarias, inertes, sin despertar)” a la posición de la vanguardia revolucionaria, deban aprender a “dirigir no sólo su propio partido, sino también a estas masas”[4].

Por cuanto las masas proletarias socialmente más activas estaban dirigidas e influenciadas por los líderes partidarios y sindicales socialde­mócratas, la tarea planteada por los comunistas de ganar a las masas para la revolución significaba en la práctica ante todo arrebatárselas a los dirigentes reformistas. Pero éstos no estaban de brazos cruzados. Se desarrolló una aguda lucha entre revolucionarios y reformistas, tanto en los partidos obreros como en los sindicatos.

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Lenin, acerca de la tarea de ganarse a la mayoría y su libro La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo.

Lenin y la Internacional Comunista consideraban que no había que precipitarse en lo de la unificación, sino que había que “aguardar el momento oportuno en que las masas revolucionarias de obreros franceses y alemanes corrijan las debilidades, los errores, los prejuicios y la inconsecuencia de tales partidos”[5]. El deslindamiento ideológico, político y orgánico con el oportu­nismo debía ser llevado obligatoriamente a su término, pues de otro modo el lodo del oportunismo de derecha afectaría a los partidos comunistas.

Para el éxito de su revolución, al proletariado le “es absolutamente necesario contar con las simpatías de la mayoría de los trabajadores (y, por consiguiente, de la mayoría de la población)”. Esas simpatías no se dan por sí mismas, pero tampoco se crean solamente con votaciones. “Se conquistan en una larga, difícil y dura lucha de clases”, con la aplicación de todos los métodos y medios que sean necesarios en cada caso[6].

La participa­ción del partido obrero en el parlamento es importan­te, pero no puede considerarse en absoluto como forma superior, única de sus acciones. En la situación de engaño y autoengaño de las masas, inevitables en el capitalismo, aplazar durante la revolución la toma del poder por el proletariado hasta que la mayoría de la población exprese formalmente su voluntad por medio de las elecciones significa renegar de la revolución.

La “fuerza del proleta­riado de cualquier país capitalista es incomparablemente mayor que la parte del proletariado en el total de la población”, porque el “proleta­riado domina económicamente el centro y el nervio de todo el sistema económico del capitalismo”. Es más importante aún el que el proleta­riado “exprese, económica y políticamente, los verdaderos intereses de la inmensa mayoría de los trabajadores”[7]. Puede resultar que una proporción de proleta­riado del 51% sobre toda la población signifique en la práctica una fuerza menor que un 20% de proletariado, si en el primer caso hay “más contagio imperialista y resistencia de la pequeña burguesía”, y en el segundo, el proletariado sabe “arras­trar y orientar” a los trabajadores. No se puede, es incorrecto tomar al proletariado “en general”, in abstracto. Había que considerar cómo era realmente, desde el siglo XX, a raíz de la guerra imperialista, en un país im­perialista. En la situación creada desde entonces, es inevitable la “división con la cúspi­de”, por cuanto la instauración de la dictadura del proletariado es im­posible sin el derrocamiento de su cúspide oportunista, sin pasar de la “aristocracia de la clase obrera a la masa”. Cambiaron también los mé­todos de educación de las masas: “Hubo un tiempo (entre 1871-1914) en que había que desarrollar a los atrasados con la votación general, sin re­volución (+ las huelgas, etc.). Llegó la época de las revoluciones (1917-) cuando es el curso de la revolución del proletariado lo que desarrolla”[8].

Como veremos más adelante, esta “época de las revoluciones” resultó más compleja de cómo se presentaba en 1920, debido a la distorsión que causa el imperialismo en el desarrollo de las contradicciones de clase: las revoluciones se condensan en períodos más bien breves separados entre sí por períodos de reflujo más bien largos. Como consideraba Lenin, para sacar conclusiones se­rias sobre la posibilidad de tomar el poder y sostenerse en él, hay que analizar concretamente las condiciones loca­les, así como la estructura social de las masas trabajadoras.

En aquel período revolucionario en que urgía dotar al proletariado de una dirección firme, libre de vacilaciones centristas, la principal dificultad que afrontaban los comunistas consistía en que parte de ellos no comprendían la importancia que tenía la tarea de ganarse a las masas, y algunos adop­taron incluso la posición de su negación por principio. Se negaban a ver la diferencia entre los jefes oportunistas, contra los cuales sostenían una lucha encarnizada, y los miembros de filas de los partidos socialistas y de los sindicatos reformistas que seguían a esos jefes. Cifrando esperanzas en el ímpetu revolucionario espontáneo de las masas, algunos comunistas veían una manifestación del oportunismo odioso en la propia reco­mendación de realizar un trabajo sistemático en las masas. Tales ánimos se habían exteriorizado anteriormente, pero pasaron a ser un obstáculo serio precisamente cuando el movimiento comunista ya no podía seguir progresando sin realizar más variado trabajo para ganarse a las masas.

Se trataba de crear un partido obrero verdaderamente revolucionario, verdaderamente obrero (es decir, vinculado a las masas, a la mayoría de los trabajadores, a los sectores básicos del proletariado, y no sólo a su sector encumbrado), verdaderamente un partido, o sea, una organización de la vanguardia revolucionaria, fuerte cohesionada en serio y capaz de efectuar por todos los medios posibles una labor revolucionaria entre las masas.

Y para crear tal partido, ante todo, había que encontrar un enfoque acertado de las masas. ¿Dónde estaba, pues, la salida de este círculo vicioso?

Lenin aconsejaba que las tendencias caracterizadas por Rosa Luxemburgo como “radicalismo rectilíneo” fueran criticadas “de manera abierta, tratando de no exagerar las discrepan­cias”, pues sobre la base del reconocimiento de la revolución proletaria y de la dictadura del proletariado no expresaban la caducidad senil, sino la “enfermedad del crecimiento” y se eliminarían en el curso de la lucha práctica.[9]

Hoy, en cambio, las ideas “izquierdistas” se mantienen a pesar del reflujo, y no tanto por parte de jóvenes, sino incluso de militantes defraudados de su experiencia en partidos oportunistas y revisionistas.

Los ánimos “izquierdistas” penetraron en el Buró de Ams­terdam del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, donde empezaron a hacer su propaganda activa los holandeses Herman Gorter, Anton Pannekoek y Sebald Rutgers. Es­tos puntos de vista influían también en la revista Kommunismus que se publicaba en Viena para los países de Europa Sudeste. En esta revista colaboraron Béla Kun y Georg Lukács. Sin embargo, los que interve­nían más activamente en este espíritu eran los líderes del Partido Comunista de los Obreros de Alemania y los partidarios de Bordiga en Italia.

Para fundamentar sus puntos de vista, los “izquierdistas” promovían motivos variados: desde las consideraciones de la “pureza de principio de la doctrina” y de la “rectitud intransigente” hasta la negación fran­camente anarquista del papel de la disciplina, de los jefes y del propio partido comunista. Muchos rechazaban la participación en los parla­mentos, la labor en los sindicatos, cualesquiera compromisos y acuerdos con los posibles aliados, sin hablar ya del enemigo, considerando que frenaban el movimiento revolucionario. Otros interpretaban de ma­nera simplista y primitiva la contraposición del capitalismo y el socialis­mo, la democracia burguesa y la dictadura del proletariado. Pero no to­dos se daban cuenta que se condenaban ellos mismos a separarse de las masas.

Al ver el peligro que amenazaba al movimiento comunista, Lenin se propuso escribir un folleto al alcance de todos sobre los fundamentos de la estrategia y la táctica marxista. Pero de hecho el trabajo La enferme­dad infantil del “izquierdismo” en el comunismo, cuya publicación Lenin hizo coincidir con la apertura del Segundo Congreso de la Internacional Comunista, rebasó los límites de este proyecto inicial. En el libro se re­vela la riqueza de la experiencia de los bolcheviques, las raíces del “iz­quierdismo” y se analizan sus manifestaciones en varios partidos comunistas europeos, se muestra el peligro del “izquierdismo”. El libro ha traspasado el marco de su época y se ha convertido en una verdadera enciclopedia de la dirección creadora y realista de la lucha de clases en la época de transición del capitalismo al socialismo.

El “izquierdismo” era, ante todo, una reacción del comunismo todavía joven al reformismo y al oportunismo político de los veteranos jefes socialde­mócratas. Como tal, se podía considerar una especie de “enfermedad del crecimiento” del movi­miento comunista.

En este aspecto, una fuente de “izquierdismo” fue la inexperiencia política de los comunistas; su aspiración a resolver cuanto antes y en forma más radical, de golpe, todas las cuestiones de la lucha de clases; la inep­titud para considerar el nivel real de la conciencia de la clase obrera; la falta de deseo de llevar a cabo un trabajo minucioso entre las masas. La propia idea de la proximidad de la victoria de la revolución generaba en una parte de los comunistas ánimos izquierdistas. En tal situación, el odio de los obreros revolucionarios a la política oportunista se traducía en la negación indiscriminada de las formas de lucha elaboradas en los períodos anteriores.

Una causa social más profunda del “izquierdismo” que indicaba Lenin era la incidencia en el movimiento obrero y comunista del espíritu revolucionario particular de las masas de pequeños burgueses. El pequeño propietario arruinado, que ha sufrido un brusco y rápido deterioro de la vida, que ha perdido la base económica de su existencia, desclasado, rabioso por los horrores del capitalismo, pasa fá­cilmente al revolucionarismo extremo. Exige una revolución inmediata, aporta al movimiento obrero el espíritu de rebeldía y de anarquismo. Tal revolucionarismo no es capaz, por su naturaleza, de sostener una lu­cha larga, firme, organizada y puede incluso convertirse en instrumento en manos de la reacción. En nuestros días, quizás habría que añadir el influjo de las capas superiores del proletariado y periféricas a él que comienzan a perder sus pequeños privilegios.

Los principales errores de los “comunistas de izquierda” se expresa­ban en aquel período en la negación: (1) del papel del partido y de la disciplina partidaria; (2) de la labor en los sindicatos reformistas; (3) de la participación en los parlamentos burgueses; (4) de la admisibilidad de compromisos algunos. Desde la amistad y la solidaridad frente a los dirigentes traidores de la socialdemocracia, Lenin criticó el aventurerismo de los “izquier­distas”, su desprecio por la labor entre las masas y su tendencia al autoaislamiento. Y demostró que la esencia de este sectarismo sin perspectiva radica en la desconfianza en las masas, en la im­pericia para abordarlas.

La principal idea del mencionado libro de Lenin —ganarse a las ma­sas para la ideología y la política revolucionaria marxista— es la premisa decisiva de la lucha exitosa del proletariado. Por ello, los comunistas es­tán obligados a encontrarse siempre en lo más denso de estas masas, lle­varlas en pos de sí, enseñando cuándo hace falta el asalto y cuándo una maniobra envolvente, deben encontrar vínculos entre la lucha cotidiana de la clase obrera y la pugna por el objetivo final. Esta tarea no puede ser cumplida sin acabar con el doctrinarismo de izquierda, sin corregir por completo sus errores y desem­barazarse de ellos.

Lenin escribió que los comunistas tenían que considerar la influencia que las ideas democrático-burguesas, pequeñoburguesas, ejercían en las masas. Para “eliminar políticamente” la tradición reformista, hay que trabajar en todas partes donde haya masas incapaces de comprender de golpe la necesidad del método revolucionario de acción. Por cuanto las masas aprenden ante todo de la experiencia política propia, los partidos comunistas es­tán llamados a promover consignas que consideren el nivel de concien­cia de las masas, la psicología social de los distintos sectores, las tradi­ciones políticas, el carácter específico del movimiento obrero y democrático de un país concreto, que formen a los participantes en la lucha en el curso de sus acciones.

Hay que tener en cuenta que el proletariado “puro” está rodeado de una masa de tipos transitorios extraordinariamente variados: desde el prole­tario hasta el semiproletario, el campesinado pequeño y mediano, etc., y el propio proletariado es heterogéneo en extremo por el nivel de desa­rrollo, la pertenencia nacional, profesional, religiosa, etc. Por lo tanto, hay que aprender a hablar con diferentes categorías de personas en un lenguaje más comprensible, claro y vivo, comprender que la unión de todas las fuerzas bajo la bandera de la revolución es imposible sin una política de acuerdos. Hay que articular con audacia bloques “con dife­rentes partidos de obreros y pequeños patrones”, hacer determinadas concesiones a los elementos vacilantes de la democracia pequeñobur­guesa, cuando y por cuanto tienden hacia el proletariado. Importa sola­mente que tales compromisos y acuerdos contribuyan a elevar el nivel del movimiento obrero y democrático, a lograr el objetivo revoluciona­rio, y que los comunistas conserven una plena libertad de agitación y de crítica a sus aliados.

Para dirigir a las grandes ma­sas es insuficiente la sola propaganda de los principios comunistas, re­petir sólo las máximas generales del comunismo “puro”.

Al detallar las exigencias de la táctica del movimien­to comunista, Lenin, sin embargo, no perdía de vista ni por un instante la tarea estratégica principal a la cual la táctica se hallaba subordinada y a cuyo cumplimiento estaba orientada: la preparación multifacética, ante todo la preparación de las masas, para la futura y nue­va oleada de revoluciones. “La táctica debe ser tra­zada —advertía Lenin— tomando en consideración con serenidad y estricta objetividad todas las fuerzas de clase del Estado de que se trate (y de los Estados que le rodean y de todos los Estados a escala mundial), así como la experiencia de los movimientos revolucionarios”.

Advertía que no se debe “determinar en modo alguno la política basándose sólo en los deseos, opiniones, grado de conciencia y prepara­ción para la lucha de un solo grupo o partido”. Enfatizaba que “las mejores vanguardias expresan la conciencia, la voluntad, la pasión y la fantasía de decenas de miles de hombres, mientras que la revolución la hacen, en momentos de entusiasmo y de tensión especiales de todas las facultades humanas, la conciencia, la voluntad, la pasión y la fantasía de decenas de millones de hombres aguijoneados por la más enconada lucha de clases”.

Lenin subrayaba la interrelación del factor objetivo y el subjetivo: para el triunfo de la revolución, no basta una situación revolucionaria objetiva, sino que se tiene que llegar a una crisis revolucionaria que reúna los elementos espontáneos y conscientes. La revolución la realizan las masas, y para conseguir que la mayoría de la clase obrera sea consciente de la necesidad de la revolución, “para que realmente toda la clase, para que realmente las grandes masas de trabajadores y oprimidos por el ca­pital lleguen a adoptar esa posición, la propaganda y la agitación son insuficientes por sí solas. Para ello es imprescindible la propia expe­riencia política de las masas. Tal es la ley fundamental de todas las gran­des revoluciones”.

Finalmente, está la actitud de los comunistas hacia las fuerzas sociales intermedias y la necesidad de conquistar aliados entre ellas. Subrayando el papel de los trabajadores no proletarios, de los pequeños productores, de los campesinos, Lenin escribió: “no se les puede expulsar, no se les puede reprimir; hay que convivir con ellos, y sólo se puede (y se debe) transformarlos, reeducarlos, mediante una labor de organización muy larga, lenta y prudente”. Por lo tanto, para que la revolución tenga éxito es necesario elegir un momento cuando “todos los elementos vaci­lantes, versátiles, inconscientes, intermedios, es decir, la pequeña bur­guesía, la democracia pequeñoburguesa, que se diferencia de la bur­guesía, se hayan desenmascarado suficientemente ante el pueblo, se hayan cubierto suficientemente de oprobio por su bancarrota en la acti­vidad práctica”. Para vencer a un adversario más fuerte, hay que aprender a encontrar entre los enemigos las desavenencias más insignifi­cantes, aspirar a ganarse a un aliado masivo, “aunque sea temporal, va­cilante, inestable, poco seguro y convencional. Quien no haya compren­dido esto, no ha comprendido ni una palabra de marxismo ni de socialismo científico, contemporáneo, en general”.

El libro La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comu­nismo fue redactado justo antes del Segundo Congreso de la Internacional Comunista, y repartido a todos los delega­dos que llegaron a Moscú para participar en él.

Los fundamentos de la estrategia, la táctica y la organización comunistas.

El Segundo Congreso de la Komintern se inauguró el 19 de julio de 1920 en Petrogrado, con una representación internacional mucho mayor que en el Congreso fundacional un año antes.

Para Lenin, lo importante es que ya se había formado un ejército proletario, “aunque a veces esté mal organizado y exija una reorganización”. Al margen del grado de preparación del proletariado, la situación económica y política estaba “sa­turada en extremo de material inflamable y de motivos para un súbito estallido del incendio”. De estas condiciones objetivas y subjetivas, se deducía que la “tarea del mo­mento para los partidos comunistas consiste ahora, no en acelerar la re­volución, sino en acrecentar la preparación del proletariado”[10].

Señalando que todos los partidos comunistas deben “cueste lo que cueste llevar a la práctica las siguientes consig­nas: ‘ ¡Calar más hondo entre las masas!’, ¡Establecer lazos más estrechos con las masas!’ “, Lenin explicaba que las masas son el “conjunto de trabajadores y explotados por el capital”, y ante todo de aquellos que están más oprimidos y poco susceptibles de organización. Los comunistas tienen que abordarlos “del modo más paciente y cauteloso, a fin de poder comprender las peculiaridades y los, rasgos originales de la sicología de cada sector, profesión, etc.”[11].

Frente a las corrientes no marxistas del movimiento obrero, consideraba siempre que la condición indispensable y, ade­más, muy importante para que el proletariado realizara su hegemonía era su propia organización, cuya forma superior es el partido político.

La carencia de partido revolucionario equivale a “desarmar por completo al proletariado en provecho de la burguesía[12]. El proletariado no podrá realizar la revolución, conquistar el poder, se subrayaba en las decisiones del Congreso, sin tener su partido independiente, porque el poder político no puede ser tomado, organizado y orientado si no es por uno u otro partido político. En la resolución sobre el papel del partido co­munista se hacía constar que el partido defiende los intereses de toda la clase obrera, contempla toda su trayectoria histórica en conjunto. Sola­mente el partido es capaz de unir a las variadas organizaciones del pro­letariado —los sindicatos, las cooperativas, los comités de fábrica, las sociedades cultural-educativas, etc.— y orientar su actividad hacia un objetivo común. La actual parcelación posmoderna del movimiento reivindicativo de masas sólo puede ser superada en el proceso de reconstitución del Partido Comunista.

El partido comunista, defendiendo los intereses cardinales de la cla­se obrera, dirigiendo todos sus movimientos, uniéndolos, aparece como aquel medio de organización y político, con cuyo concurso la parte más avanzada de la clase obrera orienta por el camino justo a toda la masa del proletariado y del semiproletariado.

La condi­ción indispensable de la existencia de tal partido es la claridad de las posi­ciones ideológico-teóricas basadas en el marxismo revolucionario, en el marxismo no desvirtuado por los oportunistas. El II Congreso subrayó la necesidad de defender permanentemente la pureza de estos fundamentos y sostener una lucha irreconciliable contra los bandazos oportunistas. Se situaba en primer plano la ruptura definitiva con la ideología, la táctica y la organización del oportunismo de derecha.

La estructura orgánica de los partidos comunistas se basaba en los principios del centralismo democrático comprobados por la experiencia de los bolcheviques. El Congreso también aprobó los Estatutos de la Internacional Comunista.

Lenin inculcaba la idea de que “necesitamos partidos nuevos, unos partidos distintos” que los partidos de la II Internacional, “necesitamos partidos que estén en contacto efectivo y permanente con las ma­sas y sepan dirigirlas”. Lenin planteó la cuestión en una forma muy categórica: no tolerar oportunistas en el partido, porque eso llevaría a la cooperación con la burguesía; mantener el permanente contacto de la vanguardia de la clase obrera con el resto de los obreros, dirigir el movimiento de las masas. “Si la minoría no sabe dirigir a las masas —decía— y vincularse estrechamente a ellas, no es un partido y, en general, no tiene ningún valor”[13].

Al mismo tiempo, el estrecho nexo con las masas no debe llevar a concesiones del partido a las tendencias retrógradas. Por esta razón, el II Congreso estipuló: “Bajo ciertas condiciones históricas la clase obrera está muy expuesta a ser im­pregnada de numerosos elementos reaccionarios. La tarea de los comu­nistas no es adaptarse a esos sectores retrógrados de la clase obrera, si­no hacer que la totalidad de la clase obrera se eleve al nivel de su vanguardia comunista”[14].

Lenin trataba de convencer a los “izquierdistas” británicos Gallacher y a Pankhurst de la conveniencia para los comunistas ingle­ses de entrar a formar parte del Partido Laborista a condición de que conservaran la posibilidad de criticar a sus líderes y aplicar la orienta­ción revolucionaria[15].

Más tarde Gallacher recordó una conversación en cuyo curso Lenin le dijo: “‘Quiero formularle una pregunta. Usted sostiene que la bur­guesía consigue sobornar a todas las personas que caen en el parlamen­to. Si los obreros ingleses le hubieran enviado a Usted al parlamento pa­ra representar sus intereses, ¿se habría corrompido Ud.?’. Le miré sorprendido y balbuceé: ¡Pregunta extraña! ‘Camarada Galla­cher —continuó Lenin—, es una pregunta muy importante. ¿Permitiría Ud. que la burguesía lo sobornara?’ ‘No’, respondí. ‘No puedo permi­tir que alguien o algo me corrompa’.

Inclinado hacia adelante, Lenin estaba mirándome. Al oír mi res­puesta, se irguió y, con una sonrisa ancha, dijo: ‘Camarada Gallacher, Ud. tiene que conseguir que los obreros lo envíen al parlamento. Enton­ces les mostrará cómo se comporta allí un revolucionario insobornable. Mostrará cómo hay que utilizar a la manera revolucionaria el parlamento.’

En el curso de la conversación tuve que convenir en que cometimos un error muy grave al dejar a la clase obrera de Inglaterra a la merced de los oportunistas tipo MacDonald, Henderson y Cía.”[16]

El II Congreso de la Komintern recomendó que los revolucionarios no abando­naran los sindicatos existentes, sino que difundieran en ellos las ideas comunistas, procuraran expulsar a los dirigentes oportunistas para crear así una organización internacional combativa del proletariado que operara bajo la dirección ideológica de la Internacional Comunista.

En cuanto a los Soviets o Consejos obreros, una premisa de formación es la existencia de condiciones que correspondan al concepto de crisis revolucionaria en el país de que se trate. Si tales condi­ciones no se dan, los comunistas tienen que hacer perseverante propa­ganda de la idea de los Consejos, popularizarla entre las masas, pero no proceder a su organización inmediata, porque los “Consejos sin la revo­lución proletaria se convierten inevitablemente en parodia de los Consejos”[17]. En nuestros días, esta advertencia sigue siendo muy pertinente frente a la pretensión ilusoria de crear espacios de “poder popular” o de “contrapoder”.

Lenin situó en primer plano la necesidad política de una alianza sólida de la clase obrera con el cam­pesinado. Incluso en los países altamente desarrollados, es plenamente posible “conservar la gran explotación agrícola y no obstante dar a los pequeños campesinos algu­na cosa, muy importante para ellos… Si el poder estatal proletario no desarrolla esta política, no podrá sostenerse”.[18]

En la cuestión de la interrelación de la lucha por la revolución socialis­ta y de la pugna por la liberación nacional, el Congreso ponía en guardia contra las ilusiones sobre las posibilidades de resolver gradualmente, con los esfuerzos de toda la nación y sin lucha de clases, los problemas sociales: denunciando el nacionalismo burgués, los co­munistas deben vincular más estrechamente las tareas de la liberación nacional a los reivindicaciones sociales cuya consecución exige la unidad de los proletarios de diversas naciones.

Finalmente, el II Congreso sintetizó el papel de la Komintern con la claridad que exige organizar una revolución victoriosa: “La Internacional Comunista es el partido internacio­nal de la insurrección proletaria y de la dictadura proletaria. No tiene otros objetivos y tareas que los objetivos y las tareas de la propia clase obrera… No crea recetas ni conjuros universales, se apoya en la expe­riencia mundial de la clase obrera en el pasado y el presente, depura esta experiencia de sus errores y desviaciones, sintetiza sus conquistas, reco­noce y prohíja sólo aquellas fórmulas revolucionarias que son fórmulas de la acción de las masas”[19].

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NOTAS:

[1] Bericht über den 2. Parteitag der Kommunistischen Partei Deutsch­lands (Spartakusbund) vom 20. bis 24. Oktober 1919. Berlin, S. 61.

[2] Antonio Gramsci. Il pensiero di Gramsci, p. 57.

[3] V. I. Lenin. Notas de un publicista. 0.C., t. 40.

[4] V. I. Lenin, La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comu­nismo. 0.C., t, 41.

[5] V. I. Lenin. Proyecto (o tesis) de respuesta del PCR a la car­ta del Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania. O.C., t. 40.

[6] V. I. Lenin. Saludo a los comunistas italianos, franceses y alemanes. O.C.., t. 39.

[7] V. I. Lenin. Las elecciones a la Asamblea Constituyente y la dictadu­ra del proletariado. 0.C., t. 40.

[8] V. I. Lenin. El borrador y el plan de folleto sobre la dictadura del proletariado. O.C., t. 39.

[9] V. I. Lenin. Saludo a los comunistas italianos, franceses y alemanes. O.C., t. 39.

[10] V. I. Lenin. Tesis para el II Congreso de la Internacional Comunista. O.C., t. 41.

[11] Idem.

[12] V. I. Lenin. La enfermedad infantil…

[13] V. I. Lenin. II Congreso de la Internacional Comunista. O.C., t. 41.

[14] Idem.

[15] Idem.

[16] W. Hallacher. El socialismo revolucionario en Escocia y la Revolu­ción de Octubre. —Historia moderna y contemporánea, 1957, Nº 4, pp. 38-39.

[17] II Congreso…

[18] Idem.

[19] Manifiesto del II Congreso. Idem.

9 de julio de 2023

¿Estuvo Stalin en el frente, durante la Gran Guerra Patria? La orden de "Ni un paso atrás".

  

Cartel de Stalin. Fuente: Bioeticablog

Por Nikita Buránov. Publicado en Stalinism.ru. Traducción Juan Delgado.

Últimamente han aumentado las especulaciones de "historiadores" sin escrúpulos y del público "no indiferente",  sobre el viaje del Comandante en Jefe Supremo del Ejército Rojo, Stalin, al frente. Hoy hemos decidido poner por fin, los puntos sobre las íes, en este asunto.

Muchos, por la razón que sea, creen que Stalin se retiró de la dirección del país y del ejército al comienzo de la guerra (pero esto es un completo disparate). A ellos se suman otros comentaristas, que señalan que el cobarde Stalin se encerró en el Kremlin y permaneció allí sentado durante toda la guerra, temeroso de salir.

Podemos afirmar con total seguridad, basándonos en los documentos, que tales afirmaciones son pura mentira. Además, es bastante obvio que el Comandante en Jefe estuvo en el frente, y no sólo una vez, como muchos piensan. Stalin, revolucionario experimentado y participante en muchas batallas, no tenía miedo de viajar al frente, pero era importante mantener el secreto mientras lo hacía. Descuidar la seguridad conllevaba la pérdida de altos mandos militares, era algo inaceptable durante la guerra. Un ejemplo fue la trágica muerte del general de ejército N. F. Vatutin, que cayó en una emboscada durante una visita al ejército.

Los señores de la guerra y el frente

Sin duda en la antigüedad, un líder militar tenía que estar presente durante una batalla en persona, ya que no había otra forma de dirigir a las tropas: sólo desde el campo de batalla. Pero incluso en la Antigüedad existía una caza intencionada de comandantes y líderes. Recordemos al menos un caso de la historia de la Antigua Roma, cuando Cayo Mucio Escevola se introdujo en un campamento etrusco y mató a un soldado raso que iba vestido como el general etrusco Lars Porsenna, mientras que el verdadero Porsenna se encontraba en otro lugar.

Sin embargo, a medida que la estructura militar se hizo más compleja y extensa, y se desarrollaron las comunicaciones, esta necesidad de secreto quedó obsoleta. Y la figura del comandante, de todos los rangos, se hizo cada vez más importante. En una guerra como la Gran Guerra Patria, en la que se enfrentaron ejércitos de muchos millones de personas, la figura de cada comandante individual significaba mucho, y la importancia aumentaba en la medida del rango superior de los comandantes.

Imagen
Guerra Civil Rusa. Stalin y Voroshilov junto a un tren blindado en el frente de Tsaritsyin. Cortesía de Vasíli Jvostenko.

No es ningún secreto que para las unidades especiales, los espías, los saboteadores y los francotiradores el objetivo principal eran los comandantes enemigos. Por eso los viajes de los oficiales superiores a las tropas eran a veces espontáneos y, lo que es más importante, estrictamente confidenciales. Por eso durante mucho tiempo (incluso después de la guerra) los documentos relativos a estos viajes (y hubo bastantes) del Comandante en Jefe Supremo se mantuvieron en secreto.

Algunos documentos

Otro mito sin sentido, el miedo, pánico de Stalin al frente. Con todo lo que se sabe hoy sobre Stalin, debo decir: el Comandante Supremo sí estuvo en líneas avanzadas del frente.

“Dio la casualidad de que yo participé en una de las visitas del Comandante Supremo al frente. En total, durante la defensa de Moscú Stalin visitó el frente dos veces. Me llamó la atención la propia organización de estos viajes. Nadie ni ellos los habían planeado de antemano. Por ejemplo, cuando partió hacia la zona de Volokolamsk, de repente convocó a Zhukov y a mi padre, les dijo que junto con ellos tenía la intención de visitar ese día, una de las líneas del frente. Les acompañaron dos compañías del regimiento del NKVD... Stalin pasó algún tiempo en el puesto de mando, examinó la línea del frente alemán y regresaron a Moscú. No estaba planeada, repito, fue de repente. En este sentido, y a menudo yo mismo me aseguraba de ello, era una persona muy original...", recuerda Serguéi Beria en su libro: "Mi padre, Lavrenty Beria".

Hoy en día, los archivos y libros de memorias de participantes directos en los acontecimientos, nos permiten reconstruir la imagen, y ver que Stalin no tenía ningún miedo de viajar al frente. A diferencia de sus colegas extranjeros y de su principal adversario, Hitler, que sólo visitaban los territorios ocupados, Stalin visitó los frentes y los cuarteles generales de primera línea más de una vez. Veamos más de cerca dónde apareció.

Así, el teniente superior I. A. Sokolov, ayudante de campo del mariscal Nikolái Vóronov, recordó que Stalin apareció varias veces en los cuarteles generales de los frentes occidental y de Kalinin, en el período comprendido entre agosto de 1941 y agosto de 1943.

Estos recuerdos también se ven confirmados, por los largamente publicados del diario de las recepciones del camarada Stalin en el Kremlin de Moscú. Los registros de archivo nos permiten ver esos intervalos, en la recepción de invitados y visitantes del Comandante Supremo en Jefe, cuando éste se encontraba lejos del Kremlin, en el frente. Por ejemplo, desde las 22.30 del 1 de agosto hasta las 21.55 del 5 de agosto de 1941.

Stalin estuvo en las zonas de defensa de Solnechnogorsk, Mozhaisk y Zvenigorod. También visitó el 16º Ejército del futuro mariscal Rokossovsky, en la dificilísima dirección de Volokolamsk.

Después del famoso desfile del 7 de noviembre de 1941, el camarada Stalin fue personalmente a inspeccionar las divisiones siberianas que descargaban cerca de Moscú y que iban directamente al frente. Y uno de sus guardias, Rybin, menciona en sus memorias que Stalin había estado incluso en el campo de batalla de la famosa 316ª División de Fusileros de Panfílov.

"Para animar a Eremenko a ser más activo".

Pero el viaje más famoso de Stalin al frente a 230 kms. de Moscú, del que se tiene constancia, y está fechado en agosto de 1943. Sabemos de él no sólo por fuentes de archivo, sino también por las memorias recientemente publicadas del general Ivan Serov, uno de los oficiales de alto rango del NKVD.

"El siguiente destino fue el frente de Kalinin, donde Stalin se detuvo en el pueblo de Joroshevo, en el distrito de Rzhev. Junto con el Mariscal Eremenko se culminaron los preparativos de la operación "Suvorov", para liberar Smolensk y derrotar el ala izquierda del Grupo de Ejércitos Centro alemán. Y también fue aquí, donde el Comandante en Jefe Supremo decidió celebrar las victorias y la liberación de las ciudades soviéticas con salvas":

"En la antigua Rusia, la victoria de las tropas se celebraba durante Iván el Terrible con repique de campanas, hogueras, festejos; durante Pedro el Grande - con fuegos artificiales-, y nosotros también deberíamos celebrar tales victorias. Creo que deberíamos disparar salvas desde los cañones en honor de las tropas victoriosas".

La Stavka y el frente

Podemos contar diez visitas del camarada Stalin al frente. Puede que hubiera más, pero no tenemos datos, porque se mantuvieron en extremo secreto. Pero podemos descartar con seguridad cualquier especulación de que el Comandante en Jefe Supremo tuviera miedo de algo. Contrariamente a las historias posteriores, Stalin no se sentó en su dacha al principio de la guerra y siempre trató de mantener la mano en el pulso de los acontecimientos, como atestigua el mismo registro de visitas a su despacho.

En 2015, en una pequeña casa de madera cerca de Rzhev, en el pueblo de Joroshevo, donde el Comandante Supremo en José Stalin pasó la noche del 4 al 5 de agosto de 1943, y ordenó el primer saludo en Moscú en honor a la liberación de Orel y Belgorod, la Sociedad Histórica Militar Rusa abrió el Museo "El Frente Kalinin. Agosto de 1943".

En total, los miembros y representantes autorizados del Estado Mayor de la URSS realizaron durante la guerra más de 60 viajes a todos los frentes de la Gran Guerra Patria. Stalin recibió personalmente más de 150 informes de los comandantes de los frentes que acudieron a él. También el Comandante Supremo celebró casi 1.500 reuniones con representantes del Estado Mayor Supremo (Stavka), y de los Estados Mayores de los Frentes del Ejército Rojo durante la guerra.

Estos hechos y cifras demuestran claramente que fue la Stavka y personalmente Stalin quienes contribuyeron de manera significativa a la victoria del pueblo soviético en la Gran Guerra Patria.

 

Enlace original:

https://stalinism.ru/stalin-i-armiya/byl-li-stalin-na-fronte.html

 

 La Orden 227: "Ni un paso atrás"

Por "Segundaguerramundial.es"

La Orden 227 fue una orden introducida el 28 de julio de 1942 por el Comisario del Pueblo para la Defensa de la Unión Soviética, José Stalin. De este texto surgió el lema : Ни шагу назад! (en español: ¡Ni un paso atrás!). Esta orden era en parte la misma que la Orden 270, que se había introducido un año antes en un momento crítico de la Segunda Guerra Mundial.

La Orden 227 establecía lo siguiente:

  1. Que en cualquier circunstancia se erradique con determinación a las tropas en retirada y que se impida la propaganda que les permita continuar la retirada hacia el este.
  2. Que se creen de 5 a 10 compañías de castigo formadas por soldados y suboficiales que hayan roto la disciplina por cobardía o inestabilidad. Estas unidades serán desplegadas en los sectores más difíciles del frente, dándoles la oportunidad de pagar con sangre sus crímenes contra la patria.
  3. Que se creen de 1 a 3 batallones penales con 800 miembros, formados por comandantes, comandantes supremos y oficiales políticos que rompieran la disciplina por cobardía o inestabilidad. Estos batallones serán colocados en las partes más difíciles de un frente, dándoles la oportunidad de pagar con sangre sus crímenes contra la patria.
  4. Que se coloquen de tres a cinco unidades de guardia bien armadas detrás de las divisiones inestables. Estarán obligadas a ejecutar a los que buscan el pánico y a los cobardes en el acto en caso de pánico y de retirada caótica, dando a los soldados leales la oportunidad de cumplir con su deber por la patria.
  5. Que todos los comandantes del ejército, los comisarios, los comandantes de regimiento y los comandantes de batallón que permitan que sus tropas se retiren sin el permiso de los comandantes del ejército sean destituidos de sus cargos y castigados adecuadamente.

La intención era endurecer la moral del Ejército Rojo. En realidad, tuvo un efecto generalmente perjudicial y no se aplicó de forma coherente.

Los comandantes consideraban un desperdicio de mano de obra, municiones y armas el establecimiento de unidades de guardia.

Las unidades de guardia fueron disueltas por Stalin en 1944 con la Orden 349 después de revisar el cambio de la situación en el frente.

El texto de la Orden 227

El enemigo aporta cada vez más recursos al frente y avanza sin prestar atención a sus pérdidas. Penetran cada vez más profundamente en la Unión Soviética, conquistan nuevos territorios, destruyen y saquean nuestras ciudades y pueblos, violan, matan y roban al pueblo soviético.

Los combates tienen lugar en Voronezh, cerca del Don, en el sur de Rusia y a las puertas del norte del Cáucaso. Los invasores alemanes avanzan hacia Stalingrado, hacia el Volga, y quieren conquistar a toda costa Kuban y el Cáucaso Norte con sus riquezas de petróleo y pan.

El enemigo ya ha capturado Voroshilovgrad, Starobelsk, Rossosh, Kupiansk, Valuiki, Novocherkassk, Rostov del Don y la mitad de Voronezh. Algunas unidades del Frente Sur, siguiendo a los alarmistas, han abandonado Rostov y Novocherkassk sin resistencia seria y sin órdenes de Moscú. Por vergüenza cubren sus banderas.

El pueblo de nuestro país, que trata al Ejército Rojo con amor y respeto, está empezando a sentirse decepcionado y está perdiendo la fe en él. Muchos de ellos maldicen al ejército por huir al este y dejar a la población bajo la ocupación alemana.

Algunos insensatos del frente se consuelan con argumentos de que podemos continuar la retirada hacia el este, ya que tenemos vastas zonas; mucha tierra, mucha gente, y que siempre tendremos abundancia de pan.

Con estos argumentos intentan justificar su vergonzoso comportamiento en el frente. Pero todos estos argumentos son completamente falsos, están falseados y funcionan en beneficio de nuestros enemigos.

Cada comandante, cada soldado y cada funcionario político debe darse cuenta de que nuestros recursos no son infinitos. El territorio de la Unión Soviética no es un desierto; es gente, trabajadores, campesinos, intelectuales, nuestros padres y madres, esposas, hermanos e hijos.

El territorio de la URSS que ha sido conquistado por el enemigo y que el enemigo quisiera conquistar es el pan y otros recursos para el ejército y los civiles, el hierro y el combustible para las industrias, las fábricas que suministran municiones al ejército; también son los ferrocarriles.

Con la pérdida de Ucrania, Bielorrusia, los Estados Bálticos, la cuenca de Donetsk y otras zonas, hemos perdido vastas áreas. Eso significa que hemos perdido mucha gente, pan, metales y fábricas. Ya no tenemos superioridad sobre el enemigo en cuanto a recursos humanos y suministro de pan.

Continuar la retirada significa destruirnos a nosotros, y también a nuestra patria. Cada nuevo trozo de territorio que dejemos al enemigo fortalecerá a nuestro enemigo y nos debilitará a nosotros, a nuestra defensa, a nuestra patria.

Por lo tanto, debemos erradicar las conversaciones de que podemos retroceder sin fin, que tenemos mucho territorio, que nuestro país es grande y rico, que tenemos muchos habitantes y que siempre tendremos suficiente pan.

Estas conversaciones son falsas y perjudiciales, porque nos debilitan y fortalecen al enemigo, porque si no dejamos de retroceder, nos quedaremos sin pan, sin combustible, sin metales, sin materias primas, sin fábricas y sin ferrocarriles.

La conclusión es que es hora de dejar de retroceder. ¡No hay retirada en absoluto! Este debería ser nuestro lema a partir de ahora.

Debemos proteger obstinadamente cada punto fuerte, cada metro de suelo soviético, hasta la última gota de sangre. Coge cada trozo de nuestro suelo y defiéndelo todo lo que puedas. Nuestra patria está pasando por momentos difíciles.

Debemos detenernos, luchar y destruir al enemigo, sin importar lo que nos cueste. Los alemanes no son tan fuertes como dice el pánico. Están estirando sus fuerzas hasta el límite. Resistir su golpe ahora es asegurar la victoria en el futuro.

¿Podemos levantarnos y echar al enemigo hacia el oeste? Sí, podemos, ya que nuestras fábricas en la retaguardia funcionan perfectamente y nuestro ejército suministra cada vez más tanques, aviones, artillería y morteros.

Entonces, ¿qué nos falta? Nos falta orden y disciplina en las compañías, regimientos y divisiones, en las unidades de tanques y en la escuadra de la fuerza aérea. Esta es nuestra mayor desventaja. Tenemos que introducir el orden más estricto y una fuerte disciplina en nuestro ejército si queremos salvar la situación y defender nuestra patria.

No podemos seguir tolerando a los comandantes, comisarios y funcionarios políticos cuyas unidades abandonan arbitrariamente sus defensas.

No podemos seguir tolerando que los comandantes, comisarios y oficiales políticos permitan que varios cobardes dirijan el teatro de operaciones en el campo de batalla, que los combatientes del pánico arrastren a otros soldados en su retirada y abran el camino al enemigo. Hay que exterminar en el acto a los que tienen pánico y a los cobardes.

A partir de ahora, la ley de hierro de la disciplina para todo oficial, soldado, político debe ser: ni un solo paso atrás sin una orden de arriba.

Los comandantes de compañías, batallones, regimientos y divisiones, así como los comisarios y oficiales políticos de los rangos correspondientes que se retiran sin una orden de arriba, son traidores a la patria. Deben ser tratados como traidores a la patria. Esta es la llamada de nuestra patria.

Cumplir este mandato significa defender nuestro país, salvar nuestra patria, destruir y vencer al odiado enemigo.

Después de su retirada invernal bajo la presión del Ejército Rojo, cuando la moral y la disciplina de las tropas alemanas cayeron, los alemanes tomaron algunas medidas estrictas que condujeron a resultados bastante buenos. Formaron 100 compañías de castigo formadas por soldados que rompían la disciplina por cobardía o inestabilidad; los desplegaron en las partes más peligrosas del frente y les ordenaron redimir sus pecados con sangre.

Más adelante, formaron una decena de batallones de castigo, formados por oficiales que habían roto la disciplina por su cobardía e inestabilidad, los despojaron de sus condecoraciones y los colocaron en zonas aún más peligrosas del frente y les ordenaron redimir sus pecados con sangre.

Por último, los alemanes formaron unidades especiales de guardia y las colocaron detrás de las divisiones inestables y les ordenaron ejecutar en el acto a los soldados presa del pánico si intentaban abandonar sus posiciones defensivas sin órdenes o si intentaban rendirse.

Como sabemos, estas medidas fueron eficaces y las tropas alemanas luchan ahora mejor que en invierno. Lo que tenemos aquí es que las tropas alemanas tienen una buena disciplina, aunque no tienen la elevada misión de proteger la patria, y sólo tienen un objetivo: conquistar un país extranjero. Nuestras tropas, cuya misión es la defensa de la patria contaminada, no tienen esta disciplina y por eso sufren la derrota.

¿No deberíamos aprender esta lección de nuestro enemigo? Tal y como hicieron nuestros antepasados para vencer a sus enemigos? Esto debemos hacerlo

El Mando Supremo del Ejército Rojo manda:

1. Los consejos militares de los frentes y, en primer lugar, los comandantes de los frentes deben:a) En todas las circunstancias, erradicar con decisión la actitud de retirada entre las tropas e impedir con mano de hierro la propaganda de que podemos y debemos continuar la retirada hacia el este, y que esta retirada no será perjudicial para nosotros;b) En todas las circunstancias, destituir a los comandantes del ejército y enviar a un consejo de guerra a Stavka a quienes permitieron la retirada de sus tropas, sin permiso del mando del frente;c) Dentro de cada frente, formar de 1 a 3 (dependiendo de la situación) batallones penales (800 efectivos), a los que deben ser enviados los comandantes, los comandantes supremos y los oficiales políticos de los rangos correspondientes de todos los servicios, que hayan roto la disciplina por cobardía o inestabilidad. Estos batallones deben ser colocados en las partes más difíciles de un frente, dándoles la oportunidad de pagar con sangre sus crímenes contra la patria.

2. Los Consejos Militares de los ejércitos y los comandantes de los ejércitos deben:

a) Destituir en cualquier circunstancia a los comandantes de los cuerpos, de los ejércitos y a los comisarios a los que se les hayan retirado las tropas sin permiso del mando del ejército. Envíalos ante el consejo de guerra de los Consejos Militares de los Frentes.

b) Formar de 3 a 5 unidades de guardia bien armadas, despliégalas detrás de las divisiones inestables y oblígalas a ejecutar a los buscadores de pánico y a los cobardes en el acto en caso de pánico y de retirada caótica, dando a los soldados leales la oportunidad de cumplir con su deber para con la patria.

c) Formar de 5 a 10 (según la situación) compañías de castigo a las que deben ser enviados los soldados y suboficiales que hayan roto la disciplina por cobardía o inestabilidad. Estas unidades deben ser desplegadas en los sectores más difíciles del frente, dándoles la oportunidad de pagar con sangre sus crímenes contra la patria.

3. Los comandantes y comisarios de cuerpo y de división deben:

a) Retirar bajo cualquier circunstancia a los comandantes y comisarios de regimiento y de batallón que hayan permitido la retirada de sus tropas sin permiso del mando de división o de cuerpo. Privarles de sus honores militares y enviarles a los consejos del frente militar para un consejo de guerra.

b) Dar toda la ayuda y el apoyo posibles a las unidades de guardia del ejército en su trabajo para reforzar la disciplina y el orden en las unidades.

Esta orden debe leerse en todas las compañías, tropas, baterías, escuadrones, equipos y personal.

Comisario del Pueblo para la Defensa, José Stalin

 

Enlace original:

https://segundaguerramundial.es/horrores/orden-227-ni-un-paso-atras/