Tras el 19º Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética
celebrado a finales de 1952, el último antes del fallecimiento de
Stalin, los siguientes tres congresos operaron un viraje en la política
de este partido.
El segundo programa del PC(b) de Rusia aprobado en 1917
fue sustituido por un tercer programa, el cual presidió la evolución de
la URSS desde 1961 hasta el final de ésta en 1991 (con enmiendas
introducidas en el 27º Congreso de 1986). Todavía quedan comunistas que
no reconocen la relación causa-efecto entre el vuelco político que la
Unión Soviética conoció en los años 50 y su derrumbe; y los hay que
llegan incluso a lamentar que la “desestalinización” no fuera mayor,
para –según ellos- salvar el socialismo en la patria de Lenin. Para que
el lector pueda comprobar por sí mismo las diferencias entre las dos
etapas de la historia del PCUS, bastará con citar literalmente y
comparar unos pocos fragmentos de documentos oficiales de ambos
períodos.
Uno de los componentes del cambio de línea política del PCUS fue la
condena del “culto a personalidad” de Stalin, concretada en el llamado
“Informe secreto” que Jruschov –como Primer Secretario del Comité
Central- leyó finalizado el 20º Congreso[1].
Lo que pretendemos aquí es ayudar al lector a juzgar hasta qué punto el
propósito de los nuevos dirigentes del PCUS era corregir los presuntos
defectos de Stalin o desechar la esencia revolucionaria del
marxismo-leninismo.
Según el Informe presentado por Jruschov al inicio del 20º Congreso:
“el Partido ha puesto al desnudo valientemente los defectos que existían
en diferentes campos de la actividad económica, estatal y de partido y
ha ido eliminando ideas ya viejas y barriendo resueltamente todo lo
caduco y todo lo que frenaba nuestro avance”. Veamos si se sustituyó
realmente lo viejo por lo nuevo, o si fue al revés.
I- Política exterior
a) Sobre la coexistencia pacífica entre Estados socialistas y capitalistas
A PARTIR DEL 20º CONGRESO DEL PCUS:
El Informe al 20º Congreso sostiene que “Si la clase obrera actúa
como una fuerza organizada y unida y pone de relieve su firme voluntad,
no habrá guerra. (…)
Los intereses de la lucha por la paz requieren que se dejen a un lado acusaciones recíprocas [entre los partidos obreros]. (…)
No es casual que en los últimos tiempos sea cada vez mayor el
número de prohombres de los países burgueses que reconocen
abiertamente que en una guerra en la que se emplease el arma atómica
‘no habría vencedor’. (…)
Como es sabido, hay una tesis marxista-leninista que dice que
mientras exista el imperialismo, las guerras serán inevitables. Esta
tesis fue elaborada en un periodo en que: 1) el imperialismo era un
sistema que dominaba en todo el mundo, y 2) las fuerzas sociales
ypolíticas no interesadas en la guerra eran débiles, estaban
organizadas insuficientemente y no podían, por ello, obligar a los
imperialistas a renunciar a la guerra.
Con frecuencia se toma sólo un aspecto de la cuestión, se analiza
únicamente la base económica de las guerras bajo el imperialismo. Pero
eso no basta. La guerra no es solamente un fenómeno económico. El que
haya o no guerra depende en gran medida de la correlación de las fuerzas
de clase, de las fuerzas políticas, del grado de organización y la
voluntad consciente de los hombres. Es más, en determinadas
condiciones, la lucha de las fuerzas sociales y políticas avanzadas
puede desempeñar un papel decisivo en esta cuestión. Hasta ahora, la
situación era tal que las fuerzas no interesadas en la guerra y que
luchan contra ella estaban débilmente organizadas, carecían de medios
para oponer su voluntad a los planes de los incendiarios de guerra.
Tal era la situación antes de la primera guerra mundial, cuando la
fuerza fundamental que luchaba contra la amenaza de guerra —el
proletariado internacional— se hallaba desorganizada por la traición
de los líderes de la II Internacional. Tal era la situación también en
vísperas de la segunda guerra mundial, cuando la Unión Soviética era el
único Estado que aplicaba una activa política de paz, en tanto que
otras grandes potencias estimulaban de hecho a los agresores, y el
movimiento obrero en los países capitalistas había sido escindido por
los líderes socialdemócratas de derecha.
Para ese período, la indicada tesis era absolutamente justa. Pero en
la actualidad, la situación ha cambiado de manera radical. Ha surgido y
se ha convertido en una fuerza poderosa el campo mundial del
socialismo. Las fuerzas pacificas no sólo tienen en la existencia de
este campo apoyo moral, sino también una base material para impedir la
agresión. Existe, además, un numeroso grupo de Estados, con una
población de muchos centenares de millones de habitantes, que se
pronuncian enérgicamente contra la guerra. En nuestros días ha pasado a
ser una poderosa fuerza el movimiento obrero de los países capitalistas.
Ha surgido y se ha transformado en un poderoso factor el movimiento de
partidarios de la paz.
En estas condiciones sigue en vigor, naturalmente, la tesis leninista
de que, por cuanto existe el imperialismo, continúa existiendo también
la base económica del surgimiento de las guerras. He ahí por qué debemos
mantener la mayor vigilancia. Mientras en el globo terráqueo exista el
capitalismo, las fuerzas reaccionarias, que representan los intereses de
los monopolios capitalistas, seguirán tendiendo a las aventuras bélicas
y a las agresiones, podrán intentar el desencadenamiento de la guerra.
Pero las guerras no son fatalmente inevitables. Ahora existen poderosas
fuerzas sociales y políticas que disponen de grandes medios para impedir
el desencadenamiento de la guerra por los imperialistas…”[2]
El nuevo programa del PCUS, acordado por su XXII Congreso (1961), recogió así esta nueva tesis:
“El PCUS considera que el objetivo da su actividad en el campo de la
política exterior es asegurar unas condiciones pacificas para la
construcción de la sociedad comunista en la URSS y para el desarrollo del
sistema socialista mundial, así como, junto con todos los pueblos
pacíficos, librar a la humanidad de una guerra mundial de exterminio.
(…) El problema principal de nuestra época es el de guerra o paz. (…) Lo principal es conjurar la guerra termonuclear, no dejar que estalle. (…) La coexistencia pacífica de los Estados socialistas y capitalistas es una necesidad objetiva del desarrollo de la sociedad humana. La guerra no puede ni debe ser medio de solución de los litigios internacionales.
(…) Coexistencia pacífica o una guerra catastrófica: así ha planteado
la historia la cuestión. (…) La defensa del principio de la coexistencia
pacífica responde también a los intereses de la parte de la burguesía
que comprende que una guerra termonuclear no se compadecería tampoco de
las clases dominantes en la sociedad capitalista. (…)
El medio radical para asegurar una paz firme es el desarme general y completo bajo un riguroso control internacional”.[3]
ANTES DEL 20º CONGRESO DEL PCUS:
Veamos ahora cuál qué posición había seguido anteriormente el PCUS.
Lenin explica que: “El armamento de la burguesía contra el
proletariado es uno de los hechos más considerables, fundamentales e
importantes de la actual sociedad capitalista. ¡Y ante semejante hecho
se propone a los socialdemócratas revolucionarios que planteen la
‘reivindicación’ del ‘desarme’! Esto equivale a renunciar por completo
al punto de vista de la lucha de clases, a renegar de toda idea de
revolución. Nuestra consigna debe ser: armar al proletariado para
vencer, expropiar y desarmar a la burguesía. Esta es la única táctica
posible para la clase revolucionaria, táctica que se desprende de todo
el desarrollo objetivo del militarismo capitalista y que es prescrita
por este desarrollo. Sólo después de haber desarmado a la burguesía
podrá el proletariado, sin traicionar su misión histórica universal,
convertir en chatarra toda clase de armas en general, y así lo hará
indudablemente el proletariado, pero sólo entonces, de ningún modo
antes”.[4]
“Allí se gestan ya nuevas combinaciones y alianzas, allí quieren
pelearse de nuevo por el reparto de las colonias, la guerra imperialista
vuelve a madurar, y es imposible conjurarla, y no porque cada
capitalista, como individuo, sea malvado -como individuos son hombres
como los demás-, sino porque no pueden desembarazarse de otro modo de
las trabas financieras, porque todo el mundo está endeudado, avasallado,
porque la propiedad privada ha conducido y conducirá siempre a la
guerra”.[5]
“Una verdadera labor de ‘educación socialista’ implica… la
sistemática explicación de que esta guerra [la Primera Guerra Mundial]
fue por ambas partes una guerra entre bandidos por el reparto del botín, y que una repetición de una guerra semejante es inevitable, a menos que el proletariado derroque por vía revolucionaria a la burguesía”.[6]
“En la época actual, aproximadamente desde comienzos del siglo XX, el
capitalismo mundial ha entrado en la etapa imperialista. El
imperialismo, o época del capital financiero, es una etapa superior de
desarrollo de la economía capitalista, en la que las asociaciones
monopolistas de capitalistas –consorcios, carteles, trusts- adquieren
una importancia decisiva, en la que el capital bancario, enormemente
concentrado, se fusiona con el capital industrial, en la que la
exportación de capital a países extranjeros adquiere muy grandes
proporciones; en la que el mundo entero es dividido territorialmente
entre los países más ricos y comienza el reparto económico del mundo
entre los trusts internacionales.
Las guerras imperialistas, es decir, las guerras por el dominio
mundial, por mercados para el capital bancario y por la estrangulación
de los pueblos pequeños y débiles, son, en esas condiciones,
inevitables”.[7]
Apenas cuatro años antes del 20º Congreso, Stalin se había referido así a esta cuestión:
“Algunos camaradas afirman que, debido al desarrollo de nuevas
condiciones internacionales después de la segunda guerra mundial, las
guerras entre los países capitalistas han dejado de ser inevitables.
Consideran esos camaradas que las contradicciones entre el campo del
socialismo y el campo del capitalismo son más fuertes que las
contradicciones entre los países capitalistas; que los Estados Unidos
dominan lo bastante a los demás países capitalistas para no dejarles
combatir entre sí y debilitarse mutuamente; que los hombres más
inteligentes del capitalismo han sido lo bastante aleccionados por la
experiencia de las dos guerras mundiales –guerras que han causado serios
perjuicios a todo el mundo capitalista- para no permitirse arrastrar de
nuevo a los países capitalistas a una guerra entre sí; y que, en virtud
de todo eso, las guerras entre los países capitalistas han dejado de
ser inevitables.
Esos camaradas se equivocan. Ven los fenómenos exteriores, que
aparecen en la superficie, pero no advierten las fuerzas de fondo que,
si por el momento actúan imperceptiblemente, serán, en fin de cuentas,
las que determinen el desarrollo de los acontecimientos. (…)
Se dice que las contradicciones entre el capitalismo y el socialismo
son más fuertes que las contradicciones entre los países capitalistas.
Teóricamente, eso es acertado, claro está. Y no sólo lo es ahora, hoy
día, sino que lo era también antes de la segunda guerra mundial. Y, más o
menos, eso lo comprendían los dirigentes de los países capitalistas.
Sin embargo, la segunda guerra mundial no empezó por una guerra contra
la URSS, sino por una guerra entre países capitalistas. ¿Por qué? En
primer término, porque la guerra contra la URSS, como el país del
socialismo, es más peligrosa para el capitalismo que la guerra entre
países capitalistas, pues si la guerra entre países capitalistas sólo
plantea la cuestión del predominio de unos países capitalistas sobre
otros países capitalistas, la guerra contra la URSS debe plantear
inevitablemente la cuestión de la existencia del propio capitalismo. En
segundo término, porque los capitalistas, aunque con fines de
‘propaganda’ alborotan acerca de la agresividad de la Unión Soviética,
no creen ellos mismos lo que dicen, pues tienen en cuenta la política
pacífica de la Unión Soviética y saben que este país no agredirá a los
países capitalistas. (…)
… la lucha de los países capitalistas por los mercados y el deseo de
hundir a sus competidores resultaron prácticamente más fuertes que las
contradicciones entre el campo del capitalismo y el campo del
socialismo. (…)
Se dice que la tesis de Lenin relativa a que el imperialismo engendra
inevitablemente las guerras debe considerarse caducada, por cuanto en
el presente han surgido poderosas fuerzas populares que actúan en
defensa de la paz, contra una nueva guerra mundial. Eso no es cierto.
El presente movimiento pro-paz persigue el fin de levantar a las
masas populares a la lucha por mantener la paz por conjurar una nueva
guerra mundial. Consiguientemente, ese movimiento no persigue el fin de
derrocar el capitalismo y establecer el socialismo, y se limita a los
fines democráticos de la lucha por mantener la paz. En este sentido, el
actual movimiento por mantener la paz se distingue del movimiento
desarrollado en el periodo de la primera guerra mundial por la
transformación de la guerra imperialista en guerra civil, pues este
último movimiento iba más lejos y perseguía fines socialistas.
Es posible que, de concurrir determinadas circunstancias, la lucha
por la paz se desarrolle hasta transformarse, en algunos lugares, en
lucha por el socialismo, pero eso no sería ya el actual movimiento
pro-paz, sino un movimiento por derrocar el capitalismo.
Lo más probable es que el actual movimiento pro-paz, como movimiento
para mantener la paz, conduzca, en caso de éxito, a conjurar una guerra
concreta, a aplazarla temporalmente, a mantener temporalmente una paz
concreta, a que dimitan los gobiernos belicistas y sean sustituidos por
otros gobiernos dispuestos a mantener temporalmente la paz. Eso, claro,
está bien. Eso incluso está muy bien. Pero todo ello no basta para
suprimir la inevitabilidad de las guerras en general entre los países
capitalistas. No basta, porque, aún con todos los éxitos del movimiento
en defensa de la paz, el imperialismo se mantiene, continúa existiendo
y, por consiguiente, continúa existiendo también la inevitabilidad de
las guerras.
Para eliminar la inevitabilidad de las guerras hay que destruir el imperialismo”. [8]
Y la opinión de Stalin sobre el armamento nuclear era la siguiente:
“Yo no considero la bomba atómica como una fuerza tan seria como
tienden a pensar ciertos políticos. Las bombas atómicas están destinadas
a intimidar a quienes tienen los nervios débiles, pero no pueden
decidir el desenlace de una guerra, porque son absolutamente
insuficientes para alcanzar este objetivo. Ciertamente, la posesión
monopolizada del secreto de la bomba atómica representa una amenaza,
pero existen al menos dos remedios a este respecto:
a) la posesión
monopolizada de la bomba atómica no puede durar mucho
b) el uso de la
bomba atómica será prohibido”.[9]
En 1945, había dicho al comunista polaco Gomulka: “no son las bombas
atómicas, sino los ejércitos, los que deciden la suerte de las guerras”;
y, en 1952, al socialista italiano Pietro Nenni: “No le basta a América
destruir Moscú, al igual que no nos basta a nosotros destruir Nueva
York. Hacen falta ejércitos para ocupar Moscú y para ocupar Nueva York”.[10]
En el Informe aprobado por el XIX Congreso del PCUS (1952), se dice:
“Estamos persuadidos de que en la emulación pacífica con el capitalismo,
el sistema socialista de economía demostrará cada año con mayor
evidencia su superioridad respecto al sistema capitalista de economía.
Pero no abrigamos el menor propósito de imponer a nadie por la fuerza
nuestra ideología o nuestro régimen económico. ‘La exportación de la
revolución es un absurdo. Cada país, si lo quiere, hará él mismo su
revolución, y si no lo quiere, no habrá revolución’, dice el camarada
Stalin.
Al aplicar inflexiblemente su política de colaboración pacífica con
todos los países, la Unión Soviética tiene en cuenta, al mismo tiempo,
la existencia del peligro de una nueva agresión por parte de los
ensoberbecidos incendiarios de guerra. Por eso acrecienta y acrecentará
su capacidad de defensa. (…)
A la Unión Soviética no la asustan las amenazas de los provocadores
de guerra. Nuestro pueblo posee experiencia de lucha contra los
agresores y está acostumbrado a derrotarlos. Los derrotó ya en la guerra
civil, cuando el Estado Soviético era joven y relativamente débil; los
derrotó en la segunda guerra mundial; los derrotará en el futuro, si
osan atacar a nuestra Patria. (…)
No se puede por menos de tener en cuenta los hechos del pasado. Y
estos hechos nos dicen que, como resultado de la primera guerra mundial,
Rusia se desgajó del sistema capitalista y que, como resultado de la
segunda guerra mundial, diversos países de Europa y de Asia se han
desgajado ya del sistema capitalista. Existen todos los fundamentos para
suponer que la tercera guerra mundial originaría el hundimiento del
sistema capitalista mundial”.[11]
CÓMO EL IMPERIALISMO APRECIÓ ESTE CAMBIO DE CRITERIO:
En 1962, el sovietólogo estadounidense Bzrezinski (más tarde,
consejero del Presidente de los EE.UU. Jimmy Carter) observaba así esta
discusión desde el campo enemigo:
“Durante un largo periodo, los soviéticos pensaban profundamente que
las guerras eran inevitables, puesto que el capitalismo y especialmente
el imperialismo constituían la base económica de las guerras. Stalin
había reforzado una vez más este principio en 1952. Pretendían también
que si una guerra estallare y que la Unión Soviética se viere ligada a
ella, esto significaría el final del capitalismo. Paralelamente a la
creciente posibilidad de una mutua destrucción, los dirigentes
soviéticos llegaron a pensar que la guerra, así como Jruschov lo
adelantaba en el XX Congreso, ya no era una fatalidad inevitable.
Llevando más lejos este razonamiento, era cada vez más posible
admitir que una guerra destruiría a ambos bandos sin que ninguno de
ellos obtuviera ventaja alguna… De todos modos, era importante que… la
ideología se adaptara de nuevo progresivamente, abandonando un principio
ideológico importante hasta entonces. La coexistencia pacífica, como
alternativa a una destrucción mutua, no puede concordar fácilmente con
ciertas características ineluctables inherentes a esta ideología… al
menos, eso implicaba que el armamento nuclear debía ser considerado como
fuerza que podía influir en el curso de la historia… el miedo general a
la guerra haría reflexionar dos veces a los dirigentes soviéticos antes
de volver al principio de la inevitabilidad de la guerra. Una condición
necesaria para sostener la nueva tesis era el mantenimiento de la
capacidad occidental de destrucción. (…) [La concepción comunista del
mundo] podría ser amenazada por el impacto combinado de cambios
internos, del advenimiento de una relatividad ideológica y de una fuerte
amenaza de destrucción nuclear. (…)
De todo ello, resultarían probablemente, en los Estados comunistas,
concepciones alternativas y más tolerantes que, siempre formuladas en el
marco de la ideología común, podrían introducirse en la élite dirigente
para atacar después a la sociedad en su conjunto… Cuando se debilita
verdaderamente la fuerza del régimen comunista, una gran paciencia está
ciertamente justificada en la espera de su erosión”.[12]
b) Sobre la lucha revolucionaria en los países capitalistas
A PARTIR DEL 20º CONGRESO DEL PCUS:
Según el 20º Congreso del PCUS, “En relación con los cambios
radicales operados en la arena mundial, se abren también nuevas
perspectivas en la transición de los países y naciones al socialismo.
(…)
Es plenamente natural que las formas de transición al socialismo sean
cada vez más variadas. Por cierto, no es obligatorio que la realización
de estas formas vaya unida en todas las condiciones a la guerra civil.
(…) No cabe la menor duda de que el derrocamiento violento de la
dictadura burguesa y la brusca agudización de la lucha de clases que
lleva implícita son inevitables para una serie de países capitalistas.
Pero hay distintas formas de revolución social. Y eso de que reconocemos
la violencia y la guerra civil como el único camino de transformación
de la sociedad está muy lejos de ser cierto. (…)
A este respecto surge la cuestión de la posibilidad de aprovechar
también el camino parlamentario para la transición al socialismo. (…)
… se han producido cambios radicales en la situación histórica, que
permiten abordar esta cuestión de otra manera. Las fuerzas del
socialismo y de la democracia han crecido inconmensurablemente en todo
el mundo, en tanto que el capitalismo se ha hecho mucho más débil.
Crece y se robustece el poderoso campo de los países del socialismo, que
agrupa a más de 900 millones de seres. Cada día, el campo del
socialismo pone más y más de manifiesto susgigantescas fuerzas
internas y sus ventajas decisivas sobre el capitalismo. El socialismo
se ha transformado en una gran fuerza de atracción para los obreros, los
campesinos y los intelectuales de todos los países. Las ideas del
socialismo se están convirtiendo realmente en las ideas de toda la
humanidad trabajadora.
Al mismo tiempo, la clase obrera de una serie de países capitalistas
tiene en las actuales condiciones una posibilidad real de unir bajo su
dirección a la inmensa mayoría del pueblo y de asegurar el paso de los
medios de producción fundamentales a manosde pueblo. Los partidos
burgueses de derecha y los gobiernos formados por ellos quiebran con
creciente frecuencia. En estas condiciones, la clase obrera, uniendo en
torno suyo a los campesinos trabajadores, a los intelectuales, a todas
las fuerzas patrióticas, y dando una réplica decidida a los elementos
oportunistas, incapaces de renunciar a la política de conciliación con
los capitalistas y los terratenientes, puede derrotar a las fuerzas
reaccionarias, antipopulares, conquistar una sólida mayoría en el
parlamento y transformarlo de órgano de la democracia burguesa en
instrumento de la verdadera voluntad popular. (…) En tal caso, esta
institución, tradicional para muchos países capitalistas altamente
desarrollados, puede convertirse en el órgano de la auténtica
democracia, de la democracia para los trabajadores.
La conquista de una sólida mayoría parlamentaria que se apoye en el
movimiento revolucionario de masas del proletariado, de los
trabajadores, crearía para la clase obrera de algunos países
capitalistas y antiguas colonias condiciones que garantizarían la
realización de transformaciones sociales radicales”.[13]
Y el nuevo programa del PCUS, acordado por su XXII Congreso (1961), incorporó así esta innovación:
“Uniendo a las fuerzas democráticas y amantes de la paz, la clase
obrera [de los países capitalistas] puede obligar a los círculos
gobernantes a poner fin a los preparativos de una nueva guerra mundial,
puede obligarles a renunciar al desencadenamiento de guerras locales, a
utilizar la economía con fines pacíficos (…), conseguir la realización
de un programa nacional de paz, independencia nacional, derechos
democráticos y determinado mejoramiento de las condiciones de vida del
pueblo. (…)
La lucha democrática general contra los monopolios no aleja la revolución socialista, sino que la aproxima. La lucha por la democracia es parte integrante de la lucha por el socialismo.
Cuanto más profundo es el movimiento democrático, más se eleva la
conciencia politica de las masas y tanto más evidente se hace para ellas
que sólo el socialismo les abre el camino a la libertad verdadera y al
bienestar. En el proceso de esta lucha se disipan las ilusiones
reformistas, socialistas de derecha, y se crea el ejército político de
la revolución socialista.
La revolución socialista no está ligada obligatoriamente con la guerra. (…)
La clase obrera y su vanguardia, los partidos marxistas-leninistas, tratan de hacer la revolución por via pacifica. (…)
En una serie de paises capitalistas, la clase obrera, con su
destacamento de vanguardia al frente, tiene en las condiciones actuales
la posibilidad –sobre la base del frente obrero y popular y de otras
posibles formas de acuerdos y colaboración politica de distintos
partidos y organizaciones sociales- de unir a la mayoría del pueblo,
conquistar el Poder del Estado sin guerra civil y asegurar que pasen al
pueblo los medios de producción fundamentales. Basándose en la mayoría
del pueblo y dando una réplica resuelta a los elementos oportunistas,
incapaces de renunciar a la política de componendas con los capitalistas
y terratenientes, la clase obrera puede derrotar a las fuerzas
antipopulares, reaccionarias, conquistar una mayoría estable en el
parlamento y convertir éste, de instrumento al servicio de los intereses
de clase de la burguesía, en instrumento al servicio del pueblo
trabajador, desplegar una amplia lucha de masas extraparlamentaria,
romper la resistencia de las fuerzas reaccionarias y crear las
condiciones precisas para hacer por vía pacifica la revolución
socialista. (…)
Los partidos comunistas propugnan la cooperación con los partidos
socialdemócratas no sólo en la lucha por la paz, por el mejoramiento de
las condiciones de vida de los trabajadores, por la defensa y ampliación
de sus derechos y libertades democráticas, sino también en la lucha por
la conquista del Poder y la construcción de la sociedad socialista”.[14]
ANTES DEL 20º CONGRESO DEL PCUS:
En esta cuestión, el cambio esencial consistió en pasar por alto las
diferencias entre la lucha democrática y la lucha socialista, así como
en promover la opción menos probable para alcanzar el socialismo: la vía
pacífica y parlamentaria. Como consecuencia de ello, la clase obrera se
confió, rebajó su preparación combativa y perdió las posiciones
teóricas y prácticas que había conquistado anteriormente.
Veamos cómo se
abordaba anteriormente el paso al socialismo.
En opinión de Marx y Engels, “Los comunistas consideran indigno
ocultar sus ideas y propósitos. Proclaman abiertamente que sus objetivos
sólo pueden ser alcanzados derrocando por la violencia todo el orden
social existente”.[15]
“Antes de que la realización de semejantes transformaciones
[socialistas] se haga posible, es necesario implantar la dictadura del
proletariado, y la primera de las condiciones para esto es un ejército
del proletariado. La clase obrera debe conquistar en el campo de batalla
su derecho a la emancipación”.[16]
“La violencia…, según palabras de Marx, es la partera de toda vieja
sociedad que lleva en sus entrañas otra nueva… es el instrumento con el
cual el movimiento social se abre camino y destroza las formas políticas
muertas y fosilizadas…”[17]
“En realidad, el Estado no es más que un aparato de opresión de una
clase por otra, tanto en la república democrática como en la monarquía”.[18]
«… el Estado
no es más que un aparato de opresión de una clase por otra, tanto en la
república democrática como en la monarquía”.
Lenin, por su parte, explica que “… si el Estado es el producto del
carácter inconciliable de las contradicciones de clase, si es una fuerza
colocada por encima de la sociedad y que ‘se divorcia más y más de ella’, resulta evidente que la liberación de la clase oprimida es imposible, no sólo sin una revolución violenta, sino también sin la destrucción del aparato del poder del Estado creado por la clase dominante y encarnación de ese ‘divorcio’.” [19]
“… el imperialismo, es decir, el capitalismo monopolista, que sólo ha
llegado a una plena madurez en el siglo XX, atendidos sus rasgos económicos
esenciales, se distingue por un apego mínimo a la paz y a la libertad,
por un desarrollo máximo del militarismo. ‘No advertir’ esto, hablando
de lo típico o de lo probable que es una revolución pacífica o violenta,
es rebajarse al nivel del más adocenado lacayo de la burguesía”.[20]
“Toda idea acerca del sometimiento pacífico de los capitalistas a la
voluntad de la mayoría de los explotados, toda idea acerca de la
transición pacífica, reformista, al socialismo, no sólo constituye una
extrema estupidez pequeñoburguesa, sino que también significa engañar de
manera directa a los obreros, pintar de color de rosa la esclavitud
asalariada capitalista y encubrir la verdad”.[21]
“Sin una guerra civil no ha habido todavía ninguna revolución
importante en la historia, sin una guerra civil ningún marxista serio
se imagina el tránsito del capitalismo al socialismo”.[22]
“Decidir una vez cada cierto número de años qué miembros de la clase
dominante han de oprimir y aplastar al pueblo en el parlamento: ésta es
la verdadera esencia del parlamentarismo burgués, tanto en las
monarquías constitucionales parlamentarias como en las repúblicas más
democráticas”.[23]
Posteriormente, el último Congreso de la Internacional Comunista
volvió a rechazar la vía pacífica y parlamentaria al socialismo: “Hace
quince años, Lenin nos invitaba a que concentrásemos toda la atención
‘en buscar las formas de transición o de acercamiento a
la revolución proletaria’. (…) Los doctrinarios ‘de izquierda’ siempre
pasaron por alto esta indicación de Lenin, hablando solamente de la
‘meta’, como propagandistas limitados, sin preocuparse jamás de las
‘formas de transición’. Y los oportunistas de derecha intentaban
establecer una ‘fase democrática intermedia’, especial, entre
la dictadura de la burguesía y la dictadura del proletariado, para
sugerir a la clase obrera la ilusión de un pacífico paseo parlamentario
de una dictadura a otra. ¡Esta ‘fase intermedia’ ficticia la llamaban
también ‘forma de transición’ e invocaban incluso el nombre de Lenin!
Pero no fue difícil descubrir el fraude, pues Lenin hablaba de una forma
de transición y de acercamiento a la ‘revolución proletaria’, esto es, al derrocamiento de la dictadura burguesa y no de una forma transitoria cualquiera entre la dictadura burguesa y la proletaria”.[24]
Finalmente, tras la Segunda Guerra Mundial, Stalin y Zhdánov
criticaron el exceso de pacifismo, de parlamentarismo y de concesiones
de los dirigentes de los partidos comunistas de Francia e Italia[25].
Posteriormente, los dirigentes del Partido Comunista de China se
opusieron a la apuesta del 20º Congreso del PCUS por la ilusoria vía
pacífica al socialismo, proponiendo la siguiente formulación alternativa
como línea general para el movimiento comunista internacional:
“Respecto al problema de la transición del capitalismo al socialismo,
el partido del proletariado debe partir del punto de vista de la lucha
de clases y de la revolución, y apoyarse en la doctrina
marxista-leninista sobre la revolución proletaria y la dictadura del
proletariado.
Los comunistas preferirían siempre realizar la transición al
socialismo por vía pacífica. Sin embargo, ¿se puede hacer de la
transición pacífica un principio nuevo de la estrategia mundial del
movimiento comunista internacional? No, de ninguna manera.
El marxismo-leninismo ha sostenido siempre que el problema fundamental de toda revolución es el problema del Poder estatal.
El marxismo-leninismo ha sostenido siempre que el problema fundamental de toda revolución es el problema del Poder estatal.
Tanto la Declaración de 1957 como la de 1960 señalan con claridad:
‘El leninismo enseña –y la experiencia histórica lo confirma- que las
clases dominantes no ceden voluntariamente el Poder’. Ningún gobierno
reaccionario se vendrá abajo ni siquiera en tiempos de crisis si no se
le empuja. Esta es una ley general de la lucha de clases.
Marx y Lenin plantearon, en determinadas condiciones históricas, la
cuestión de la posibilidad del desarrollo pacífico de la revolución.
Pero, como lo señaló Lenin, el desarrollo pacífico de la revolución es
‘una posibilidad extremadamente rara en la historia de las
revoluciones’.
De hecho, no hay ningún precedente de transición pacífica del capitalismo al socialismo en la historia mundial. (…)
En la actualidad es evidente para todo el mundo que los países
capitalistas están fortaleciendo su aparato estatal, y en particular su
aparato militar, lo cual tiene como propósito, antes que nada, reprimir a
los pueblos de sus propios países.
El partido del proletariado no debe en absoluto basar su pensamiento,
su política para la revolución y todo su trabajo en la suposición de
que el imperialismo y los reaccionarios están dispuestos a aceptar la
transformación pacífica.
El partido del proletariado debe prepararse para dos eventualidades,
es decir, mientras se prepara para un desarrollo pacífico de la
revolución, tiene que prepararse plenamente para un desarrollo no
pacífico. Debe concentrar su principal atención en la ardua tarea de
acumular fuerzas revolucionarias y prepararse para conquistar la
victoria de la revolución cuando las condiciones estén maduras, o para
dar duros contragolpes al imperialismo y a la reacción cuando éstos
lancen ataques sorpresivos y acometidas armadas.
Si el partido del proletariado no se prepara de esta manera,
paralizará la voluntad revolucionaria del proletariado, se desarmará
ideológicamente, se encontrará completamente desprevenido y pasivo tanto
en lo político como en materia de organización y, por consiguiente,
arruinará la causa revolucionaria del proletariado”.[26]
II- Política interna
Los grandes cambios en política interna se enunciarían, no en el 20º
Congreso, sino en los años siguientes. Y quedarían plasmados en el
programa del PCUS aprobado durante el 22º Congreso.
a) Lucha de clases, Estado y Partido
A PARTIR DEL 20º CONGRESO DEL PCUS:
En el Informe al 20º Congreso, hay pocas novedades en esta materia.
El único dirigente anterior explícitamente denunciado es Beria. Aunque
todavía no asociado expresamente con Stalin, se critica el “culto a la
personalidad”, frente al cual se prescribe como remedio “restablecer las
normas de vida de partido elaboradas por Lenin, que antes se infringían
con frecuencia”. Lo cual da a entender que el culto personal que se
condena no es el de Lenin, sino el de un dirigente posterior a éste.
Hecha la excepción de Lenin, el Informe de Jruschov caracteriza este
culto personal como algo “ajeno al espíritu del marxismo-leninismo y que
hace de uno u otro dirigente un héroe milagrero, menoscabando al mismo
tiempo el papel del Partido y de las masas populares y rebajando su
actividad creadora”.[27]
En la reunión del CC del PCUS celebrada cinco meses después del 20º
Congreso, el 30 de junio de 1956, se aprobó una resolución titulada
“Acerca de la superación del culto a la personalidad y de sus
consecuencias”. Según la misma, “… J. Stalin formuló en 1937, cuando el
socialismo ya había triunfado en la URSS, la tesis errónea de que, a
medida que progresase el Estado Soviético, debía agudizarse la lucha de
clases en el país… una vez que el socialismo había triunfado, que habían
sido liquidadas las clases explotadoras y se había establecido en la
sociedad soviética la unidad moral y política, la tesis acerca de la
inevitable agudización de la lucha de clases era errónea. En la práctica
sirvió de fundamento a la represión en masa contra los adversarios
ideológicos del Partido, que habían sido derrotados políticamente.
Fueron represaliados también muchos honestos comunistas y sin-partido
que no eran culpables de nada”.[28]
El informe pronunciado por Jruschov para el 21º Congreso Extraordinario del PCUS (1959) asegura que “… el socialismo no sólo ha triunfado por completo, sino también definitivamente”.[29]
En el programa aprobado por el 22º Congreso del PCUS, el sentido de los cambios es mucho más claro:
Según este programa, los Estados socialistas han hecho “desaparecer
los antagonismos de clase,… también los antagonismos entre las
naciones”. Y han abierto “un campo ilimitado al desarrollo de las
fuerzas productivas”.[30]
Atribuye una “esencia común” a “las dos formas de la propiedad socialista”[31],
es decir, a la propiedad de todo el pueblo sobre las empresas
industriales y a la propiedad cooperativa de los campesinos koljosianos.
Considera que ha sido “suprimido el viejo contraste entre la ciudad y
el campo, entre el trabajo intelectual y el trabajo manual”[32];
que “el desarrollo económico espontáneo ha sido reemplazado por la
organización consciente de la producción y de toda la vida social”[33];
que “la tendencia general del desarrollo de la lucha da clases en los
países socialistas, cuando el socialismo se construye con todo éxito,
lleva al robustecimiento de las posiciones de las fuerzas socialistas,
conduce al debilitamiento de la resistencia que ofrecen los restos de
las clases enemigas”[34]; que “se han eliminado las posibilidades económico-sociales de restauración del capitalismo”[35]; y que, para 1980, “… en la URSS se habrá construido, en lo fundamental, la sociedad comunista”.[36]
Las consecuencias fundamentales que el citado programa extrae de estas premisas son dos:
La primera es que “Gracias a la supresión de las clases explotadoras
se ha extinguido la función de aplastamiento de su resistencia. (…)
Después de asegurar la victoria completa y definitiva del socialismo,
fase primera del comunismo… la dictadura del proletariado ha cumplido su
misión histórica, dejando de ser una necesidad en la URSS desde el
punto de vista de las tareas del desarrollo interior. El Estado, que
surgió como Estado de la dictadura del proletariado, se ha convertido en
la nueva etapa, en la etapa contemporánea, en Estado de todo el pueblo,
en órgano de expresión de los intereses y la voluntad de todo el
pueblo. (…) El Partido arranca de que la dictadura de la clase obrera
deja de ser necesaria antes de que se extinga el Estado. Como
organización de todo el pueblo, el Estado se mantendrá hasta la victoria
total del comunismo”.[37]
La segunda es que “Gracias a la victoria del socialismo en la URSS y
la consolidación de la unidad de la sociedad soviética, el Partido
Comunista de la clase obrera se ha convertido en la vanguardia de pueblo
soviético, es hoy el Partido de todo el pueblo…”.[38]
Y esto, a pesar de reconocer que “… después de la victoria del
régimen socialista subsisten en la conciencia y en la conducta de los
hombres vestigios del capitalismo, que frenan el avance de la sociedad”.[39]
ANTES DEL 20º CONGRESO DEL PCUS:
El socialismo que Marx propugna “… es la declaración de la revolución permanente, de la dictadura de clase del proletariado como punto necesario de transición para la supresión de las diferencias de clase en general,
para la supresión de todas las relaciones de producción en que éstas
descansan, para la supresión de todas las relaciones sociales que
corresponden a esas relaciones de producción, para la subversión de
todas las ideas que brotan de estas relaciones sociales”.[40]
“Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista transcurre el
periodo de la transformación revolucionaria de la primera en la segunda.
A este periodo corresponde también un periodo político de transición en
el cual el Estado no puede ser más que la dictadura revolucionaria del proletariado”.[41]
“De lo que aquí se trata no es de una sociedad comunista que se ha desarrollado sobre su propia base, sino, al contrario, de una que acaba de salir
precisamente de la sociedad capitalista y que, por tanto, presenta
todavía en todos sus aspectos, en el económico, en el moral y en el
intelectual, el sello de la vieja sociedad de cuya entraña procede”.[42]
En cuanto a Lenin, explica que: “La dictadura del proletariado, si
traducimos esta expresión latina, científica, histórico-filosófica, a un
lenguaje más sencillo, significa lo siguiente:
Sólo una clase determinada -los obreros urbanos y, en general, los
obreros fabriles, los obreros industriales- está en condiciones de
dirigir a toda la masa de trabajadores y explotados en la lucha por
derrocar el yugo del capital, en el proceso mismo de su derrocamiento,
en la lucha por mantener y consolidar el triunfo, en la creación del
nuevo régimen social, del régimen socialista, en toda la lucha por la
supresión completa de las clases”.[43]
“…la esencia de la teoría de Marx sobre el Estado sólo la han asimilado quienes han comprendido que la dictadura de una sola clase es necesaria, no sólo para toda sociedad de clases en general, no sólo para el proletariado que ha derrocado a la burguesía, sino también para todo el periodo histórico que separa el capitalismo de la ‘sociedad sin clases’, del comunismo”.[44]
“El socialismo es la abolición de las clases. La dictadura del
proletariado ha hecho en este sentido todo lo que estaba a su alcance.
Pero no se pueden abolir de golpe las clases.
Y las clases han quedado y quedarán durante la época de la dictadura
del proletariado. La dictadura dejará de ser necesaria cuando
desaparezcan las clases. Y sin dictadura del proletariado las clases no
desaparecerán.
Las clases han quedado, pero cada una de ellas se ha modificado en la
época de la dictadura del proletariado; han variado igualmente las
relaciones entre ellas. La lucha de clases no desaparece bajo la
dictadura del proletariado, lo que hace es adoptar otras formas”.[45]
“La clase de los explotadores, los terratenientes y capitalistas no
ha desaparecido ni puede desaparecer en seguida bajo la dictadura del
proletariado. Los explotadores han sido derrotados, pero no
aniquilados. Conservan una base internacional, el capital internacional,
del cual son parte integrante. Conservan, en parte, algunos medios de
producción, conservan el dinero, conservan enormes relaciones sociales.
Y, como consecuencia precisamente de su derrota, se ha multiplicado en
cien y en mil veces su fuerza de resistencia. El ‘arte’ de dirigir el
Estado, el ejército y la economía les da una enorme superioridad y, en
consecuencia, su importancia es muchísimo mayor que su proporción
numérica dentro de la cifra global de la población.”.[46]
“La abolición de las clases es obra de una larga, difícil y tenaz
lucha de clases que no desaparece –como se lo imaginan los vulgares
personajes del viejo socialismo y de la vieja socialdemocracia- después
del derrocamiento del poder del capital, después de la destrucción del
Estado burgués, después de la implantación de la dictadura del
proletariado, sino que se limita a cambiar de forma, haciéndose en
muchos aspectos más encarnizada todavía”.[47]
“La abolición
de las clases es obra de una larga, difícil y tenaz lucha de clases que
no desaparece –como se lo imaginan los vulgares personajes del viejo
socialismo y de la vieja socialdemocracia- después del derrocamiento del
poder del capital, después de la destrucción del Estado burgués,
después de la implantación de la dictadura del proletariado, sino que se
limita a cambiar de forma, haciéndose en muchos aspectos más
encarnizada todavía”
“… el proceso de la revolución socialista… no debe considerarse un
acto único, sino una época de violentas conmociones políticas y
económicas, de lucha de clases enconada hasta el extremo, de guerra
civil, de revoluciones y contrarrevoluciones”.[48]
“En realidad, ¿puede encontrarse en la historia un solo ejemplo de un
modo de producción nuevo que se haya establecido de un golpe, sin una
larga serie de fracasos, de equivocaciones, de caídas y recaídas?”[49]
“El solo hecho de preguntar: ‘¿dictadura del partido o bien dictadura de clase?, ¿dictadura (partido) de los jefes o bien
dictadura (partido) de las masas?’ acredita la más increíble e
irremediable confusión de ideas. Hay gentes que se esfuerzan por inventar
algo enteramente original y no consiguen más, en su afán de sabiduría,
que caer en el ridículo. De todos es sabido que las masas se dividen en
clases,…; que las clases están generalmente,… dirigidas por partidos
políticos; que los partidos políticos están dirigidos, por regla
general, por grupos más o menos estables de las personas más
autorizadas, influyentes, expertas, elegidas para los cargos más
responsables y que se llaman jefes. Todo esto es el abecé, todo esto es
sencillo y claro”.[50]
Y Stalin explica “… que el origen de las contradicciones en el seno
de Partidos proletarios reside en dos circunstancias… Me refiero, en
primer lugar, a la presión de la burguesía y de la ideología burguesa
sobre el proletariado y su Partido en el ambiente de la lucha de clases,
presión a la que a menudo ceden las capas menos firmes del proletariado
y, por tanto, las capas menos firmes del Partido proletario. No puede
considerarse que el proletariado esté aislado por completo de la
sociedad, que se encuentre al margen de la sociedad. El proletariado es
una parte de la sociedad, está ligado por numerosos hilos a las diversas
capas de la sociedad. Pero el Partido es una parte del proletariado.
Por eso, tampoco puede verse libre del contagio y de la influencia de
las diversas capas de la sociedad burguesa. La presión de la burguesía y
de su ideología sobre el proletariado y su Partido se manifiesta en que
las ideas, las costumbres, los hábitos y el estado de ánimo de los
burgueses penetran a menudo en el proletariado y su Partido a través de
ciertas capas del proletariado, ligadas de una u otra manera con la
sociedad burguesa.
Me refiero, en segundo lugar, a la heterogeneidad de la clase obrera…
Una capa la compone la masa fundamental del proletariado, su núcleo, su
parte permanente; es la masa de proletarios ‘puros’… La segunda capa la
componen gentes salidas hace poco de clases no proletarias… Finalmente,
la tercera capa la compone la aristocracia obrera, la élite de la clase
obrera, la parte más acomodada del proletariado… A pesar de su
diferencia exterior, estas dos últimas capas de la clase obrera
constituyen un medio más o menos común, que nutre al oportunismo en
general…
¿Es posible evitar esas contradicciones y discrepancias? No, no lo
es. Suponer que puedan ser evitadas significaría engañarse a si mismo.
Engels tenía razón al decir que es imposible velar durante mucho tiempo
las contradicciones en el seno del Partido, que esas contradicciones se
resuelven mediante la lucha… sólo mediante la lucha por una línea basada
en los principios marxistas se podrá salvaguardar al Partido proletario
de la presión y la influencia de la burguesía… sólo superando sus
contradicciones internas es posible sanear y fortalecer el Partido”.[51]
"¡Larga vida al gran partido de Lenin - Stalin, lider y organizador de la victoria por la construcción del socialismo!"
b) Concepciones y tareas económicas
A PARTIR DEL 20º CONGRESO DEL PCUS:
El principal reproche que el 20º Congreso hace a la labor ideológica
del PCUS es: “… que está divorciada en cierta medida de la práctica de
la edificación comunista. (…) Cuando nuestro país va pasando
gradualmente del socialismo al comunismo, no sólo tiene una
extraordinaria importancia estudiar las obras de los clásicos del
marxismo y explicar la teoría marxista-leninista, sino aplicar la teoría
prácticamente, luchar por que se creen en abundancia los bienes
materiales y culturales y vaya elevándose más y más la conciencia
comunista de los ciudadanos. (…) Algunos dogmáticos pueden interpretar
estas observaciones como una subestimación de la propaganda de la teoría
marxista-leninista. Huelga polemizar con esos dogmáticos. (…) Hoy,
cuando nuestra sociedad lucha por una elevada productividad del trabajo,
por dar cumplimiento a la tarea económica fundamental de la URSS, pasa a
primer plano la parte económica de la teoría marxista, las cuestiones
concretas de la economía”.
Entiende por priorización de la economía, entre otros, los siguientes criterios y medidas.
El informe reivindica “aplicar con más amplitud el principio del cálculo económico en el trabajo de las empresas”.[52]
Se trata de un principio que fue implantado durante el período de la
NEP, con el propósito de que cada empresa fuera rentable, y que, a
partir de la ofensiva del socialismo en los años treinta, quedó
subordinado a la planificación central con el criterio de que la
rentabilidad fuera la de la producción en general y no necesariamente la
de cada empresa en particular[53].
Dos años después, en febrero de 1958, el Comité Central del PCUS
decidió “vender a los koljoses [cooperativas agrícolas] en distintos
plazos las máquinas pertenecientes a las EMT [Estaciones de Máquinas y
Tractores, de propiedad estatal]”.[54]
Ya en el programa aprobado en 1961, se estipula que “La principal
tarea económica del Partido y del pueblo soviético consiste en crear en
el transcurso de dos decenios la base material y técnica del comunismo”.[55]
El programa apela a una supuesta tesis leninista según la cual “… la
construcción del comunismo deberá basarse en el principio del interés
material”.[56]
Así, “En el marco del plan único de la economía nacional se seguirán
ampliando la autonomía económica y los derechos de los órganos locales y
de las empresas… Para movilizar las reservas internas y utilizar con
mayor eficacia las inversiones en obras básicas, los fondos de
producción y los medios financieros es necesario ampliar la
independencia operativa y la iniciativa de las empresas sobre la base de las tareas señaladas en los planes estatales”.[57]
“En la edificación comunista hay que utilizar con toda plenitud las
relaciones monetario-mercantiles, en correspondencia con el nuevo
contenido inherente a ellas en el periodo del socialismo. Desempeña un
gran papel en ello el empleo de resortes de desarrollo de la economía
como la autonomía económica socialista, el dinero, el precio, el costo,
el beneficio, el comercio, el crédito y las finanzas… Los precios deben
reflejar en grado cada vez mayor los gastos de trabajo socialmente
necesarios, cubrir los gastos de producción y circulación y proporcionar
cierto beneficio a cada empresa que funcione normalmente”.[58]
ANTES DEL 20º CONGRESO DEL PCUS:
Según Marx y Engels, “El proletariado se valdrá de su dominación
política para ir arrancando gradualmente a la burguesía todo el
capital, para centralizar todos los instrumentos de producción en manos
del Estado, es decir, del proletariado organizado como clase
dominante,…”[59]
“… el proletariado sólo puede liberarse suprimiendo toda la propiedad
privada en general… El proletariado se libera suprimiendo la
competencia, la propiedad privada y todas las diferencias de clase”.[60]
“La forma de mercancía que adopta el producto del trabajo o la forma de valor que reviste la mercancía es la célula económica de la sociedad burguesa”.[61]
“Sólo los productos de trabajos privados independientes los unos de los otros pueden revestir en sus relaciones mutuas el carácter de mercancías”.[62]
“El carácter misterioso de la forma mercancía estriba, por tanto,
pura y simplemente, en que proyecta ante los hombres el carácter social
del trabajo de éstos como si fuese un carácter material de los propios
productos de su trabajo, un don natural social de estos objetos y como
si, por tanto, la relación social que media entre los productores y el
trabajo colectivo de la sociedad fuese una relación social establecida
entre los mismos objetos, al margen de sus productores. (…) Las
magnitudes de valor de las mercancías cambian constantemente, sin que en
ellos intervengan la voluntad, el conocimiento previo ni los actos de
las personas entre quienes se realiza el cambio. Su propio movimiento
social cobra a sus ojos la forma de un movimiento de cosas bajo cuyo
control están, en vez de ser ellos quienes las controlen. (…) en las proporciones fortuitas y sin cesar oscilantes de cambio de sus productos se impone siempre como ley natural
reguladora el tiempo de trabajo socialmente necesario para su
producción, al modo como se impone la ley de la gravedad cuando se le
cae a uno la casa encima”.[63]
“Hay que señalar que la apropiación real de todos los instrumentos de
trabajo, la toma de posesión de toda la industria por los trabajadores,
es exactamente lo opuesto al ‘rescate proudhoniano’. En el último caso,
el obrero, en forma individual, pasa a ser propietario de la vivienda,
de la parcela campesina, de los instrumentos de trabajo; en el primer
caso, la ‘población trabajadora’ es la propietaria colectiva de las
casas, de las fábricas y de los instrumentos de trabajo…”[64]
En la misma línea, Lenin sostiene que, en el socialismo, “Todos los ciudadanos pasan a ser empleados y obreros de una sola ‘empresa’ estatal de todo el pueblo… Toda la sociedad será una sola oficina y una sola fábrica…”[65]
«Todos los ciudadanos pasan a ser empleados y obreros de una sola ‘empresa’ estatal de todo el pueblo…Toda la sociedad será una sola oficina y una sola fábrica…»
“Toda acción de legalizar, en forma directa o indirecta, la propiedad
de los obreros de fábricas aisladas o de profesiones aisladas sobre su
producción, o su derecho a debilitar o estorbar las órdenes del Poder
estatal, es una gran tergiversación de los principios fundamentales del
Poder soviético y la renuncia completa al socialismo”.[66]
La obra Problemas económicos del socialismo en la URSS[67],
que Stalin escribe en 1952, defiende estos principios económicos
formulados por Marx, Engels y Lenin (aunque descartara la existencia de
antagonismos una vez suprimida la propiedad privada capitalista), frente
a quienes ya pretendían transgredirlos y lo acabarían consiguiendo a
partir del 20º Congreso del PCUS:
“… lo mismo que en las Ciencias Naturales, las leyes del desarrollo
económico son leyes objetivas que reflejan los procesos del desarrollo
económico, procesos que se operan independientemente de la voluntad de
los hombres. Los hombres pueden descubrir esas leyes, llegar a
conocerlas y, apoyándose en ellas, aprovecharlas en interés de la
sociedad, encauzar en otra dirección la acción destructiva de algunas
leyes, limitar la esfera de su acción, dar vía libre a otras leyes que
van abriéndose camino; pero no pueden destruir unas leyes económicas y
crear otras nuevas. (…)
La ley del desarrollo armónico de la economía surgió como oposición a
la ley de la concurrencia y de la anarquía de la producción bajo el
capitalismo. Surgió sobre la base de la socialización de los medios de
producción, una vez hubo perdido su fuerza la ley de la concurrencia y
de la anarquía de la producción. Entró en acción porque la economía
socialista únicamente puede desarrollarse basándose en la ley económica
del desarrollo armónico de la economía. Eso quiere decir que la ley del
desarrollo armónico de la economía da a nuestros organismos
correspondientes la posibilidad de planificar con acierto la producción
social. Pero no se puede confundir la posibilidad con la realidad. Son
dos cosas diferentes. Para convertir la posibilidad en realidad, hay que
estudiar esa ley económica, hay que dominarla, hay que aprender a
aprovecharla con entero conocimiento de causa, hay que confeccionar
planes que reflejen con toda plenitud las exigencias de esa ley. No
puede decirse que nuestros planes anuales y quinquenales reflejen
plenamente las exigencias de esa ley económica.
Se dice que algunas leyes económicas, y entre ellas la ley del valor,
que actúan en nuestro país, en el socialismo, son leyes
‘transformadas’, e incluso ‘radicalmente transformadas’ basándose en la
economía planificada. Eso tampoco es cierto. Es imposible ‘transformar’
las leyes, y menos aún ‘radicalmente’. Si fuera posible transformarlas,
también lo sería destruirlas, substituyéndolas por otras leyes. (…) Se
puede limitar la esfera de acción de estas o aquellas leyes económicas,
se puede prevenir sus acciones destructivas, en caso, naturalmente, de
que las haya, pero no se puede ‘transformarlas’ o ‘destruirlas’.
… ¿cómo debemos proceder si no se han socializado todos los medios de
producción, sino tan sólo una parte de ellos y existen condiciones
favorables para que el proletariado tome el Poder? (…)
a) no dejar escapar las condiciones favorables para la toma del
Poder; el proletariado debe tomar el Poder sin esperar a que el
capitalismo logre arruinar a los millones de productores individuales
pequeños y medios;
b) expropiar los medios de producción en la industria y hacerlos patrimonio de todo el pueblo;
c) en cuanto a los productores individuales pequeños y medios,
unirlos paulatinamente en cooperativas de producción, es decir, en
grandes haciendas agrícolas, en koljoses;
d) desarrollar por todos los medios la industria y dar a los koljoses
la base técnica moderna de la gran producción, con la particularidad de
que no deben ser expropiados, sino, por el contrario, dotados
intensamente de tractores y otras máquinas de primera calidad;
e) para la alianza económica de la ciudad y el campo, de la industria
y la agricultura, se debe mantener por cierto tiempo la producción
mercantil (el intercambio mediante la compraventa), como la única forma
aceptable para los campesinos de vinculación económica a la ciudad, y
desarrollar con toda amplitud el comercio soviético de Estado y
cooperativo-koljosiano, desalojando del tráfico mercantil a todos los
capitalistas sin excepción. (…)
Actualmente tenemos en nuestro país dos formas fundamentales de la
producción socialista: la estatal, de todo el pueblo, y la koljosiana, a
la que no se puede dar ese calificativo. En las empresas del Estado,
los medios de producción y los productos son propiedad de todo el
pueblo. En las empresas koljosianas, aunque los medios de producción (la
tierra y las máquinas) pertenecen al Estado, los productos son
propiedad de los distintos koljoses, pues allí la fuerza de trabajo, lo
mismo que las semillas, es de los koljoses, y éstos disponen de la
tierra, que les ha sido cedida en usufructo perpetuo, como si fuera
propiedad suya, a pesar de qué no pueden venderla ni comprarla, ni
arrendarla, ni hipotecarla.
Esta circunstancia hace que el Estado únicamente pueda disponer de
los productos de sus empresas, pues los koljoses disponen ellos mismos
de su producción, como propiedad suya. Pero los koljoses no quieren
enajenar sus productos como no sea bajo la forma de mercancías, a cambio
de las cuales quieren recibir otras mercancías que necesitan. En el
presente, los koljoses no aceptan más vínculos económicos con la ciudad
que los vínculos mercantiles, que el intercambio mediante la
compraventa. Por eso la producción mercantil y el tráfico de mercancías
son hoy en nuestro país una necesidad…
Por consiguiente, nuestra producción mercantil no es una producción
mercantil habitual, sino una producción mercantil de tipo especial, una
producción mercantil sin capitalistas, que en lo fundamental tiene que
vérselas con las mercancías de productores socialistas unificados (el
Estado, los koljoses y las cooperativas), una producción cuya esfera de
acción está circunscrita a los objetos de consumo personal…
Por ello no tienen ninguna razón los camaradas que afirman que, si la
sociedad socialista no suprime las formas mercantiles de la producción,
deben ser restablecidas en nuestro país todas las categorías económicas
propias del capitalismo: la fuerza de trabajo como mercancía, la
plusvalía, el capital, el beneficio del capital, la norma media de
beneficio, etc., etc. (…)
En realidad, la esfera de acción de la ley del valor está en nuestro
régimen económico rígidamente circunscrita y limitada. Ya he dicho que
la esfera de acción de la producción mercantil está en nuestro régimen
circunscrita y limitada. Lo mismo hay que decir de la esfera de acción
de la ley del valor. Es indudable que la ausencia de la propiedad
privada sobre los medios de producción y que la socialización de estos
medios tanto en la ciudad como en el campo no pueden por menos de
limitar la esfera de acción de la ley del valor y su influencia en la
producción. (…)
Ello, precisamente, explica el hecho “asombroso” de que, a pesar del
desarrollo ininterrumpido e impetuoso de nuestra producción socialista,
la ley del valor no conduzca en nuestro país a crisis de
superproducción, mientras esa misma ley del valor, que en el capitalismo
tiene amplio campo de acción, conduce en los países capitalistas, a
pesar del bajo ritmo del incremento de la producción en esos países, a
crisis periódicas de superproducción. (…)
Si consideramos la rentabilidad, no desde el punto de vista de esta o
aquella empresa o rama de la producción, y no en el transcurso de un
año, sino desde el punto de vista de toda la economía nacional y en un
período, por ejemplo, de diez a quince años –ésta sería la única forma
acertada de enfocar el problema-, veríamos que la rentabilidad temporal e
inconsistente de esta o aquella empresa o rama de la producción no
puede en absoluto compararse con la forma superior de rentabilidad,
sólida y constante, que nos dan la acción de la ley del desarrollo
armónico de la economía nacional y la planificación de la misma,
librándonos de las crisis económicas periódicas que destruyen la
economía nacional y causan a la sociedad tremendos daños materiales, y
asegurándonos el desarrollo ininterrumpido de la economía nacional y el
elevado ritmo de este desarrollo. (…)
¿Se puede considerar que los medios de producción sean, en nuestro
régimen socialista mercancías? Yo pienso que no, de ninguna manera.
La mercancía en un producto de la producción que se vende a cualquier
comprador, con la particularidad de que, al efectuarse la venta, el
propietario de la mercancía pierde el derecho de propiedad sobre ella, y
el comprador se convierte en propietario de la misma y puede
revenderla, empeñarla, dejar que se pudra. ¿Se puede definir así los
medios de producción? Claro que no. En primer lugar, los medios de
producción no se ‘venden’ a cualquier comprador, no se ‘venden’ ni
siquiera a los koljoses; son distribuidos por el Estado entre sus
empresas solamente. En segundo lugar, el Estado, dueño de los medios de
producción, al entregárselos a una u otra empresa no pierde, ni mucho
menos, el derecho de propiedad sobre esos medios de producción; por el
contrario, lo conserva plenamente. En tercer lugar, los directores de
las empresas, al recibir del Estado medios de producción, no sólo no se
convierten en propietarios de esos medios, sino que, por el contrario,
son confirmados como mandatarios del Estado Soviético para dirigir el
empleo de los medios de producción, de acuerdo con los plazos
establecidos por el Estado. (…)
… la misión de los organismos dirigentes consiste en advertir
oportunamente las contradicciones cuando están gestándose y tomar a
tiempo las medidas necesarias para eliminarlas mediante la adaptación de
las relaciones de producción al incremento de las fuerzas productivas.
Esto se refiere, ante todo, a fenómenos económicos como la propiedad de
determinados grupos, de los koljoses, y la circulación mercantil. Claro
que actualmente estos fenómenos son aprovechados con buen éxito para
desarrollar la economía socialista, y reportan un beneficio indudable a
nuestra sociedad. No cabe duda de que también en el próximo futuro
reportarán su beneficio. Pero sería una ceguera imperdonable no ver que,
al mismo tiempo, esos fenómenos comienzan ahora ya a frenar el poderoso
desarrollo de nuestras fuerzas productivas, por cuanto son un obstáculo
para que la planificación por parte del Estado abarque plenamente toda
la economía nacional, en particular la agricultura. No cabe duda de que,
con el tiempo, esos fenómenos frenarán más y más el desarrollo de las
fuerzas productivas de nuestro país. Por consiguiente, la tarea consiste
en liquidar esas contradicciones mediante la transformación gradual de
la propiedad koljosiana en propiedad de todo el pueblo y la aplicación
–también gradual- del intercambio de productos en lugar de la
circulación mercantil. (…)
¿Qué es, pues, necesario emprender en tal caso para elevar la propiedad koljosiana al nivel de propiedad de todo el pueblo?
Los camaradas Sánina y Vénzher proponen como medida fundamental para
tal elevación de la propiedad koljosiana, vender en propiedad a los
koljoses los instrumentos fundamentales de producción concentrados en
las estaciones de máquinas y tractores, descargar de tal modo al Estado
de las inversiones básicas en la agricultura y conseguir que los mismos
koljoses asuman la responsabilidad del mantenimiento y del desarrollo de
las estaciones de máquinas y tractores. (…)
¿Qué significa, después de todo eso, pedir la venta de las estaciones
de máquinas y tractores en propiedad a los koljoses? Significa condenar
a grandes pérdidas a los koljoses y arruinarlos, socavar la
mecanización de la agricultura, aminorar el ritmo de la producción
koljosiana.
De aquí la siguiente deducción: al proponer la venta de las
estaciones de máquinas y tractores en propiedad a los koljoses, los
camaradas Sánina y Vénzher dan un paso atrás, hacia el atraso, e
intentan retrotraer la rueda de la historia.
Admitimos por un instante que hemos aceptado la propuesta de los
camaradas Sánina y Vénzher y nos hemos puesto a vender en propiedad a
los koljoses los instrumentos de producción fundamentales, las
estaciones de máquinas y tractores. ¿Qué resultado obtendríamos?
De ello resultaría que, en primer lugar, los koljoses serían los
propietarios de los instrumentos de producción fundamentales, es decir,
se hallarían en una situación excepcional, en una situación que no tiene
en nuestro país ninguna empresa, ya que, como se sabe, ni siquiera las
empresas nacionalizadas son en nuestro país propietarias de los
instrumentos de producción. ¿Cómo se puede fundamentar esta situación
excepcional de los koljoses?, ¿en virtud de qué consideraciones de
progreso, de avance? ¿Puede decirse que tal situación contribuiría a la
elevación de la propiedad koljosiana al nivel de propiedad de todo el
pueblo, que aceleraría el paso de nuestra sociedad del socialismo al
comunismo? ¿No será más acertado decir que tal situación sólo podría
alejar la propiedad koljosiana de la propiedad de todo el pueblo y que
no conduciría a aproximarnos al comunismo, sino, al revés, a alejarnos
de él?
De ello resultaría, en, segundo lugar, una ampliación de la esfera de
acción de la circulación mercantil ya que en la órbita de ésta entraría
una enorme cantidad de instrumentos de producción agrícola. Qué piensan
los camaradas Sánina y Vénzher, ¿podría contribuir una ampliación de la
esfera de la circulación mercantil a nuestro avance hacia el comunismo?
¿No sería más exacto decir que no haría sino frenar nuestro avance
hacia el comunismo?
El error fundamental de los camaradas Sánina y Vénzher consiste en
que no comprenden el papel y el significado de la circulación mercantil
en el socialismo, no comprenden que es incompatible con la perspectiva
del paso del socialismo al comunismo. Piensan, por lo visto, que la
circulación mercantil no es óbice para pasar del socialismo al
comunismo, que la circulación mercantil no puede impedir esa transición.
Es éste un profundo error nacido de la incomprensión del marxismo.
Al criticar la ‘comuna económica’ de Dühring que actúa en las condiciones de la circulación mercantil. Engels, en su Anti-Dühring,
demostró persuasivamente que la existencia de la circulación mercantil
debe conducir ineluctablemente la llamada ‘comuna económica’ de Dühring
al resurgimiento del capitalismo”.
DIRECCIÓN Y LÍMITE DE LA REFORMA ECONÓMICA SOVIÉTICA[68]:
Los cambios económicos que se iban produciendo, poco a poco, a través de los años, abrían el camino capitalista. Por ejemplo:
– A fines de 1956, comienza la venta de tractores y
maquinaria de los Centros de Maquinaria Agrícola del Estado a los
koljoses, teniendo así las cooperativas propiedad sobre medios de
producción y no sólo sobre los productos como hasta entonces.
– En la reforma de 1957, se empieza a descentralizar parte
de la planificación para dar más fuerza a la planificación por
repúblicas, aunque se revierte esta idea en la reforma de 1962.
– En la reforma de 1962, se da mayor poder a los dirigentes
de las empresas, se valoriza la rentabilidad y el beneficio de las
mismas y se fortalece el sistema de estímulos al trabajo.
– En la reforma de 1965, se aprueba dotar de mayor autonomía
a las empresas industriales, que podrán decidir sobre su producción de
acuerdo con el mercado, sobre incentivos y ajustes de salarios (a
dirección, empleados y obreros), podrán negociar mercantilmente con
empresas estatales y cooperativas (con revisión de precios de acuerdo
con la calidad y la demanda). A la vez que se sustituyen las
subvenciones estatales (financiación por vía presupuestaria) por los
créditos a largo plazo del Banco del Estado y se les deja un mayor
remanente del beneficio obtenido. Aunque tienen que acogerse
obligatoriamente a las premisas marcadas por el plan.
– En estas reformas también se realiza la rebaja impositiva a
las propiedades agrícolas individuales, se rebaja la cantidad de
productos que obligatoriamente tienen que entregar al Estado los
koljoses y los koljosianos, los cuales pueden vender más productos en el
mercado.
Sucesivamente a lo largo de los años se van ampliando las bases para
generar burguesía con el debilitamiento del sistema de planificación, la
ampliación de las relaciones mercantiles, el fortalecimiento de la
ganancia como medio para estimular el crecimiento y con el estímulo a la
competencia. Aunque se pongan algunas bases, consecuencia de una línea
revisionista, todavía no puede decirse que exista una economía
capitalista, Stalin lo explicaba bastante claro:
“La producción mercantil únicamente conduce al capitalismo si existe
la propiedad privada sobre los medios de producción, si la fuerza de
trabajo aparece en el mercado como una mercancía que el capitalista
puede comprar y explotar en el proceso de producción, si, por
consiguiente, rige en el país el sistema de explotación de los obreros
asalariados por los capitalistas. La producción capitalista comienza
allí donde los medios de producción están concentrados en manos
privadas, y los obreros que no poseen medios de producción, se ven
constreñidos a vender su fuerza de trabajo como una mercancía. Sin eso
no hay producción capitalista” (Stalin: «Problemas económicos del…»).
Los dirigentes revisionistas, pretendían mejorar la productividad,
pero, para ello, dan pasos atrás en la construcción del socialismo,
implementando ideas de economistas pro-capitalistas, en lugar de tomar
medidas de fortalecimiento del socialismo, con su necesaria lucha contra
la burocracia y ampliar el poder de la clase obrera. En definitiva, los
revisionistas soviéticos tomaron el camino de ‘menos socialismo’ para
el crecimiento de la Unión Soviética, iniciando el camino hacia el
capitalismo. Por el contrario, la esencia de la política y la economía
anterior a los revisionistas, con todas sus contradicciones, era la de
‘más socialismo’, como se ve en la declaración de intenciones de Stalin,
el cual parece que comprendía los problemas contradictorios entre los
dos ‘sectores principales’ de la economía socialista:
“… cuando en lugar de los dos sectores principales de la producción,
el estatal y el koljosiano, surja un solo sector que lo abarque todo y
tenga derecho a disponer de toda la producción del país destinada al
consumo, la circulación de mercancías, con la ‘economía monetaria’
desaparecerá, como elemento innecesario de la economía nacional.”
(Idem).
III- La línea política del PCUS después de que Jruschov fuera destituido en 1964
Antes de concluir, es necesario aclarar una cuestión: ¿Tras la
destitución de Jruschov, volvió el PCUS a orientarse realmente por el
marxismo-leninismo?; o, dicho de otro modo, ¿la época de Brézhnev fue de
estalinismo o de revisionismo? Es cierto que cesaron los ataques
furibundos contra Stalin y la historia de lucha revolucionaria por la
edificación del socialismo en la Unión Soviética y también que se dejó
de hablar de colaboración con el imperialismo. Pero veamos algunas citas
de los informes de Brézhnev a los posteriores congresos del PCUS.
“Durante todos estos años, el PCUS, inspirándose en la línea definida
por los XX y XXII Congresos del Partido, ha conducido firmemente al
pueblo soviético en la vía de la construcción del comunismo”. Y resume
la reforma económica de 1965 como “extensión de las prerrogativas y de
la autonomía económica de las empresas” y “el empleo sistemático de
estímulos económicos”.[69]
“La liquidación de las secuelas del culto a la personalidad y de los
errores subjetivistas han tenido repercusiones profundamente benéficas
en la atmósfera política general”.[70]
“En nuestro país, se ha construido una sociedad socialista
desarrollada que se transforma progresivamente en sociedad comunista.
Nuestro Estado es el Estado de todo el pueblo… es una sociedad de
economía sin crisis y en perpetuo crecimiento. Es una sociedad que tiene
firmemente confianza en su porvenir y ante las que se abren las
perspectivas ilimitadas de un progreso continuo”.
A pesar de que, en 1973, Pinochet hiciera trizas la tesis sobre la
mayor posibilidad de la vía pacífica y parlamentaria al socialismo,
Brézhnev insiste: “La tragedia de Chile en modo alguno ha descartado la
deducción de los comunistas de que son posibles vías distintas da la
revolución, incluida la pacífica, si para ello existen las condiciones
requeridas”.[71]
Finalmente, en 1981, el remedio que prescribe frente al
incumplimiento del Plan y a la tendencia al estancamiento económico es
“una extensión de la autonomía de las agrupaciones y de los dirigentes
económicos”.[72]
IV- Conclusión
El presente artículo ha mencionado únicamente algunas diferencias
entre las dos etapas de la historia del Partido Comunista de la Unión
Soviética. Lo cierto es que, en la evolución de la línea política de
éste, hubo muchos más aspectos de continuidad que de ruptura, pero éstos
fueron lo suficientemente numerosos e importantes como para que se
produjera lo que en dialéctica se conoce como cambio cualitativo.
Hubo mucha continuidad entre las dos etapas: propiedad social,
planificación, crecimiento ininterrumpido de la producción y del nivel
de vida de las masas, sistema democrático en forma de soviets, dirección
política del Partido Comunista, etc. Por esta razón, la URSS siguió
siendo socialista hasta el final de su existencia. También hubo
continuidad en cuanto a los errores políticos cometidos, como la
incapacidad para reconocer 1º) los elementos de antagonismo entre las
clases y capas sociales que subsistían tras la transformación
revolucionaria de las relaciones de propiedad; y 2º) la necesidad de su
superación completa por medio de la lucha de clase del proletariado.
Pero la diferencia esencial entre las dos etapas consiste en que los
errores particulares de una política acertada fueron desarrollados hasta
convertirse en una política errónea que coexistía con muchos aciertos
particulares. Esta acumulación de lo cuantitativo hasta producir un
salto cualitativo determinó que la línea política del PCUS dejara de ser
marxista-leninista para volverse revisionista: dirigiendo la sociedad
soviética no ya hacia el comunismo, sino hacia el capitalismo; y
beneficiando no ya a la clase obrera, sino a ciertos sectores sociales
(cierta pequeña burguesía, como decía Nina Andréieva) generadores de la
nueva burguesía que restauró el capitalismo en 1991.
Desde entonces, el movimiento comunista internacional ha quedado
dividido por el predominio de enfoques metafísicos opuestos: tanto el de
quienes se obcecan con los progresos alcanzados, como el de quienes
hacen lo propio con los procesos degenerativos en curso. En apariencia,
la caída de la URSS podría haber zanjado la discusión, pero se mantiene
viva por la situación contradictoria de los Estados socialistas que
siguen en pie, particularmente de la República Popular China. Al igual
que con la URSS, sus logros se deben a lo que han avanzado en dirección
al comunismo. En cambio, los procesos de privatización y
mercantilización en ellos tienen una naturaleza involutiva no sólo para
sus sociedades, sino también para la conciencia de clase del
proletariado internacional. El comunismo internacional podrá apoyarse en
lo primero para corregir lo segundo, a medida que regrese al
materialismo dialéctico.
Notas:
1] https://www.marxists.org/espanol/khrushchev/1956/febrero25.htm.
Posiblemente la refutación más detallada del “Informe secreto” sea la de Grover Furr en su libro Jruschov mintió (https://digitalcommons.montclair.edu/all_books/191/; http://librosml.blogspot.com/2021/01/kruschev-mintio-de-grover-furr_20.html; texto en inglés: https://archive.org/details/pdfy-nmIGAXUrq0OJ87zK/page/n13/mode/2up)
[2] Informe del camarada N. S. Jruschov, Primer Secretario del Comité Central, al 20º Congreso de la PCUS, págs. 9, 10, 16 y 17 (https://www.marxists.org/espanol/khrushchev/1956/nk-xx-cong-pcus.pdf)
[3] Programa del PCUS, en El camino del comunismo. Documentos del XXII Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (17-31 de octubre de 1961). Ediciones en lenguas extranjeras, Moscú 1961, págs. 540 a 544.
[4] El programa militar de la revolución proletaria, Lenin. https://www.marxists.org/espanol/Lenin/obras/1910s/1916mil.htm
[5] Informe en el I Congreso de Cosacos Trabajadores de Toda Rusia, Lenin, Obras Completas, T. 40, p. 188, Ed. Progreso.
[6] Notas de un publicista, Lenin, T. 40, p. 135.
[7] Materiales para la revisión del programa del Partido, Lenin, T. 32, p. 162 y 163.
[8] Problemas económicos del socialismo en la URSS, Stalin. https://www.marxists.org/espanol/stalin/obras/oe1/Stalin%20-%20Obras%20escogidas.pdf, págs. 318-320.
[9] Réponses aux questions posées par M. A. Werth, 17 de septiembre de 1946, Staline oeuvres, 1941-1949, Nouveau Bureau d’Edition.
[10] Stalin & the Bomb, D. Holloway, citado en Les guerres de Staline, pág. 479, Ed. Delga.
[11]
Informe ante el XIX Congreso del Partido acerca de la actividad del CC
del PC(b) de la URSS, 5 de octubre de 1952, Ediciones en lenguas
extranjeras, Moscú 1953.
[12] Ideology and Power in Soviet Politics, Zbigniew Bzrezinski, págs. 93. 132, 133, 134.
[13] Informe del camarada N. S. Jruschov, Primer Secretario del Comité Central, al 20º Congreso de la PCUS, págs. 17 y 18.
[14] Programa del PCUS, págs. 519 a 524.
[15] El Manifiesto del Partido Comunista, Marx y Engels. https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/48-manif.htm
[16] Discurso con motivo del VII Aniversario de la Internacional, Marx.
[17] Anti-Dühring, Engels. https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/anti-duhring/ad-seccion2.htm#159
[18] Prefacio a “La Guerra Civil en Francia” de C. Marx, Engels. https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/gcfran/1.htm
[19] El Estado y la revolución, Lenin, T. 33, p. 8. https://www.marxists.org/espanol/Lenin/obras/1910s/estyrev/
[20] La revolución proletaria y el renegado Kautsky, Lenin, T. 37, p. 256. https://proletarios.org/books/LENIN-La_rev_proletaria_y_el_renegado_Kautsky.pdf
[21] Tesis sobre las tareas fundamentales del II Congreso de la Internacional Comunista, Lenin, T. 41, p. 192.
[22] Palabras proféticas, Lenin, T. 36, p. 491. https://marx2mao.redspark.nu/M2M(SP)/Lenin(SP)/PW18s.html
[23] El Estado y la revolución, Lenin, T.33, p. 47. https://www.marxists.org/espanol/Lenin/obras/1910s/estyrev/
[24] Informe al VII Congreso de la Internacional Comunista, Dimitrov. https://www.marxists.org/espanol/dimitrov/1935.htm
[25] Fondazione Giangiacomo Feltrinelli; La Kominform; Actas de las tres conferencias, 1947/1948/1949, 1994.
[26] Proposición acerca de la línea del movimiento comunista internacional, CC del PCCh, págs. 20-22. https://www.marxists.org/espanol/tematica/china/documentos/prop.htm
[27] Informe del camarada N. S. Jruschov, Primer Secretario del Comité Central, al 20º Congreso del PCUS, págs. 49.
[28] Historia del Partido Comunista de la Unión Soviética, Ediciones en lenguas extranjeras, Moscú 1960, págs. 608 y 609.
[29] El XXI Congreso extraordinario del PCUS, Actas taquigráficas, t. I, pág. 107. Citado en Ibíd., pág. 883.
[30] Programa del PCUS, pág. 493 y 503.
[31] Ibíd., pág. 493.
[32] Ibíd., pág. 494.
[33] Ibíd., pág. 609.
[34] Ibíd., pág. 504.
[35] Ibíd., pág. 499 y 500.
[36] Ibíd., pág. 551.
[37] Ibíd., pág. 589 y 590.
[38] Ibíd., pág. 629.
[39] Ibíd., pág. 607.
[40] Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850, Marx. https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/francia/francia1.htm
[41] Crítica del programa de Gotha, Marx. https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/gotha/critica-al-programa-de-gotha.htm
[42] Íbid.
[43] Una gran iniciativa, Lenin, T. 39, p. 15. https://laforja.cat/wp-content/uploads/2020/10/una-gran-iniciativa-vladimir-ilich-Lenin.pdf
[44] El Estado y la revolución, Lenin, T. 33, p. 36.
[45] Economía y política en la época de la dictadura del proletariado, Lenin, T. 39, p. 289. https://www.marxists.org/espanol/Lenin/obras/1910s/7xi1919.htm
[46] Ibíd., T. 39, p. 290.
[47] Un saludo a los obreros húngaros, Lenin, T. 38, p. 412. https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oe3/lenin-obras-3-3.pdf
[48] La Consigna de los Estados Unidos de Europa, Lenin, T. 26, p. 385. https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1910s/8-1915eu.htm
[49] Una gran iniciativa, Lenin, T. 39, p. 21.
[50] La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo, Lenin. http://www.marx2mao.com/M2M(SP)/Lenin(SP)/LWC20s.html#s5
[51]
VII Pleno ampliado del C.E. de la Internacional Comunista, 1926.
Stalin. Obras, Ed. VOSA. T. IX, págs. 9, 10, 11 y 12.
https://www.marxists.org/espanol/stalin/obras/oe15/Stalin%20-%20Obras%2009-15.pdf
[52] Informe del camarada N. S. Jruschov, Primer Secretario del Comité Central, al 20º Congreso del PCUS, pág. 45.
[53] Critique de Bettelheim. I. La révolution d’Octobre et les luttes de classes en URSS, Claude Varlet. Editorial NBE, 1978, págs. 243 a 248.
[54] Historia del Partido Comunista de la Unión Soviética, pág. 850.
[55] Programa del PCUS, pág. 551.
[56] Ibíd., pág. 580.
[57] Ibíd., pág. 574 y 576.
[58] Ibíd., pág. 577 y 578.
[59] El Manifiesto del Partido Comunista, Marx y Engels.
[60] Principios del Comunismo, Engels. https://webs.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe1/mrxoe103.htm
[61] Prólogo a la primera edición de El Capital. Crítica de la economía política, Marx. Ed. Fondo de Cultura Económica, pág. XIII. http://biblio3.url.edu.gt/Libros/CAPTOM1.pdf
[62] El Capital, Marx, pág. 9.
[63] El Capital, Marx, T. I, p. 37, 38, 40 y 41.
[64] Contribución al problema de la vivienda, Engels.
[65] El Estado y la revolución, Lenin, T. 33, p. 103 y 104.
[66] Sobre la democracia y el carácter socialista del Poder soviético, Lenin, T. 36, p. 497 y 498.
[67] Los problemas económicos del socialismo en la URSS, Stalin. Obras, tomo 15, págs. 75 a 109.
[68]
Esta parte forma parte de un trabajo de la AAHS titulado «Crítica de
los comunistas albaneses a la experiencia soviética» que se publicará
próximamente en la página web aahs-100revolucion.com.
[69] Informe al 23º Congreso del PCUS, 1966.
[70] Informe al 24º Congreso del PCUS, 1971.
[71] Informe al 25º Congreso del PCUS, 1976.
[72] Informe al 26º Congreso del PCUS, 1981.