Juan Manuel Olarieta
En “Civilización Socialista” se perfila un balance muy superficial y equivocado sobre el papel de Beria en la época que rodea la muerte de Stalin, cuya fuente inspiradora es la obra “Otra mirada sobre Stalin” escrita por el belga Ludo Martens. Dicho balance aporta muy pocos elementos de juicio para dar una opinión acerca del papel que Beria desempeñó dentro de los debates internos del PCUS y de la URSS en aquel momento. Además no considero que el criterio de Ludo Martens, en este y en otros aspectos, tenga un solvencia suficiente como para valorar su destitución y posterior ejecución. Más bien al contrario, creo que Martens defenfoca ésta y otras cuestiones cuya importancia para el movimiento comunista internacional es difícil ignorar, ya que conciernen al ascenso del revisionismo a la dirección del PCUS y, por consiguiente, a l destrucción y posterior desmantelamiento del socialismo en la URSS.
Para trazar un cuadro general es necesario aportar al debate los elementos claves de aquel momento, ninguno de los cuales aparecen en el artículo de “Civilización Socialista”, que se desliza hacia el idealismo por el camino fácil de las “ambiciones” y las “conspiraciones” tan famosas cuando se habla de la URSS. Pero dichas “conspiraciones” tendrán un motivo, que no puede ser otro que el desacuerdo con la línea que se estaba a punto de imponer dentro del PCUS y que, en realidad, fue la auténtica “conspiración”: la del “clan emergente” de Kruschev.
Lo primero que debe quedar claro, en consecuencia, es que previamente existía una batalla ideológica interna dentro del PCUS, que no existía el manoseado “monolitismo” de la época de Stalin, hasta tal punto que durante muchos años, hasta 1952, no se convocó un Congreso del partido, algo que la guerra mundial sólo justifica parcialmente. El partido bolchevique estuvo siempre muy lejos de la unidad, como no podía ser de otra forma, dados los siguiente factores:
- la juventud del movimiento comunista internacional y la falta de experiencias previas de construcción del socialismo
- la intensa lucha de clases desplegada desde el mismo momento de la revolución de 1917
- el cerco imperialista, que a partir de 1945 se teje con la amenaza de la bomba atómica
La estupidez del “culto a la personalidad” de Stalin después de la victoria de la URSS en la guerra, lo mismo que el amparo bajo la figura de Lenin en 1924, fueron los paraguas que disimulaban esa falta de unidad interna. Fueron los revisionistas como Kruschev los que pusieron a Stalin en un pedestal lo suficientemente alto como para que, muy pocos años después, su caída fuera más estrepitosa. Antes de 1956 todo lo malo fue culpa de Stalin, mientras que lo bueno se logró a pesar de él. Es la reencarnación del idealismo histórico, cuyo alcance explicativo es nulo.
Por lo tanto, si no podemos prestar ninguna solvencia al Informe Secreto de Kruschev en lo que a la figura de Stalin se refiere, ¿por qué se la hemos de prestar en lo que a Beria concierne?
Pero sucede que, además, inmediatamente después de la muerte de Stalin, la batalla interna dentro del PCUS estuvo planteada entre Beria y Kruschev, por lo que tampoco podemos tener a éste como fuente argumental en una polémica en la que había sido parte interesada.
Hay otro aspecto que conviene poner de manifiesto: es totalmente contrario a la experiencia del movimiento comunista internacional la supuesta afirmación de Molotov según la cual Beria estaba “a la derecha de Krushev”. Parece que estar “a la derecha” es siempre malo, cuando lo cierto es que eso depende de dónde estuviera entonces Kruschev. En los debates internos, las líneas políticas se condicionan unas a otras y se definen las unas por las otras, normalmente en planos simétricos, es decir, las posiciones derechistas con las izquierdistas. Sería verdaderamente sorprendente -aunque nada debemos descartar- que una línea oportunista de derechas estuviera enfrentada a otra más derechista todavía, como dice Molotov.
Una vez que queda clara la falta de unidad interna del PCUS queda conocer sobre qué aspectos basculaban las divergencias y, en efecto, la cuestión de la agricultura y la industria ligera es uno de ellos, calificando como “derechistas” propuestas, como las de Beria, favorables al desarrollo de ese tipo de sectores económicos, aparentemente en contradicción con la línea que se venía manteniendo desde el I Plan Quinquenal de desarrollo de la industria pesada y las infraestructuras. Si eso es cierto, también lo es que en 1956, después del XX Congreso, ese debate seguía pendiente, y es mucho más cierto aún que una de las cuestiones que llevaron a la caída de la “camarilla antipartido”, es decir, de Malenkov, Molotov y Kaganovich, fue precisamente que eran partidarios de lo mismo que Beria, frente a la postura de Kruschev en ese momento, que era favorable al desarrollo de la industria pesada. Por lo tanto, curiosamente, el revisionismo se abrió camino dentro del PCUS con el inmovilismo, con una aparente defensa a ultranza de la planificación económica que hasta ese momento había sido tradicional en la URSS.
Naturalmente, que eso hubiera sido un error, es decir, que en 1956 era erróneo lo que en 1930 era correcto. Por eso, Kruschev se apoderó de las riendas del PCUS con una política económica errónea cuyo fracaso le iba a servir de justificación de la batería de reformas económicas con la que se inició la destrucción del socialismo en la URSS. Si esta argumentación es correcta, las posiciones “derechistas” de Beria en 1953 también lo serían y dejarían claro que en la posguerra la política económica soviética debía cambiar y que había una amplia corriente interna dentro del PCUS favorable a ese cambio que, por lo demás, suponía una relajación de las fuertes tensiones económicas vividas en la URSS en la etapa anterior a la guerra y como consecuencia de ella. En 1953 la guerra seguía, pero se trataba “sólo” de una guerra fría.
Otro aspecto a tener en cuenta es la presencia en los ministerios económicos de la URSS de los viejos militantes mencheviques así como los seguidores de Bujarin, es decir, de los oportunistas de derechas, que no fueron suficientemente depurados en los procesos de Moscú, manteniendo sus cargos buena parte de ellos, como se demuestra por dos detalles importantes. El primero es que en 1952 Stalin tuvo que redactar su libro “Problemas de la construcción del socialismo”, una obra clave que surge como conclusión -provisional y genérica- de un debate interno dentro del PCUS. El segundo es que durante 30 años no se pudo alcanzar un acuerdo para acabar de redactar el “Manual de Economía Política”, cuya publicación se postergó hasta después del XX Congreso. Las posiciones derechistas (mencheviques, bujarinistas y luego kruschevistas) dentro de la dirección económica de la URSS consistieron en hacer de la NEP, que era una fase excepcional, en una política general. Esa posición hizo de la colectivización y la planificación socialista su caballo de batalla, imponiéndose a partir de 1956 al convertir la necesidad de un cambio en las prioridades económicas que era correcto, en una liquidación progresiva del socialismo.
No obstante, el capítulo económico sólo representaba una parte de lo que en la URSS debía cambiar a partir de 1945. Hay otras consideraciones que tienen que aparecer para adoptar un posicionamiento claro en la caída de Beria y en el rumbo posterior que el movimiento comunista internacional adoptó aquellos años. Con la victoria en la guerra, la URSS había dejado de ser el único país socialista, lo que debería haber contribuido a replantear de manera radical las relaciones del PCUS con los demás partidos comunistas del mundo. También aquí lo que había sido correcto a partir de 1919, cuando se fundó la III Internacional, no lo era en 1945, pero ni hubo un debate público acerca de aquella experiencia, ni se explicaron las causas de su disolución, ni el retardo de la misma, ni tampoco los motivos de la creación de la Kominform, ni por qué en dicha organización entraron unas organizaciones pero no otras. Es muy posible que, lo mismo que sucedió con la falta de convocatoria del Congreso del partido bolchevique, tampoco ese debate internacional trascendiera por la falta de acuerdo interno. Desde luego los revisionistas, tan amantes ellos de la democracia interna, fueron -una vez más- los máximos beneficiarios de esa situación, procediendo a disolver la Kominform en cuanto las cosas se les pusieron feas para sus intereses. Sin más explicaciones, con ese peculiar estilo suyo que luego imputan a los comunistas.
Para terminar, hay otro elemento en la caída de Beria que me parece necesario tomar en consideración porque, sin duda, fue decisivo: Beria era el responsable del programa nuclear soviético, por lo que, si tenemos en cuenta la amenaza imperialista, que había lanzado dos bombas nucleares contra la población civil de Japón, es más que evidente que existe alguna relación entre ambos acontecimientos. El debate sobre la guerra nuclear se extiende -dentro y fuera del PCUS- a lo largo de varias décadas y reaparece en la polémica chino-soviética de los años sesenta, en donde ambos partidos adoptan posturas muy divergentes sobre la guerra nuclear, el rearme y la lucha por la coexistencia pacífica. ¿Qué es lo que estaba discutiendo el movimiento comunista internacional a partir de 1945? A mi modo de ver, nada más y nada menos que la relación entre la revolución y la guerra, algo que, a pesar de su importancia, el marxismo-leninismo estaba lejos de haber aclarado. De hecho así continúa hoy mismo, cuando las cuestiones militares están muy lejos del horizonte de los comunistas de muchos países.
Para demostrarlo no hay más que recurrir a la polémica de Stalin con el coronel Ramzin en la posguerra acerca de Clausewitz. Aunque Stalin había dirigido de forma magistral las operaciones militares de la II Guerra Mundial, las conclusiones que obtuvo de aquellos acontecimientos fueron equivocadas, lo cual a vez indica que los principios militares dominantes en la etapa de la III Internacional también eran erróneos y, por consiguiente, que el coronel Ramzin tenía razón y Stalin estaba equivocado: los fundamentos del marxismo-leninismo en materia militar sí están en Clausewitz y correspondió a Mao el mérito de recordarlo, estableciendo un análisis correcto de las relaciones entre la revolución y la guerra con su concepto de “guerra popular prolongada”.
Por consiguiente, en la polémica chino-soviética de los años sesenta las posiciones correctas en el terreno militar fueron las defendidas por el Partido Comunista de China. La coexistencia pacífica fue y sigue siendo una consigna justa del movimiento comunista internacional, máxime en la era nuclear que padecemos. Pero los revisionistas soviéticos volvieron a aprovecharse de una política justa para hacer de ella algo distinto, una capitulación en toda regla ante el imperialismo, materializada en el Tratado de No Proliferación de 1963, un acto vergonzoso si los revisionistas hubiera tenido vergüenza alguna vez.
Con los elementos de juicio que he dejado planteados, los lectores de “Civilización Socialista” deben comprender que ésta es la auténtica situación del movimiento comunista internacional, no muy diferente hoy de la de 1956, es decir, en donde hay muchas preguntas y pocas respuestas. Que toda esta confusión interna la ha introducido el revisionismo, a pesar de su confesada afición por los debates, me parece evidente. La experiencia debe servir para tener en cuenta que la lucha contra el revisionismo está a la orden del día, hoy como entonces. Lo extraño es que si los revisionistas, y Kruschev en particular, cargaron contra Beria en 1953 cuando se aprestaban a asestar una puñalada por la espalda al movimiento comunista internacional, las víctimas de los revisionistas, y Beria en particular, no tuvieran ni siquiera una parte de razón en sus propuestas.
A continuación os dejamos una selección de textos de historiadores estadounidenses que hemos encontrado en el Foro de Acción Comunista (http://www.forocomunista.com) que también versan sobre la figura de Beria. Uno es un fragmento de "Stalin y la lucha por la reforma democrática", de Grover Furr (a vuestra disposición en nuestro blog en la sección de textos de interés), y el otro es de Pillip Panaggio, haciendo una severa crítica a la visión que ofrece Ludo Martens de Beria en su obra "Otra mirada sobre Stalin".
Lavrenti Beria
Grover Furr
Beria es el personaje más calumniado en la historia soviética. Por tanto, el reverso del juicio histórico sobre la carrera de Beria, juicio que empezó repentinamente tras el fin de la Unión Soviética, ha sido incluso más intenso que la reevaluación académica del papel de Stalin, que es el tema principal de estos artículos.
Los "cien días" de Beria (exactamente 112 días, desde la muerte de Stalin el 5 de Marzo de 1953 hasta su destitución el 26 de junio) fueron testigos del inicio de profundas reformas. Si la dirección soviética hubiera permitido que estas reformas se hubieran desarrollado totalmente la historia de la Unión Soviética, del Movimiento Comunista Internacional, de la Guerra Fría, y, en resumen, de la última mitad del Siglo XX, hubiera sido radicalmente diferente.
Las iniciativas de reforma de Beria incluían, como mínimo, las siguientes. Todas merecen ser destacadas, y algunas de ellas están teniendo ahora un especial estudio, incluso a pesar de que el Gobierno Ruso mantiene las fuentes primarias más importantes vetadas incluso a historiadores de confianza:
- La reunificación de Alemania como un estado no-socialista, neutral, paso que hubiera sido terriblemente popular entre los alemanes, y notablemente desagradable para los aliados de la OTAN, incluyendo a Estados Unidos.
- La normalización de relaciones con Yugoslavia, que prometía volver de su tácita alianza con Occidente hacia el Kominform.
- Una política sobre las nacionalidades que se oponía a la "rusificación" en las áreas recientemente anexadas del Oeste Ucraniano y los Estados Bálticos, junto al objetivo de recuperar, al menos, a algunos de los grupos nacionalistas en la emigración. Una política reformada de nacionalidades en otras áreas no rusas, incluyendo Georgia y Bielorrusia.
- Rehabilitaciones y compensaciones para aquellos injustamente condenados por los cuerpos jurídicos especiales (las "troikas" y las "Comisiones Especiales" del NKVD) durante los años 30 y 40. Bajo Beria este proceso se hubiera llevado a cabo de manera muy distinta de cómo se llevó a cabo bajo Jruschov, que rehabilitó a muchos que eran incuestionablemente culpables.
Algunas de las otras reformas de Beria fueron llevadas ampliamente a la práctica, incluyendo:
- Amnistía para un millón de prisioneros por crímenes contra el Estado.
- Poner término a la investigación del "Complot de Médicos", junto al reconocimiento de que las acusaciones habían sido injustas, y el castigo a los funcionarios del NKVD involucrados, incluyendo la destitución de Kruglov, antiguo director del NKVD, del Comité Central.
- Poner término a la autoridad de la "Comisión Especial" del NKVD para sentenciar a muerte o a largas penas de cárcel.
- En un movimiento no sólo contra el culto a Stalin, sino contra todo culto a todos los líderes en general, prohibir la exhibición de retratos de líderes en los grandes mítines festivos. Esto fue anulado por los líderes del Partido poco después de la destitución de Beria.
Las actividades de Beria en pro de una reforma democrática
Oficialmente, Beria fue arrestado por los otros miembros del Politburó más algunos generales el 26 de junio de 1953. Pero los detalles de esta supuesta detención son oscuros, y hay versiones contradictorias. En cualquier caso, durante el pleno del Comité Central de junio de 1953 dedicado a acusar a Beria de varios crímenes, Mikoyan declaraba:
“Cuando [Beria] hizo su presentación en la Plaza Roja sobre la tumba del camarada Stalin, le dije: “En tu discurso hay un párrafo en el que garantizas a cada ciudadano los derechos y libertades contemplados en la Constitución. Si en el discurso de un simple orador no hay frases vacías, en el discurso de un ministro político del interior, que es un programa de acción, deberás cumplirlo”. Él me respondió: “Y lo cumpliré’’.” (Beria 308-9, Mujin 178).
Beria había dicho algo que alarmó a Mikoyan. Aparentemente, era el hecho de que en ese crucial discurso en la Plaza Roja, y haciendo referencia a la Constitución, Beria omitió toda referencia al Partido Comunista, hablando sólo sobre el Gobierno Soviético. Beria habló en segundo lugar, después de Malenkov, una demostración pública de que ahora era la segunda persona en el rango del Estado Soviético. Sus palabras habían sido éstas:
“Los trabajadores, los campesinos koljosianos, la intelligentsia puede trabajar pacíficamente y en confianza, sabiendo que el Gobierno Soviético garantizará diligente e incansablemente sus derechos, tal y como figuran en la Constitución de Stalin… De ahora en adelante la política del Gobierno Soviético será la política leninista y estalinista de mantenimiento y refuerzo de la paz…” (Beria, Discurso)
Mujin sugiere posibles interpretaciones para este párrafo. La gente de la calle difícilmente entendería lo que Beria decía, pero para la nomenklatura del Partido esto era un buen navajazo. Beria pretendía llevar adelante el país sin Partido; por lo tanto, sin ellos. Prometía salvaguardar los derechos del pueblo, que no les concedía el Partido, sino... ¡una Constitución! (Mujin, 179).
En este mismo Pleno de junio de 1953 Jrushchov dijo:
“Recordemos como Rákosi [líder comunista húngaro] dijo “Me gustaría saber qué es lo que se decide en el Consejo de Ministros y qué es lo que se decide en el Comité Central, qué tipo de división debería existir…” Y Beria dijo tranquilamente: “¿Qué Comité Central? Que decida el Consejo de Ministros, y dejemos que el Comité Central se dedique a sus temas de cuadros y propaganda”.” (Beria 91).
Más tarde, en el mismo pleno Lazar Kaganóvich abundó sobre el punto de Jruschov:
“El Partido es para nosotros lo más elevado. No debe permitirse a nadie hablar como lo hizo este sinvergüenza [Beria]: “el Comité Central [para] cuadros y propaganda, no para dirigir políticamente, no para dirigir toda la vida, como nosotros los bolcheviques la entendemos”.” (Beria 138)
Estos hombres parece que creyeron que Beria proyectaba sacar al Partido de su función de dirigir directamente el país. Era muy parecido a aquello por lo que Stalin y los suyos habían luchado durante las discusiones del borrador constitucional en los años 1935 a 1937. Se puede distinguir en el borrador del Programa del Partido de 1947 y en la reestructuración del Partido Bolchevique por parte de Stalin en el 19º Congreso y el subsiguiente Pleno del Comité Central unos pocos meses antes.
El hijo de Beria, Sergo, afirma que su padre y Stalin estaban de acuerdo en la necesidad de sacar al Partido de la dirección directa de la sociedad soviética:
“Las relaciones de mi padre con el Partido fueron complejas… Nunca ocultó sus relaciones con el aparato del Partido. Por ejemplo, directamente dijo a Jruschov y a Malenkov que el aparato del Partido corrompía a la gente. Era apropiado para los primeros tiempos, cuando el Estado Soviético acababa de formarse. Pero mi padre les preguntaba: “¿Quién necesita hoy a estos controladores?”
Tenía la misma clase de conversaciones con los directores de industrias y factorías a quienes, naturalmente, no les interesaban en absoluto los inútiles del Comité Central.
Mi padre era igual de sincero con Stalin. Iósif Vissariónovich estaba de acuerdo en que el aparato del Partido se había liberado a sí mismo de responsabilidad en materias concretas y no hacía nada sino charlar. Un año antes de su muerte, cuando Stalin presentó el nuevo diseño del Presidium del Comité Central, dio un discurso cuyo punto principal giraba en torno a la necesidad de encontrar nuevas formas de dirigir el país, dado que los antiguos modos no eran los mejores. Tuvo lugar una seria discusión, en torno a la actividad del Partido.” (Sergo Beria Moy Otets Lavrentii Beria).
La planeada reestructuración de Beria de las relaciones entre el Estado y el Partido hubiera sido probablemente muy popular entre los comunistas de base, por no hablar de la mayoría de ciudadanos soviéticos no militantes. Pero era una grave amenaza para la nomenklatura.
Mujin lo explica de esta manera:
“Beria no renunció a meter en la cabeza de la gente la idea de que el país debiera ser dirigido, en el centro y en la periferia, por los soviets, tal y como la Constitución señalaba, y que el Partido debiera ser un órgano ideológico, que garantizara, a través de la propaganda, que con su ayuda, los diputados a los Soviets a todos los niveles serían comunistas. Beria propuso recuperar el espíritu de la Constitución en el pleno sentido del slogan “¡Todo el poder a los soviets!”. Mientras Beria hubiera operado exclusivamente en la esfera ideológica, hubiera sido desagradable para la nomenklatura, pero nada espantoso. Dado su poder, hubieran seleccionado delegados al Soviet Supremo, instruyéndoles a fin de que las ideas de Beria no se hubieran llevado a efecto. Pero si Beria no permitía a los Secretarios y al Comité Central las elecciones y la sesión del Soviet Supremo, ¿Qué tipo de decisiones podrían los diputados alcanzar?” (Ubiystvo 363-4).
Lógicamente, ésto enfrentaba a Beria con la mayoría de la nomenklatura del Partido. (Ubyistvo 380). Jruschov era el representante de los intereses de ese grupo, o, por lo menos, de su fracción más grande y activa. Y Jruschov tenía un concepto muy diferente de la “democracia”. El famoso director de cine Mijaíl Romm recordaba las palabras de Jruschov en un encuentro con intelectuales:
“Desde luego, todos nosotros os hemos escuchado, y hemos hablado con vosotros. Pero, ¿quién decidirá? En nuestro país decide el pueblo. Y, ¿qué es el pueblo? Es el Partido. Y, ¿quién es el Partido? Pues nosotros. Nosotros somos el Partido. Esto significa que nosotros decidiremos. Yo decidiré. ¿Comprendido?” (Alijanov).
Como Mujin indica:
“El Partido en tanto que organización de millones de comunistas, estaba acabado. El grupo de personas en la cumbre se convirtió en el Partido.” (Mujin. Ubiystvo 494)
Las muertes de Stalin y Beria… y otras muertes
Junto a las misteriosas circunstancias de la muerte de Beria hay que sumar el considerable número de pruebas de que o bien se dejó que Stalin muriera en el suelo de su dacha tras sufrir una trombosis, o tal vez, fue envenenado. No tenemos tiempo ni espacio para resumir aquí esta cuestión.
Sin embargo, no es necesario para nuestros propósitos. La amplia circulación y credibilidad entre rusos de toda orientación política demuestra que tanto la muerte de Stalin como la de Beria fueron muy beneficiosas para la nomenklatura. Las pruebas son que tanto Beria como Stalin querían una perestroika comunista, una "reestrucuración" del poder político, y no del económico. Nada que ver con la superexplotación capitalista y el despellejamiento que el país ha sufrido bajo el nombre de "perestroika" desde los últimos años 80. Esas pruebas son independientes de otras que puedan demostrar que fueron asesinados.
El resultado inmediato de los fracasos de Stalin y Beria en sus intentos democratizadores fue dejar a la URSS en manos de la dirección del Partido. No llegó ninguna democracia obrera a la Unión Soviética. Los principales líderes del Partido continuaron monopolizando puestos importantes del estado y de la economía, convirtiéndose en un estrato parasitario, explotador, con marcado parecido a sus semejantes de las economías capitalistas.
En su sentido literal, este estrato disfruta hoy del poder, Gorbachov, Yeltsin, Putin y el resto de dirigentes de Rusia y los estados post-soviéticos son todos los antiguos miembros de la dirección del Partido. Durante largo tiempo explotaron a la ciudadanía soviética en su papel de super privilegiados funcionarios. Después, bajo Gorbachov, controlaron el proceso de privatización de la propiedad colectiva que pertenecía a la clase obrera de la URSS, empobreciendo de paso no sólo a los trabajadores, sino a la amplia clase media. Se le ha considerado la mayor expropiación de la historia. La nomenklatura del Partido destruyó la Unión Soviética. (Bivens & Bernstein; O’Meara; Williamson).
Para esconder su papel en las ejecuciones masivas de los años 30, su éxito en hacer fracasar los intentos estalinistas de democratización, su rechazo para llevar a cabo las reformas de Stalin y de Beria, y en resumen, su rechazo a democratizar la Unión Soviética. Jruschov y los principales líderes del Partido culparon a Stalin de todo, mintiendo sobre la existencia de serias conspiraciones en la URSS en los años 30, y tapando sus papeles protagonistas en las ejecuciones que siguieron.
El "discurso secreto" de Jruschov en 1956 fue el mayor golpe al movimiento comunista mundial de la historia. Dio alas a los anticomunistas de todo el mundo, que decidieron que por una vez había un líder comunista en quien confiar. Los documentos publicados desde el fin de la Unión Soviética afirman que cada una de las acusaciones contra Stalin eran mentiras. Esa evidencia nos lleva, a su vez, a preguntarnos por los motivos reales que llevaron a Jruschov a atacar a Stalin de esa manera. Los investigadores han demostrado ya que las acusaciones “oficiales” contra Beria citadas por Jruschov y los suyos o bien son falsas, o no se basan en ninguna prueba. Los muros de mentiras que rodean estos sucesos nos obligan a preguntarnos: ¿Qué estaba sucediendo en realidad? El presente ensayo sugiere una respuesta.
Sobre Lavrenti Beria
Una Crítica a "Otra Visión de Stalin" de Ludo Martens
Philip E. Panaggio
Los paradigmas totalitarios pueden demonizar a una cultura entera (como en el caso de la Unión Soviética), y/o exculpar a las masas populares dentro de una cultura (como en el caso de los Nazis).
El presente artículo ('Sobre Lavrenti Beria') hace referencia al libro de Ludo Martens "Otra Visión de Stalin". Es una crítica de la valoración que Martens hace sobre Beria. El resto del libro de Martens se apoya en los hechos empíricos conocidos. ¡Sin embargo, en el análisis de Lavrenti Beria, Ludo Martens no cuenta con hechos sino tan sólo con teorías y/o rumores o chismes, que es el tipo de material con el que los Kremlinológos han creado el paradigma totalitario de toda la sociedad soviética! ¿Por qué en este caso creyó Martens en dicho paradigma, y en concreto por qué creyó a Jruschov?
Curiosamente, Martens da por buenas todas las cosas que se "sabían" en Occidente acerca del "poder" que Beria detentaba -y luego Martens afirma que, hasta 4 meses después de que Stalin muriese, Beria no intentó hacerse con todo el poder. La "razón" de esto, según una inferencia bastante ilógica, fue la arrogancia de Beria. ¡Absurdo! Lo anterior sólo tiene sentido si se acepta el paradigma totalitario de la sociedad soviética, que ha demostrado ser un paradigma falso. Una deducción más lógica sería que Beria nunca consideró que hubiese ningún poder que tomar, y que no existía ningún desacuerdo importante entre él y sus compañeros. Consideremos esto: Beria tenía bajo su mando tanto el NKGB como el NKVD. Con todos los rumores y sospechas sobre la muerte de Stalin, fácilmente Beria podía haber hecho detener y ejecutar a sus "rivales". ¡Por lo tanto, también hay que preguntarse si hubo algún rumor o sospecha inmediatamente después de la muerte de Stalin! Indudablemente, si hubiera existido alguna sospecha hubiera llegado al NKVD, y el NKVD habría actuado en consecuencia; al menos, hubiera arrestado a las personas que encontraron a Stalin tendido en el suelo de su habitación, antes de su muerte.
Ahora bien, ¿realmente Stalin fue encontrado tendido en el suelo? ¿O se trata de otro rumor a posteriori? ¿Y por qué no eliminó Beria a sus rivales, aun 4 meses después de la muerte de Stalin? Porque al parecer no eran sus rivales, al contrario de lo que sugieren los paradigmistas totalitarios.
No puedo estar de acuerdo con los argumentos de Martens en contra de Beria, ya que eran los enemigos los que consideraban a Beria un enemigo, los enemigos que de hecho eran capitalistas y no comunistas, y que así lo demostraron. En cambio, sólo existen teorías y calumnias contra Beria a este respecto, basadas principalmente en el deseo expreso de Beria de volver durante un tiempo a un sistema tipo NEP después de la Segunda Guerra Mundial --por los mismos motivos que tuvo Lenin después de la Guerra Civil--, y también debido al deseo de Beria de mantener una relación amistosa con Occidente --el cual, después de todo, había sido un aliado en la Segunda Guerra Mundial.
Al dar por verdadera la imagen oficial de Beria, Martens cae de lleno en el mismo paradigma totalitario que su libro entero intenta desmontar.
Beria hizo un buen trabajo para Stalin; de hecho, un trabajo excelente, magnífico. Lejos de querer asesinar a Stalin, Beria hizo todo lo que estaba en sus manos --en contra de las órdenes de Stalin-- para tratar de impedir que Stalin anduviese por las zonas de tierra minadas durante el tiempo en que Stalin insistió en permanecer en Moscú durante la guerra. Stalin fácilmente podría haber sido asesinado: era esto lo que Beria trataba de prevenir. ¡Beria también tuvo muchas ocasiones para asesinar a Stalin y escapar del castigo!
Martens cita a Thaddeus Wittlin como fuente de datos sobre Beria. Ahora bien, ¿sabe Martens en qué medida Wittlin ha inventado escenas enteras en su libro sobre Beria? Wittlin sacó sus historias sobre Beria directamente de libros pornográficos; sus detalles sobre las actividades de Beria son tan escabrosos y espeluznantes, además de totalmente infundados, que sorprende mucho toparse con ellos en mitad de su enorme libro. Según Wittlin, Beria era un violador pederasta y un psicópata asesino de niñas, que recorría las calles de Moscú en un coche de cristales tintados a la caza y captura de víctimas. Esta historia de terror sobre Beria, el "vampiro del Kremlin", llegaría a ser ampliamente aceptada por los paradigmistas totalitarios. Pero no es más que pura invención, gráfica y espeluznante, y también pornografía pura. ¡Fantasía! Si Martens va a creer lo que Wittlin dice sobre Beria, ¿por qué no va a creer también lo que Robert Conquest dice sobre Stalin? [Ver Amy Knight, para una biografía objetiva de Beria escrita por un capitalista].
Los datos que Martens maneja sobre Abakumov y Beria no son correctos en este caso. Desde la creación de dos grupos, el MGB y el MVD, siendo el MVD el antiguo NKVD, hubo hostilidad entre ambos grupos. Ignatiev y Ryumen eran los hombres de Jruschev. Es posible, como Martens y todos los demás parecen creer, que Beria fuese "la única persona" capaz de eliminar a la guardia personal de Stalin poco antes de la muerte de éste, pero otros podrían haberlo hecho también. También es posible que Stalin dejara de confiar en su guardia personal y que ordenara su sustitución; ello estaría de acuerdo con la escuela de pensamiento de las "órdenes desde arriba". Pero en este caso se trataba de los guardias personales de Stalin, y éste estaba en su pleno derecho si los sustituía por otros. ¡Es imposible creer que Stalin no supiera que sus guardias de seguridad eran nuevos! ¡Stalin estaba bien de la vista!
El paradigma totalitario presenta una imagen dualista de Stalin: o bien es un genio diabólico, o bien es un idiota con muy pocas luces. Las personas que escriben con un fuerte deseo (emoción) de defender a Stalin y de desmontar el paradigma totalitario, a menudo caen de nuevo en el paradigma cuando intentan presentar a Stalin como un Santo y un Genio, o como una Víctima Engañada carente de toda culpabilidad. ¡Y éste es el tipo de personas que no quieren caer en un nuevo "culto a la personalidad" de Stalin! Pues eso es exactamente lo que consiguen con dicha actitud.
Pienso que nunca podremos saber qué ocurrió realmente al final, en la hora de la muerte de Stalin. Es posible que las personas más cercanas a Stalin pensaran que éste dormía cuando yacía enfermo o inconsciente. (Yo estaba en estado de coma, o inconsciente al menos, incapaz de ser despertado tras varias tentativas, y mi amigo más querido, alguien más cercano a mí de lo que nadie estaba de Stalin, pensó que yo 'dormía' y no quiso molestarme': ¡y esto fue un día después de que yo fuera arrollado por un coche que iba a 30 millas por hora, mientras esperaba ante un semáforo, helado de frío! ¡Mi amigo pensó que yo dormía! Trató de despertarme sólo unas veces y luego me dejó seguir "durmiendo". - Luego entonces es posible. Bueno, yo no estaba en el suelo. Estaba en mi propia cama.) Ahora bien, una vez más debemos preguntarnos: ¿realmente Stalin fue encontrado tendido en el suelo? ¿O, como se dijo antes, no será otro rumor a posteriori, diseñado para hacer que una muerte natural pareciera sospechosa? ¿Parecía Stalin tan enfermo como nos dicen? ¿O simplemente parecía dormido?
Pero he aquí el rompecabezas que ningún experto parece poder ver con claridad: que, de hecho, ninguno quiere ver. ¡¡La imagen presentada por todas las fuentes, tanto a favor como en contra, muestra a los empleados más cercanos, veteranos y de más confianza de Stalin, con miedo a entrar en su habitación!! ¿¿POR QUÉ?? El relato de Rybin ("Al lado de Stalin") no es mejor, en la medida en que considera a Stalin como a San José, a la vez que es incapaz de entender que sus inferencias conducen a pensar que el personal de Stalin estaba tan aterrorizado que ni siquiera se atrevían a llamar a la puerta de Stalin cuando tenían que hacerlo. ¿Esperaron durante horas, aunque todos pensaron que algo iba mal cuando Stalin no salió de su habitación a la hora acostumbrada? ¿O es que retrospectivamente "se acordaron" de haber pensado que algo iba mal después de que realmente supieran que algo iba mal, y después de que ellos mismos se convirtieran en sospechosos?
¿Por qué no llamaron los criados, y por qué no entraron en el cuarto de Stalin? Nadie ha parecido tener en cuenta estos datos iniciales durante el día fatal. Mucho antes de que Beria se presentara en la dacha y viera a Stalin durmiendo en un sofá (algo muy habitual en Stalin), ¿por qué no llamaron al médico? ¡Supuestamente, los criados lo encontraron en el suelo! ¡Pero más tarde Beria no vio a Stalin tendido en el suelo, sino que lo vio sobre un sofá, y además parecía dormido! ¡Lo anterior, en cualquier investigación realizada en los EEUU, aun en el municipio más provinciano, incriminaría a las personas que se encontraban en el lugar de los hechos mucho antes de que Beria o los demás fueran llamados, si hubiera existido alguna sospecha!
No me gusta --y por lo tanto soy muy crítico al respecto-- la tendencia de la gente a descalificar a sus propios jefes de policía electos (aunque descalifiquen a J. E. Hoover por "hacer un buen trabajo" contra los comunistas -¡él fue nombrado para hacer eso! ¿De qué lo culpan?¡) El desplazamiento de la culpa, la tendencia a crear chivos expiatorios, y la mentalidad de que "quien lo nombró no es el responsable", es la misma vieja exculpación característica del culto a la personalidad que autores como Martens afirman que no existe! Que las personas allí presentes, que conocían a la perfección los hábitos de Stalin, no entrasen en su habitación cuando pensaban que algo "iba mal", resulta sumamente sospechoso. ¡Stalin no era conocido por ser rudo o déspota con sus empleados y con la gente en general, sino todo lo contrario! (De hecho, agradecía mucho las visitas de amigos y familiares, como dan fe muchos informes, y como escribió su hija Svetlana). Supuestamente, ¿los criados no podían llamar a su puerta? ¿POR QUÉ NO?
Si hay algo que huele mal en el asunto de la muerte de Stalin, dudo que la respuesta se encuentre centrándose en "los sospechosos obvios" y utilizando las teorías que los convierten en "sospechosos obvios" a posteriori, sobre todo empleando el mismo anticuado paradigma totalitario. A este respecto, todos parecen tener una agenda política para inventarse a los sospechosos, cuando de hecho los verdaderos sospechosos están justo allí, estuvieron allí todo el tiempo, y se olvidaron de hacer una maldita cosa, como era llamar a un médico cuando encontraron a Stalin tendido en el suelo. En cualquier tribunal de justicia de los EEUU, los criados o las personas presentes en aquel momento habrían sido acusados, al menos, de una negligencia grave o de una "indiferencia criminal" ante la muerte de Stalin. (Según la ley estadounidense, si encuentro a una persona con la que vivo tendida en una cama, y esa persona aparentemente no respira y yo soy incapaz de despertarla, entonces, si tengo una sospecha razonable de que la persona necesita asistencia médica y no hago nada, puedo ser acusado de homicidio).
Leyendo la obra de Martens, y aquí pienso que Martens también se equivoca por completo, parece como si nadie hubiese muerto nunca en la URSS excepto por alguna intriga política. ¡En la URSS también existía la muerte natural! ¡Injuriar a Beria de la manera en que lo hace Martens, después de tantos años de servicio leal, no es diferente de lo que Trotsky dijo contra Stalin, extendiendo el rumor de que Stalin había envenenado a Lenin! Pienso que el análisis de Beria desentona completamente del resto del libro de Martens; no se trata de un análisis político, sino de una teoría sin fundamento y casi de una difamación. También es muy posible que Stalin hubiera fallecido independientemente de lo que se hubiera hecho por él. ¡Después de todo, la hemorragia cerebral no es un resfriado común!
En cuanto a las personas que llegaron a los EEUU procedentes de la Unión Soviética, ¿qué podemos esperar que dijeran? ¿Que la URSS era una maravilla? Todo lo que conseguimos leer al respecto son cosas escritas por enemigos o por espías desertores (algunos de los cuales eran agentes dobles, para empezar). El hecho es que Jruschov impuso un régimen autoritario, y que las cosas empeoraron mucho para la economía y el bienestar del pueblo después de que Jruschov llegara al poder. En cambio, muchas personas (que no escriben libros sobre esto) a las que conocí personalmente y que vivieron/trabajaron en los años 1930 en la URSS de Stalin, y que luego acabaron viviendo/trabajando en los EEUU durante los años 1950, decían que en todos los aspectos se sentían exactamente igual en la URSS de Stalin que en los EEUU, salvando algunas diferencias menores acerca de cómo se despachaban los asuntos económicos.
El modelo totalitario sobre la era soviética de Stalin es notablemente insidioso y muy difícil de superar. Incluso los "revisionistas" lo usan, ambos bandos lo usan y ni siquiera se dan cuenta de que lo emplean: por ejemplo, cuando afirman que los criados estaban demasiado asustados para llamar a la puerta de Stalin, aunque Stalin fuera un tipo muy amable y correcto con sus empleados; o cuando sostienen que Beria deseaba obviamente dominar el país, pero no lo hizo --cuando estaba en la cumbre de su poder-- por alguna razón inexplicada y misteriosa. Todo esto forma aún parte del paradigma totalitario.