Dijo Marx que el capital, como forma de
acrecentar incesantemente su valor, de ser ello posible, esta
“condenado” a expandirse para no fracasar en su empeño. Crecer o morir,
ese es su dilema. Y el “arte” de un capitalista, es encontrar en donde
sea y a como sea, un espacio en el cual él pueda incrementar su
patrimonio. Consideraciones ética y morales son siempre adecuadas a ese
objetivo toda vez que la verdadera significación de esos principios
establecidos por los hombres para su convivencia, siempre se ajustan al
objetivo supremo que rige en el capitalismo.
Es en ese contexto, o mejor dicho, es a
partir de la naturaleza del capital que hay que pensar cómo se puede
luchar en contra del capital en el transcurso de un proceso
revolucionario, cuando debido a que así y todo, su expresión concreta,
las empresas bajo las cuales se manifiesta, son socialmente necesarias a
los efectos de satisfacer las necesidades de bienes y servicios de una
población.
Es una actividad deportiva de origen
japonesa, el yudo, la que mejor expresa la dialéctica de la lucha de dos
contrarios por imponerse sobre el rival. Consiste en utilizar la propia
fuerza del contrario para neutralizarlo y vencerlo. Concretamente y
aplicando ese principio de lucha a una coyuntura revolucionaria,
consiste en utilizar el capital para luchar en contra del capital.
Si bien todo capitalista debe ante todo
saber medir el riesgo en que incurre cuando decide invertirlo en una
actividad concreta, no todos ellos evalúan el riesgo, siempre implícito,
de la misma manera, particularmente cuando los beneficios posibles son
atractivos, tanto por su probable magnitud como por su seguridad.
Digamos entonces que las principales motivaciones son la seguridad de
una posible ganancia, el nivel de esa ganancia y la seguridad de no
perder el capital invertido por una estatización forzada y sin
compensación.
Apliquemos estos criterios a los
capitalistas en general, diferenciando a los ya instalados en Venezuela,
de los extranjeros que no tienen aún inversiones en el país.
La situación que caracteriza a los
primeros es que, aun limitados en su actividad por la disponibilidad de
importaciones necesarias debido al derrumbe del precio de los
hidrocarburos venezolanos, están vendiendo todo lo que producen y casi
seguramente ganando más dinero que nunca antes, los que se dedican a
bienes y servicios de amplia demanda popular. No obstante, y por encima
de su posición política contraria al Gobierno Bolivariano, no invierten
sus ganancias en ampliaciones productivas bajo una política
gubernamental que persigue el fantasma del socialismo como objetivo
estratégico y cuya expresión concreta de ese objetivo es la cercana
Cuba. Simplemente convierten los bolívares en dólares en el mercado
paralelo para trasladarlos al extranjero.
Ese es el sentido concreto y general de
la acumulación capitalista hoy por hoy en Venezuela. El capital
nacionalizado ya no cumple una de sus funciones fundamentales: la
acumulación de capital productivo. Si esa es la situación, entonces de
lo que se trata es de configurar un conjunto de condiciones que atraigan
capital para ser invertido en las actividades productivas deficitarias.
¿Cuál es el contexto general en el cual se sitúa la problemática de la acumulación de capital productivo en Venezuela?
Si algo caracteriza al proceso
revolucionario venezolano es que la sentencia de Marx sobre la finalidad
de una revolución social en el plano económico, la incapacidad del
sistema económico capitalista para conjugar la capacidad productiva con
la satisfacción de las necesidades de todos los que integran una
sociedad, que teóricamente se resuelve mediante la expropiación de los
capitalistas y la apropiación de los medios de producción por los
trabajadores a los efectos de que produzcan para ellos mismos, ha sido
el poder cumplir ese propósito sin necesidad de expropiar a los
capitalistas gracias al control por parte de la fuerzas políticas
revolucionarias de la renta petrolera del país, que ha permitido una
enorme reasignación de los recursos económicos del país a favor de los
sectores más desfavorecidos de la población venezolana.
A partir de esta realidad, propia de
Venezuela, el proceso revolucionario de reasignación de recursos se
llevó a cabo sin necesidad de “expropiar a los expropiadores” ni de que
haya que hacerlo en el futuro mediato. Reasignación de los recursos
económicos de la sociedad venezolana en favor de los sectores más
desfavorecidos y coexistencia con una economía 70% privada que todo
tiene que ganar con los aumentos de la demanda de la población, es un
hecho que ya ha sido demostrado por 17 años de Revolución Bolivariana.
Lo que sucede es que esta solución
revolucionaria propia de Venezuela no opera con la misma eficiencia con
los hidrocarburos a USD 100 el barril ¡que cuando su precio es de 20! En
esas condiciones las contradicciones se agudizan, el nivel de la
actividad económica se contrae, aparece la escasez y la inflación, se
debilitan aparentemente las fuerzas revolucionarias, la oposición
política pasa a dominar la Asamblea Popular y su objetivo es agrupar a
fuerzas económicas, mediáticas y políticas, para acabar con el proceso
revolucionario. Pero esta situación coyuntural no altera el carácter
particular del proceso revolucionario venezolano.
Hagamos un alto en este análisis más bien teórico económico, para
examinar la coyuntura política venezolana, recordando lo que preconizaba
Lenin, que en una revolución lo fundamental es tener el poder político en esa sociedad.
Los agoreros pronostican el
descalabro del proceso revolucionario venezolano comparando sus
aparentes semejanzas con el que vivió Chile cuando gobernaba Allende.
Pero realmente, en nada se parece la Venezuela de hoy al Chile de 1973.
Aparentemente las situaciones son
semejantes. En ambos casos el Poder Ejecutivo tiene en contra al Poder
Legislativo y el Poder Judicial debe limitarse en sus acciones a lo que
expresa la Constitución vigente, favorable en Chile en aquella época
para maniatar al Poder Ejecutivo, pero no en Venezuela gracias a la
visión de Chávez que logro una nueva Constitución. En ese contexto
institucional las dos grandes fuerzas políticas en pugna hoy en
Venezuela son, por una parte, el chavismo con el Poder Ejecutivo y algo
más de la mayoría de los electores y por la otra, el resto, conformando
la oposición dominando numéricamente en la Asamblea nacional.
Fruto de una persistente política de
redistribuir el ingreso nacional a favor de los más necesitados a la par
que la indiferencia del sector económico privado ante los aumentos de
lo demandado por el pueblo, a la escasez relativa de productos de
primera necesidad se agrega una inflación galopante. Coyuntura
económica-política que recuerda por su parecido a la que se confronto en
Chile durante el Gobierno de Salvador Allende. Pero a pesar de su
parecido, la realidad subyacente es totalmente diferente.
Ante todo, está la nueva Constitución
que Chávez logro que se aprobara mayoritariamente al inicio de su
gobierno y que protege los cambios establecidos por el chavismo de
eventuales propuestas legislativas de la Asamblea Nacional para
derogarlos. Ante cada intento, el Poder Judicial lo rechaza por
anticonstitucional.! Que frustrante para la oposición. ¡No tienen poder!
En segundo lugar, y no por su
importancia, el comportamiento político de las fuerzas armadas
venezolanas que, a diferencia de las chilenas, provienen de sectores
humildes de la población y no de quienes buscan por esa vía integrarse
en la medida de lo posible a las clases tradicionalmente dominantes, lo
que conlleva su disposición a que siempre se cumplan sus expectativas
políticas y económicas. En este caso, las Fuerzas Armadas Bolivarianas,
reorganizadas e ideologizadas por Chávez, se identifican ideológicamente
con el Poder Ejecutivo y hasta lo integran ocupando cargos
ministeriales y ejecutivos.
En estas condiciones descritas, la
presencia política de una mayoría popular no puede ser ignorada o
reprimida hasta su desarticulación como sucedió en Chile en 1973, con lo
cual constituye otro elemento fundamental del perímetro defensivo del
proceso revolucionario bolivariano, ralentizado y quizás hasta detenido
circunstancialmente por el derrumbe del precio de sus exportaciones de
hidrocarburos, aun la variable fundamental de su actividad económica.
El proceso revolucionario bolivariano
está en una situación de defensa estratégica, es decir, detenido, pero
conservando las posiciones logradas, y madurando y depurándose
internamente en esta etapa de “vacas flacas”.
No obstante, la cesta petrolera
venezolana esta ya rondando los USD 40 el barril, ¡precisamente en valor
sobre cuya base se calculó el presupuesto estatal en el 2010! Y en los
años anteriores el precio fue más bajo, lo cual no impidió la política
económica revolucionaria de Chávez en esos tiempos.
Está claro que la inflación galopante
que padece el país está en buena medida motivada por la falta de
inversiones del sector privado para satisfacer las mayores demandas, que
traslada sus ganancias al exterior por la vía de la compra de dólares
en el mercado paralelo.
Ante esa política empresarial hay que contraproponerle otra.
En Venezuela, como ya hemos visto, no
rigen literalmente las palabras de Marx al finalizar su explicación del
nacimiento, desarrollo y tendencias del capitalino, Ҭ El monopolio
del capital se convierte en grillete del régimen de producción que ha
crecido con él y bajo él. La centralización de los medios de producción y
la socialización del trabajo llegan a un punto en que se hacen
incompatibles con su envoltura capitalista. Esta salta hecha añicos. Ha
sonado la hora final de la propiedad privada capitalista. Los
expropiadores son expropiados. ¨ (Ver pag.699 de ¨El Capital¨, Primer
Tomo, Editora Nacional de Cuba.
Siempre he pensado que
dialogar con el MUD es perder el tiempo cuando con quien hay que
sentarse “a hablar de negocios” es con FEDECAMARA que es donde radica de
verdad el poder económico y político de la derecha venezolana. Que
ello sea posible no lo es más que Cuba y los Estados Unidos se hayan
puesto de acuerdo para convivir pacíficamente, sin esconder por parte de
los segundos y con total comprensión por los primeros, de que el
objetivo final de la política norteamericana hacia Cuba es acabar con su
revolución socialista. En el caso venezolano el mensaje es claro:
señores capitalistas, los necesitamos y no van a ser expropiados. ¿Qué
pasara en el futuro? En buena medida, dependerá de vuestro
comportamiento. ¿Para qué expropiar una actividad que cumple
satisfactoriamente una función social? Aquí no se acaba la historia.
Puede ser que el futuro les brinde nuevas oportunidades: hemos convenido
coexistir solamente, no el fin de la “guerra”.
El tema a presentar ante los
capitalistas que han invertido en Venezuela es una invitación a
cualquier empresario nacional o extranjero a invertir precisamente en
las áreas deficitarias y con las más atrayentes condiciones tributarias,
cambiarias y sobre todo comerciales, concretamente en este aspecto la
compra asegurada de toda futura producción por parte de las
instituciones gubernamentales encargadas de abastecer a la población. Si
de la sacrosanta ecuación que dice que Ventas menos Costos es igual a
Ganancia, tengo asegurada las ventas, es casi equivalente a decir que
también tengo asegurada mi ganancia.
Para eventuales inversionistas
extranjeros, en adición a lo dicho, trataría de inventar una especie de
“seguro a la inversión extranjera” basado en concesiones para la
explotación petrolera en Venezuela, circunscrita como “un seguro” a una
eventual expropiación por el Estado. Un neutralizador del “riesgo país
Venezuela”.
Política e institucionalmente el proceso
revolucionario bolivariano esta “blindado”. De lo que se trata es de
renovarse y de retomar la ofensiva recordando a Danton que clamaba por
“Audacia, audacia y más audacia”. Y me atrevo a agregar también,
imaginación.
Fuente:
Barómetro Internacional
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