Por
Alexandre García
“El
ajedrez aporta la prueba indiscutible de la superioridad de la
cultura socialista sobre la cultura decadente de las sociedades
capitalistas.”
(Alexander
Kótov, obrero y ajedrecista)
De
muchos es conocida la hegemonía cuasi absoluta que tuvo la URSS en
el ajedrez mundial durante la segunda mitad del siglo XX. De las 19
ediciones del Campeonato Mundial de Ajedrez celebradas entre 1948
hasta la disolución de la URSS, sólo hubo una ocasión en la cual
el título mundial fue conseguido por un no-soviético (concretamente
en 1972 por el estadounidense Bobby Fischer, quien de hecho había
aprendido ruso para poder leer los manuales soviéticos de teoría).
Todos los demás campeonatos fueron ganados por jugadores soviéticos.
Algo parecido se puede decir de las Olimpiadas de Ajedrez por países,
en las que la URSS mantuvo una hegemonía prácticamente
ininterrumpida a partir de 1952 (exceptuando las Olimpiadas de Tel
Aviv 1964, que la URSS boicoteó, y las de Buenos Aires 1978 en las
que la República Popular de Hungría dio la gran sorpresa).
Esto
en cuanto al ajedrez masculino. En el ajedrez femenino1,
la dominación fue aún más abrumadora. La URSS venció en
prácticamente todas las ediciones del Campeonato Mundial Femenino de
Ajedrez para mujeres celebradas entre 1950 y 1988 (siendo el
campeonato de 1991 ganado por la china Xie Jun), y ello si no
contamos con que la jugadora de nacionalidad anglo-checoslovaca Vera
Menchik ya lo había ganado en 1927 representando a la URSS. Y en los
que respecta a las Olimpiadas de Ajedrez femeninas ocurre lo mismo:
la URSS se proclamó ganadora de manera continuada desde su primera
edición en 1957 hasta 1986 (las ediciones de 1988 y 1990 siendo
ganadas, también, por la República Popular de Hungría).
Pero
de lo que se es menos consciente es que aquellos logros tremendos
llevan indudablemente el sello de la Gran Revolución de Octubre.
Gracias al impulso de la Revolución, la URSS consiguió ser un país
donde el ajedrez alcanzó el rango de deporte nacional, de donde
salió una cantidad innumerable de Grandes Maestros, y que contribuyó
enormemente al ajedrez en el plano teórico, cosa reconocida hoy sin
falta por jugadores, especialistas y docentes de todas las opiniones
políticas.
Y
es que la popularidad que tuvo este juego en la URSS, y el importante
lugar que ocupó en la formación intelectual de la sociedad, fueron
posibles gracias a un meticuloso trabajo por parte del gobierno
soviético a partir de 1917, mediante una política de captación y
entrenamiento de talentos infantiles ya desde la escuela, y gracias
al cuidado con el que se trataba a los jugadores para que pudiesen
desarrollarse hasta niveles profesionales. Tras el triunfo de la
Revolución y en la Guerra Civil Rusa (1918-1921), Lenin, que decía
que el ajedrez era “la
gimnasia de la mente”,
así como el conjunto del Partido Comunista (bolchevique), tomaron
medidas resueltas para conseguir darle un prestigio intelectual a la
nueva Rusia. Los soviéticos quisieron dar un golpe en la mesa, en un
afán de demostrar que, en un deporte intelectual, podían ser los
mejores.
Antecedentes
Hay
que subrayar que previamente a la Revolución, ya existía un cierto
de cultivo. El ajedrez se practicaba con cierta dedicación en el
Imperio Ruso desde el siglo XVIII, pero estaba reservado para las
élites aristocráticas y burguesas: de los 70 millones de personas
que habitaban el Imperio, apenas un par de miles practicaban el
ajedrez con asiduidad, y solo unos cientos frecuentaban clubes y
torneos. La escasez de medios era tal que las personas que poseían
algún libro sobre ajedrez no pasaban de las 150.
A
pesar de ello, surgió alrededor de una veintena de jugadores que
jugaban a un nivel magistral, como Petrov, Shumov, Schiffers, o el
más importante de ellos, Mijaíl Chigorin (1850-1908), considerado
como el padre de la llamada “escuela rusa de ajedrez”. Pese a no
hacerse nunca con el título de campeón del mundo oficial, Chigorin
estuvo en la élite mundial entre 1883 y 1898, compitiendo con
jugadores de la talla de Wilhelm Steinitz o Emmanuel Lasker, y
llegando incluso a disputar el match por el título mundial en La
Habana en 1892 contra el mismo Steinitz.
Chigorin
fue un jugador creativo, algo irregular en las competiciones, pero
que hizo grandes contribuciones a la teoría ajedrecística.
Partidario del juego abierto y de la belleza para alcanzar la
victoria, fue de los pocos que se atrevieron a refutar algunas de las
ideas posicionales de Steinitz que predominaban en la época2.
Chigorin defendía que lo fundamental era un rápido desarrollo de
las piezas para atacar rápidamente el enroque del rival, y no tanto
el ir acumulando pequeñas ventajas. (lo que hoy se llamaría un
jugador de ataque). Respondía a las aperturas cerradas defendidas
por Steinitz con defensas que no estaban en la teoría, pero que
degeneraban en partidas cuyas posiciones se volvían muy abiertas. De
esas innovaciones nació, por ejemplo, la llamada “Defensa
Chigorin” contra el Gambito de Dama. Si bien esta última no ha
alcanzado nunca una gran popularidad, lo cierto es que las ideas de
Chigorin supusieron un gran avance en la teoría de aperturas, y sus
ideas sirvieron de base sobre la que después se desarrollaría la
escuela soviética.
Chigorin
desempeñó un importante papel para que el ajedrez adquiera
popularidad en Rusia, organizando los primeros torneos exclusivamente
para jugadores rusos. Con las ganancias, impulsó varias revistas de
ajedrez, como “El
heraldo de ajedrez”
y “La
hoja de ajedrez”,
que sacaban unos pocos cientos de ejemplares y apenas se sostenían
económicamente. En ellas colaboraban con asiduidad grandes maestros
rusos, gracias al tiempo libre que les dejaba la falta de torneos.
Gracias
a los esfuerzos de Chigorin y otros colaboradores, a principios del
siglo XX ya eran unos 500 en Rusia los aficionados a la práctica
organizada del ajedrez. De ellos, medio centenar ya era capaz de
competir con los Grandes Maestros de Europa. Pero el nivel de los
jugadores rusos aún estaba lejos de alcanzar al de los jugadores
alemanes o austriacos.
La
misma URSS reconocería más tarde la contribución de Chigorin al
ajedrez soviético, cuando en 1958 emitió un sello conmemorando a
este jugador.
Chigorin
influyó de manera especial en otro jugador, Alexander Alekhine,
campeón del mundo en 1927, 1929, 1934 y 1937, y que antes de la I
Guerra Mundial, ya cosechaba éxitos en torneos de ajedrez, siéndole
entregado el título de Gran Maestro por el mismísimo Zar.
Es
difícil relacionar directamente a Alekhine con la URSS, puesto que
en el momento de ganar sus cuatro títulos mundiales había adquirido
la nacionalidad francesa, y además no era precisamente un
bolchevique (su padre era terrateniente y su madre era hija de un
empresario). De hecho, con la Revolución de Octubre su familia fue
despojada de sus bienes, por lo que emigró a Francia, adoptando la
nacionalidad francesa en 1925. No obstante, su carrera coincide
parcialmente con la aparición de la URSS, y de hecho, se encontraba
en Moscú durante la Revolución.
Exponente
de la llamada escuela hipermoderna3
de ajedrez, el juego de Alekhine encerraba una gran riqueza de ideas
y una desbordante fantasía. Según Gary Kaspárov fue “probablemente
el primer profesional de ajedrez”.
Era un jugador muy serio, con una gran capacidad de trabajo, y
excelente en muchas facetas del juego. Era un virtuoso del ajedrez de
ataque, cosa que aunaba con una técnica exquisita para los finales
(hasta el punto de que fue capaz de vencer al gran experto en finales
José Raúl Capablanca en el Campeonato Mundial de 1927) y un
profundo sentido estratégico. Pese a ser un personaje polémico y
políticamente reprobable4,
la escuela soviética siempre consideró que había un hilo rojo
entre el ajedrez dinámico de Chigorin y Alekhine y el gusto por el
juego de ataque de jugadores soviéticos como David Bronstein o
Mijaíl Tal.
El
impulso de la Revolución de Octubre
Como
hemos apuntado antes, a principios del siglo XX, el ajedrez estaba
reservado para unas élites restringidas. Esta situación empezó a
cambiar radicalmente a partir de la Revolución de Octubre. Siguiendo
las directrices de Lenin, los bolcheviques orientaron el juego hacia
toda la población, promoviéndolo en la educación primaria, donde
pasó a ser una asignatura complementaria. Veían en la práctica del
ajedrez un medio para conducir el ideario, la conducta y la
disciplina comunista, pues los valores de este juego –paciencia,
disciplina, capacidad intelectual y trabajo colectivo, pues el
ajedrez es un juego de equipo, en el que cada pieza debe coordinarse
con las demás– se ajustaban al sistema de valores que se deseaba
defender en la nueva sociedad socialista. Según Nikolai Krylenko,
Comisario del Pueblo para Asuntos Militares, el ajedrez era “una
expresión de los modos marxistas de pensamiento”.
Además,
las condiciones económicas de la nueva Rusia empujaban a ello. Tras
siete años de guerra con Alemania y guerra civil, la pobreza y la
devastación de la economía eran abrumadoras. Los dirigentes
bolcheviques vieron en el ajedrez un medio barato de prestigiar a la
URSS, pues no requería de grandes inversiones. Para impulsar este
juego, no hacen falta pistas de atletismo, ni gimnasios ni estadios
de futbol, sólo un tablero de madera, unas piezas y un reloj.
Anatoli
Kárpov describió aquella época con estas palabras: “[el
ajedrez] era
parte de la vida de la alta sociedad rusa y también lo jugaban
algunos grandes escritores y científicos en la época imperial. Tras
la Revolución, el nuevo poder decidió que Rusia era un país con
mal nivel educativo, porque después de la Revolución muchos
intelectuales dejaron el país. Eso provocó que hubiera que
construir una nueva, por así decirlo, inteligencia o población bien
formada. Pensaron que una de las formas más sencillas e inteligentes
para hacerlo era a través del ajedrez… El nuevo poder decidió
utilizar el ajedrez para educar a la gente y tuvo éxito.”
La
gran tarea de divulgar el ajedrez recayó primero sobre Alexander
Ilín-Zhenevski,que se hacía llamar así en
recuerdo a su exilio en Ginebra suiza en la época de la lucha en
clandestinidad de los bolcheviques.
Comisario
de la Organización General de Reservistas de Moscú. Gran aficionado
al ajedrez, introdujo su práctica en el Ejército Rojo. Estaba
convencido de que el ajedrez podía jugar un papel importante en el
plano político y que debía estar subordinado a la lucha ideológica.
Los
primeros progresos tardaron poco en llegar. Antes de la guerra civil
(1918-1921), los sindicatos ya organizaban un pequeño torneo en la
República Soviética de Transcaucasia. Después, en plena guerra
civil, Ilín-Zhenevski organizó la primera Olimpiada de Ajedrez de
la República Socialista Federativa Soviética de Rusia en
octubre de 1920. Aquel torneo supuso el aldabonazo inicial para la
organización de otros muchos otros en Moscú y Leningrado, como el
torneo Internacional de Moscú de 1925 en el que Ilín-Zhenevski se
convirtió en el primer soviético en derrotar al campeón mundial
José Raúl Capablanca.
En
1924 se fundó la Sección de Ajedrez del Consejo Supremo de Cultura
Física, y después se fundaron secciones similares en los Consejos
de Cultura Física locales. El comandante en jefe del Ejército Rojo
Nikolái Krylenko, a cargo de la misma, lanzó la consigna: “¡Llevad
el ajedrez a los trabajadores! Debemos acabar de una vez por todas
con la neutralidad del ajedrez, hemos de organizar brigadas de choque
de jugadores de ajedrez y empezar de inmediato a cumplir el plan
quinquenal del ajedrez.”
La
escuela soviética se puso en marcha, caracterizándose por un afán
de descubrir jóvenes talentos desde muy temprana edad, con un
sistema de entrenamiento al más alto nivel, lográndose grandes
avances en los métodos de enseñanza. De esta manera surgieron
entrenadores de ajedrez altamente especializados como Romanovsky,
Rabinóvich y Levenfish, los cuales, asesorados por especialistas en
psicología y pedagogía como Vigotsky, Luria y Leontiev, idearon un
sistema de enseñanza de máximo desempeño. Así, el ajedrez llego a
tener un lugar reservado en los palacios de pioneros, en los que
siempre había siempre una sección de ajedrez compuesta por niños
de entre 6 y 17 años.
El
sistema educativo soviético se ocupó trató desde el principio de
llevar el ajedrez a las escuelas y las fábricas. Ello hizo posible
la aparición de jugadores de alto nivel con un origen muy humilde,
cosa absolutamente impensable en aquella época en Occidente. Ejemplo
de ello lo tenemos en Alexander Kótov, hijo de un obrero de Tula,
ingeniero de profesión y ganador del Torneo Interzonal de Estocolmo
de 1952, por delante de Petrosián.
El
número de aficionados en la URSS se disparó durante los años 20 y
30. De unos 1000 jugadores registrados en 1923, se pasó a 150.000 en
1929. Los sindicatos y los clubes de trabajadores fueron el alma de
este movimiento de apasionamiento por el juego. A finales de los años
20, cada sindicato tenía un equipo con 28 jugadores registrados.
Para hacernos una idea del lugar que ocupaba el ajedrez entre buena
parte del proletariado soviético, baste decir que la fábrica
automovilística Likachov de Moscú contaba con clubes de 26 deportes
diferentes, siendo el de ajedrez el más grande. También se
organizaban competiciones entre universidades e institutos
científicos.
El
resultado de décadas de dedicación al ajedrez fue que a mediados de
los años 80, un total de 4.200.000 personas estaban inscritas en la
Federación Soviética de Ajedrez, de las que más de un centenar
poseía el título de Gran Maestro. Cada año, cientos de miles de
niños participaban en el torneo “Torre Blanca”. En total, se
estimaba que unos 12 millones de ciudadanos jugaban al ajedrez con
asiduidad.
Inicio
de la supremacía soviética
Después
del final de la II Guerra Mundial, el trabajo realizado por el
gobierno de la URSS empezó realmente a dar sus frutos. Ello se
materializó en la persona de Mijaíl Botvínnik (1911-1995),
patriarca del ajedrez soviético, seis veces campeón de la URSS y
cinco veces campeón del mundo (en 1948, 1951, 1954, 1958 y 1961).
Fue el primero de la larga serie de jugadores soviéticos que
dominaron el ajedrez mundial durante la segunda mitad del siglo XX.
Según Gary Kaspárov, con Botvínnik se produce en el ajedrez un
“salto verdaderamente revolucionario.
Botvínnik
fue el precursor del llamado método soviético de preparación, un
aspecto del juego que en sí mismo es una de las grandes
contribuciones de la URSS. Este cuidadoso sistema de preparación fue
hecho posible gracias al apoyo que los jugadores recibían del
Estado. A diferencia de en Occidente, a los jugadores soviéticos se
les suministraba todo el apoyo económico y material necesario, y se
les ponía al corriente de la práctica y las innovaciones teóricas
en todo el mundo, facilitándoles gran cantidad de libros, revistas,
boletines, etc., que se publicaban permanente en la URSS. Bobby
Fischer siempre afirmó envidiar el respeto y el apoyo económico que
los jugadores soviéticos recibían por parte del Estado.
En
su libro La
Escuela Soviética de Ajedrez,
Botvínnik decía: “Debe
darse crédito a los maestros soviéticos por haber elaborado métodos
de preparación. El nuestro, está disponible para todos y podemos
asumir que la mayoría de los maestros soviéticos lo emplea cuando
se prepara para alguna competencia importante. La parte más destaca
del sistema consiste en la preparación de aperturas, entrenamiento
físico, prácticas para corregir defectos; también cuestiones
relacionadas con la rutina de los torneos”.
Los
manuales de preparación de la URSS hacían especial hincapié en la
importancia de tener una buena condición física, de tal manera que
se aconsejaba a los jugadores que participaran en los programas de
entrenamiento físico del GTO (Gotov
ka Trudu i Oboronnie,
“Preparación
para el Trabajo y la Defensa de la URSS”).
Los entrenadores se tomaban este aspecto del juego tan en serio que
las preparaciones de los torneos se llegaron a hacer en balnearios.
En el año 1953, de cara a la preparación del torneo de candidatos
al título mundial de Zurich, el equipo nacional soviético
(compuesto por Smyslov, Keres, Bronstein, Petrosián, Geller, Kótov,
Taimánov, Averbaj y Boleslavski) estuvo dos semanas dedicándose
exclusivamente a la preparación física, con entrenadores de
natación, atletismo y especialistas en dietética. Solo a partir de
la tercera semana empezaron a tocar el tablero.
Es
más, hay que subrayar que algunos grandes maestros soviéticos
destacaron en otros deportes. Puede mencionarse a Keres, que fue
varias veces campeón nacional de tenis en la Estonia independiente,
a Geller, notable jugador de baloncesto, y a Spassky, que corría los
100 metros en 11 segundos.
Otro
aspecto a destacar del sistema de preparación era el minucioso
estudio de las aperturas. Botvínnik cuenta que cuando se preparaba
para jugar el match con el checoslovaco Salomon Flohr en 1933,
analizó más de 100 partidas suyas antes de decidir qué aperturas
tenía que jugar. Casi 30 años después, Botvínnik atribuyó su
triunfo en el match de revancha en 1961 por el título mundial contra
Mijaíl Tal a la floja preparación de éste en las aperturas.
El
simple estudio de las partidas ya consumía para los ajedrecistas
soviéticos cientos de horas y meses de estudio. Esto les permitía
extraer conclusiones sobre las cualidades y los defectos de los
adversarios. También jugaban un papel importante las partidas de
entrenamiento, en las cuales se sometían a prueba nuevas variantes y
se podían corregir defectos del jugador, llevando las partidas a
posiciones en el tablero que no eran de su agrado.
Los
soviéticos le daban mucha importancia al estudio de las tres fases
del juego (apertura-medio juego-final), en coherencia con una visión
dialéctica del mundo, que no concibe las fases del juego como
aisladas entre sí. Siguiendo el consejo de Capablanca, que decía
que “el
ajedrez se aprende empezando por el final”,
en las escuelas se hacía especial hincapié en que los niños
aprendieran a manejarse en diversos tipos de final de partida, para
aprender la autonomía de las piezas y su técnica de manejo (cosa
que dio lugar a la expresión periodística sobre “la técnica
soviética”), saber en qué casos un alfil es superior a un
caballo, etc.
Al
mismo tiempo, se analizaban las aperturas en conexión con el medio
juego, o inclusive con un posible final de partida, en la que uno u
otro bando tenga una desventaja estructural. De hecho, la importancia
que se le da hoy en día al hecho de que, tras los primeros
movimientos, un bando se queda con una o dos islas de peones y otro
con dos o tres islas5,
quedando éste en inferioridad estructural, es una aportación
típicamente soviética. Mediante el estudio de este aspecto del
juego querían saber qué variantes de una apertura permitían llegar
una ventaja ganadora.
Y
es que anteriormente, había una tendencia a analizar
superficialmente las variantes de una apertura, y limitarse a decir
que tal o cual bando tenía ventaja. Los soviéticos quisieron ir más
lejos, experimentando con las aperturas llevándolas hasta el medio
juego, para averiguar de qué manera esa ventaja estratégica podía
convertirse en victoria. La mayor preparación que tenían en el
estudio del desarrollo del medio juego pudo constatarse en un partida
de un match Estados Unidos-URSS de 1945 entre Smyslov y Reschevsky,
en la que tras la jugada 20, Smyslov apenas había gastado 6 minutos
de reloj, mientras que Reschevsky, que era un genio natural, ya se
encontraba apurado de tiempo.
Por
último, los especialistas soviéticos consideraban que otro
requisito para alcanzar el mayor nivel ajedrecístico era tener una
buena cultura general y variados intereses intelectuales. Se pueden
mencionar al respecto los trabajos de Botvínnik en el campo de la
ingeniería eléctrica, el talento musical de Taimánov y Smyslov, o
el hecho de que Kárpov haya sido catedrático de economía en la
Universidad Lomonósov de Moscu. Ello se hacía valer oponiéndolo al
limitado horizonte intelectual de algunos jugadores de Occidente como
Bobby Fischer, que abandonó la escuela secundaria para dedicarse al
ajedrez.
Volvamos
a la trayectoria Botvínnik. Durante los años 30, los maestros
soviéticos eran prácticamente desconocidos en Occidente, hasta que
llegó Botvínnik, a quien se le dio un permiso para jugar torneos de
la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE), con la condición de
que ganara. Botvínnik pronto alcanzó la élite mundial, ganando en
el torneo de Moscú de 1935, por delante de Lasker y Capablanca, y
ganando contra Alekhine en el torneo AVRO de Holanda de 1938, donde
quedó tercero. Por ello, la popularidad de Botvínnik en la URSS
llegó a ser inmensa: todo el mundo, hasta gente analfabeta, sabía
por todos los rincones de la URSS quién era Mijaíl Botvínnik.
Tras
la II Guerra Mundial, Botvínnik fue miembro del equipo nacional que
venció en todas las olimpiadas de ajedrez entre 1952 y 1964. Fue en
la olimpiada de Helsinki 1952 cuando se empezó a ver quién iba a
dominar el ajedrez mundial. Era la primera vez que la URSS
participaba como equipo nacional, además con la incorporación del
genial jugador de ataque Paul Keres (gracias a la incorporación de
Estonia a la URSS). En aquel torneo se constató lo que todo el mundo
ya sospechaba antes: ya en 1948, de los cinco aspirantes individuales
al título mundial (que en teoría deberían haber sigo seis, pero el
estadounidense Reuben Fine renunció a su plaza), estaban el holandés
Euwe y el estadounidense Reshevsky como jugadores no soviéticos, y
los otros tres eran Botvínnik, Keres y Smyslov. Era normal sospechar
que algo estaba a punto de irrumpir. En las Olimpiadas de 1952, la
URSS aplastó al resto de equipos, incluyendo a los Estados Unidos,
que habían ganado las anteriores cuatro ediciones. El sueño de
Lenin se había hecho realidad.
Cabe
subrayar el hecho de que se incluso era más difícil ganar el
campeonato nacional de la URSS que el propio título mundial. Ello se
debía a que para clasificarse para el campeonato mundial había que
jugar un torneo zonal, y luego otro interzonal, del que se
clasificaban ocho jugadores para disputar el torneo de candidatos al
título mundial, y del cual no se podían clasificar más de tres
jugadores con la misma nacionalidad. Pero en cambio jugar el
campeonato nacional de la URSS suponía tener que enfrentarse a
Keres, Smyslov, Geller, Petrosián, Bronstein, Taimánov, Averbaj,
Kótov, Tal, Tolush, Boleslavsky, y un largo etcétera. En la XIX
edición del campeonato en 1951, Keres se hizo con el título de
campeón nacional, ¡mientras que Botvínnik, que era el campeón del
mundo reinante, quedó en quinto lugar! Otro apunte para ilustrar lo
tremendamente competitivo que era el campeonato es que el mismísimo
Gary Kaspárov nunca fue capaz de ganarlo en solitario: de sus cuatro
participaciones, fue noveno en 1978, segundo en 1979, y empató en el
primer puesto con Psajis en 1981 y con Kárpov en 1988.
Cuando
se habla de la escuela soviética de ajedrez, muchas veces se piensa
en jugadores de ataque con un estilo de juego dinámico, rápido y
agresivo. Pero Botvínnik era un jugador muy posicional. La clave de
su éxito residía en sus rigurosos estudios de las aperturas, muy
por encima de cualquier otro jugador de la época, en un cálculo
profundo y en una aguda técnicas en los finales. Su estilo de juego
era poco apasionante, con planteamientos eran muy lógicos, pero
profundizaba como nadie en las posiciones, por lo que era muy difícil
ganarle, debido a la solidez de su juego. Sabía explotar la más
mínima ventaja que le concediera el rival, estilo de juego emulado
posteriormente por jugadores como Petrosián o Kárpov. A partir de
1960 se dedicaría al desarrollo de programas informáticos de
ajedrez y a la formación de jóvenes ajedrecistas. Gary Kaspárov y
Anatoli Kárpov se encontrarían entre sus alumnos.
Considerado
en su época como el mejor jugador de la historia, fue el paradigma
del jugador soviético: jugador muy estudioso, que se preparaba mucho
las partidas, con un estilo muy profesional. Con él, el ajedrez se
convirtió en una verdadera ciencia, demostrando que una buena
preparación era la clave de un éxito duradero. Su dedicación era
tal, que él, que detestaba el humo de los cigarrillos, se acostumbró
a jugar partidas de entrenamiento con Viacheslav Ragozin, fumador
asiduo, pidiéndole que fumara constantemente mientras jugaban.
Después
de Botvínnik vinieron todos los demás jugadores soviéticos que
dominaron el ajedrez mundial de manera ininterrumpida hasta la caída
de la URSS, si exceptuamos el breve periodo de Bobby Fischer entre
1972-1975, tras su victoria en el “match del siglo” que le
enfrentó a Spassky. Estos jugadores fueron los siguientes: el ruso
Vassili Smyslov (1957-1958), el letón Mijaíl Tal (1960-1961), el
armenio Tigrán Petrosián (1963-1969), el ruso Boris Spassky
(1969-1972), el ruso Anatoli Kárpov (1975-1985) y el ruso-armenio
Gary Kaspárov (1985-1990). Después, tras la caída de la URSS, los
rusos Anatoli Kárpov y Alexander Jálifman se siguieron proclamando
vencedores del campeonato mundial de la FIDE entre 1993 y 1999,
mientras que en el campeonato mundial de la Professional
Chess Association6,
los rusos Gary Kaspárov y Vladimir Kramnik mantuvieron el título
mundial entre 1993 y 2004.
En
cuanto al Campeonato del Mundo de Ajedrez femenino, éstos son los
nombres gloriosos de las jugadoras que llevaron en alto la bandera de
la URSS a partir de 1949: la ucraniana Liudmila Rudenko (1949), la
rusa Elizavieta Bykova (1953-1959), la georgiana Nona Gaprindachvili
(1962-1975) y la georgiana Maia Chiburdanidze (1978-1988).
Elizavieta Bykova
Un legado que pervive
Hoy
la URSS ya no existe, pero la influencia del ajedrez soviético se
sigue manteniendo a día de hoy, tanto en el plano de la enseñanza
como en las competiciones de alto nivel. Las escuelas de Moscú y San
Petersburgo en Rusia y las de Kiev, Odessa y Lvov en Ucrania se
mantienen entre las líderes del mundo, pero las escuelas de países
anteriormente pertenecientes a la URSS, principalmente Armenia,
Georgia y Azerbaiyán, compiten con éxito con las rusas y
ucranianas. Hoy, es imposible hablar de la historia del ajedrez sin
mencionar a los Grandes Maestros de la era soviética, a la vez que
su enriquecimiento de la teoría ajedrecística ya es patrimonio de
todas las academias y escuelas a lo largo y ancho del mundo.
Estos
inmensos logros de la URSS en el campo ajedrecístico son
inseparables del socialismo como formación socio-económica superior
al sistema capitalista.
Existe una ligazón estrecha entre socialismo y ajedrez, tanto por sus beneficios en la educación de los niños (desarrollando en ellos valores éticos), como por ser un deporte que estimula la mente, además de fomentar la capacidad de análisis y reflexión, la capacidad de decisión, la creatividad y el espíritu crítico.
Existe una ligazón estrecha entre socialismo y ajedrez, tanto por sus beneficios en la educación de los niños (desarrollando en ellos valores éticos), como por ser un deporte que estimula la mente, además de fomentar la capacidad de análisis y reflexión, la capacidad de decisión, la creatividad y el espíritu crítico.
Ni
qué decir tiene que, debido a la influencia soviética, la
popularidad del ajedrez conoció un auge creciente en resto de países
de la comunidad socialista o en aquellos que en día iniciaron la
senda del socialismo. Finalizaremos este artículo con una serie de
datos que en la actualidad demuestran claramente la huella de la
Revolución de Octubre y la construcción socialista en el siglo XX
en el ajedrez mundial:
-
Tras la caída de la URSS, en todos los Campeonatos del Mundo de la FIDE celebrados entre 1993 y 2006, se proclamaron vencedores jugadores nacidos en países socialistas: como ya hemos dicho anteriormente, los rusos Anatoli Kárpov (1993-1998) y Alexander Jálifman (1999); el ucraniano Ruslán Ponomariov en 2002; el uzbeco Rustam Kasimdzhánov en 2004; el búlgaro Veselin Topálov en 2005, y el ruso Vladimir Krámnik en 2006 (con la excepción del Campeonato Mundial del año 2000 que fue ganado por el hindú Viswanathan Anand, no obstante jugando en la final frente al letón Alexéi Shírov).
-
Esto era en cuanto a la categoría masculina. En el ajedrez femenino, hasta el día de hoy la dominación por parte de mujeres nacidas en países socialistas ha sido absoluta. Estos son los nombres de las campeonas: la china Xie Jun (1991-1993 y 1999-2001); la húngara y hermana de Judit Pólgar, Zsuzsa Polgár (1996); la búlgara Antoaneta Stefanova (2004); la china Xu Yuhua (2006); la búlgara Alexandra Kosteniuk (2008); la china Hou Yifan (2010, 2011, 2013 y 2016) y las ucranianas Anna Ushenina (2012) y Mariya Muzychuk (2015). En el momento de escribir estas líneas, se estaba jugando en Teherán la final del Campeonato Mundial de Ajedrez femenino entre la china Zhongy Tan y la hermana de Mariya Muzychuk, Anna Muzychuk.
Todos estos datos nos demuestran hasta qué punto la cuestión del feminismo debe ir unida al comunismo.
-
En cuanto a las Olimpiadas de Ajedrez, también es preciso decir que en la categoría masculina se han proclamado vencedores de manera ininterrumpida países socialistas o países de la antigua URSS entre 1992 y 2014 (hasta que en 2016 los Estados Unidos de América se hicieron la medalla de oro): Rusia (1992-2002); Ucrania (2004 y 2010); Armenia (2006-2008 y 2012) y República Popular China (2014). Huelga subrayar que en las últimas Olimpiadas, en las que los Estados Unidos se proclamaron vencedores, Ucrania y Rusia se hicieron respectivamente con la medalla de plata y la medalla de bronce.
-
En la categoría femenina de las Olimpiadas, los países ganadores han sido, después de Hungría en 1988 y 1990, Ucrania (1992 y 2006); Georgia (1994-1996 y 2008); República Popular China (1998-2004 y 2014-2016); y Rusia (2010-2012).
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En cuanto al ranking mundial de la FIDE7 (que es algo así como el equivalente del ranking de la ATP en Tenis), hay que decir que en los últimos años han desaparecido de los primeros puestos muchos jugadores provenientes de la antigua URSS (aunque encontramos8, entre otros, a Krámnik en el 4º puesto, a la joven promesa rusa Serguei Karjakin en el 8º, y al cubano Leinier Domínguez en el 22º, un dato que dice mucho sobre los logros de la revolución cubana). Pero en lo que respecta a la clasificación exclusiva de mujeres9, vemos que entre los diez primeros puestos encontramos a dos chinas, dos ucranianas, dos rusas, una lituana y una búlgara.
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Si en cambio miramos en la página web de la FIDE la clasificación por países10 (mujeres y hombres confundidos), vemos que Rusia está en el primer puesto, la República Popular China en el 3º, Ucrania en el 4º, Azerbaiyán en el 6º, Polonia en el 8º y Armenia en el 10º.
Notas:
1
El ajedrez femenino existe por la sencilla razón de que en general las mujeres (la mayoría) tienen menos nivel que los hombres. Sólo ha habido un caso de mujer capaz de hacerle frente a la élite mundial, la húngara Judit Pólgar, que llegó a alcanzar el octavo puesto del ranking mundial de la FIDE en 2005 (hoy la china Hou Yifan no llega a estar entre los 100 primeros puestos). Es por ello que en ciertos torneos existen las categorías femenil y varonil, para evitar que las mujeres se desanimen por sus malos resultados y abandonen el ajedrez, dándose el caso de que son precisamente ellas quienes solicitan que se mantenga este sistema, como cuenta Leontxo García en su último libro Ajedrez y ciencia. Sin embargo, en muchos torneos (particularmente a nivel magistral) no está prohibido que las mujeres se inscriban en la categoría de los varones. Sin ir más lejos, en 2002 Pólgar venció a Gary Kaspárov en el torneo Rusia contra el resto del mundo, siendo la primera mujer en conseguirlo.
El ajedrez femenino existe por la sencilla razón de que en general las mujeres (la mayoría) tienen menos nivel que los hombres. Sólo ha habido un caso de mujer capaz de hacerle frente a la élite mundial, la húngara Judit Pólgar, que llegó a alcanzar el octavo puesto del ranking mundial de la FIDE en 2005 (hoy la china Hou Yifan no llega a estar entre los 100 primeros puestos). Es por ello que en ciertos torneos existen las categorías femenil y varonil, para evitar que las mujeres se desanimen por sus malos resultados y abandonen el ajedrez, dándose el caso de que son precisamente ellas quienes solicitan que se mantenga este sistema, como cuenta Leontxo García en su último libro Ajedrez y ciencia. Sin embargo, en muchos torneos (particularmente a nivel magistral) no está prohibido que las mujeres se inscriban en la categoría de los varones. Sin ir más lejos, en 2002 Pólgar venció a Gary Kaspárov en el torneo Rusia contra el resto del mundo, siendo la primera mujer en conseguirlo.
2
Wilhelm
Steinitz (Praga, 1836-Nueva York, 1900), primer campeón del mundo
oficial de la historia en 1886, es considerado el primer teórico
que intentó explicar el ajedrez de forma científica. Precursor del
juego estratégico, estableció muchos de los principios en los que
se basaría después el moderno juego posicional.
3
Corriente
filosófica ajedrecística de los años 20 que reaccionó contra
los postulados del ajedrez moderno de finales del siglo XIX que
defendían que en la apertura lo fundamental era el control del
centro del tablero. La escuela hipermoderna planteó nuevas
formas de atacar el centro desde los costados, usando los caballos y
peones laterales y sacando los alfiles por las casillas en
fianchetto (por las casillas b2, g2, b7 o g7), y desarrollando un
plan independiente sin preocuparse al principio de las intenciones
del contrincante de ocupar las casillas centrales.
4
Alekhine
fue un personaje polémico y sobre todo oportunista. Se dice que
apoyó la Revolución de Octubre, pese a ser de origen
terrateniente-burgués. En 1919 fue encarcelado en Odessa acusado de
espionaje a favor del Ejército Blanco. En la cárcel, tras jugar
unas partidas con Trotski, consiguió el favor de éste para ser
liberado, tras lo cual emigró a Francia, donde Alekhine adoptó la
nacionalidad francesa en 1925. Se sabe que bajo la ocupación
alemana de Francia, colaboró con los nazis al redactar varios
artículos con un marcado contenido antisemita, lo que le
permitió jugar torneos bajo territorio ocupado. Tras la guerra
se refugió en el Portugal de Zalazar donde murió en 1946.
5
La
expresión ‘isla de peones’ se refiere a una cadena de peones
separada de otra cadena de peones, por una o varias columnas. Así,
tras distintos cambios de piezas, en una partida lo normal es que en
cada bando haya dos, tres o hasta cuatro islas de peones. El hecho
de tener varias islas de peones es en sí mismo una debilidad
estructural, porque supone la existencia de una columna abierta,
aprovechable para una torre, y sobre todo porque supone que hay un
peón que ya sólo puede ser defendido por un peón y no dos.
6
En 1993 se produjo un cisma en la FIDE, cuando Gary Kaspárov y el aspirante al título mundial Nigel Short se enfrentaron a la FIDE, a la que acusaron de corrupción y falta de profesionalismo. Ambos rompieron con la federación y decidieron crear la Professional Chess Association (PCA), que entre 1993 y 2006 organizó sus propias competiciones internacionales. Con la salida de Kaspárov, la FIDE le despojó de su título de campeón de mundo, lo que permitió que Kárpov volviera a ganar el título mundial en varias ocasiones. En 2006 las dos organizaciones llegaron a un acuerdo para celebrar un match de “unificación” por el título mundial. Hoy la FIDE vuelve a ser la única organizadora oficial del campeonato mundial.
En 1993 se produjo un cisma en la FIDE, cuando Gary Kaspárov y el aspirante al título mundial Nigel Short se enfrentaron a la FIDE, a la que acusaron de corrupción y falta de profesionalismo. Ambos rompieron con la federación y decidieron crear la Professional Chess Association (PCA), que entre 1993 y 2006 organizó sus propias competiciones internacionales. Con la salida de Kaspárov, la FIDE le despojó de su título de campeón de mundo, lo que permitió que Kárpov volviera a ganar el título mundial en varias ocasiones. En 2006 las dos organizaciones llegaron a un acuerdo para celebrar un match de “unificación” por el título mundial. Hoy la FIDE vuelve a ser la única organizadora oficial del campeonato mundial.
Esta clasificación cambia constantemente, entonces nótese que lo
que decimos siempre es en relación al momento en que se escriben
estas líneas.
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