Estamos reivindicando la vigencia del Socialismo, recordando los sucesos que tuvieron lugar en la URSS, hace 100 años.
Si el Centenario de la Revolución Socialista de Octubre fue posible, en gran medida, gracias a las bolcheviques, que hicieron posible cambios fundamentales por los derechos sociales y políticos de las trabajadoras. Caminaron hombro con hombro con sus compañeros, como milicianas, como madres, como compañeras que resguardaron el derecho a una existencia digna. En todos los pueblos del antiguo Imperio zarista, las reivindicaciones y logros de las revolucionarias soviéticas irradiaron a todas las mujeres del planeta.
Pero todo comenzó en Febrero del 17, donde el Partido Comunista (bolchevique) profundizó en su defensa de la liberación socialista de la mujer trabajadora.
Incluímos este enlace, que aunque es incompleto, defiende el trabajo de las comunistas soviéticas.
Por Angel Ferrero.
El papel de las mujeres, que ocupaban un alto porcentaje de la clase
trabajadora, fue imprescindible para el triunfo de la Revolución rusa y
la caída del zarismo. Los líderes bolcheviques se enorgullecían de ser
pioneros en políticas de genero.
Manifestación contra la guerra. Obreras de la fábrica de Putilov, Petrogrado, 2 de febrero de 1917.
Marzo da el pistoletazo de salida a los actos del Centenario de la Revolución rusa. En la revolución de marzo
(febrero, según el calendario juliano), el hastío por la guerra y la
carestía condujo a una revuelta social marcada por manifestaciones,
motines y tumultos que finalmente forzaron la abdicación
del zar Nicolás II y el establecimiento de un gobierno provisional,
cuyo poder, sin embargo, compartía de facto con el Consejo de Diputados
Obreros y Soldados de Petrogrado,
más conocido como Soviet de Petrogrado.
“En febrero de 1917, el 47% de la clase obrera de Petrogrado eran mujeres"
En un reciente artículo para Sin Permiso, el sindicalista Miguel Salas ha destacado el papel de las mujeres en estos hechos. Entre las exposiciones que se celebrarán este año con motivo del centenario, el diario
Kommersant listaba el pasado 13 de febrero la de “Las mujeres y
la revolución”. Su comisaria, Aleksandra Smirnova, se ha propuesto
mostrar el papel de las mujeres “más destacadas” en aquellos sucesos.
“La historia de la revolución ha sido escrita sobre
todo por hombres, pero en 1917 las mujeres recibieron la igualdad de derechos y el derecho a voto”, recordaba.
La revolución de febrero y las mujeres
La
Revolución de febrero arrancó como un eco de la Comuna de París. Rusia
se encontraba en un estado de caos. Como ha afirmado el historiador
británico A.J.P. Taylor, “un sistema anticuado sucumbió bajo el esfuerzo
bélico
de librar una guerra moderna”. La necesidad de abastecer a un ejército
mal pertrechado en el frente, el funcionamiento irregular de las vías
ferroviarias y la corrupción y las estructuras ineficaces del viejo
régimen dieron el peor resultado posible:
los alimentos no llegaban ni a los soldados ni a los civiles. Como
sucedió en París décadas atrás, a las protestas contra la carestía del
pan y el sistema de racionamiento en marzo de 1917, al frente de las
cuales se encontraban las mujeres de Petrogado,
se sumaron los reservistas y los soldados y marinos destacados en la
ciudad.
El 8 de
marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, las mujeres de
Petrogrado salieron a las calles a demandar igualdad de derechos, el
sufragio universal y el fin de la autocracia.
“En febrero de 1917, el 47% de la clase obrera de Petrogrado eran mujeres.
Muchos hombres estaban en el frente”, recuerda Miguel Salas. “Las
obreras eran mayoría en la industria textil, del cuero y del caucho, y
numerosas en oficios que antes habían
tenido vedados: los tranvías, las imprentas o la industria metalúrgica,
donde había unas 20.000. Las obreras eran también madres: debían
garantizar el pan de sus hijos. Y, antes de ir a la fábrica, hacían
interminables colas (unas 40 horas semanales) para
conseguir algo de comida, acampando durante la noche, en pleno invierno
ruso”.
Unos
50.000 trabajadores respondieron a sus llamadas a manifestarse y
declarar la huelga. Las protestas se sucedieron durante semanas, sin que
la represión lograse aplacarlas.
Antes que disparar a los manifestantes, algunos de los soldados prefirieron fusilar a sus oficiales y unirse a los motines.
“A la exigencia de 'Pan' se le unen las consignas de 'Abajo el zar' y
'Abajo la guerra'. Grandes manifestaciones se dirigen hacia
el centro de la ciudad”, explica Salas al indicar que “la policía ha
levantado los puentes que separan los barrios obreros del centro, pero
el río Neva todavía está helado y miles de huelguistas se atreven a
cruzarlo”.
Según el testimonio de un obrero llamado
Iliá Mitrofánovich Gordienko, al aparecer los temidos cosacos “las
obreras tomaron la iniciativa, rodearon a los cosacos con una compacta
cadena humana. Gritaban: “Nuestros esposos, padres y hermanos están en
el frente”. “Y aquí soportamos el hambre, la
carga de trabajo, los insultos, las humillaciones y los abusos. Ustedes
también tienen madres, esposas, hermanas e hijos, ¡exigimos pan y el
fin de la guerra!”.
Los
oficiales, temiendo la influencia de la agitación sobre los cosacos,
dieron una orden. Los cosacos se prepararon. Todos corrieron a cubrirse,
agarrando piedras o piezas de metal, listos para lanzarlos.
Sin embargo, los cosacos cabalgaron, pasaron sin atacarnos; luego dieron media vuelta y regresaron. Las masas los saludaron con gritos de “¡Viva!, pese a que el corazón no podía creerlo y la mente dictaba precaución”.
El 12 de
marzo, los manifestantes, sin una aparente dirección política, habían
logrado incendiar varios edificios administrativos y arrancar los
símbolos del zarismo, controlar los depósitos de municiones y liberar a
los prisioneros capturados. Ante la gravedad de la situación, el
Consejo de Ministros, reunido en pleno, presentó su dimisión. Mientras
diputados progresistas de la Duma organizaban un comité provisional, los
partidos socialistas, siguiendo la tradición revolucionaria
de 1905, creaban un consejo de diputados obreros y soldados. El poder,
sea como fuere, ya no estaba en el trono,
y el 15 de marzo, el zar Nicolás II, por consejo del jefe del ejército y dos diputados de la Duma, abdicó.
En una frágil alianza con el Soviet de Petrogrado, el comité
provisional creó un gobierno provisional cuyo fin era convocar una
asamblea constituyente
y decidir el futuro sistema de Rusia. Nunca llegó a cumplir su
cometido.
Los bolcheviques y las mujeres
Según el
testimonio de Clara Zetkin, los bolcheviques concedían mucha importancia
a lo que entonces se denominaba “la cuestión de la mujer”, aunque en
los años anteriores a la revolución se negaron a crear organizaciones
específicas dentro de su partido por temor a alentar divisiones en la
unidad de la clase trabajadora. Los hechos de 1917 corrigieron
definitivamente ese error. “En Petrogrado, aquí en Moscú, en otras
ciudades y centros industriales las mujeres actuaron espléndidamente
durante la revolución. Sin ellas no habríamos salido victoriosos. Apenas. Ésa es mi opinión. ¡Qué valientes fueron y qué valientes son!”, comentaba Lenin durante una conversación con Zetkin.
Trotsky: "La mujer obrera representa un gran papel en el acercamiento entre los obreros y los soldados.
La mujer
obrera representa un gran papel en el acercamiento entre los obreros y
los soldados”, señalaba por su parte Trotsky, para quien la mujer, “más
audazmente que el hombre, penetra en las filas de los soldados,
coge con sus manos los fusiles, implora, casi ordena: 'Desviad las bayonetas y venid con nosotros'.”
Ante esto, seguía, “los soldados se conmueven, se avergüenzan, se
miran inquietos, vacilan; uno de ellos se decide: las bayonetas
desaparecen, las filas se abren, estremece el aire un hurra entusiasta y
agradecido; los soldados se ven rodeados de gente
que discute, increpa e incita: la revolución ha dado otro paso hacia
adelante.”
En su
entrevista con Zetkin, Lenin destacaba la importancia de crear
organizaciones propias dentro del movimiento obrero así como de
facilitar
la incorporación de la mujer al mundo del trabajo y la política. “Es
importante para las mujeres y el mundo: demuestra la capacidad de las
mujeres, el enorme valor que su trabajo tiene en la sociedad”,
aseguraba. “Muy pocos hombres, incluso en el proletariado,
se dan cuenta de cuántos esfuerzos y problemas podrían ahorrar a las
mujeres, e incluso eliminar, si prestasen ayuda en el 'trabajo femenino'
[doméstico]”.
Estas
organizaciones, a juicio de Lenin, no habían de ser “un intento de
apaciguar a las mujeres con reformas y desviarlas del camino de la lucha
revolucionaria […] Nuestras demandas son conclusiones prácticas que
hemos
deducido de las necesidades urgentes, de la vergonzosa humillación de
las mujeres en la sociedad burguesa, indefensas y sin derechos.”
Lenin
creía, eso sí, que la movilización había de enlazarse en la cuestión
social y bajo el liderazgo de los comunistas, y en su intercambio con
Zetkin criticaba las tendencias intelectuales de la época en este debate
en Europa central y occidental. “La extensión de las hipótesis freudianas parece 'educada', e incluso científica, pero es ignorante, torpe”, afirmaba el autor de
¿Qué hacer?. “La teoría freudiana es una moda moderna. Desconfío
de las teorías sexuales de artículos, disertaciones, panfletos, etcétera
[…] Por salvaje y revolucionario que su comportamiento pueda ser, en el
fondo es bastante burgués. Es principalmente
un hobby de intelectuales y de los sectores próximos a ellos. […] Las
grandes cuestiones sociales aparecen como adjuntas, una parte, de los
problemas sexuales. Lo principal se convierte en subsidiario. No sólo se
arriesga la claridad de la propia cuestión,
sino que confunde los pensamientos, la conciencia de clase de las
mujeres de clase trabajadora.”
El patriarcado también era considerado un problema por parte de los bolcheviques:
“Debemos erradicar la vieja idea del viejo 'dueño y señor' hasta su última raíz,
por pequeña que sea, en el partido y entre las masas. Ésa es una
nuestras tareas políticas, así como la urgentemente necesaria tarea de
formar una plantilla de camaradas,
hombres y mujeres, entrenados en la teoría y en la práctica, para
desarrollar la actividad del partido entre las mujeres trabajadoras”.
“Las leyes más avanzadas del mundo”
El
programa bolchevique, en palabras de Lenin, consistía en abolir “todo lo
que tortura y oprime a la mujer trabajadora, al ama de casa, a la
campesina, a la esposa del tendero, sí, y en muchos casos a la mujer de
las
clases propietarias”.
El programa bolchevique, en palabras de Lenin, consistía en abolir "todo lo que tortura y oprime a la mujer"
El poder soviético, aseguraba el dirigente bolchevique en su entrevista a Zetkin, era pionero en políticas de género.
“Estamos llevando a las mujeres a la economía social, la legislación y el gobierno”,
afirmaba. “Todas las instituciones educativas les están abiertas para
que puedan incrementar sus capacidades profesionales y sociales. Estamos
estableciendo cocinas
comunales y comedores públicos, lavanderías y tiendas de reparaciones,
guarderías, hogares para niños, instituciones educativas de todo tipo.
En suma, estamos haciendo seriamente efectiva la demanda de nuestro
programa de la transferencia de las funciones
económicas y educativas del hogar a la sociedad”.
Lenin se
enorgullecía de tener las leyes “para mujeres trabajadoras más avanzadas
del mundo”. En octubre de 1918 la República Socialista Federativa
Soviética de Rusia (RSFSR) legalizó el divorcio y el aborto, despenalizó
el adulterio y la homosexualidad con la abolición del cógido penal
zarista y reconoció a las mujeres igualdad de derechos en la esfera
política y laboral, así como en el matrimonio, y también el permiso de
maternidad, la gratuidad del cuidado de los niños
y medidas para la protección en el trabajo para las mujeres
embarazadas.
Según la legislación zarista, como recuerda Miguel Salas,
“la mujer debía 'obedecer a su marido como cabeza de familia, ser amante y respetuosa…';
no podía tener pasaporte o trabajar sin el consentimiento del marido;
el divorcio estaba en manos de la Iglesia, o sea, prácticamente no
existía; el marido se convertía
incluso en dueño de cualquier herencia que recibiera la mujer; en las
fábricas, las mujeres debían soportar jornadas agotadoras cobrando menos
que los hombres y sin ninguna protección por la maternidad. En el
campo, la situación aún era peor, la mujer campesina
era casi una esclava, del trabajo y del hogar".
En la
región de Asia Central, de mayoría musulmana, se llevó a cabo una
campaña llamada 'judzhum' (“ofensiva”, en árabe) para la escolarización y
alfabetización de las mujeres y en contra del velo islámico, de la que
se conservan algunas fotografías de quemas públicas. En 1921 las
autoridades soviéticas de Turkmenistán, por ejemplo, elevaron la edad de
matrimonio a 16 y 18 años para mujeres y hombres respectivamente, y
prohibieron los matrimonios infantiles, los matrimonios
forzados y la poligamia. La campaña encontró una fuerte oposición
local: según cifras oficiales, unas 300 delegadas de Zhenotdel ─el
departamento de mujeres del Secretariado del Comité Central del partido─
fueron asesinadas en la región de Asia Central sólo
en el año 1929.
"Es imposible tener éxito en la lucha entre grupos sociales y clases sin la cooperación de las mujeres".
Según
Alexandra Kollontái, los cambios experimentados en la Rusia soviética
iban más allá de sus fronteras. “Ahora podemos encontrar a la nueva
mujer en todas partes, en cualquier rincón del mundo”, escribía en un
artículo
titulado ¿Qué ha hecho la Revolución de Octubre por las mujeres en Occidente?'.
“La nueva mujer es un fenómeno de masas, con la excepción, quizá, de
las mujeres en los países semicoloniales y coloniales, donde el
desarrollo de las fuerzas productivas
está impedido por el dominio depredador de los imperialistas”,
escribía. Sin embargo, añadía Kollontái, “incluso allí, dada la lucha por
la autodeterminación nacional y contra el imperialismo, la nueva mujer
está siendo moldeada en el proceso mismo de lucha”.
Y apostillaba: “Es imposible tener éxito en la lucha entre grupos sociales y clases sin la cooperación de las mujeres.”
“En todas
partes, en todo país la actividad política de las mujeres ha mostrado
un crecimiento sin precedentes en la última década”, proseguía. “Las
mujeres están convirtiéndose en miembros del gobierno (Bang en
Dinamarca,
ministra de Educación; Margaret Bondfield, en el gabinete de Ramsay
McDonald en el Reino Unido), están entrando en el cuerpo diplomático y
convirtiéndose en la fuerza que inspira grandes movimientos
revolucionarios (como, por ejemplo, Sun Tsin-lin, la esposa
de Sun Yat-sen). Las mujeres están aprendiendo a dirigir departamentos,
a estar al cargo de organizaciones económicas, a guiar la política”.
“¿Hubiera sido esto posible sin la Gran Revolución de Octubre?”, se
preguntaba Kolontái.
Retóricamente, claro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario