Por Alejandro Torres Rivera
Nos dice la historia que el ¨calendario
juliano¨ fue creado por el griego Sosígenes de Alejandría, aunque ha sido más
conocido por su relación con Julio César, de quien tomó su nombre y quien lo
difundiera por los territorios bajo el control de Roma a partir del año 46 A.C.
La reforma en la manera en que se llevaba la secuencia del tiempo según las
estaciones del año se introdujo para distinguirla del calendaro egipcio. El
calendario juliano contaba con 365 días y 12 meses, uno de los cuales se nombró
en honor a Julio César, así como mas
adelante, durante el período del Imperio, otro de sus meses se nombraría
en honor a Augusto César. En el año 1582 el Papa Gregorio XIII sustituyó el
calendario juliano por el calendario gregoriano procediendo los países católicos
europeos en Occidente a adoptar el mismo. El cambio, sin embargo, no fue
uniforme. Por ejemplo, Inglaterra no adoptó el calendario gregoriano sino hasta
el año1752. En los países que formaron parte del Imperio Romano de Oriente,
prevaleció por muchos más siglos el calendario juliano.
Bajo el calendario juliano, la fecha en que dio inicio la
Revolución Rusa de 1917 fue el 25 de octubre; para aquellos que seguían el
calendario gregoriano, la fecha de la Revolucion Rusa se ubica en el 7 de
noviembre de 1917.
La Revolución Rusa
es históricamente hablando, la primera revolución socialista triunfante en un
Estado político. En palabras del escritor estadounidense nacido en Oregon, John
Reed, quien como corresponsal vivió en pleno desarrollo los sucesos insurreccionales
en Moscú y otras ciudades, con la Revolución Rusa la historia dejó de ser la
historia de los nobles, terratenientes y burgueses capitalistas, para
transformarse en una nueva historia, una historia donde el sujeto social
principal eran los obreros, los campesinos y soldados agrupados en las organizaciones
que les representaban, los soviets. En su libro titulado Diez días que estremecieron al mundo, John Reed narra los sucesos
principales que llevarían al fin de la participación rusa en la Primera Guerra
Mundial, al derrocamiento del Gobierno Provisional representativo de la
democracia burguesa creado tras el vacío ocurrido tras el derrocamiento de la
monarquía; y la lucha por la construcción de un Estado socialista en Rusia.
El proceso político que lleva a la Revolución Rusa de 1917
estuvo precedido por otro intento insurreccional previo en 1905, unido al
desgaste que significó la Guerra Ruso-Japonesa en el la región oriental del
Imperio. A lo anterior debe sumarse la penetración industrial del capital
extranjero en Rusia; la entrada de dicho país en 1914 en la Primera Guerra
Mundial; y más adelante, el proceso de pauperización extrema del país como
resultado de la guerra misma. Entonces, las consignas principales de los
revolucionarios rusos bajo la dirección de la facción del Partido Obrero
Socialdemócrata Ruso, conocida como ¨Bolchevique¨, fue la de ¨guerra a la
guerra¨; la paz inmediata con las potencias centrales encabezadas por Alemania;
el fin de la monarquía, y más adelante del
Gobierno Provisional; y el reclamo del poder popular expresado a través
de asambleas de obreros, campesinos y soldados (soviets), como paso previo y
necesario al derrocamiento del Estado Capitalista, para sobre sus ruinas, avanzar
hacia la construcción de un Estado Socialista.
Tras la firma de la paz con Alemania, en el joven Estado
revolucionario se desarrolló un período de Guerra Civil el cual se intensificó,
tras la capitulación de Alemania y sus aliados, con la intervención
imperialista por parte de las potencias triunfantes en la Primera Guerra
Mundial. La derrota de las fuerzas opositoras internas y externas, abrió paso
al proceso de construcción del socialismo en lo que eventualmente pasó a
llamarse, tras la consolidación del poder sovético dentro de las fronteras del
antiguo imperio, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
Contrario a viejas
teorías por parte de ideólogos marxistas que sólo concebian la revolucion
socialista como proceso triunfante en países que hubieran desarrollado al máximo
sus capacidades productivas bajo un sistema capitalista; en Rusia, Vladimir
Ilich Ulianov, aportó la tesis de la posibilidad del triunfo del socialismo en
un sólo país, afirmando que la Revolución sí podía comenzar por el eslabón más
debil de la cadena imperialista, que era en ese momento Rusia.
Como revolución triunfante, la Revolución Rusa se convirtió
en referente político para muchos revolucionarios en el mundo. La consolidación
de un Estado socialista sirvió a su vez de plataforma desde la cual socialistas
del mundo entero pudieron formarse en diversos planos de la lucha política para
contribuir al desarrollo de la lucha revolucionaria en sus respectivos países.
Durante la década de 1940 la Unión Soviética jugó un papel
central en la derrota del fascismo en Europa y del militarismo expansionista
japonés en el Lejano Oriente, contribuyendo, además, a otros procesos
revolucionarios, uno de los cuales sería la Revolución China.
De la historia de esa China popular, inmensa en población,
hambre y desnutrición producto de años de pillaje y
saqueo por parte de las potencias Occidentales se habla poco. Hoy día se conoce
más esa China que emerge como potencia económica
industrial, militar y financiera, la cual amenaza con desbancar de sus posiciones
a las principales potencias capitalistas en el mundo.
Al cierre del Siglo
XIX, sin embargo, China era una monarquía en decadencia,
una monarquía parasitaria en la cual el culto a la personalidad
del monarca, a quien se consideraba un semi dios, era sostén
ideológico para la opresión de su población.
El poder de la monarquía se sostenía
en la ignorancia del pueblo, fundamentalmente del campesinado; en el poder de
los señores feudales y de los señores de la guerra
en el campo; en el poder económico y militar que ejercían
sobre dicha monarquía potencias extranjeras como Inglaterra, Portugal,
Holanda, Bélgica, Estados Unidos, Francia y Alemania; y en la
falta de una cohesión nacional que permitiera a su pueblo enfrentar de
manera conjunta tanto a las potencias extranjeras, como al poder monárquico
y al de los señores de la guerra. A la altura de finales del siglo
XIX, hablar de una China unida, desde el punto de vista de integridad
territorial, era incorrecto.
El movimiento nacionalista, desarrollado principalmente
desde finales del Siglo XIX bajo la dirección del Doctor Sun
Yat-sen, llevó al derrocamiento de la monarquía
y a la proclamación de la República en 1911. A su
regreso a China el Doctor Sun Yat-sen, quien fundara en 1916 el Partido
Nacionalista, también denominado como el “Kuomintang”, estableció
acercamientos con el Partido Comunista de China, fundado en 1921 en la
Universidad de Pekín (hoy Beijing). Estos acercamientos, sin embargo, no
dieron al traste con la injerencia de las potencias occidentales, ni con sus
concesiones comerciales en China.
La muerte del Doctor Sun Yat-sen en 1925 allanó
el camino al poder dentro del Kuomintang a su sucesor y yerno, Chiang Kai-shek,
acérrimo militar anti comunista, quien eventualmente
declaró la guerra al Partido Comunista.
Los enfrentamientos militares entre seguidores de ambas
organizaciones y los triunfos iniciales del Kuomintang frente al Partido
Comunista Chino, llevaron al Ejército Popular de Liberación
a una retirada estratégica de las zonas controladas
por los comunistas en lo que se ha conocido como la Gran Marcha. En ella
sobrevivió una décima parte de aquellos que la
iniciaron. La invasión del Japón, sin embargo,
propició una tregua entre ambas partes, transformado así la guerra civil
que venía desarrollándose en una guerra
de liberación nacional.
Desde la firma del Tratado de Versalles que puso fin a
la Primera Guerra Mundial, Japón había logrado obtener importantes concesiones y privilegios comerciales en China,
principalmente en la región de Manchuria. La ocupación
japonesa en China promovió entre la población un resentimiento
gradual que toma forma muy temprano entre los estudiantes chinos en el
surgimiento del Movimiento 4 de Mayo, desde donde se dirigió
la lucha en oposición a la presencia hegemónica japonesa en la
región.
La región de Manchuria era importante
para los japoneses por su riqueza en minerales (carbón, hierro, cobre,
aluminio, manganeso y plomo), así como también,
por su agricultura y ganadería, la cual venía
a abastecer el mercado japonés. En aquel momento Manchuria
pasó a ser la principal exportadora de productos minerales y agrícolas
hacia Japón. Con una población estimada a comienzos
de 1930 en 50 millones de habitantes y con una superficie de 800 mil kilómetros
cuadrados, ya para 1931 Manchuria (hoy Mongolia interior) había
pasado a convertirse en un protectorado de Japón.
Entre los días 7 y 8 de julio de 1937
surgió un confuso incidente en las cercanías de Pekín
sobre el Puente Marco Polo que involucró soldados chinos y japoneses. Un fuerte
bombardeo tras el incidente, culminará con un feroz
ataque total japonés sobre Beijing logrando su capitulación
el día 29 de julio. Decenas de miles de chinos, entre ellos
muchos comunistas, murieron en ciudades como Beijing y Shanghai, lo que llevó a
la capitulación de China ante el invasor japonés.
La derrota china y el avance incontenible de Japón
dentro de su territorio llevó al Mariscal Zhang Xueliang a
arrestar a Chiang Kai-shek y forzarlo a una tregua en su guerra contra el
Partido Comunista, para así por separado, concentrar
esfuerzos en la derrota de Japón. Aceptado el pacto, los
comunistas desarrollaron con el apoyo soviético en las zonas bajo su control su
propio estado político y desde allí, el
fortalecimiento de su capacidad militar.
Concluida la Segunda Guerra Mundial y la capitulación
del Japón, ante el incumplimiento por parte del Kuomintang de
los acuerdos previamente alcanzados con el Partido Comunista de China, se
inicia una vez más la guerra entre nacionalistas y comunistas. Esta
concluye el 1 de octubre de 1949 con la victoria del PCCh y la retirada de los
restos de las fuerzas del Kuomintang a la isla de Taiwan.
Los primeros años de gobierno del PCCh fueron
dedicados a consolidar el país, iniciar el proceso de
construcción y reconstrucción de su economía,
consolidar las estructuras del nuevo gobierno y desarticular la contrarevolución
interna que desde múltiples focos de resistencia armada aún
mantenía el Kuomintang en el interior del Continente.
Luego de un intenso proceso de colectivización
en el campo y de esfuerzos enormes para atender gigantescos problemas inmediatos
como eran la alimentación, el vestido, la educación,
la vivienda y la salud para 450 millones de habitantes, hacia 1956, y dentro
del contexto del VIII Congreso del Partido Comunista de China, sus dirigentes plantean
que ha llegado el momento de impulsar la construcción del socialismo
acuñando la consigna de “Gran Salto Adelante¨. Como parte del esfuerzo se
crearon no menos de 25 mil comunas populares de cinco mil familias en cada una
de ellas; se impulsó el desarrollo de la industria y la agricultura mediante el
trabajo en masa tanto en el campo como en la ciudad; y se amplió la
infraestructura del país a partir del desarrollo de
una fuerte industria del acero.
El fracaso del Plan quinquenal de 1952-57; el endeudamiento
con la URSS; los cambios o giros políticos en ese país,
sobre todo luego de la muerte de Stalin en 1953; y los sucesos que se
desarrollaban en los países del Bloque Socialista en
Europa, donde cada vez, al control económico por parte de
la URSS, le seguía el control del poder político y la reducción
de los derechos soberanos de las naciones colocadas dentro del marco del
llamado “Campo Socialista”, se sumaron las preocupaciones que desde Beijing
manifestaban los dirigentes chinos.
Las consecuencias de este “salto hacia atrás”,
más que ¨salto hacia adelante¨; el advenimiento de divergencias con el
desarrollo del modelo económico y político
en China; junto con la pérdida de prestigio en las políticas
económicas que había impulsado Mao con
el “Gran Salto Adelante”, llevan a nuevas fricciones dentro del PCCh. Liu
Shao-qi pasó a ocupar la Presidencia del Partido mientras Deng Xiaoping pasó a
ocupar la Secretaría General. Mao, no obstante, retuvo la dirección
del Comité Militar Central del Partido, desde donde retoma la
primacía dentro de la lucha interna diseñando una nueva
propuesta: lanzar la convocatoria a los jóvenes para el
desarrollo de una revolución cultural proletaria que
corrigiera lo que a su juicio eran las desviaciones en el proceso de construcción
del socialismo en China.
La Gran Revolución Cultural
Proletaria, convocada por Mao a partir de 1965, precipitó
un amplio debate y discusión en el seno del Partido
Comunista.
En su propuesta Mao señalaba que la
concepción del mundo de los intelectuales, incluidos los jóvenes
intelectuales que frecuentan aún las escuelas, en el partido
y fuera de él, era fundamentalmente burgués. De ahí
que era necesario en “esta fase crucial de la lucha entre dos clases¨, implantar dos vías y dos líneas
para: (a) luchar contra los detentadores del poder que siguen la vía
capitalista como tarea principal; (b) resolver el problema de la concepción
de mundo y extirpar las raíces del revisionismo, como
objeto. Esta lucha, independientemente de su costo, señalaba, no solo podría
tomar al menos 10 años, sino que debería repetirse varias
veces en un siglo. Así las cosas, Mao concebía
la Gran Revolución Cultural Proletaria como un proceso profundamente
ideológico, dirigido a aquellos que si bien habían
participado en la lucha revolucionaria democrática contra el
imperialismo, el feudalismo y la burguesía compradora, una
vez liberado el país, eran vacilantes en cuanto al camino a recorrer
hacia el socialismo.
La Gran Revolución
Cultural Proletaria se desarrolló entre 1966-1976. En esta
cientos de miles de jóvenes miembros de la Guardia
Roja abandonaron las universidades y sus centros de estudio; reprimieron y
persiguieron a aquellos que consideraban, por sus posiciones ideológicas
o políticas, aliados de Liu Shao-qi o Den Xiaoping, a quienes
identificaban como elementos burgueses y capitalistas. Así,
decenas de miles de intelectuales, técnicos de alta
gradación, obreros calificados, cuadros militares y dirigentes
comunales y campesinos fueron destituidos de sus puestos, enviados a campamentos
de reeducación y trabajo, y en muchos casos, atacados físicamente
por los jóvenes guardias. Los excesos ocurridos en el curso de
estos años llevaron eventualmente al
propio Mao a ordenar la disolución del cuerpo y a la terminación
del proceso iniciado.
La época que precede a la Gran
Revolución Cultural Proletaria se vio también
afectada por el conflicto Sino-Soviético, resultado del
XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética.
Nikita Jruschov quien había sucedido a José
Stalin en la dirección del PCUS a su muerte en 1953, lanzó fuertes
denuncias contra lo que llamó ¨estalinismo¨ e inició reformas dentro del
aparato productivo soviético, todo ello dentro del
marco de la Guerra Fría. Los levantamientos en los
países del Bloque Socialista en el Este de Europa y el
manejo de la crisis por parte de la URSS, poniendo y quitando dirigentes en
función de sus lealtades con Moscú,
junto
a sus nuevas doctrinas sobre la construcción del socialismo,
llevaron a la ruptura entre los dos grandes bloques socialistas. En este
proceso el Partido Comunista de China denunció a la dirección del Partido
Comunista de la Unión Soviética de “revisionistas” de las
doctrinas de Marx, Engel, Lenin y Stalin y proclamó a Mao Zedong y su pensamiento
político, como el intérprete correcto del
marxismo-leninismo en la época del imperialismo y del “socialimperialismo”.
A esta división
en el seno del movimiento comunista internacional se sumó a otras ocurridas
anteriormente, como fue en la década de los años
treinta el surgimiento de la “Cuarta Internacional” bajo la dirección
del sector favorecedor de la línea ideológica
de León Trotsky y sus tesis sobre la “revolución
permanente”.
La ruptura entre las dos tendencias dentro del movimiento
comunista internacional tuvo también sus efectos en el
desarrollo de las organizaciones de izquierda latinoamericana y caribeña.
Entre ellas se incrementó el fraccionalismo organizativo y se establecieron
serias divisiones en cuanto a la táctica y la
estrategia en la conducción de los procesos políticos
y el desarrollo de la teoría militar en la lucha
revolucionaria.
Las tesis de Mao Zedong, que prevalecieron durante el IX y X
Congreso del PCCh en 1973, luego de su muerte en 1979 y tras un breve mandato
posterior por parte de quien fuera su Primer Ministro y cercano colaborador
desde los años treinta Chou En Lai, abrieron paso nuevamente a la
reaparición de Den Xiaoping en la política china. Será
Deng quien eventualmente, luego del fin de la Gran Revolución
Cultural Proletaria, iniciará un proceso de reformas en la
economía china y orientará el desarrollo de
los primeros pasos dentro de una relativa apertura del proceso político
interno dirigido a modernizar el país.
En ocasión
de la celebración del XI Congreso del PCCh en 1977, mediante la crítica
a los acontecimientos del período de la Revolución
Cultural. Den Xiaoping planteó la necesidad de una
transformación económica de gran magnitud en China.
La misma perseguía llevar al país a su modernización
radical en el terreno económico, aunque ciertamente en lo
concerniente a lo político e ideológico
los cambios se definieron en forma mucho más conservadora. Así,
bajo la dirección del Partido Comunista de China y bajo
consideraciones de desarrollo de un modelo económico basado en la
economía planificada, característica de los
modelos de desarrollo socialistas, China incorpora en sus políticas
de desarrollo la propuesta de “dos modelos, un sistema”. Mediante ella,
reivindica el carácter socialista del país, a la vez que
introduce reformas de corte capitalista en su economía.
El rumbo iniciado por Deng Xiaoping es en su esencia el
mismo rumbo que al presente mantiene China. Con sus actuales más
de 1,300 millones de habitantes y una superficie de terreno de 9,596.960
millones de kilómetros cuadrados, ha
sido el socialismo con características chinas, el que a lo
largo de estas décadas ha permitido el desarrollo de un país
como el que hoy despunta en el mundo.
Como indicó el entonces Presidente de la República
Popular China en el 60 Aniversario del triunfo de la Revolución en su país, “la historia nos ha indicado que el camino de
avance nunca es llano, pero que un pueblo unido que toma el destino en sus
propias manos vencerá, sin ninguna duda, todas las dificultades, creando
continuamente grandes epopeyas históricas.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario