Por Óscar Miguélez, enviado por Manos fuera de China
Un centenar de chinos, venidos de todas partes, lucharon como brigadistas en la guerra civil española.
El matrimonio de científicos taiwaneses Hwei-Ru y Len Tsou ha
investigado durante más de diez años la vida de trece de ellos y las ha
hilvanado en el libro Los brigadistas chinos en la guerra civil. La
llamada de España (1936-1939) que ahora ve la luz en España y también en
la propia China. Esta es su historia.
Emigrantes, obreros, médicos, masajistas, periodistas, pequeños comerciantes…“Nosotros, los chinos, hemos combatido en los frentes de todos los lugares”.
Es lo que le dijo Zhang Ji, un voluntario en nuestra guerra, a Yan
Jiazhi, el primer chino que llegó a España tras el inicio de la
contienda. Se trataba de un masajista residente en París sobre el que
documentos de los archivos de la Internacional Comunista señalan que no
se pudo confirmar su condición de militante. “Los que en esos momentos llegaban a España para combatir, con riesgo para sus vidas, -señalan los Tsou- no eran, evidentemente, personas corrientes”.
Lo extraordinario se convierte en el hilo conductor de sus historias.
Recuerda Laureano Ramírez Bellerín, Premio Nacional de Traducción y
coordinador de la edición española del libro editado por Catarata, la
sorpresa que le produjo conocer quiénes eran y cuál fue la vida de aquel
puñado de chinos, que los autores del hallazgo desglosaron en su casa
de Barcelona gracias a la mediación de otro chino de la Ciudad Condal.
“El matrimonio, ella ingeniero químico y él especialista en
semiconductores y por tanto nada que ver con la investigación histórica,
llevaba años en Nueva York dedicándose a lo suyo hasta que, ojeando un
álbum publicado por la Brigada Lincoln, que conmemoraba su 50
aniversario, advirtieron que algunos de los muchos nombres citados en
sus páginas parecían chinos. Entonces -relata el profesor- empezaron a
tirar del ovillo y se embarcaron en un trabajo de reconstrucción de
aquellos acontecimientos que duró más de diez años y les condujo por
tres continentes (Europa, América y Asia) y multitud de archivos. En
España visitaron, entre otros, los de Salamanca, de Asuntos Exteriores y
de la Biblioteca Nacional; los más importantes de EE.UU. y, por
entonces, se abrieron los nacionales rusos donde hay muchísimo material
sobre la guerra civil”. Los autores habían publicado su
investigación en Taiwán en 2001 y el profesor, titular de la Universidad
Autónoma de Barcelona, se comprometió a traducirlo “porque esto debía conocerse en España”.
Consiguió para ello fondos de la UAB y creó un equipo de traducción
formado por tres chinos y la española Maialen Marín Lacarta, al que se
unió un investigador responsable de la difusión.
Cuenta este traductor, que ha trabajado codo con codo con los
investigadores, que le llamaron la atención las edades de las personas
que vinieron a la guerra, unas cuantas cercanas a los 50, “con lo que
significa a esos años embarcarse en semejante aventura, y las de los
más jóvenes, alrededor de los veinticuatro, uno de los cuales acabó en
el frente de Gandesa”. Su nombre era Chen Wenrao. Había llegado en
junio de 1937 desde Nueva York, donde entre otros trabajos había tenido
el de camarero, y una vez en el cuartel general de las Brigadas
Internacionales en Albacete fue enviado durante un mes a un campo
cercano para realizar la instrucción; luego fue trasladado al Batallón
Lincoln y, después, pasó a engrosar las filas del 24º Batallón de la XV
Brigada. El relato de su final ha quedado escrito por los Tsou: “Los
brigadistas atacaron Gandesa a cuerpo descubierto y sus cadáveres
cubrieron el valle. Allí murió Wenrao. Nadie los enterró. Permanecen en
ese lugar y forman parte de la tierra española”.
Chen Wenrao era de Guangdong, pero también hubo brigadistas de Qingtian,
pueblo al este de China donde nació más del 70% de los chinos que hoy
viven en España. Es el caso de Zhang Shuseng, “que debía de hablar bien español, ya que combatía con soldados españoles”. Tenía, según explica el profesor Ramírez, “un
hermano en Valencia que estaba en el Ejército de la República y por ahí
aparecen otros nombres de los que se podía seguir la pista. De hecho,
muchos de estos emigrantes chinos en Cataluña, concretamente de una
asociación de Tarragona, mostraron interés en hacer ahí un pequeño
monumento que recordara a su compatriota que había luchado en la guerra
española”.
El rostro de otro brigadista, Tchang Jaui Sau, fue portada de la revista
Estampa. Este combatiente llegó desde la planta de automóviles de
Renault y era miembro del Partido Comunista de Francia. Se embarcó en
nuestra guerra incivil para, según escriben los autores, “combatir al fascismo y luchar por la libertad”.
Xie Weijing había sido miembro del Partido Comunista alemán y llegó a
ocupar el cargo de comisario político del Batallón de Artillería, el
cargo más alto que ocupó un voluntario chino de las Brigadas
Internacionales. “Era periodista y pertenecía también al Partido
Comunista chino. Intervino en todas las publicaciones izquierdistas de
la época. Era el que tenía la idea de hacer una unidad china, sobre todo
por facilitar las tareas administrativas, en las Brigadas con los
voluntarios y los que servían en el ejército de la república, alrededor
de unos cien que andaban disgregados, pero nunca se llegó a concretar”. Xie Weijing volvió a China y llegó a ser viceministro de Defensa.
Hwei-Ru y Len Tsou no llegaron a encontrar a ninguno de sus
protagonistas vivos. En total, trece combatientes chinos de al menos ese
centenar que, como subraya Ramírez, no eran una multitud, pero si “un
número significativo, si tenemos en cuenta que no vino nadie de muchos
países mucho más próximos, y tan solo un japonés de una nación vecina a
la suya”. Por cierto, el nipón, que se llamaba Jack Shirai, había llegado desde San Francisco y fue cocinero, a su pesar –“Yo he venido a luchar y no a manejar cazuelas”-, el más famoso de las Brigadas. Lo mató una bala perdida mientras llevaba comida a la zona de combate.
La última sorpresa la encontraron los Tsou siguiendo la pista del
brigadista médico Tio Oen Bik, cuando descubrieron el grupo de “los
médicos españoles” que lucharon en la guerra china con Japón. “Los
llamaban así porque todos habían estado en la guerra civil española,
pero no había entre ellos ningún compatriota nuestro, eran todos
checoslovacos, polacos, alemanes… Después de España, se marcharon a
China a seguir en el combate contra aquellas ideas que representaban el
auge de Hitler y Mussolini, y si hubiera habido otras batallas por esta
causa hasta allá se hubieran marchado. Recientemente, se ha celebrado en
China un congreso muy interesante con algún descendiente de aquellos
médicos, y constituye otra línea de investigación sobre la que aún se
sabe muy poco. Pero esa es otra historia”.
Para Laureano Ramírez, los chinos fueron otros brigadistas más, bien
mandados por las organizaciones a las que pertenecían, bien por propia
voluntad. “Pero lo importante -destaca- no es su huella en España,
sino la impresión que les quedó a ellos y que duró toda su vida. Nunca
ninguno de ellos se pudo quitar a España de la cabeza”.
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