5º) El imperialismo y las perspectivas de la revolución proletaria mundial.
Sin embargo, este acercamiento no significó en absoluto una renuncia a
la teoría de la “revolución permanente”, la cual no sufrió cambios
esenciales en los años de la primera guerra mundial. Seguía ignorando la
etapa democrático-burguesa en que se hallaba todavía la revolución
rusa, negando la necesidad de la hegemonía del proletariado sobre el
campesinado y subestimando el papel revolucionario de los movimientos
democráticos y de liberación nacional.
Trotski no veía en Rusia fuerzas capaces de hacer la revolución.
Afirmaba que la “revolución rusa no podía ser ‘llevada hasta el fin’ ni
mediante la colaboración del proletariado con la burguesía liberal ni
mediante su alianza con el campesinado revolucionario”. Sus
coincidencias con Kautsky no se limitan al centrismo en el movimiento
socialista internacional, sino que incluyen también la opinión sobre los
campesinos: para el oportunista alemán “constituyen un factor
económicamente reaccionario, que es un obstáculo en el camino hacia el
socialismo”[1].
Según Trotski, la revolución en Rusia no podía ser más que un impulso
exterior para la revolución socialista en Occidente, que después
debería asegurar la victoria del socialismo en Rusia.
Trotski afirmaba explícitamente, en los años de la primera guerra
mundial, que seguía sosteniendo las mismas opiniones y desarrollándolas y
no veía “razón alguna para renunciar a tales pronósticos, de los que la
parte leonina correspondía a Parvus”[2].
Así, pues, en los años de la primera guerra mundial, Trotski
confesaba que, en cuanto a las cuestiones fundamentales de la
revolución, sus perspectivas y fuerzas motrices, se solidarizaba con
Parvus, y no con Lenin.
Éste afirma que Trotski propone una solución errónea a la correlación
de clases en la próxima revolución, “repitiendo su ‘original’ teoría de
1905 y negándose a reflexionar sobre las causas por las cuales, durante
diez años, la vida ha pasado de largo ante esa magnífica teoría.(…)
Trotski no ha pensado que si el proletariado arrastra a las masas no
proletarias del campo a la confiscación de las tierras de los
terratenientes [como el propio Trotski repetía en 1915] y derroca la
monarquía, ¡eso será precisamente la culminación de la ‘revolución
burguesa nacional’ en Rusia! ¡Eso será justamente la dictadura
democrática revolucionaria del proletariado y el campesinado! (…)
¡Trotski ayuda en la práctica a los políticos obreros liberales de
Rusia quienes entienden por ‘negación’ del papel del campesinado una negativa a incorporar a los campesinos a la revolución!
Tal es hoy la clave de la cuestión. El proletariado lucha y seguirá
luchando abnegadamente por la conquista del poder, por la república, por
la confiscación de las tierras, es decir, por la conquista del campesinado, por la utilización exhaustiva de sus fuerzas revolucionarias, por la participación de las ‘masas populares no proletarias’ en la obra de liberar a la Rusia burguesa del ‘imperialismo’ militar-feudal
(es decir, el zarismo). Y el proletariado aprovechará inmediatamente
esta liberación de la Rusia burguesa del zarismo y del poder de los
terratenientes, no para ayudar a los campesinos ricos en su lucha contra
los obreros rurales, sino para realizar la revolución socialista en
alianza con los proletarios de Europa”[3].
Es en este último aspecto -el de la relación entre la revolución
socialista en Rusia y el proletariado internacional- en el que Trotski
va a modificar a peor su teoría de la “revolución permanente” a partir
de la guerra imperialista y debido a su comprensión defectuosa de lo que
es el imperialismo. En el artículo que acabamos de citar, Lenin le
acusa de “jugar con la palabra” imperialismo, pero esta nueva etapa del
capitalismo provocará peligrosas vacilaciones también en algunos
dirigentes bolcheviques como Piatakov y Bujarin, que convergerán más
tarde con Trotski en su lucha contra el Partido leninista.
Como resume muy bien Harpal Brar, “estos dos males gemelos -la
aceptación de la teoría de la “revolución permanente” y la no aceptación
de las tesis de Lenin sobre el imperialismo- constituyen la base
teórica del trotskismo…”[4]
Contrariamente a Lenin, que en su apreciación del imperialismo ponía
en primer plano sus contradicciones, Trotski admiraba como Kautsky la
tendencia de esta nueva etapa del capitalismo hacia un
“ultraimperialismo”, hacia la formación de un único trust mundial[5]. Consideraba que “la tendencia centralizadora de la economía contemporánea es la principal…”[6]
para el imperialismo. Según Trotski, la “tendencia centralizadora” es
una tendencia progresista del desarrollo económico del imperialismo y
se expresa en el desarrollo de las fuerzas productivas, que se libran
de las trabas de las naciones y Estados y llevan a que, “en sustitución
de la gran potencia nacional”, llegue la “Weltmach imperialista”[7], es decir, la potencia mundial.
Trotski simplificaba la comprensión de la época del imperialismo,
considerándola el advenimiento de un “capitalismo puro”, sin resabios de
atraso feudal. Menospreciaba la complejidad y la diversidad de sus
fenómenos y contradicciones en beneficio de la idea abstracta del
centralismo. Trotski rechazaba la continuidad y la ligazón de la época
del imperialismo con las épocas precedentes e ignoraba el papel activo
de los fenómenos transitorios y de los antagonismos heredados del
pasado. Afirmaba que las tendencias del capitalismo, que penetraban en
todo, liquidaban los tipos de economía precapitalistas y que los
elementos y fenómenos de épocas pasadas sucumbían ante la fuerza del
capital. Llegó a decir que la base económica que sustentaba a la pequeña
burguesía había desaparecido y que el capitalismo “acababa con las
clases intermedias…”[8].
Esa afirmación gratuita, hecha sin apoyarse en un análisis económico,
no sólo es falsa, sino también nociva. Al trotskismo le sirvió de base
para despreciar el papel revolucionario del campesinado y de los
movimientos antiimperialistas, democráticos, de los pueblos de las
colonias y los países dependientes, ayudando al imperialismo a debilitar
la solidaridad proletaria con ellos.
Lo cierto, sin embargo es que la agudización de las contradicciones
del capitalismo en virtud de su desarrollo desigual obliga a la clase
obrera y a los pueblos oprimidos de un determinado grupo de países o de
un país a buscar la salida en la revolución. Esos nudos de
contradicciones se convierten en eslabones débiles del sistema del
imperialismo. “…La revolución proletaria —dice Lenin— crece en todos los
países de modo desigual, por cuanto todos los países se hallan en
diferentes condiciones de vida política, y en unos países el
proletariado es demasiado débil y en otros es más fuerte”[9].
La desigualdad del desarrollo del capitalismo agudiza también las
contradicciones entre los Estados imperialistas y dificulta su acción
conjunta contra el proletariado que ha iniciado la revolución.
Esta
conclusión de Lenin iba enfilada contra los socialchovinistas y los
centristas como Kautsky, que afirmaban que en la época del imperialismo
disminuía la desigualdad del desarrollo del capitalismo y perdían
agudeza sus contradicciones.
Siguiendo a los kautskianos, Trotski trató de refutar la tesis
leninista de que en la época del imperialismo la acción de la ley del
desarrollo económico y político desigual del capitalismo podía ejercer
una influencia decisiva en la posibilidad de la victoria de la
revolución socialista en varios países o en un solo país y en las
perspectivas de dicha revolución. Negaba la acción de la ley de la
desigualdad del desarrollo del capitalismo, declarando que la tendencia
fundamental del imperialismo era la necesidad de “construir una
economía mundial unificada, independientemente de los marcos nacionales y
de las barreras estatales aduaneras”[10].
Por ello —afirmaba Trotski—, la tarea del proletariado consistía en
aprovechar las tendencias centralistas del imperialismo, y no sus
desigualdades.
En opinión de Trotski, la clase obrera de cada país debía renunciar a
las llamadas obligaciones nacionales y centrar sus esfuerzos en la
lucha por la conquista del poder estatal en la única forma real
preparada por toda la época del imperialismo, “en la forma de la
dictadura política en todos los países civilizados del mundo
capitalista”. Trotski afirmaba que el movimiento revolucionario de
masas podía desarrollarse con éxito y alcanzar la victoria sólo como
movimiento general europeo y que, aislado en los marcos nacionales,
estaba condenado a un fracaso inevitable. En vista de ello, luchar por
la dictadura del proletariado en un solo país carecía por completo de
sentido; el proletariado únicamente podía establecer su dictadura en
Europa entera, es decir, en la forma de Estados Unidos de Europa[11].
Lenin, criticando la idea del estallido simultáneo de la revolución
en todos los países, decía: “Esperar a que las clases trabajadoras hagan
la revolución a escala internacional significa que todos deben quedar
inmóviles, esperando. Eso no tiene sentido”[12].
Ya en agosto de 1915, Lenin se pronunciaba contra la “falsa idea de
la imposibilidad de la victoria del socialismo en un solo país”, así
como contra la “interpretación errónea de las relaciones de este país
con los demás. La desigualdad del desarrollo económico y político es una
ley absoluta del capitalismo. De aquí se deduce que es posible que el
socialismo triunfe primeramente en unos cuantos países capitalistas, o
incluso en un solo país en forma aislada. El proletariado triunfante de
este país, después de expropiar a los capitalistas y de organizar dentro
de él la producción socialista, se alzaría contra el resto del mundo
capitalista, atrayendo a su lado a las clases oprimidas de los demás
países, levantando en ellos la insurrección contra los capitalistas,
empleando, en caso necesario, incluso la fuerza de las armas contra las
clases explotadoras y sus Estados”[13].
Un año más tarde, en septiembre de 1916, ya no habla de la posibilidad, sino de la inevitabilidad
de que la revolución socialista triunfe en unos países antes que en
otros: “El desarrollo del capitalismo sigue un curso extraordinariamente
desigual en los diversos países. De otro modo no puede ser bajo el
régimen de producción de mercancías. De aquí la conclusión indiscutible
de que el socialismo no puede triunfar simultáneamente en todos los
países. Triunfará en uno o en varios países, mientras los demás seguirán
siendo, durante algún tiempo, países burgueses o preburgueses”[14].
Aun después del triunfo de la revolución en Rusia y de haber sido uno
de sus gobernantes, Trotski seguía empeñado en fundamentar teóricamente
su tesis sobre la revolución internacional simultánea: “… la ley del
desarrollo desigual no es una ley del imperialismo; es ley de toda la
historia humana. El desarrollo capitalista acrecentó extraordinariamente
en su primera época la desigualdad entre los niveles de desarrollo
económico y cultural de las diversas naciones; el desarrollo
imperialista, es decir, la novísima fase del capitalismo, no ha
aumentado esta desigualdad, sino que, por el contrario, ha contribuido
en grado considerable a su nivelación”[15].
La historia de un siglo largo de imperialismo demuestra, en realidad,
la existencia de las dos tendencias contrapuestas en el desarrollo de
los diferentes países: no solamente la tendencia a la nivelación que el
trotskismo considera definitiva, sino también la tendencia al incremento
de la desigualdad. La explicación tiene su raíz en la misma
contradicción fundamental del capitalismo[16]
que determina la acción recíproca de ambas tendencias opuestas: “la
nivelación de los países capitalistas, lejos de disminuir la acción de
la ley del desarrollo desigual bajo el imperialismo la acentúa.
Precisamente el inusitado progreso de la técnica y la nivelación cada
vez mayor en el nivel de desarrollo de los países capitalistas en el
período del imperialismo hacían aparecer la posibilidad del adelanto a
saltos de unos países sobre otros”[17].
Donde más evidente se hace el desarrollo desigual a pesar de la
tendencia a la nivelación es al comparar a las potencias capitalistas
dominantes con los países oprimidos por ellas. La desigualdad entre
ambos tipos de naciones ha aumentado enormemente, sobre todo en su
aspecto esencial: la soberanía económica de las naciones oprimidas, cada
vez menor por la creciente brecha tecnológica con las naciones más
poderosas. Salvo algunos países que conquistaron su independencia y
realizaron revoluciones socialistas, el resto de las antiguas colonias y
semicolonias no ha dejado de incrementar su nivel de atraso y de
dependencia respecto de sus antiguas metrópolis (unos pocos enclaves
privilegiados por las necesidades económicas o políticas de éstas -como,
por ejemplo, los llamados “tigres asiáticos”- han experimentado un
notable crecimiento económico, pero enormemente dependiente de las
grandes potencias imperialistas).
“El trotskismo -explica Harpal Brar- no acepta la tesis de Lenin
según la cual el desarrollo económico desigual es una ley absoluta del
capitalismo. Según Trotski, el imperialismo suprime todas las
desigualdades en el desarrollo económico de los diferentes países. La
explotación imperialista, pretende Trotski, conduce a la eliminación de
las desigualdades en las condiciones económicas de los países
explotadores y explotados. En 1928, por ejemplo, Trotski hablaba de ‘la
brecha decreciente entre India y Gran Bretaña’. A partir de esta
posición de rechazo de la ley del desarrollo desigual del capitalismo,
Trotski deduce, en oposición directa al leninismo, la conclusión
errónea, incluso contrarrevolucionaria, de que una revolución nacional
no es posible puesto que, dice el trotskismo, el imperialismo ha
suprimido las economías nacionales y creado una sola economía mundial.
Al igual que no puede haber revolución socialista en una parte de un
país (es decir, en una parte de una economía nacional integrada), por lo
mismo, dice el trotskismo, no puede haber revolución nacional, ya que
la economía nacional es una parte de una única economía mundial
integrada. Luego, según Trotski, la revolución mundial -una revolución
en todos los países del mundo- debe producirse en todas partes
simultáneamente o en ningún lugar particular. Los diferentes países
deben acometer la revolución socialista uno tras otro en una sucesión
rápida, como las diferentes regiones de un país durante una revolución
nacional. Si el punto de vista de Trotski hubiera sido correcto, no
habría habido construcción del socialismo en la URSS. Pero la
construcción del socialismo en la URSS ha proporcionado una prueba
viviente del abismo que separa al trotskismo de la realidad, de la
naturaleza oportunista profunda e incorregible del trotskismo, de su
contenido contrarrevolucionario”[18]
Notas.
[1] Demokratia oder Diktatur, Kautsky, pág. 4, Berlín 1920.
[2] Nashe Slovo, 14 de febrero de 1915.
[3] Sobre las dos líneas de la revolución, Obras Completas, t. XXIII, págs. 51 y 52, Ed. Akal.
[4] Trotskisme ou léninisme, pág. 147.
[5]
Al pintar al imperialismo de color de rosa, Kautsky concluía que la
clase obrera debía aplicar una política orientada “a estimular el
capitalismo” (El Estado nacional, el Estado imperialista y la alianza de Estados, pág. 90).
[6] Nashe Slovo, 3 de febrero de 1916.
[7] Golos, 20 de noviembre de 1914.
[8] Nashe Slovo, 17 de octubre de 1915.
[9] Obras Completas, t. 37, pág. 117.
[10] Nashe Slovo, 3 de febrero de 1916.
[11] Nashe Slovo, 4 de febrero de 1916.
[12] Obras Completas, t. 36, pág. 335
[13] La consigna de los Estados Unidos de Europa: https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1910s/8-1915eu.htm
[14] El programa militar de la revolución proletaria: https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1910s/1916mil.htm
[15] Trotski, Las vías de la revolución mundial,
VII Pleno ampliado del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista.
Actas taquigráficas, t. II, pág. 99, Moscú-Leningrado 1927. Citado en
“La lucha del partido bolchevique contra el trotskismo”, t. 2, págs.
188-189.
[16] “La contradicción entre la producción social y la apropiación capitalista se manifiesta ahora como antagonismo
entre la organización de la producción dentro de cada fábrica y la
anarquía de la producción en el seno de toda la sociedad… Es la
fuerza propulsora de la anarquía social de la producción la que
convierte a la inmensa mayoría de los hombres, cada vez más
marcadamente, en proletarios, y estas masas proletarias serán, a su vez,
las que, por último, pondrán fin a la anarquía de la producción.” (Del socialismo utópico al socialismo científico, F. Engels: https://www.marxists.org/espanol/m-e/1880s/dsusc/3.htm)
[17] La lucha del partido bolchevique contra el trotskismo, t. 2, pág. 189.
[18] Trotskisme ou léninisme, pág. 589, nota 15.
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