Por Santi Martín
El pasado miércoles, como un día más, al jornalero
Juan-Francisco Díaz Gil, con sólo 35 años de edad, y toda una vida por
delante para realizarse como ser humano, le sonó el despertador que le
ponía en pie para comenzar una nueva jornada laboral.
Él, quizás
pensaría que era un afortunado por tener un trabajo, pero la realidad de
los hechos demuestran que la fortuna nunca fue una buena aliada de
clase obrera.
Cuando ese día sonó el despertador, a Juan-Francisco, vecino de Olivenza, le esperaban 30 kilómetros que recorrer para estar a las 7’30 horas de la mañana, en su lugar de trabajo, una finca próxima a Gévora. Cuando apuntaban las primeras luces del alba, el día ya anunciaba un calor sofocante.
7’30 horas del día 13 de mayo de 2.015. Bajo un sol abrasador, Juan-Francisco coge el zancho y comienza su jornada laboral, su tarea para ese día consiste en cavar una zanja para enterrar una tubería de riego. En ese caluroso día, el mercurio empieza a subir y a 35 grados, y bajo un sol implacable, Juan-Francisco, sigue en su tarea, para ganar un salario de 6 euros a la hora. El termómetro sigo subiendo y ya roza los 40 grados.
Tras casi 10 horas de trabajo, en un ambiente totalmente inhumano para realizar esa tarea, Juan-Francisco empieza a ponerse rojo a decir que se encontraba mal.
El salario de Juan-Francisco era de 6 euros a la hora, pero para llevarse un jornal digno tenía que trabajar entre once y doce horas, y esa necesidad por tener un salario digno, a Juan-Francisco, cuando eran aproximadamente las 18’30 horas de ese fatídico 13 de mayo, le condujo a la muerte.
Mientras que unos pocos de oligarcas explotadores se llevan la pasta, la venta de la fuerza del trabajo de muchos obreros les lleva a la muerte. Y en este constante estado de injusticia y desigualdad, de explotación y opresión, pasa la vida, y los ciegos siguen viviendo sin querer ver cuando sale el sol, pues como cantaba Víctor Jara, me matan si no trabajo, y si trabajo me matan, siempre me matan, me matan, ay me matan, me matan.
Si Juan-Francisco, al igual que otros muchos, ha muerto en el tajo, es porque el capitalismo mata, mata explotando a los seres humanos, de la misma forma que mata, retirando recursos de los servicios públicos para beneficiar a la empresa privada, como es el caso de la sanidad privada, donde se prefiere engordar los bolsillos de los amigos del poder, antes que invertir en la contratación de profesionales y en la investigación de las enfermedades.
El capitalismo mata, y un sistema que mata es totalmente incompatible con nuestra condición de seres humanos, pues este sistema capitalista genera sufrimiento, inhumanidad, y muerte, sí, muertes que son totalmente evitables, si realmente aflorasen los sentimientos humanos, pero este sistema se guía bajo el dictado de sus dios, “los mercados”, cuyas directrices están en contra de los seres humanos.
Socialismo o barbarie, que nadie quiera vendernos una tercera vía de salida, porque no existe.
Sí, socialismo o barbarie,
porque si una gran parte de esta sociedad, no hubiese bajado los brazos,
no se hubiese abandonado a la resignación, al miedo, la apatía, el
servilismo y la alienación, en vez de ejercer la rebeldía, la valentía,
el anhelo y poner en práctica la dignidad por construir una sociedad de
hombres y mujeres socialmente iguales, humanamente diferentes y
totalmente libres, la muerte de Juan-Francisco, se podría haber evitado y
hoy estaría entre nosotros.
Esto es en resultado de una injusta sociedad, donde mientras unos pocos roban el pan, muchos se lo tienen que ganar, a costa que el esfuerzo les conduzca a la muerte. No creo que hayamos nacido para esto, para convertirnos en meros instrumentos de generación de riqueza para el bienestar y lujo de unos pocos explotadores. Tan difícil es entender que votar a ladrones, es votar a que la muerte nos siga pisando los talones.
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