“La historia en general, las de las revoluciones en particular, es siempre más rica de contenido, más variada de formas y aspectos,
más viva, más ‘astuta’ de lo que se imaginan los mejores partidos, las
vanguardias más concientes de las clases más adelantadas. Se comprende
fácilmente, pues las mejores vanguardias expresan la conciencia, la
voluntad, la pasión, la imaginación de decenas de miles de hombres,
mientras que la revolución la hacen, en momentos de tensión y excitación
especiales de todas las facultades humanas, la conciencia, la voluntad,
la pasión, la imaginación de decenas de millones de hombres
aguijoneados por la lucha de clase más aguda.
De aquí se derivan dos conclusiones prácticas importantes: la primera
es que la clase revolucionaria para realizar su misión, debe saber
utilizar todas las formas y aspectos, sin la más mínima excepción, de la
actividad social (dispuesta a completar después de la conquista del
Poder político, a veces con gran riesgo e inmenso peligro, lo que no ha
terminado antes de esa conquista); la segunda es que la clase
revolucionaria debe hallarse dispuesta a reemplazar de un modo rápido e
inesperado una forma por otra”.
V.I. Lenin: La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo.
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