Rescatamos esta entrevista del año 2011
del diario Gara al profesor Cheng Enfu, del departamento de estudios
marxistas de la Academia China de Ciencias Sociales, que es una de las
máximas autoridades teóricas de China y quien mejor puede explicarnos el
proceso que se está desarrollando en China desde hace unas décadas.
Prácticamente nada de lo que se dice en esta entrevista ha perdido
actualidad. Mil gracias al compañero Óscar Díaz por enviárnosla.
Por Dabid Lazkanoiturburu
Nacido en Sanghai en 1950, Cheng Enfu es una voz autorizada que, desde
el interior del régimen chino, defiende con uñas y dientes el carácter
socialista del modelo chino, lo que le lleva a sostener una posición
combativa e incluso, a ratos, crítica sobre el devenir económico y
social del gigante asiático. Siempre desde sus profundas convicciones
marxistas, chinas, por supuesto.
China y su emergencia como gran potencia económica y política en el
siglo XXI está en boca de todos. Pero hay pocas oportunidades de conocer
de primera mano la realidad, expectativas y retos del gigante asiático.
Invitado por IPES-GITE Elkartea para inaugurar un ciclo de conferencias
sobre los modelos para el socialismo del siglo XXI que cuenta con la
colaboración de la UPV, el profesor Cheng ha ofrecido esta semana varios
seminarios y conferencias en Donostia y Bilbo. Su discurso, cómo no, es
de parte e incluye una defensa apasionada, aunque crítica, del modelo
chino. Aporta, por lo tanto, claves que van más allá de los análisis al
uso de los sinólogos occidentales, que han tomado en los últimos años el
testigo de los ya olvidados kremlinólogos.
¿China es socialista?
Por supuesto. A lo largo de los 30 años de proceso de reforma y apertura
liderado por Deng Xiaoping, el modelo chino ha pasado de una economía
planificada a una economía de mercado socialista. Hay que recordar que
se trata de un proceso dialéctico en construcción y que requiere aún de
mucho tiempo para llegar a una forma desarrollada.
Pero la economía china está abierta a la propiedad privada y a las inversiones extranjeras...
El modelo se basa en la prioridad de la propiedad pública en un sistema
de múltiples formas de propiedad. Pero en el que el sector público se
mantiene como forma primaria y mantiene y ocupa actualmente entre el 67%
y el 70% del PIB. Nosotros creemos que la economía de mercado bien
utilizada es un instrumento útil. Pero sabemos a la vez que el mercado
no tiene ni corazón ni cerebro, por lo que la economía de mercado debe
ser dirigida por el Estado. No por el Gobierno de turno, como propone el
keynesianismo. Nuestro modelo va más allá y mientras la propiedad
pública prevalezca, el socialismo no colapsará.
Hay quien sostiene que estamos ante un país capitalista en el que el
«socialismo» se limita a tener una administración centralizada que
privilegia la propiedad estatal...
Ocurre que la cuestión de la propiedad sólo es uno de los vectores del
modelo. No hay que olvidar que el sistema da prioridad al valor del
trabajo en un sistema de distribución que equilibra la equidad y la
eficacia en el desarrollo económico, priorizando el principio de «a cada
cual según su trabajo». Otro de los elementos que lo definen es la
búsqueda de la autonomía y autosuficiencia de la economía nacional,
siempre buscando un equilibrio con la introducción de tecnología y
capital extranjero.
¿Pero no es cierto que en los últimos años la equidad ha sido relegada en nombre de la eficacia económica?
En los últimos años hemos privilegiado más la eficacia, pero ahora
estamos intentando buscar un nuevo equilibrio. Una cosa es el modelo y
otra la plasmación dinámica del mismo. Ocurre algo similar con la
distribución de la riqueza. Cuanto más desciende la proporción de
propiedad pública la distribución es menor. En China, la cifra de
millonarios se está duplicando a gran velocidad. Los índices que miden
la desigualdad tampoco son buenos. Y otro problema que enfrentamos es
que el sector privado crece con mucha mayor rapidez que el público.
Usted admite que la desigualdad social creciente es uno de los retos que afronta China.
Sin duda alguna. El desequilibrio en lo que se refiere a la distribución
de la riqueza y el desarrollo económico se resume en las cuatro
desigualdades: entre las zonas urbanas y rurales, entre los sectores
industriales, entre el este y el oeste del país y entre los distintos
estratos sociales. Los documentos del Comité Central del Partido
Comunista (PCC) llevan años, bajo la dirección de Hu Jintao, poniendo
énfasis en la reducción de esas desigualdades, pero las medidas tomadas
por los distintos departamentos del Gobierno no han sido suficientemente
eficaces y es cierto que las desigualdades se están ensanchando.
¿Qué se puede hacer para invertir estas tendencias?
Hay una excepción en la municipalidad de Chonquing, donde se está
llevando a cabo una experiencia piloto por reducir la desigualdad que
está dando buenos resultados. Como representante del pueblo, yo mostré
mi apoyo a esas medidas y su extensión a todo el país en el reciente
Congreso del Pueblo celebardo hace unos días. Además, he lanzado varias
propuestas concretas para fortalecer la propiedad pública y asociar el
ingreso de los trabajadores con el de los directores de las empresas
estatales y con el rendimiento de la empresa.
Por lo que toca al sistema político, ¿qué tiene que responder a los que califican a China como una dictadura de partido?
El propio Deng respondió en su día a Margaret Thatcher que la aparente
contradicción entre el socialismo y la economía de mercado en China no
sólo se veía superada por la búsqueda del equilibrio entre equidad y
eficacia y por el hecho incontestable de que podemos conseguir un mayor
rendimiento económico. Precisamente el liderazgo del PCC es otro de los
elementos centrales que garantiza el desarrollo del socialismo con
características chinas. El liderazgo del Partido, unido al liderazgo del
pueblo y el Estado de Derecho o la gobernanza de la ley configuran la
estructura política, que tiene su plasmación internacional en el
Congreso del Pueblo, cuyos representantes se diferencian de los
diputados occidentales en que no defienden intereses sectoriales, en la
consulta política con otros partidos no comunistas que participaron en
la lucha contra el imperialismo antes de la Revolución de 1949, en las
regiones autonómicas con minorías étnicas y, finalmente, en la autonomía
local.
¿Como Deng, sostiene usted la superioridad del modelo chino?
Lo dice la realidad. Los que defendían la doctrina de shock en los
últimos años de la URSS auguraban que sería positiva a largo plazo. El
PIB de los países del este europeo ha bajado a la mitad. La superioridad
del capitalismo respecto del comunismo no es real, como ha quedado
patente en la última crisis, que nunca podría estallar con esa magnitud
en China. Es más, si no fuera por China, la crisis habría sido aún peor
para Europa y EEUU. Imagínese dónde estaría China ahora si en vez de
1.300 millones de habitantes tuviera 300 millones...
Y han pasado años desde que Francis Fukuyama predijo el final de la historia y el triunfo total del capitalismo....
El socialismo con características chinas sigue en pie y el propio
Fukuyama ha reconocido recientemente que el modelo de EEUU no es una
referencia para China. Ha reconocido que hay espacio para el modelo
chino. Saludamos su rectificación.
¿Es un modelo exportable?
Eso mismo me preguntaron en una visita reciente a México, donde es
patente el fracaso del modelo neoliberal. No hay duda de que puede ser
una alternativa a Occidente, que a diferencia de China, siempre ha
intentado imponer a otros su modelo, incluso a través de la injerencia
militar abierta. Ese debate está abierto India, Irán e incluso Jordania.
Pero hay que insistir en que nosotros defendemos la autonomía para
nosotros y para el resto. No aspiramos a que todos los países en
desarrollo copien miméticamente el modelo chino, ni siquiera en Vietnam.
Somos los primeros en conocer sus ventajas e inconvenientes.
Occidente, en concreto EEUU, pide insistentemente a China que esté a la altura de sus responsabilidades como gran potencia.
Más allá de lo bien que pueda sonar la palabra responsabilidad, lo que
subyace tras esa exigencia es el intento de EEUU de que China se alinee
con su política. Pero nosotros estamos en contra de cualquier
imperialismo, unilateralismo, amenaza militar y hegemonismo, sea
político o monetario. Mantenemos vigentes los cinco principios de
convivencia pacífica propuestos por China en los años 50, que incluyen
el no alineamiento y la no dependencia respecto a otras potencias, fuera
la URSS o sea EEUU.
¿Temen realmente a la amenaza exterior?
China sufre un cerco en forma de C promovido por EEUU con Corea del Sur,
Japón, Asia del Sureste e India como arietes. Nuestro objetivo es no
repetir el camino de potencias históricas recientes como Inglaterra,
Alemania y Japón. Es por ello que nunca hablamos de la emergencia de
China como potencia sino del desarrollo pacífico, armónico y próspero de
China.
Usted destaca, sin embargo, los retos internos.
En el plano teórico hay una pugna en China entre quienes aspiramos a
mantener y perfeccionar el sistema socialista, que es la línea
mayoritaria, y una corriente liberal que intenta derrocarlo. Esta última
se puede subdividir entre la corriente neoliberal y la partidaria de un
modelo socialdemócrata al estilo escandinavo. Pero entre los defensores
del socialismo hay, a su vez, dos tendencias: una conservadora, que
defiende un marxismo estancado y poco flexible y otra, con la que me
identifico, que apuesta por explorar las posibilidades del socialismo y
reformarlo.
¿Qué valoración general hace del relevo en el poder el año próximo con la llegada de la llamada Quinta Generación?
El relevo del poder, que supondrá el adiós de la Cuarta Generación
liderada por Hu Jintao, está asegurado en la XVIII Asamblea del PCCh de
otoño de 2012. La elección en la secretaría del partido y en la
Presidencia del país ya es un hecho y los nuevos líderes están siendo
examinados en sus aptitudes.
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