José
Manzaneda, coordinador de Cubainformación.- Orlando
Ortega -atleta nacido y formado en Cuba- obtenía para
España una medalla de plata en los recientes Juegos
Olímpicos (1).
Recordemos que, desde las Olimpiadas de Barcelona 92, España ha incorporado a 33 deportistas de otras selecciones. Y el mayor botín procede… de Cuba: trece atletas (3).
Los
grandes medios españoles aportan la justificación
ideológica de esta “política de importación” de atletas.
Así lo explicaba el conocido comentarista Ramón Trecet:
“El otro modelo es el de importación. Se importan
atletas. Lo hacen prácticamente todos los países del
mundo, incluido EEUU” (4). Curiosa mentalidad
neocolonial la de este periodista, para quien
“prácticamente todos los países del mundo” serían un
puñado de estados… con dinero. Desde luego, no la
inmensa mayoría de naciones de América Latina o de
África, por ejemplo.
En
función de esta política, el Gobierno español maneja a
conveniencia sus propias leyes migratorias. Mientras miles de
personas esperan años y años para tramitar la
nacionalidad española, ciertos atletas la obtienen en
unos días, gracias a la llamada “carta de naturaleza”
(5). Solo en 2015 fueron diez deportistas de élite,
entre ellos el propio Orlando Ortega (6). Mientras en
los últimos tres años se ha reducido a la mitad la
nacionalización de migrantes por vías ordinarias, la de
atletas por “carta de naturaleza” se ha multiplicado por
diez (7).
Pero
la prensa del régimen español nos cuenta la historia
justo al revés. “Una medalla llena de vallas
administrativas”, titulaba el diario “El Mundo” (8). “El
País” narraba que “el camino hasta Río fue una maratón
de obstáculos e incertidumbre” para el atleta Orlando
Ortega, ya que sus abogados “tuvieron que insistir mucho
para que su historial llegara al Consejo Superior de
Deportes” (9). Para remate, un toque del más rancio
nacionalismo español: el atleta “tuvo ofertas de otros
países, pero Orlando quería representar a España. (…)
(Y) en septiembre juró la Constitución”.
Un
grupo de atletas españoles firmaba el pasado año una
carta contra esta política de adquisición de figuras
deportivas (10). "Es una forma de comprar medallas
baratas que está muy de moda, pero que nadie se engañe:
el atletismo español no está mejor por esta (medalla de)
plata", declaraba uno de los firmantes, que defendía el
atletismo de base y una mayor inversión en becas e
instalaciones (11).
Pero
¡ay de quien se atreva a poner en cuestión este sistema
de intereses! Articulistas y tertulianos de los
principales medios españoles llevan días linchando –sin
la más mínima oportunidad de defenderse- al actor Willie
Toledo, por sus opiniones críticas en torno a la medalla
de Orlando Ortega para España (12) (13) (14) (15).
También
el presentador de la Televisión Cubana Randy Alonso era
objeto de linchamiento mediático, en su caso desde los
medios de Miami, por el “pecado” de calificar al
atleta Orlando Ortega como “excubano” (16). Un
término, sin duda, discutible, pero no incorrecto, ya
que ha sido el propio atleta quien ha renunciado –no
solo en lo estrictamente legal- a su origen y a sus
símbolos (17) (18). Recordemos cómo, en Río de Janeiro,
rechazó posar con una bandera cubana y –palabras
textuales- se fue buscar “la (bandera) de España como
loco" (19).
Una
actitud que contrasta con la de otros deportistas
cubanos que han competido en otras selecciones. El boxeador
Lorenzo Sotomayor, tras obtener medalla por
Azerbaiyán, país en el que vive, aseguró que "todo mi
éxito se lo debo a Cuba. Allí lo aprendí todo y la
amo con todo mi corazón" (20).
Joan Lino Martínez, atleta retirado que compitió también por España, explicaba que “en Cuba (…) se trabaja para que haya una cantera de deportistas constantemente”, mientras “aquí (en territorio español) no está creada esa estructura” (21). Una acertada explicación para entender por qué un país del Tercer Mundo como Cuba, a pesar de la emigración de algunos de sus deportistas, ocupe el número 14 entre los estados del mundo en medallas por habitante (22). Estados Unidos –por cierto- se ubica en el puesto 37, y España… en el 57.
Pero
sobre esto tampoco dirán una palabra inquisidores
mediáticos y propagandistas del nacionalismo deportivo
español.
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