Desde que en 1937 se publicara la carta colectiva del Episcopado Español en defensa de lacruzada nacional, la unión entre la dictadura y la Iglesia Católica ha sido férrea. En el texto, publicado el 20 de agosto de 1937, la cúpula eclesial brindaba un apoyo total al golpe de estado de Francisco Franco: “El Episcopado español está en su totalidad y sin reservas al lado del general y a favor del Movimiento”. La relación entre los estamentos católicos y el régimen genocida del caudillo fue inseparable tras la misiva.
La Iglesia, el Ejército y la Falange fueron los pilares con los que Franco pudo sustentar sus 36 años de crueldad y represión. No obstante, el servicio que la Iglesia le prestó a la dictadura no fue en vano, y a cambio tuvo la posibilidad de influir en España para establecer su doctrina moral como parte indivisible de la ley imperante en el país. Esta simbiosis puede verse aún hoy en multitud de representaciones católicas. Una de ellas es la Semana Santa y sus procesiones.
San Gonzalo y Santa Genoveva
La hermandad de San Gonzalo y la de Santa Genoveva procesionan en Sevilla y tienen una historia peculiar. En su página web se puede leer la siguiente descripción del origen del edificio en el que una de las hermandades tiene sede: “El templo lleva en parte el nombre de Genoveva, esposa de Gonzalo Queipo de Llano (político, orador e historiador español de mediados del siglo XIX), nombre por el cual también es conocida la Hermandad del barrio, Santa Genoveva”. El nombre de la otra hermandad también toma a San Gonzalo, un portugués del siglo XII, en recuerdo del General golpista Gonzalo Queipo de Llano, por haber sido el impulsor de la construcción del barrio donde se ubica y del que su esposa, Genoveva Martí Tovar, colocó la primera piedra en 1938.
El orador e historiador que la hermandad define en su iglesia como promotor fue el general más sanguinario de la Guerra Civil. Sirva como ejemplo lo que el militar realizó en Triana, el mismo barrio que ostenta la hermandad y el templo a su nombre: las tropas del comandante Antonio Castejón, bajo el mando del General Queipo de Llano, el día 19 de julio de 1936, comenzaron un durísimo combate para conquistar los barrios aledaños. A pesar de la resistencia de la clase trabajadora apostada en Triana, el general Queipo logró entrar utilizando como escudos humanos a mujeres y niños (tal y como lo contó Antonio Salgado en la revista Mundo Gráfico). Después de la caída del barrio de Triana, Ramón de Carranza, alcalde nombrado por Queipo de Llano, se paseó por el barrio con un megáfono dando diez minutos para que se borraran todas las pintadas antifascistas, el que en su casa mantuviera un atisbo de tinta sería fusilado junto a toda su familia.
El fajín de Queipo de Llano en la Macarena
La crueldad de Queipo de Llano, agradecida posteriormente por las cofradías con su reconocimiento, no fue exclusividad del barrio de Triana. El 22 de julio de 1936 utilizó la aviación para arrasar el barrio de La Macarena. Han tenido que pasar 72 años para que la hermandad de la Virgen de la Macarena deje de sacar la imagen mariana con el fajín de capitana del general Queipo de Llano. Fue en 2011 cuando la Esperanza Macarena dejó de portar la insignia militar, no por conciencia social o respeto a las víctimas del barrio sevillano que el general masacró, sino porque se encuentra deteriorado y es preciso conservarlo. La forma en que la represión y las cofradías se encontraban coaligadas queda en evidencia en un excepcional relato del actor Edmundo Barbero en la revista política y cultural El Mono Azul. El texto, llamado Seis meses en terreno faccioso y publicado en noviembre de 1937 cuenta las andanzas del actor en Sevilla, donde se quedó atrapado tras el golpe hasta que pudo huir a Portugal. Así narraba la unión de fe procesionaria y represión:
“La cuestión religiosa en Sevilla lo absorbe todo hasta el punto de que yo, en ochenta días de mi estancia en Sevilla, he presenciado veintidós procesiones entre las cuales hubo dos de la Macarena…asistieron a las dos procesiones representaciones de todos los organismos oficiales así como de todos los cuerpos de guarnición; requetés y falangistas con armamento, bandera y música y presidía las dos procesiones, con un varal de hermano mayor, Queipo de Llano. Mientras se sentían como en los tiempos de Riego, los mismos gritos de la reacción, especialmente de las beatas, que decían: ¡Viva el salvador de España!… Otra prueba de la influencia religiosa es que la primera preocupación que tienen antes de fusilar es confesar y comulgar”.
Fajines y guiones de Francisco Franco
La presencia del dictador en la semana santa era habitual en vida, pero tras su muerte no ha desaparecido y mantiene multitud de honores y emblemas por toda la geografía procesionaria española. En el año 2000, María del Carmen Franco Polo donó un fajín del Caudillo, su padre, a la Hermandad del Baratillo en el Arenal de Sevilla para que lo portara la Virgen de la Caridad. Además, Franco fue nombrado Hermano Mayor del Gran Poder y la Esperanza Macarena. De hecho en la Iglesia de los Terceros se exhibe un guión del caudillo con el que el Gran Poder procesionaba. No hay que olvidar que el dictador acudió a la coronación canónica de la Esperanza Macarena en el año 1964 como gran devoto de la imagen que era.
En Cartagena, la cofradía de California sale en procesión con un guión (emblema) de simbología franquista, similar al que el dictador llevaba desde 1940. La Asociación Memoria Histórica de Cartagena ha vuelto a pedir al Hermano Mayor de la cofradía que deje de portar el estandarte, en cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica. Otra que tiene a Franco entre sus cargos honorarios es la Cofradía del Descendimiento y Santísimo Cristo de la Buena Muerte, que nombró al dictador Presidente de Honor de la Cofradía en 1940. Uno de los pasos, el del Monte Calvario, tiene unos faroles donados por Franco con los que todavía se procesiona.
El estandarte nazi de la Hermandad de las Angustias
No sólo la simbología franquista adorna las procesiones que recorren nuestro país estos días. Existen en la imaginería católica de Semana Santa incluso estandartes con símbolos nazis. Es el caso de la Hermandad de las Angustias en Ciudad Real que, debido a su origen, fundada en mayo de 1943 por excombatientes de la Guerra Civil del bando golpista y la División Azul, porta un estandarte con una cruz celta nazi. En este caso, sin embargo, el obispado fue sensible a las peticiones de las asociaciones de memoria histórica y se decidió a retirar el emblema de la procesión. La exigencia del obispado al respecto provocó la crítica furibunda del presidente de la Junta de Hermandades, que acusó al obispado de haber hecho caso “a miembros de la izquierda desnortada, trasnochada y anticatólica de nuestra región”.
Para contextualizar la presencia de este tipo de símbolos, hay que recordar que después de la Segunda Guerra Mundial era costumbre entre los miembros de la División Azul donar sus cruces de hierro ganadas en combate a las vírgenes de sus ciudades o pueblos para que las llevaran en sus mantos. Son ejemplos de esta práctica el manto de la división azul que porta la Virgen del Pilar cada diez de febrero en conmemoración de labatalla de Krasny Bor.
La presencia de esta simbología en las procesiones de Semana Santa de estos días son una muestra más del camino que le queda a España por recorrer en la justa reparación de las víctimas del franquismo, cuestión que abordamos en el número de este mes de La Marea: Un país sin memoria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario