Intervención de la Asociación de Amistad Hispano-Soviética en
la inauguración de su Sede en Madrid, con ocasión del 102º Aniversario
de la Gran Revolución Socialista de Octubre.
Agradecemos la asistencia de las personas y organizaciones amigas a
la inauguración de la Sede de la AAHS, cuyos medios ponemos a su
disposición.
Los trabajadores celebramos el Aniversario de la Revolución de Octubre, porque demostró que somos capaces:
– de destruir la dominación de la clase capitalista que nos explota
– y de edificar una sociedad socialista
en la que, liberados de la explotación, mejoramos continuamente nuestras
condiciones de vida.
La Revolución de Octubre es el acontecimiento más influyente de la
historia contemporánea, hasta hoy día y en el mundo entero.
Obligó a los
capitalistas a ceder a algunas de las reivindicaciones de la clase
obrera y de los pueblos oprimidos, por miedo a que éstos se contagiaran
del ejemplo soviético.
La vieja Rusia zarista era un imperio. Se sostenía a base de ejercer
la violencia explícita sobre su pueblo y de conquistar a otros pueblos.
Además, era un imperio semi-feudal en un mundo dominado por el
capitalismo, lo que la convertía en un imperio dependiente de las
grandes potencias capitalistas.
En la vieja Rusia, los de arriba se oponían ferozmente a cualquier
progreso. Y los de abajo no tenían otra salida que derribar el poder
político establecido. Estaba cerrada la vía reformista para alcanzar el
más mínimo progreso. La clave residía en desarrollar una organización
revolucionaria desde una dirección clandestina.
Además, en la vieja Rusia del zar Nicolas II, crecía la industria capitalista, el movimiento obrero y el marxismo.
De este modo, por una parte, la revolución rusa quedaba vinculada a
la lucha del proletariado internacional por el socialismo. Lenin y los
bolcheviques tenían que defender los principios revolucionarios del
marxismo comprobados a lo largo del siglo XIX:
1º) frente al populismo-eserismo que negaba este vínculo,
2º) frente a la tendencia economicista y
espontaneísta que adoptaban algunos dirigentes obreros de Rusia,
influidos por el creciente alejamiento de aquellos principios practicado
por los dirigentes socialdemócratas del Occidente imperialista en
formación.
Por otra parte, al mismo tiempo, la revolución rusa todavía tenía que
acometer las tareas democrático-burguesas pendientes, movilizando a un
pueblo mayoritariamente campesino.
Este doble reto dividió al Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia en
dos tendencias y, diez años después, en dos partidos separados:
– El menchevismo, que dejaba la iniciativa política en manos de la burguesía liberal.
– El bolchevismo, que luchaba por que la clase obrera tomara la dirección del pueblo revolucionario, del campesinado.
El populismo-eserismo y el menchevismo quedaron desacreditados a los ojos de las masas por dos causas:
1) Los bolcheviques desplegaron una
justa crítica permanente hacia ambos partidos y la llevaron a las masas,
apoyando las luchas obreras y democráticas de éstas y ofreciéndoles una
dirección revolucionaria.
2) La experiencia práctica de:
– La revolución de 1905-1907 que puso de
manifiesto la tendencia de la burguesía liberal a conciliar con el
zarismo, así como el papel político crucial del campesinado y de su
demanda de expropiar la tierras de la corona, la nobleza y el clero.
– La Primera Guerra Mundial que puso de
manifiesto la complicidad de eseristas y mencheviques con los objetivos
de rapiña de terratenientes y capitalistas, a costa de conducir al
pueblo al matadero, a la hambruna y al caos.
- La colaboración de eseristas y
mencheviques con los partidos de los terratenientes y capitalistas
después de la revolución burguesa de Febrero, desatendiendo las demandas
populares y dejando que la contrarrevolución militarista-monárquica
amenazara la libertad recién conquistada.
En definitiva, el viejo régimen de Rusia, incluso embellecido con un
barniz democrático-burgués, era –como ya había avisado Lenin a la
policía zarista tras su primera detención- un muro podrido que los
bolcheviques pudieron derribar de un empujón.
En los órganos representativos del pueblo revolucionario que eran los
Soviets de Diputados Obreros y Soldados (campesinos), la correlación de
fuerzas había basculado a favor de los bolcheviques, a favor de la
revolución socialista proletaria: la insurrección de las masas armadas
de obreros y campesinos triunfaba el 7 de Noviembre (25 de Octubre).
Rusia y las otras nacionalidades del imperio habían roto el corsé que
impedía su desarrollo. En los años siguientes, reconstruirían su
unidad, pero sobre una base nueva, libre y voluntaria: el
internacionalismo del proletariado dirigente del Poder Soviético. Y
sería una unidad incomparablemente más fuerte que la unidad forzada del
zarismo, como lo demostraría la Guerra Civil (1918-1920) y, veinte años
después, la Gran Guerra Patria (1941-1945).
La clase obrera de Rusia, con Lenin y el Partido Bolchevique al
frente, tendría el honor de convertirse en la vanguardia de su patria y
del proletariado internacional.
La vieja Rusia que había sido la odiada
retaguardia de la reacción europea a lo largo del siglo XIX, se
transformó en la Unión Soviética, vanguardia de la historia
contemporánea mundial.
A pesar de ser sometida a cerco y bloqueo, la URSS demostró tener la
fuerza suficiente para repeler las agresiones, desarrollarse a una
velocidad vertiginosa, ayudar al movimiento obrero y democrático
extranjero y convertirse en la potencia más decisiva de la política
internacional.
Tuvo que vencer en el campo de batalla a sus enemigos exteriores. Y,
para esto, también tuvo que vencer la porfiada resistencia de sus
enemigos interiores, principalmente de quienes dentro del Partido
Comunista gobernante no habían entendido el espíritu del marxismo, no
compartían la línea política leninista y se apoyaban en las clases y
capas anti-socialistas:
- Por la “izquierda”, los trotskistas no comprendían del todo cómo el capitalismo progresivo del siglo XIX se había transformado en capitalismo monopolista y caduco, en imperialismo. Todavía esperaban de él un mayor desarrollo de las fuerzas productivas sociales para poder edificar el socialismo. No confiaban en la capacidad de los obreros y campesinos soviéticos para hacerlo, y pretendían sacrificarlos en una huida adelante que provocara la revolución en el Occidente más desarrollado (como ya había intentado Trotski durante las negociaciones de paz de Brest-Litovsk con Alemania en 1918).
- Por la derecha, los bujarinistas partían de la misma desconfianza y sólo se les ocurría la posibilidad de realizar en la URSS un curioso socialismo que mantuviera el atraso económico heredado, con tal de evitar el conflicto entre los intereses de los trabajadores y de los capitalistas del campo (kulaks). No comprendían que, si no se resolvía pronto este conflicto para lograr un rápido desarrollo industrial, las potencias imperialistas sumidas en una crisis económica creciente pronto se lanzarían a solucionarla atacando e invadiendo militarmente del País de los Soviets.
Las premisas de ambas tendencias eran pues idénticas y, por eso,
acabaron aliándose entre sí y con las potencias fascistas para conspirar
violentamente contra el Estado soviético. Primero, fueron derrotadas
democráticamente tras prolongadas discusiones dentro del Partido.
Después, ante la evidencia de su conspiración terrorista, el Estado
soviético tuvo que detenerlos, juzgarlos y condenarlos en una traumática
crisis política que duró tres años (1936-1939). Finalmente y gracias a
esta depuración, la URSS pudo vencer a aquellas potencias
nazi-fascistas.
Esta costosa y gloriosa victoria de la Unión Soviética ocurriría unos
veinte años después del fallecimiento de Lenin, a principios de 1924.
Lenin había trazado la línea política fundamental a seguir para poder
edificar el socialismo en el país pero murió cuando éste apenas se
estaba recuperando de la guerra imperialista y de la guerra civil que le
siguió. Por suerte para la URSS y para el proletariado internacional,
entre los dirigentes bolcheviques, emergió José Stalin quien tuvo la
firmeza suficiente para continuar el camino abierto por Lenin y
completar la reorganización socialista del país, como primera etapa de
la sociedad comunista.
Es bajo su dirección cuando quedó demostrado ante el mundo que la
clase obrera, no sólo puede derribar el poder de la burguesía, sino que
también puede construir el socialismo.
El impetuoso desarrollo de la URSS durante los años treinta y
cuarenta destruyó los pronósticos catastrofistas de la pedante burguesía
internacional y llenó de esperanza a los millones de luchadores contra
la explotación capitalista, el fascismo, el colonialismo y las demás
formas de opresión.
Desde que se inició la ofensiva del socialismo en 1929 hasta la
muerte de Stalin en 1953, la producción industrial soviética se
multiplicó más de 12 veces, mientras que la de los grandes países
capitalistas como mucho se duplicó (en el caso de los Estados Unidos de
América).
Ni la devastación de la II Guerra Mundial, ni el desencadenamiento de
la guerra fría por los EE.UU. pudieron impedir que el PNB de la URSS
creciera en una media anual del 3,3% entre 1938 y 1953, según datos del
reputado economista y estadístico británico Angus Maddison.
Los ideólogos burgueses siempre han negado estos hechos o los han
tergiversado, a pesar de que la práctica viva había confirmado su
veracidad.
Para rescatar y dar a conocer esta verdad, la Asociación de
Amistad Hispano-Soviética decidió celebrar el Centenario de la
Revolución de Octubre iniciando el estudio sistemático de la historia de
la URSS y su divulgación. Por el momento, ha investigado su etapa
ascendente, hasta la muerte de Stalin en 1953, y ha editado ya 7
folletos que la recorren con abundancia de datos y explicaciones.
Mientras vivía Stalin, coexistían dos interpretaciones opuestas sobre
la realidad soviética: la de los partidarios del comunismo y la de sus
detractores. De este modo, la gente estaba en las mejores condiciones
para poder buscar por sí misma la verdad.
Pero, a los pocos años de fallecer el dirigente bolchevique,
consiguieron hacerse con la dirección del País de los Soviets unos
traidores que respaldaron los infundios de la burguesía e hicieron
retroceder todo lo andado.
El Informe secreto de Jruschov al XX Congreso del PCUS no se atrevió a
atacar la construcción del socialismo en la URSS, pero sí la dirección
de la misma por Stalin. Venía a ser lo mismo porque ¿qué buena obra se
puede realizar con una mala dirección?
Junto a este ataque personal contra Stalin, se tomaron importantes
medidas regresivas como el sabotaje de la agricultura colectivista
(abandono del Plan de Transformación de la Naturaleza, la liquidación de
las Estaciones de Máquinas y Tractores, etc.); el desarrollo de las
relaciones monetario-mercantiles en la industria; la suplantación de la
dictadura del proletariado por el Estado de todo el pueblo y del partido
de la clase obrera por el partido de todo el pueblo; la deformación de
la política de coexistencia pacífica para remplazar el internacionalismo
proletario por el nacionalismo burgués y la colusión con el
imperialismo; la apuesta por la vía parlamentaria y pacífica al
socialismo en los países capitalistas; etc.
Se puede concluir que, desgraciadamente, las semillas que habían
sembrado los trotskistas y los bujarinistas estaban dando sus frutos.
Desde el punto de vista de clase, estas medidas equivalían a desarmar
a la clase obrera ante el desarrollo de una burguesía de entre las
capas dirigentes de la URSS.
El resultado final de esta promesa de un socialismo idílico –con paz y
armonía entre las clases- lo hemos visto y todavía lo estamos
sufriendo: la destrucción de la Unión Soviética, y el retroceso del
socialismo, de la igualdad social y de la esperanza de todos los
explotados del planeta.
Para recuperarnos de esta derrota es otra vez la Revolución de
Octubre la que nos da la clave: nos ha enseñado que la supresión de la
propiedad privada capitalista es necesaria pero no suficiente para que
desaparezcan las clases sociales y la lucha entre ellas; por lo que la
dictadura del proletariado y su dirección por el partido de la clase
obrera debe continuar hasta completar la revolución comunista.
Stalin defendió este criterio hasta el final de su vida y, sin embargo, esto no bastó para prevenir la contrarrevolución.
En dos de nuestros últimos folletos, describimos cómo muchos altos
funcionarios soviéticos se fueron convirtiendo en burócratas
saboteadores de la dictadura proletaria y apuntamos a que, frente a esta
lacra, los mejores revolucionarios no comprendieron suficientemente el
impacto de la división del trabajo en la lucha de clases ni tomaron
medidas en este sentido.
El programa político de los comunistas no recuperará su atractivo
mientras no dé respuesta concreta a estos nuevos hechos que produjo el
desarrollo de la Revolución de Octubre.
Pero todavía queda una lección más que nos aporta la Revolución de
Octubre y que la clase obrera debe asimilar para desarrollarse en la
compleja lucha de clases internacional. Observemos cómo ha evolucionado
la nueva burguesía de la URSS y de otros países socialistas. Como tal
burguesía, es enemiga de la revolución proletaria y, para derrotar a
ésta, se apoyó en las viejas burguesías imperialistas de Occidente. Pero
pronto comprobó que éstas no sólo eran anticomunistas, sino también
anti-rusas, anti-chinas, etc. En definitiva, no se conforman con ayudar a
sus hermanos de clase sino que son sobre todo imperialistas que
persiguen ahogar, someter, saquear y esclavizar a los países que fueron
socialistas o que todavía lo son. Por consiguiente, las nuevas
burguesías de los países socialistas sólo pueden defender su libertad si
acceden a una cierta alianza con su propia clase obrera, conservando
algunas conquistas del socialismo desde las que ésta podrá pelear en
mejores condiciones. A escala internacional, su resistencia patriótica
al imperialismo les obliga a procurar el debilitamiento de éste apoyando
también la independencia de Cuba, Venezuela, Corea, Siria, Irán y el
resto de países, lo cual es beneficioso para el desarrollo del
movimiento obrero en ellos.
La clase obrera puede y debe desarrollar una táctica de unidad y
lucha con estas nuevas burguesías que han destruido algunos Estados
socialistas o que han alcanzado posiciones prominentes en ellos, en la
medida en que existe un interés común en enfrentar al imperialismo,
luchando a la vez por recuperar la dirección de esta alianza.
Es esencialmente la misma táctica que la Revolución de Octubre siguió
con el campesinado, clase burguesa mayoritaria en la vieja Rusia: fue
transformado por la revolución proletaria, sus capas superiores
perdieron sus privilegios de clase y sus miembros prosperaron como
activos constructores del socialismo (los antiguos kulaks recuperaron
sus derechos electorales 5 años después de ser liquidados como clase
social).
Es evidente que, a pesar de su caída momentánea, la Revolución de
Octubre sigue viva y nos da las pautas a seguir para que la humanidad se
libere de sus antagonismos y pueda dominar conscientemente sus
condiciones de vida.
¡Viva la Gran Revolución Socialista de Octubre!
¡Viva la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas!
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