El 10 de febrero de 1917, el chambelán Mijaíl Rodzianko, real
consejero de Estado, quien durante muchos años (desde marzo de 1911)
presidía la Duma de Estado, fue a Tsárskoe Sieló con el último informe a
Su Majestad. Tenía una opinión muy poco favorable sobre las acciones
del Gobierno, ante todo de Protopópov, ministro del Interior, y afirmaba
que Rusia se encontraba en vísperas de enormes acontecimientos, cuyos
resultados era imposible predecir.
Rodzianko consideraba que era menester prorrogar de inmediato los
poderes de la Duma, alegando que esta medida —la prórroga de los
poderes durante el tiempo de guerra— había sido reconocida como una
cuestión indispensable no sólo por los miembros de la Duma, sino también
por los aliados. Si no se hacía, subrayaba Rodzianko, el país,
“desfallecido por los sufrimientos de la vida, en virtud del
desbarajuste administrativo, puede ponerse en defensa de sus derechos
legítimos. Esto es inadmisible, hay que evitarlo por todos los medios”.
A Nicolás II no le complació el informe y a las palabras de
Rodzianko de que “No se puede colocar en punta de lanza a cualesquier
Rasputín; usted, Soberano, recogerá lo que sembró”, contestó: “Bueno,
Dios lo sabrá”.
El 22 de febrero, Nicolás II salió para el Cuartel General, en Moguiliov.
En señal de solidaridad con la Duma y tratando de confirmar las
ilusiones constitucionales muy inestables y de contener al proletariado
para que no actuase de manera resuelta, los mencheviques defensistas
exhortaron a los obreros de Petrogrado a dirigirse al Palacio de
Táurida el 14 de febrero, cuando comienzan las sesiones de la Duma,
para expresar la confianza en ella y demostrar su unanimidad con la
oposición liberal. En contra a la manifestación propuesta en apoyo de
la Duma, el Comité petrogradense de los bolcheviques exhortó a
conmemorar el 10 de febrero, segundo aniversario de la represalia contra
el grupo bolchevique[1],
con un paro de un día “en señal de estar dispuestos a entregar… la
vida en la lucha por las consignas que sonaban abiertamente en boca de
nuestros diputados deportados”.
Las consignas de los bolcheviques reflejaban el verdadero estado de
ánimo popular:
“¡Abajo la monarquía zarista!”, “ ¡Guerra a la
guerra!”, “¡Viva el Gobierno Provisional Revolucionario!”, “ ¡Viva la
Asamblea Constituyente de todo el pueblo!”, “ ¡Viva la república
democrática!”, “¡Viva el socialismo internacional!”.
Ese mismo día se celebraron reuniones en varios centros de enseñanza
superior de Petrogrado. El grupo de estudiantes revolucionarios de la
Universidad, de los institutos Politécnico, Forestal,
Psiconeurológico y otros centros docentes capitalinos mostraron su
disposición a apoyar resueltamente las acciones del proletariado.
En cambio, frente al Palacio de Táurida reinaba el silencio. Los
obreros no mostraron su “solidaridad” y “unanimidad” con los liberales
de la Duma. Había fracasado el designio de los defensistas.
Los obreros de la fábrica lzhorski, en Kólpino, acogieron con
entusiasmo el llamamiento del Comité petrogradense de bolcheviques. El
13 y 14 de febrero se convocaron mítines en los talleres, donde
hicieron uso de la palabra representantes del Buró Ruso del CC del
partido de los bolcheviques y los propios obreros de la empresa.
Al informar a la Gendarmería de Petrogrado acerca de las huelgas y
mítines en la fábrica lzhorski, el teniente coronel Prutenski, jefe de
Sección de la Policía Secreta, indicaba contra su voluntad, la
impotencia de la administración. Los cosacos y soldados enviados para
“restablecer el orden” casi no recurrían a medidas violentas contra los
obreros. Prutenski comunicaba:
“Cabe señalar que los cosacos y soldados adoptaron una actitud
amistosa frente a los obreros; por lo visto, consideraban que eran
justas sus reivindicaciones y que las autoridades no debían tomar
medidas contra el movimiento. En general, se cree que los cosacos están
del lado de los obreros”.
Los acontecimientos mostraron que el lacayo del zar estaba en lo
cierto. La atmósfera se caldeaba cada día. Los bolcheviques exhortaban a
las masas a la lucha abierta.
De la octavilla del Comité petrogradense con el llamamiento a
los obreros y a la democracia a fin de que movilizaran todas sus
fuerzas para derrocar al zarismo, y formar el Gobierno Provisional
Revolucionario.
Después del 14 de febrero.
No se puede esperar más ni guardar silencio… ¡No hay otra salida que la lucha popular!
La clase obrera y la democracia no deben aguardar hasta cuando el poder
La primera condición para una paz verdadera debe ser el derrocamiento
del Gobierno zarista y la formación del Gobierno Provisional
Revolucionario a fin de lograr:
- ¡La institución de la República Democrática de Rusia!
- ¡El establecimiento de la jornada laboral de 8 horas!
- ¡La entrega de todas las tierras de los terratenientes a los campesinos!
… iHa llegado el momento de la lucha abierta!
El 17 de febrero se declaró en huelga uno de los talleres de la fábrica Putílov.
Como respuesta a las reivindicaciones de los huelguistas el 22 de
febrero la administración cerró la empresa. Los trabajadores salieron a
la calle.
El movimiento en defensa de los obreros de la fábrica Putílov se
fusionó con los paros convocados en varias fábricas en señal de
protesta contra la falta de alimentos y la carestía sin precedentes.
Los obreros abandonaban los puestos de trabajo y exigían pan. Las
trabajadoras, desesperadas por la vida semihambrienta, asaltaban las
panaderías. Los disturbios a causa de la escasez de víveres, que
transcurrían en una situación de profundísima crisis revolucionaria,
tenían al mismo tiempo carácter político, e incorporaban a amplias
masas a la lucha contra el zarismo y la guerra imperialista.
Los bolcheviques aprovecharon la Jornada Internacional de la
Trabajadora, celebrada el 23 de febrero (8 de marzo por el nuevo
calendario), para convocar asambleas y mítines en los que explicaban la
situación, el objetivo y las tareas del movimiento. En el desarrollo de
los acontecimientos desempeñaron un gran papel los obreros del distrito
de Víborg, quienes —bajo la influencia de los bolcheviques- iniciaron
la huelga general, y de aquí se extendieron a otras zonas de Petrogrado
las huelgas y manifestaciones con las consignas : “¡Abajo la guerra!”,
“¡Abajo el hambre!” “¡Viva la revolución!” El número total de
huelguistas llegó a más de 128.000 personas.
La acción abierta y multitudinaria del proletariado realizada el 23
de febrero, bajo consignas revolucionarias, permite considerar ese día
como el comienzo de la revolución.
En la noche del 23 de febrero (8/3), en el domicilio del obrero I.
Alexándrov (distrito de Viborg), se reunió el núcleo dirigente de los
bolcheviques petrogradenses. Se consideró necesario continuar la
huelga, organizar manifestaciones en la Avenida Nevski, ampliar la
agitación entre los soldados, armar a los obreros. El 24 de febrero más
de 200.000 obreros, es decir, más de la mitad del proletariado
petrogradense, se encontraban en huelga.
El 24 de febrero por la tarde el general mayor Globachiov, jefe de
la Policía Secreta, envió la siguiente nota al ministro del Interior,
al gobernador de la ciudad, a la fiscalía, al director de Policía y al
jefe de las tropas.
“La huelga declarada ayer por los obreros debido a la falta de pan,
ha continuado hoy, y cabe destacar que durante el día no funcionaron
131 empresas con 158.583 personas.
… Entre los manifestantes se observaba un elevado número de estudiantes".
El 25 de febrero, el paro en Petrogrado se transformó en huelga
política general. De acuerdo con un parte del servicio de información
al Departamento de Policía, ese día se celebró una reunión del Comité
petrogradense del POSDR.
De la nota enviada por el Departamento de Policía sobre la reunión
del Comité petrogradense del partido de los bolcheviques, celebrada el
25 de febrero de 1917.
"La organización petrogradense del Partido Obrero Socialdemócrata de
Rusia ha decidido utilizar con fines partidarios el movimiento surgido
como resultado de los disturbios que transcurrieron durante dos días
en Petrogrado y, tomando en sus manos la dirección de sus participantes,
concederle una orientación evidentemente revolucionaria.”
(En 1957, la nota del Departamento de Policía sobre la reunión del
Comité petrogradense fue extraída por el académico I. Mints, con fines
científicos, del Archivo Estatal Central de la Revolución de Octubre y
la Construcción Socialista).
Por decisión del Comité petrogradense, el 25 de febrero se publicó
una octavilla que exhortaba a los obreros y soldados a convertir la
acción de las masas en la batalla decisiva contra el zarismo.
De la octavilla del Comité petrogradense del partido de los bolcheviques, publicada el 25 de febrero
Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia
¡Proletarios de todos los países, uníos!
La vida se ha hecho imposible. No hay qué comer. No hay con qué vestirse. No hay con qué calentarse.
En el frente, sangre, mutilaciones, muerte. Un reclutamiento sigue a
otro, En los trenes, corno si fueran rebaños de ganado, se envía a
nuestros hijos y hermanos al matadero humano.
¡No se puede permanecer callado!
Entregar a nuestros hermanos e hijos al matadero, mientras nosotros
mismos nos morimos de frío y hambre y estamos callados, es una cobardía
absurda, criminal, infame.
… Ha llegado la hora de la lucha abierta. Las huelgas, mítines y
manifestaciones no debilitarán la organización; por el contrario, la
reforzarán. Aprovechar todas las posibilidades, cada momento. Siempre y
en todas partes con las masas y con nuestras consignas revolucionarias.
…Llamad a todos a la lucha. Es mejor morir gloriosamente, combatiendo
por la causa obrera, que dar la vida en el frente por los beneficios
del capital o expirar a causa del hambre y de un trabajo superior a
nuestras fuerzas.
En la reunión del 25 de febrero se acordó también encabezar la
organización del Soviet de Diputados Obreros. Y aunque este plan,
adelantado por el Comité petrogradense, no se logró cumplir en su
totalidad, las elecciones al Soviet organizadas por los bolcheviques en
varias empresas y celebradas hasta el 27 de febrero, fueron una
importante muestra de que las masas estaban listas para la revolución y
para crear el Soviet de Diputados Obreros.
Del parte de un agente secreto de la sección de la Policía Secreta, del 25 de febrero
(Alias del agente Fogonero)
Recibió el informe el teniente coronel Tishkévich
Resumen: La agitación en el día de hoy adquirió mayor
envergadura, es posible detectar de dónde parten las directivas… Si no
se adoptan medidas resueltas para aplastar los disturbios, es posible
que el lunes aparezcan barricadas.
Cabe señalar que entre las unidades militares enviadas para sofocar los dis
Si se pierde el momento y la dirección pasa a las cúspides de la
clandestinidad revolucionaria, los acontecimientos adquirirán las más
amplias dimensiones.
En el distrito de Viborg, los obreros asaltaban las comisarías de
policía y cortaron la comunicación telefónica con el despacho del
gobernador de Petrogrado. El distrito de Narva quedó bajo el control de
los insurrectos. Los obreros de la fábrica Putílov formaron un comité
provisional revolucionario que encabezó al destacamento de combate. Se
produjeron los primeros choques armados con la policía. Hubo muertos y
heridos. Llegó el momento decisivo de la lucha, cuyo resultado dependía
en grado considerable de la conducta del ejército; y precisamente a él
los bolcheviques le prestaban en esos días particular atención.
Entretanto, los círculos gobernantes no estaban en condiciones de
comprender a cabalidad ni de apreciar el sentido y la esencia de los
acontecimientos.
De la carta enviada por la emperatriz Alexandra a Nicolás 11, del 25 de febrero
¡Tesoro querido, inapreciable!
El general S. Jabálov, jefe de la Región Militar de Petrogrado,
llamó de Krásnoe Seló a cinco escuadrones del 9 Regimiento de Caballería
de Reserva, de Pávlovski a una centuria del Regimiento Cosaco
Selectivo de la Guardia Imperial y a cinco escuadrones del Regimiento de
Reserva de la Guardia, para ayudar a las unidades y a los cosacos del I
Regimiento del Don, que según él, dispersaban muy indolentemente a los
manifestantes. Ese mismo día declaró que se prohibía cualquier
“aglomeración en las calles”.
Edicto de Jabálov, jefe de la Región Militar de Petrogrado, prohibiendo las manifestaciones y otras acciones
25 de febrero
Durante los últimos días, en Petrogrado se han observado disturbios,
acompañados de violencia y atentados contra la vida del personal
militar y de la policía. Prohibo toda aglomeración en las calles. Pongo
en conocimiento de la población de Petrogrado que he ordenado a las
tropas emplear las armas, sin detenerse ante nada, para restablecer el
orden en la capital.
A eso de las 9 de la noche del 25 de febrero, Jabálov recibió un telegrama de Nicolás II.
Telegrama del zar al general Jabálov
25 de febrero, 21.00
A Jabálov, Estado Mayor General
Ordeno que mañana mismo se ponga fin a los disturbios en la capital,
intolerables en los difíciles momentos de guerra contra Alemania y
Austria.
Nicolás
Jabálov reunió a los jefes de sectores y de las unidades militares
acantonadas en Petrogrado, y puso en su conocimiento el texto del
telegrama imperial. Ordenó disparar contra los manifestantes después de
la tercera advertencia.
En la madrugada del 26 de febrero comenzaron las detenciones de los
representantes de las organizaciones revolucionarias. En total fueron
arrestadas cerca de 100 personas, incluidos algunos miembros del Comité
petrogradense.
En la mañana del domingo, 26 de febrero, multitud de obreros de
todos los barrios proletarios de la capital se dirigieron al centro de
la ciudad. En muchos lugares patrullas militares les cerraron el paso;
por orden de los oficiales, en varias zonas los retenes militares
dispararon contra los manifestantes. Durante los acontecimientos
revolucionarios de febrero hubo en Petrogrado 169 muertos y unos mil
heridos.
Cerca de las 4 de la tarde, la 4ª Compañía del Batallón de Reserva del Regi
La acción de los soldados del Regimiento Pávlovski era la precursora
de la insurrección, y aunque aún no era la rebelión, sí era una
muestra de la seria situación que vivía el país.
Telegrama de M. Rodzianko, presidente de la Duma, a Nicolás II
26 de febrero
Su Majestad:
La situación es seria. En la capital reina la anarquía. El gobierno está paralizado.
El transporte y la distribución de víveres y combustibles están
totalmente paralizados. Crece el descontento social. En las calles se
observan tiroteos espontáneos. Las unidades militares disparan unas
contra otras. Es necesario encomendar, de inmediato, a una persona, que
goce de confianza en el país, la formación de un nuevo Gobierno. No se
puede esperar. Cualquier demora equivale a la muerte. Ruego a Dios que
en esta hora no recaiga la responsabilidad sobre el monarca.
Al declinar el 26 de febrero, en la estación de Udélnaía se reunió
el Comité del partido de los bolcheviques del distrito de Víborg, junto
con representantes del Buró Ruso del CC y miembros del Comité
petrogradense que no habían sido detenidos. La directiva de los
bolcheviques decidió convertir la huelga en insurrección armada. Se
trazó un plan: confraternizarse con los soldados, desarmar a los
policías, apoderarse de los arsenales, armar a los obreros, publicar un
manifiesto en nombre del CC del POSDR.
Manifiesto del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia
A todos los ciudadanos de Rusia
¡Proletarios de todos los países, uníos!
Ciudadanos:
Han caído las plazas fuertes del zarismo ruso. La prosperidad de la
cuadrilla zarista, erigida sobre los huesos del pueblo, se ha
derrumbado. La capital se encuentra en manos del pueblo insurrecto.
Unidades de tropas revolucionarias han pasado al lado de los
insurrectos. El proletariado y el ejército revolucionarios deberán
salvar al país de la muerte y la ruina definitivas que preparó el
Gobierno zarista.
Con enormes esfuerzos, con la sangre y la vida, el pueblo ruso se sacudió de la esclavitud secular.
Es tarea de la clase obrera y del ejército revolucionario formar un Gobierno Provisional Revolucionario que deberá encabezar el nuevo régimen republicano naciente.
… ¡Ciudadanos, soldados, esposas y madres! ¡Todos a la lucha! ¡A la lucha abierta contra el poder zarista y sus seguidores!
¡Por toda Rusia se iza la bandera roja de la insurrección!
¡En toda Rusia tomad en vuestras manos la libertad, derrocad a los
lacayos zaristas, llamad a los soldados a la lucha!
Por toda Rusia; en ciudades y pueblos, formad el Gobierno del pueblo revolucionario.
Ciudadanos:
¡Con los esfuerzos fraternales, conjuntos de los insurrectos, hemos
consolidado el nuevo régimen, de la libertad, que surge sobre los
escombros de la autocracia!
¡Adelante! ¡No hay retorno! ¡La lucha es implacable!
¡Bajo la bandera roja de la revolución!
¡Viva la república democrática!
Los soldados del Regimiento Volinski se dirigieron a los cuarteles
vecinos –los regimientos Litovski y Preobrazhenski- y los sacaron a la
calle. A continuación se unieron a los obreros insurrectos de la
fábrica de cañones, eliminaron el retén del Regimiento Moskovski
(después esta unidad también pasó al lado del pueblo alzado en armas) y
liberaron a los presos políticos que se encontraban en la cárcel
Krestí. Los soldados, que tomaron por asalto el Arsenal Principal,
ayudaron a los proletarios petrogradenses a armarse. Se repartieron más
de 40.000 fusiles y 30.000 revólveres tomados en el Arsenal.
Un regimiento tras otro se unían a los trabajadores. Hacia el
atardecer del 27 de febrero habían pasado al lado de la revolución más
de 66.000 soldados de la guarnición de Petrogrado. Los insurrectos
ocuparon todas las instituciones más importantes, las estaciones de
ferrocarril, los puentes, Telégrafos y Correos. Los intentos de Jabálov
de llamar tropas de los alrededores de Petrogrado fueron vanos: por
doquier los soldados se unían al pueblo.
Telegrama enviado por el general S. Jabálov, jefe de la
Región Militar de Petrogrado, al general M. Alexéiev, jefe del Estado
Mayor del Comandante en Jefe
27 de febrero, 20.10
Le ruego comunique a Su Majestad el Emperador que no he podido
cumplir su indicación de restablecer el orden en la capital. La mayoría
de las unidades traicionaron, una tras otra, su deber, se negaron
combatir contra los insurgentes. Otras unidades han confraternizado con
los rebeldes y volvieron sus armas contra las tropas fieles a Su
Majestad. Las que permanecieron fieles a su deber, lucharon todo el día
contra los insurrectos, sufriendo grandes pérdidas. Hacia el atardecer,
los insurrectos se apoderaron de la mayor parte de la capital.
Permanecen fieles al juramento pequeñas unidades de distintos
regimientos, con centradas en torno al Palacio de Invierno, al mando
del general mayor Zankévich, con las que continuaré la lucha.
Teniente general Jabálov
En la tarde del 27 de febrero se presentaron en el Palacio de
Táurida los primeros diputados elegidos en las empresas y unidades
militares al Soviet de Petrogrado. El apoyo incondicional de la
guarnición capitalina concedía a dicho Soviet la plenitud de poder.
Sobre ello escribió más tarde incluso con amargura, el propio Rodzianko.
Pero, lamentablemente, a la cabeza del Soviet se encontraron no los
bolcheviques, sino los mencheviques y eseristas.
Los bolcheviques fueron los primeros a los que movilizaron para el
ejército y a los que lanzaron bajo las balas en la línea delantera del
frente. El lugar de los proletarios conscientes enviados al frente fue
ocupado por campesinos llegados a la ciudad, quienes aún no
comprendían bien la esencia y los objetivos de la lucha política. Ellos
apoyaban fundamentalmente a los mencheviques y eseristas, cuyos
discursos y promesas ultrarrevolucionarias les parecían, en los
primeros tiempos, más atractivos. A esto contribuía también el hecho de
que los líderes del Partido Bolchevique, perseguidos por el Gobierno
zarista, se hallaban en la emigración, deportados o encarcelados. Esto
debilitaba, desde luego, la posibilidad de desplegar un trabajo
sistemático y perseverante para educar a las masas en el sentido
político.
La mayoría de los diputados a los primeros Soviets no pertenecían a
partido alguno, apenas tenían una idea de los programas de los distintos
partidos y apoyaban por inercia, con docilidad, al grupo dirigente
eserista-menchevique.
Las orientaciones teóricas generales de los mencheviques y eseristas,
que calificaban la revolución realizada como una revolución burguesa y
por ello insistían en la necesidad de entregar el poder a la
burguesía rusa, contribuían al surgimiento de un Gobierno Provisional
integrado por representantes de las clases dominantes.
Faltaban contados minutos para que se inaugurase la sesión del
Soviet, pero Rodzianko no abandonaba sus desesperados intentos de
salvar a la monarquía. En la mañana del 27 de febrero puso en
conocimiento de los diputados el edicto del zar sobre la disolución de
la Duma y el Consejo de Estado. No se determinaba con exactitud cuándo
se reanudarían sus sesiones: “No más tarde de abril de 1917, según las
circunstancias extraordinarias”. Supeditándose a la orden del zar, los
diputados pasaron de la sala de sesiones de la Duma a la sala
semicircular vecina, para que el carácter privado de la sesión no
suscitara dudas, y, después de discutir la situación, acordaron: no
abandonar Petrogrado; el Consejo de Decanos examinará la situación y
elegirá el Comité Provisional de la Duma. Este comité se formó antes de
las cuatro de la tarde de ese mismo día.
La propuesta de que la sesión privada de la Duma tomara el poder fue
rechazada por cuanto la mayoría de los presentes mantenían aún la
esperanza de conservar la monarquía.
A las 6 de la tarde, el Consejo de Ministros comunicó al emperador
que la situación sólo podría remediarse designando un nuevo presidente
del Consejo de Ministros, que gozara de la confianza general, a quien
se le encomendaría formar el Gobierno. Nicolás contestó que no
consideraba posible realizar ningún cambio en tales circunstancias.
Pasadas las 8 de la noche, Rodzianko, el príncipe Golitsin y otros
enviaron –a través del jefe del Estado Mayor del Comandante en jefe-
otro telegrama al zar, en nombre de su hermano Mijaíl. Este le comunicó
acerca de la seriedad de la situación y la necesidad de designar un
presidente del Consejo de Ministros que formara el nuevo Gabinete, y le
propuso hacer de inmediato una declaración al respecto.
La respuesta decía que el zar saldría al día siguiente para
Petrogrado y que él mismo tomaría una decisión. En el Cuartel General
confiaban en aplastar por la fuerza el movimiento revolucionario. Para
ello organizaron una expedición punitiva comandada por el general
Ivanov, conocido represor de la insurrección de Kronstadt en 1906.
Telegrama enviado por Nicolás II a la emperatriz Alexandra
28 de febrero, 15.00
A Su Majestad.
Salí hoy, a las 5 de la mañana. En mis pensamientos estoy siempre
contigo. El tiempo es magnífico. Espero que se sientan bien y estén
tranquilos. Se han enviado muchas tropas del frente. Mi saludo más
cordial.
Niki
A las 9 de la noche, cuando en el Palacio de Táurida se inauguró la
sesión del Soviet, el Comité Provisional de la Duma celebró otra reunión
en la que decidió tomar el poder. Lo que permitió a los miembros de la
Duma comprender toda la envergadura del movimiento revolucionario, fue
el paso del Regimiento Preobrazhenski de la Guardia al lado de los
insurrectos.
Recordando las vacilaciones del Comité Provisional de la Duma,
Vasili Shulguín, entonces monárquico empedernido, escribió más tarde en
su libro Días:
“Rodzianko no se decidía. Trataba aún de definir qué sería eso: ¿un motín o no?
— Yo no deseo amotinarme. No soy un amotinado; no hice ni deseo hacer
ninguna revolución. Y si se hizo, fue precisamente porque no nos
escucharon… Pero yo no soy un revolucionario. No me pronunciaré contra
el poder supremo. No deseo. Pero, por otra parte, el Gobierno no
existe. Se dirigen a mí de todas partes… Los teléfonos no dejan de
sonar. Preguntan qué hacer. ¿Apartarme? ¿Lavarme las manos? ¿Dejar a
Rusia sin Gobierno? ¡Pero se trata, al fin y al cabo, de Rusia!…
¿Tenemos o no un deber ante la patria?… ¿Qué hacer? ¿Qué hacer?” “Me
preguntaba también a mí –continúa Shulguín-. Mi respuesta me sorprendió
incluso a mí mismo. Le dije de manera muy resuelta: Tome el poder,
Mijaíl Vladímirovich. Eso no es ningún motín. Tómelo como súbdito.
En efecto, el Comité actuaba precisamente como un súbdito fiel. Por
una parte, el 2 de marzo concordó con los dirigentes del Soviet de
Petrogrado la composición del Gobierno Provisional: por la otra parte,
trataba de conservar la monarquía, y a espaldas del Soviet aprobó el
viaje de A. Guchkov y V. Shulguín a Pskov, donde se encontraba el tren
del zar detenido por tropas revolucionarias.
El iniciador del viaje fue Alexandr Guchkov, fundador y líder del
partido de los octubristas, destacado representantes de los mercaderes
moscovitas, que en la primera composición del Gobierno Provisional
ocupó el cargo de ministro de la Guerra.
De los telegramas remitidos por los jefes de los frentes a Nicolás II, recibidos el 2 de marzo entre las 14.30 y las 14.50
Del Gran Duque Nikolai Nikolaevich..
… Como súbdito fiel, en virtud y por el espíritu del
juramento, considero necesario rogarle de rodillas a Su Majestad el
Emperador que salve a Rusia y a Su heredero, conociendo el sagrado
sentimiento de amor que tiene Usted hacia Rusia y hacia él. Persignándose con el signo de la cruz, entréguele Su herencia. No hay otra solución.
Del general ayudante Brusílov:
… Lo único que puede salvar la situación y permitir que se continúe
la contienda contra el enemigo exterior, sin lo que Rusia estará
perdida, es abdicar…
Del general ayudante Evert:
Ante la presente situación, sin encontrar otra salida, yo, como
súbdito fiel sin límites a Su Majestad, le suplico, en aras de salvar la
patria y la dinastía, que adopte la decisión… única, por lo visto,
capaz de poner fin a la revolución y salvar a Rusia de los horrores de
la anarquía.
Nicolás II decidió abdicar. La declaración fue escrita antes de que
llegara la diputación de la Duma. En contravención del edicto de Pablo I
sobre la sucesión al trono, en este documento el zar renunciaba al
poder, en nombre propio y en el de su hijo, en favor de su hermano
Mijaíl. La abdicación en nombre de Alexéi era un acto ilegal, el cual,
en caso de que si la situación normalizara, concedía a. Nicolás la
posibilidad de declarar la inválida la abdicación, pues,
supuestamente, se había efectuado bajo presión y violando las normas
jurídicas.
De la entrevista concedida por el coronel V. Stupin sobre la abdicación de Nicolás II, publicada en la revista Solntse Rossii (“El Sol de Rusia”), Nº 367 (9) de 1917
El texto del acta de abdicación fue preparado por el antiguo zar
antes de que su tren llegara a Pskov. A las 23.00 me llamaron a la
estación de Pskov. Del tren imperial sacaron el borrador del acta, ya
firmada, y me lo entregaron para que preparara el segundo ejemplar. En
presencia mía, del general Bóldirev, del primer teniente Pólzikov,
ayudante del jefe del Estado Mayor, y del jefe de la sección, Vishnévski
llamó al escribiente Lóguinov, a quien se le dictó el acta. El general
Danílov, jefe del Estado Mayor del Frente, me ordenó llevar los dos
ejemplares al tren para que el Soberano firmara el segundo y para que el
conde Frederiks legalizara ambos documentos. Cuando regresé al tren
real, allí se encontraban el general Ruzski, comandante del Frente
Norte, el general ayudante Voeikov, el general Naríshkin, el conde
Frederiks, el teniente coronel Mediokritski y el teniente coronel
Kirpichenko, comandante de la estación de Pskov. En el centro estaba
sentado el antiguo zar. Manifestó su deseo de ir a ver a su madre y
luego marcharse al sur.
El general Naríshkin me pidió el ejemplar, aún sin firmar por el zar y
salió, junto con el emperador, al vagón siguiente. Al poco tiempo
regresaron con el acta firmada y Naríshkin me mandó que entregara ambos
ejemplares al conde Frederiks para que los firmara.
Frederiks estaba nervioso.
Dijo que había poco sitio para legalizarlos. Hubo que borrar la
palabra “Pskov” y escribirla más arriba, luego Frederiks los firmó.
Los llevé al vagón donde se encontraba el general Ruzski junto con
Guchkov y Shulguín. El general Ruzski entregó un ejemplar a los
diputados y se quedó con el segundo. Guchkov y Shulguín me entregaron un
certificado diciendo que les había facilitado el acta de abdicación del
emperador–Nicolás II, legalizada por el conde Frederiks.
Pero fue imposible conservar la monarquía. El 2 de marzo al
mediodía, Miliukov hizo uso de la palabra en la Sala de Catalina, en el
Palacio de Táurida, intentando hablar sobre la regencia, pero fue
callado por un huracán de indignación y protestas. El pueblo insurrecto
exigía la creación de la república democrática. Comprendiendo que
sería absurdo todo intento de una nueva entronización, parte de los
monárquicos de la Duma (Rodzianko, Shulguín, Nabókov y otros) convenció a
Mijaíl de que renunciara al trono y se encargara a la Asamblea
Constituyente solucionar el problema. El pueblo insurrecto rompió en
menos de una semana las cadenas de la monarquía de los Románov.
Se elevaban negras columnas de humo como un recordatorio de los
recientes acontecimientos en la capital. Ardían las comisarías de
policía, la cárcel en el malecón del canal Kriúkov, el tribunal
provincial en la avenida Litéinaia y otros edificios administrativos,
parte de los cuales fue incendiada por quienes trataban de eliminar los
documentos que no debían caer en manos del pueblo.
En muchas calles, los obreros, soldados y muchachos petrogradenses
arrancaban los escudos imperiales: el águila bicéfala con tres coronas,
el cetro y la esfera, signos simbólicos del poder monárquico. Los
amontonaban en las calzadas y las alegres hogueras reunían a masas de
gente.
Los guardias municipales, rangos inferiores de la guardia policíaca
urbana, se mudaban de ropa e intentaban ocultarse de la ira popular.
Algunos de ellos tendían emboscadas, ametrallando a las personas
desarmadas que habían salido a la calle. En las calzadas de Petrogrado
volvieron a aparecer heridos y muertos. A los guardias municipales
disfrazados se les enviaba, bajo escolta, al Palacio de Táurida o a la
Fortaleza de Pedro y Pablo. A los detenidos con armas en las manos se
les fusilaba en el acto.
El día cuando las autoridades zaristas entregaban sus últimas
posiciones en la capital, en Moscú comenzaron las reuniones y mítines
en las fábricas. La verdad acerca de la revolución penetró a pesar de
la rigurosa censura. En la octavilla del comité de los bolcheviques de
Moscú se señalaba:
“Camaradas:
En Petrogrado comenzó la revolución. Los soldados se unieron a los
obreros… ¡El proletariado ruso debe apoyar la insurrección de
Petrogrado! De lo contrario, los torrentes de sangre derramada serían
vanos”.
El 28 de febrero, la huelga general se extendió a las empresas de
Moscú. Manifestaciones multitudinarias se dirigieron hacia el centro
de la ciudad. Cerca de la Plaza Roja, por la parte de Zamoskvoréchie,
los guardias municipales abrieron fuego contra los manifestantes. Aquí
pereció Illarión Astájov, obrero de la fábrica “Guzhon”, quien exigió al
comisario que dejara pasar a los manifestantes. En lugar de dar una
respuesta, éste le disparó a bocajarro, encolerizando a los presentes.
Los obreros, apoyados por los soldados que hacían barrera, dispersaron
a los guardias municipales, despejando el camino hacia las plazas
centrales de Moscú. Los insurrectos ocuparon Telégrafos, Teléfonos y
Correos, las comisarías de policía, liberaron de las cárceles a los
presos políticos. Fueron detenidos el gobernador, el alcalde de la
ciudad y el jefe de la región militar.
“Petrogrado despertó a Rusia”, escribió Lenin más tarde. La
revolución se desenvolvió en el enorme territorio del país, donde vivían
cerca de 97 millones de personas que no eran rusas, donde se
entrelazaban de manera extravagante las diferencias económicas,
sociales, nacionales y culturales. Ellas fueron las que determinaron la
peculiaridad del triunfo de la revolución en cada una de las zonas
multinacionales. Hacia finales de marzo, el poder revolucionario se
estableció en todas partes.
Notas:
[1]
Como es sabido, en febrero de 1915 los diputados bolcheviques a la
Duma fueron condenados y deportados a Siberia por intervenir contra la
guerra, aclarar abiertamente las posiciones del partido leninista, que
exhortaba a la derrota del Gobierno propio y a la transformación de la
guerra imperialista en guerra civil.
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