10 de febrero de 2019

Historia ilustrada de la Revolución de Octubre (III): Febrero de 1917. Tiempo de lucha abierta


El 10 de febrero de 1917, el chambe­lán Mijaíl Rodzianko, real consejero de Estado, quien durante muchos años (desde marzo de 1911) presidía la Duma de Estado, fue a Tsárskoe Sieló con el último informe a Su Majestad. Tenía una opinión muy poco favorable sobre las acciones del Gobierno, ante todo de Protopópov, ministro del Interior, y afirmaba que Rusia se encontraba en vísperas de enormes acontecimientos, cuyos resultados era imposible predecir.

Rodzianko consideraba que era me­nester prorrogar de inmediato los pode­res de la Duma, alegando que esta medi­da —la prórroga de los poderes durante el tiempo de guerra— había sido recono­cida como una cuestión indispensable no sólo por los miembros de la Duma, sino también por los aliados. Si no se hacía, subrayaba Rodzianko, el país, “desfallecido por los sufrimientos de la vida, en virtud del desbarajuste admi­nistrativo, puede ponerse en defensa de sus derechos legítimos. Esto es inadmi­sible, hay que evitarlo por todos los medios”.

A Nicolás II no le complació el infor­me y a las palabras de Rodzianko de que “No se puede colocar en punta de lanza a cualesquier Rasputín; usted, Soberano, recogerá lo que sembró”, contestó: “Bueno, Dios lo sabrá”.

El 22 de febrero, Nicolás II salió pa­ra el Cuartel General, en Moguiliov.

En señal de solidaridad con la Duma y tratando de confirmar las ilusiones constitucionales muy inestables y de contener al proletariado para que no ac­tuase de manera resuelta, los menchevi­ques defensistas exhortaron a los obre­ros de Petrogrado a dirigirse al Palacio de Táurida el 14 de febrero, cuando co­mienzan las sesiones de la Duma, para expresar la confianza en ella y demos­trar su unanimidad con la oposición li­beral. En contra a la manifestación pro­puesta en apoyo de la Duma, el Comité petrogradense de los bolcheviques ex­hortó a conmemorar el 10 de febrero, segundo aniversario de la represalia contra el grupo bolchevique[1], con un paro de un día “en señal de estar dis­puestos a entregar… la vida en la lucha por las consignas que sonaban abiertamente en boca de nuestros diputados deportados”.

Las consignas de los bolcheviques re­flejaban el verdadero estado de ánimo popular: 
“¡Abajo la monarquía zaris­ta!”, “ ¡Guerra a la guerra!”, “¡Viva el Gobierno Provisional Revoluciona­rio!”, “ ¡Viva la Asamblea Constituyen­te de todo el pueblo!”, “ ¡Viva la repú­blica democrática!”, “¡Viva el socialis­mo internacional!”.

. Petujov. “Igualdad de derechos de la mujer”. Petrogrado. Tarjeta postal. 1917.
La acción de los obreros comenzada el 10 de febrero se prolongó varios días y alcanzó su apogeo el día 14, cuando 90.000 obreros de 58 empresas de Petro­grado abandonaron su labor. Los traba­jadores de los distritos de Víborg y Nar­va salieron a las calles entonando canciones revolucionarias; los de la fá­brica Putílov enarbolaban banderas con consignas bolcheviques y se encamina­ron hacia la Avenida Nevski, dispersan­do durante el recorrido las barreras de policías. Se hicieron varios intentos de detener a los manifestantes, pero la mu­chedumbre los rechazaba con furor.
 
Ese mismo día se celebraron reunio­nes en varios centros de enseñanza supe­rior de Petrogrado. El grupo de estu­diantes revolucionarios de la Universi­dad, de los institutos Politécnico, Fores­tal, Psiconeurológico y otros centros docentes capitalinos mostraron su dis­posición a apoyar resueltamente las ac­ciones del proletariado.

En cambio, frente al Palacio de Táu­rida reinaba el silencio. Los obreros no mostraron su “solidaridad” y “unani­midad” con los liberales de la Duma. Había fracasado el designio de los defensistas.

Los obreros de la fábrica lzhorski, en Kólpino, acogieron con entusiasmo el llamamiento del Comité petrogradense de bolcheviques. El 13 y 14 de febrero se convocaron mítines en los talleres, don­de hicieron uso de la palabra represen­tantes del Buró Ruso del CC del partido de los bolcheviques y los propios obre­ros de la empresa.

Al informar a la Gendarmería de Pe­trogrado acerca de las huelgas y mítines en la fábrica lzhorski, el teniente coro­nel Prutenski, jefe de Sección de la Po­licía Secreta, indicaba contra su volun­tad, la impotencia de la administración. Los cosacos y soldados enviados para “restablecer el orden” casi no recurrían a medidas violentas contra los obreros. Prutenski comunicaba:
“Cabe señalar que los cosacos y sol­dados adoptaron una actitud amistosa frente a los obreros; por lo visto, consi­deraban que eran justas sus reivindicaciones y que las autoridades no debían tomar medidas contra el movimiento. En general, se cree que los cosacos están del lado de los obreros”.

Los acontecimientos mostraron que el lacayo del zar estaba en lo cierto. La atmósfera se caldeaba cada día. Los bolcheviques exhortaban a las masas a la lucha abierta.

De la octavilla del Comité petrogradense con el llamamiento a los obreros y a la democracia a fin de que movilizaran to­das sus fuerzas para derrocar al zarismo, y formar el Gobierno Provisional Revolu­cionario.

Después del 14 de febrero.

No se puede esperar más ni guardar silencio… ¡No hay otra salida que la lu­cha popular!
La clase obrera y la democracia no deben aguardar hasta cuando el poder
N. Samokish. “Combate frente a la comisaría de policía”.
zarista y los capitalistas deseen recon­ciliarse, es preciso luchar ahora mismo contra estos carnívoros para tomar en nuestras manos el destino del país y las cuestiones de la paz.
La primera condición para una paz verdadera debe ser el derrocamiento del Gobierno zarista y la formación del Go­bierno Provisional Revolucionario a fin de lograr:
  1. ¡La institución de la República Democrática de Rusia!
  2. ¡El establecimiento de la jornada laboral de 8 horas!
  3. ¡La entrega de todas las tierras de los terratenientes a los campesi­nos!
… iHa llegado el momento de la lucha abierta!

El 17 de febrero se declaró en huelga uno de los talleres de la fábrica Putí­lov.

Como respuesta a las reivindicaciones de los huelguistas el 22 de febrero la administración cerró la empresa. Los trabajadores salieron a la calle.

El movimiento en defensa de los obreros de la fábrica Putílov se fusionó con los paros convocados en varias fá­bricas en señal de protesta contra la fal­ta de alimentos y la carestía sin prece­dentes. Los obreros abandonaban los puestos de trabajo y exigían pan. Las trabajadoras, desesperadas por la vida semihambrienta, asaltaban las panade­rías. Los disturbios a causa de la escasez de víveres, que transcurrían en una si­tuación de profundísima crisis revolu­cionaria, tenían al mismo tiempo carác­ter político, e incorporaban a amplias masas a la lucha contra el zarismo y la guerra imperialista.

Los bolcheviques aprovecharon la Jornada Internacional de la Trabajado­ra, celebrada el 23 de febrero (8 de mar­zo por el nuevo calendario), para con­vocar asambleas y mítines en los que explicaban la situación, el objetivo y las tareas del movimiento. En el desarrollo de los acontecimientos desempeñaron un gran papel los obreros del distrito de Víborg, quienes —bajo la influencia de los bolcheviques- iniciaron la huelga general, y de aquí se extendieron a otras zonas de Petrogrado las huelgas y mani­festaciones con las consignas : “¡Abajo la guerra!”, “¡Abajo el hambre!” “¡Vi­va la revolución!” El número total de huelguistas llegó a más de 128.000 personas.

La acción abierta y multitudinaria del proletariado realizada el 23 de febrero, bajo consignas revolucionarias, permite considerar ese día como el comienzo de la revolución.
En la noche del 23 de febrero (8/3), en el domicilio del obrero I. Alexándrov (dis­trito de Viborg), se reunió el núcleo diri­gente de los bolcheviques petrograden­ses. Se consideró necesario continuar la huelga, organizar manifestaciones en la Avenida Nevski, ampliar la agitación entre los soldados, armar a los obreros. El 24 de febrero más de 200.000 obreros, es decir, más de la mitad del prole­tariado petrogradense, se encontraban en huelga.

El 24 de febrero por la tarde el gene­ral mayor Globachiov, jefe de la Policía Secreta, envió la siguiente nota al minis­tro del Interior, al gobernador de la ciu­dad, a la fiscalía, al director de Policía y al jefe de las tropas.
“La huelga declarada ayer por los obreros debido a la falta de pan, ha con­tinuado hoy, y cabe destacar que duran­te el día no funcionaron 131 empresas con 158.583 personas.
… Entre los manifestantes se observa­ba un elevado número de estudiantes".

El 25 de febrero, el paro en Petrogra­do se transformó en huelga política ge­neral. De acuerdo con un parte del servicio de información al Departamen­to de Policía, ese día se celebró una reu­nión del Comité petrogradense del POSDR.

De la nota enviada por el Departa­mento de Policía sobre la reunión del Comité petrogradense del partido de los bolcheviques, celebrada el 25 de febrero de 1917.
"La organización petrogradense del Partido Obrero Socialdemócrata de Ru­sia ha decidido utilizar con fines parti­darios el movimiento surgido como re­sultado de los disturbios que transcu­rrieron durante dos días en Petrogrado y, tomando en sus manos la dirección de sus participantes, concederle una orien­tación evidentemente revolucionaria.”

(En 1957, la nota del Departamento de Policía sobre la reunión del Comité pe­trogradense fue extraída por el académi­co I. Mints, con fines científicos, del Ar­chivo Estatal Central de la Revolución de Octubre y la Construcción Socialista).

Por decisión del Comité petrograden­se, el 25 de febrero se publicó una octa­villa que exhortaba a los obreros y sol­dados a convertir la acción de las masas en la batalla decisiva contra el zarismo.

De la octavilla del Comité petrogradense del partido de los bolcheviques, publicada el 25 de febrero
Timoféi Kirpíchnikov, primer suboficial, uno de los iniciadores de la insurrección en el batallón de reserva del Regimiento Volinski.
 
Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia
 
¡Proletarios de todos los países, uníos!

La vida se ha hecho imposible. No hay qué comer. No hay con qué vestirse. No hay con qué calentarse.
En el frente, sangre, mutilaciones, muerte. Un reclutamiento sigue a otro, En los trenes, corno si fueran rebaños de ganado, se envía a nuestros hijos y her­manos al matadero humano.
¡No se puede permanecer callado!
Entregar a nuestros hermanos e hijos al matadero, mientras nosotros mismos nos morimos de frío y hambre y esta­mos callados, es una cobardía absurda, criminal, infame.
… Ha llegado la hora de la lucha abierta. Las huelgas, mítines y manifes­taciones no debilitarán la organización; por el contrario, la reforzarán. Aprove­char todas las posibilidades, cada mo­mento. Siempre y en todas partes con las masas y con nuestras consignas revolucionarias.
…Llamad a todos a la lucha. Es mejor morir gloriosamente, combatiendo por la causa obrera, que dar la vida en el frente por los beneficios del capital o ex­pirar a causa del hambre y de un trabajo superior a nuestras fuerzas.

En la reunión del 25 de febrero se acordó también encabezar la organiza­ción del Soviet de Diputados Obreros. Y aunque este plan, adelantado por el Comité petrogradense, no se logró cum­plir en su totalidad, las elecciones al So­viet organizadas por los bolcheviques en varias empresas y celebradas hasta el 27 de febrero, fueron una importante muestra de que las masas estaban listas para la revolución y para crear el Soviet de Diputados Obreros.

Del parte de un agente secreto de la sec­ción de la Policía Secreta, del 25 de febrero
(Alias del agente Fogonero)
Recibió el informe el teniente coronel Tishkévich
Resumen: La agitación en el día de hoy adquirió mayor envergadura, es po­sible detectar de dónde parten las direc­tivas… Si no se adoptan medidas resuel­tas para aplastar los disturbios, es posible que el lunes aparezcan barrica­das.
Cabe señalar que entre las unidades militares enviadas para sofocar los dis­
Soldados insurrectos del Regimiento Volinski de la Guardia.
turbios, se observa cierta condescenden­cia con los manifestantes; algunas uni­dades mantienen una actitud incluso benévola, y animan a la muchedumbre con el llamamiento “Dale más duro”.
 
Si se pierde el momento y la dirección pasa a las cúspides de la clandestinidad revolucionaria, los acontecimientos ad­quirirán las más amplias dimensiones.

En el distrito de Viborg, los obreros asaltaban las comisarías de policía y cortaron la comunicación telefónica con el despacho del gobernador de Petro­grado. El distrito de Narva quedó bajo el control de los insurrectos. Los obre­ros de la fábrica Putílov formaron un comité provisional revolucionario que encabezó al destacamento de combate. Se produjeron los primeros choques ar­mados con la policía. Hubo muertos y heridos. Llegó el momento decisivo de la lucha, cuyo resultado dependía en grado considerable de la conducta del ejército; y precisamente a él los bolche­viques le prestaban en esos días particu­lar atención.

Entretanto, los círculos gobernantes no estaban en condiciones de compren­der a cabalidad ni de apreciar el sentido y la esencia de los acontecimientos.

De la carta enviada por la emperatriz Alexandra a Nicolás 11, del 25 de febrero
¡Tesoro querido, inapreciable!
Alguaciles disfrazados escoltados por la milicia popular.
Hay 8 grados bajo cero, cae un poco de nieve; por el momento duermo bien, pero me es imposible decirte lo mucho que me aburro sin ti, mi amor. Las huel­gas y los disturbios en la ciudad son más que provocadores… Esto es un movi­miento de gamberros; jóvenes corren, gritando que no tienen pan, sólo para provocar desconcierto, y unos obreros impiden trabajar a otros. Si el tiempo fuese más frío, tal vez todos ellos estu­vieran metidos en sus casas. Pero esto pasará y se tranquilizará, siempre y cuando la Duma se porte bien.
 
El general S. Jabálov, jefe de la Re­gión Militar de Petrogrado, llamó de Krásnoe Seló a cinco escuadrones del 9 Regimiento de Caballería de Reserva, de Pávlovski a una centuria del Regi­miento Cosaco Selectivo de la Guardia Imperial y a cinco escuadrones del Regimiento de Reserva de la Guardia, para ayudar a las unidades y a los cosacos del I Regimiento del Don, que según él, dis­persaban muy indolentemente a los ma­nifestantes. Ese mismo día declaró que se prohibía cualquier “aglomeración en las calles”.

Edicto de Jabálov, jefe de la Región Mili­tar de Petrogrado, prohibiendo las mani­festaciones y otras acciones
25 de febrero
Durante los últimos días, en Petro­grado se han observado disturbios, acompañados de violencia y atentados contra la vida del personal militar y de la policía. Prohibo toda aglomeración en las calles. Pongo en conocimiento de la población de Petrogrado que he orde­nado a las tropas emplear las armas, sin detenerse ante nada, para restablecer el orden en la capital.
A eso de las 9 de la noche del 25 de fe­brero, Jabálov recibió un telegrama de Nicolás II.

Telegrama del zar al general Jabálov
25 de febrero, 21.00
A Jabálov, Estado Mayor General
Ordeno que mañana mismo se ponga fin a los disturbios en la capital, intole­rables en los difíciles momentos de gue­rra contra Alemania y Austria.
Nicolás

Jabálov reunió a los jefes de sectores y de las unidades militares acantonadas en Petrogrado, y puso en su conoci­miento el texto del telegrama imperial. Ordenó disparar contra los manifes­tantes después de la tercera advertencia.

En la madrugada del 26 de febrero comenzaron las detenciones de los re­presentantes de las organizaciones revo­lucionarias. En total fueron arrestadas cerca de 100 personas, incluidos algunos miembros del Comité petrogradense.

En la mañana del domingo, 26 de fe­brero, multitud de obreros de todos los barrios proletarios de la capital se diri­gieron al centro de la ciudad. En mu­chos lugares patrullas militares les cerraron el paso; por orden de los oficia­les, en varias zonas los retenes militares dispararon contra los manifestantes. Durante los acontecimientos revolucio­narios de febrero hubo en Petrogrado 169 muertos y unos mil heridos.

Cerca de las 4 de la tarde, la 4ª Com­pañía del Batallón de Reserva del Regi­
Quema de emblemas zaristas en la avenida Nevski de Petrogrado.
miento Pávlovski, indignada por haber participado el destacamento de instruc­ción de su regimiento en el fusilamiento de los obreros, salió a la calle con el pro­pósito de hacer que sus compañeros regresaran a los cuarteles, y por el camino abrieron fuego contra un destacamento montado de policías. Jabálov ordenó al comandante del batallón y al sacerdote del regimiento que la compañía prestara juramento y fuese internada en los cuar­teles, privándola de las armas. Cuando la compañía retornó y entregaba las ar­mas, se descubrió que 21 soldados se lle­varon sus fusiles y se pasaron al lado de los manifestantes. Fueron arrestadas 19 personas, y enviadas a la Fortaleza de Pedro y Pablo, donde deberían compa­recer ante el tribunal militar como prin­cipales instigadores.
 
La acción de los soldados del Regi­miento Pávlovski era la precursora de la insurrección, y aunque aún no era la re­belión, sí era una muestra de la seria si­tuación que vivía el país.

Telegrama de M. Rodzianko, presidente de la Duma, a Nicolás II
26 de febrero
Su Majestad:
La situación es seria. En la capital reina la anarquía. El gobierno está paralizado.
El transporte y la distribución de víveres y combustibles están totalmente paralizados. Crece el descontento social. En las calles se observan tiroteos espontáneos. Las unidades militares dis­paran unas contra otras. Es necesario encomendar, de inmediato, a una perso­na, que goce de confianza en el país, la formación de un nuevo Gobierno. No se puede esperar. Cualquier demora equivale a la muerte. Ruego a Dios que en esta hora no recaiga la responsabili­dad sobre el monarca.

Al declinar el 26 de febrero, en la es­tación de Udélnaía se reunió el Comité del partido de los bolcheviques del dis­trito de Víborg, junto con representan­tes del Buró Ruso del CC y miembros del Comité petrogradense que no habían sido detenidos. La directiva de los bolcheviques decidió convertir la huelga en insurrección armada. Se trazó un plan: confraternizarse con los solda­dos, desarmar a los policías, apoderarse de los arsenales, armar a los obreros, publicar un manifiesto en nombre del CC del POSDR.

Manifiesto del Partido Obrero Socialde­mócrata de Rusia

A todos los ciudadanos de Rusia
¡Proletarios de todos los países, uníos!
Ciudadanos:
Han caído las plazas fuertes del zaris­mo ruso. La prosperidad de la cuadrilla zarista, erigida sobre los huesos del pue­blo, se ha derrumbado. La capital se en­cuentra en manos del pueblo insurrecto. Unidades de tropas revolucionarias han pasado al lado de los insurrectos. El proletariado y el ejército revoluciona­rios deberán salvar al país de la muerte y la ruina definitivas que preparó el Go­bierno zarista.
Con enormes esfuerzos, con la sangre y la vida, el pueblo ruso se sacudió de la esclavitud secular.
Es tarea de la clase obrera y del ejérci­to revolucionario formar un Gobierno Provisional Revolucionario que deberá encabezar el nuevo régimen republicano naciente.
… ¡Ciudadanos, soldados, esposas y madres! ¡Todos a la lucha! ¡A la lucha abierta contra el poder zarista y sus seguidores!
¡Por toda Rusia se iza la bandera roja de la insurrección! ¡En toda Rusia to­mad en vuestras manos la libertad, de­rrocad a los lacayos zaristas, llamad a los soldados a la lucha!
Por toda Rusia; en ciudades y pue­blos, formad el Gobierno del pueblo revolucionario.
Ciudadanos:
¡Con los esfuerzos fraternales, con­juntos de los insurrectos, hemos conso­lidado el nuevo régimen, de la libertad, que surge sobre los escombros de la autocracia!
¡Adelante! ¡No hay retorno! ¡La lu­cha es implacable!
¡Bajo la bandera roja de la revolu­ción!
¡Viva la república democrática!
Soldados insurrectos del Regimiento Volinski de la Guardia.
En la noche del 27 de febrero, varios bolcheviques penetraron en los cuarte­les del Regimiento Volinski y se entre­vistaron con soldados revolucionarios, antiguos obreros de la fábrica Putílov. Los soldados estaban abrumados debi­do a que les obligaban disparar contra el pueblo. Después de una larga conver­sación, durante la cual los agitadores bolcheviques les explicaron la esencia de los acontecimientos, los soldados del regimiento decidieron unirse a los obre­ros. Al amanecer, los soldados del Bata­llón de Reserva liquidaron al jefe del destacamento de instrucción, se apode­raron de las armas y levantaron a todo el regimiento. Precisamente con este ac­to comenzó la insurrección armada.
 
Los soldados del Regimiento Volins­ki se dirigieron a los cuarteles vecinos –los regimientos Litovski y Preobra­zhenski- y los sacaron a la calle. A con­tinuación se unieron a los obreros insu­rrectos de la fábrica de cañones, elimi­naron el retén del Regimiento Moskovs­ki (después esta unidad también pasó al lado del pueblo alzado en armas) y libe­raron a los presos políticos que se en­contraban en la cárcel Krestí. Los sol­dados, que tomaron por asalto el Arse­nal Principal, ayudaron a los proleta­rios petrogradenses a armarse. Se repartieron más de 40.000 fusiles y 30.000 revólveres tomados en el Arsenal.

Un regimiento tras otro se unían a los trabajadores. Hacia el atardecer del 27 de febrero habían pasado al lado de la revolución más de 66.000 soldados de la guarnición de Petrogrado. Los insurrec­tos ocuparon todas las instituciones más importantes, las estaciones de ferroca­rril, los puentes, Telégrafos y Correos. Los intentos de Jabálov de llamar tro­pas de los alrededores de Petrogrado fueron vanos: por doquier los soldados se unían al pueblo.

Telegrama enviado por el general S. Ja­bálov, jefe de la Región Militar de Petrogrado, al general M. Alexéiev, jefe del Estado Mayor del Comandante en Jefe
27 de febrero, 20.10
Le ruego comunique a Su Majestad el Emperador que no he podido cumplir su indicación de restablecer el orden en la capital. La mayoría de las unidades traicionaron, una tras otra, su deber, se negaron combatir contra los insurgen­tes. Otras unidades han confraternizado con los rebeldes y volvieron sus armas contra las tropas fieles a Su Majestad. Las que permanecieron fieles a su deber, lucharon todo el día contra los insurrec­tos, sufriendo grandes pérdidas. Hacia el atardecer, los insurrectos se apodera­ron de la mayor parte de la capital. Per­manecen fieles al juramento pequeñas unidades de distintos regimientos, con centradas en torno al Palacio de Invier­no, al mando del general mayor Zanké­vich, con las que continuaré la lucha.
Teniente general Jabálov

En la tarde del 27 de febrero se pre­sentaron en el Palacio de Táurida los primeros diputados elegidos en las em­presas y unidades militares al Soviet de Petrogrado. El apoyo incondicional de la guarnición capitalina concedía a di­cho Soviet la plenitud de poder. Sobre ello escribió más tarde incluso con amargura, el propio Rodzianko. Pero, lamentablemente, a la cabeza del Soviet se encontraron no los bolcheviques, si­no los mencheviques y eseristas.

Los bolcheviques fueron los primeros a los que movilizaron para el ejército y a los que lan­zaron bajo las balas en la línea delantera del frente. El lugar de los proletarios conscientes enviados al frente fue ocu­pado por campesinos llegados a la ciu­dad, quienes aún no comprendían bien la esencia y los objetivos de la lucha política. Ellos apoyaban fundamental­mente a los mencheviques y eseristas, cuyos discursos y promesas ultrarrevo­lucionarias les parecían, en los primeros tiempos, más atractivos. A esto contri­buía también el hecho de que los líderes del Partido Bolchevique, perseguidos por el Gobierno zarista, se hallaban en la emigración, deportados o encarcela­dos. Esto debilitaba, desde luego, la posibilidad de desplegar un trabajo sistemático y perseverante para edu­car a las masas en el sentido polí­tico.

La mayoría de los diputados a los pri­meros Soviets no pertenecían a partido alguno, apenas tenían una idea de los programas de los distintos partidos y apoyaban por inercia, con docilidad, al grupo dirigente eserista-menche­vique.
Comité Ejecutivo del Soviet de Diputados Obreros y Soldados de Petrogrado.
A la dirección del Soviet de Petrogra­do fueron elegidos Nikolái Chjeídze, uno de los líderes del menchevismo, di­putado a la III y la IV Duma por la pro­vincia de Tiflís y dirigente del grupo menchevique en la IV Duma (presidente del Soviet de Petrogrado); Matvéi Skó­belev (vicepresidente), menchevique, di­putado a la IV Duma por la curia rusa de Transcaucasia; Alexandr Kerenski (vicepresidente), presidente del grupo de demócratas pequeñoburgueses (el llamado Grupo de Trabajo) en la IV Duma (después de la Revolu­ción de Febrero se hizo eserista) y otros.
 
Las orientaciones teóricas generales de los mencheviques y eseristas, que ca­lificaban la revolución realizada como una revolución burguesa y por ello in­sistían en la necesidad de entregar el po­der a la burguesía rusa, contribuían al surgimiento de un Gobierno Provisio­nal integrado por representantes de las clases dominantes.

Faltaban contados minutos para que se inaugurase la sesión del Soviet, pero Rodzianko no abandonaba sus desespe­rados intentos de salvar a la monarquía. En la mañana del 27 de febrero puso en conocimiento de los diputados el edicto del zar sobre la disolución de la Duma y el Consejo de Estado. No se determina­ba con exactitud cuándo se reanudarían sus sesiones: “No más tarde de abril de 1917, según las circunstancias extraordi­narias”. Supeditándose a la orden del zar, los diputados pasaron de la sala de sesiones de la Duma a la sala semicircu­lar vecina, para que el carácter privado de la sesión no suscitara dudas, y, des­pués de discutir la situación, acordaron: no abandonar Petrogrado; el Consejo de Decanos examinará la situación y elegirá el Comité Provisional de la Du­ma. Este comité se formó antes de las cuatro de la tarde de ese mismo día.

La propuesta de que la sesión privada de la Duma tomara el poder fue recha­zada por cuanto la mayoría de los pre­sentes mantenían aún la esperanza de conservar la monarquía.

A las 6 de la tarde, el Consejo de Mi­nistros comunicó al emperador que la situación sólo podría remediarse desig­nando un nuevo presidente del Consejo de Ministros, que gozara de la confian­za general, a quien se le encomendaría formar el Gobierno. Nicolás contestó que no consideraba posible realizar ningún cambio en tales circunstan­cias.

Pasadas las 8 de la noche, Rodzian­ko, el príncipe Golitsin y otros enviaron –a través del jefe del Estado Mayor del Comandante en jefe- otro telegrama al zar, en nombre de su hermano Mijaíl. Este le comunicó acerca de la seriedad de la situación y la necesidad de desig­nar un presidente del Consejo de Minis­tros que formara el nuevo Gabinete, y le propuso hacer de inmediato una decla­ración al respecto.

La respuesta decía que el zar saldría al día siguiente para Petrogrado y que él mismo tomaría una decisión. En el Cuartel General confiaban en aplastar por la fuerza el movimiento revolucio­nario. Para ello organizaron una expe­dición punitiva comandada por el gene­ral Ivanov, conocido represor de la insurrección de Kronstadt en 1906.

Telegrama enviado por Nicolás II a la emperatriz Alexandra
28 de febrero, 15.00
A Su Majestad.
Salí hoy, a las 5 de la mañana. En mis pensamientos estoy siempre contigo. El tiempo es magnífico. Espero que se sien­tan bien y estén tranquilos. Se han en­viado muchas tropas del frente. Mi salu­do más cordial.
Niki

A las 9 de la noche, cuando en el Pa­lacio de Táurida se inauguró la sesión del Soviet, el Comité Provisional de la Duma celebró otra reunión en la que decidió tomar el poder. Lo que permitió a los miembros de la Duma comprender toda la envergadura del movimiento re­volucionario, fue el paso del Regimien­to Preobrazhenski de la Guardia al lado de los insurrectos.

Recordando las vacilaciones del Co­mité Provisional de la Duma, Vasili Shulguín, entonces monárquico empe­dernido, escribió más tarde en su libro Días:
“Rodzianko no se decidía. Trataba aún de definir qué sería eso: ¿un motín o no?
— Yo no deseo amotinarme. No soy un amotinado; no hice ni deseo hacer ninguna revolución. Y si se hizo, fue precisamente porque no nos escucha­ron… Pero yo no soy un revolucionario. No me pronunciaré contra el poder su­premo. No deseo. Pero, por otra par­te, el Gobierno no existe. Se dirigen a mí de todas partes… Los teléfonos no dejan de sonar. Preguntan qué hacer. ¿Apar­tarme? ¿Lavarme las manos? ¿Dejar a Rusia sin Gobierno? ¡Pero se trata, al fin y al cabo, de Rusia!… ¿Tenemos o no un deber ante la patria?… ¿Qué hacer? ¿Qué hacer?” “Me preguntaba también a mí –continúa Shulguín-. Mi respuesta me sorprendió incluso a mí mismo. Le dije de manera muy resuelta: Tome el poder, Mijaíl Vladímirovich. Eso no es ningún motín. Tómelo como súbdito.

En efecto, el Comité actuaba precisa­mente como un súbdito fiel. Por una parte, el 2 de marzo concordó con los dirigentes del Soviet de Petrogrado la composición del Gobierno Provisional: por la otra parte, trataba de conservar la monarquía, y a espaldas del Soviet aprobó el viaje de A. Guchkov y V. Shulguín a Pskov, donde se encon­traba el tren del zar detenido por tropas revolucionarias.

El iniciador del viaje fue Alexandr Guchkov, fundador y líder del partido de los octubristas, destacado represen­tantes de los mercaderes moscovitas, que en la primera composición del Go­bierno Provisional ocupó el cargo de ministro de la Guerra.

De los telegramas remitidos por los jefes de los frentes a Nicolás II, re­cibidos el 2 de marzo entre las 14.30 y las 14.50
Del Gran Duque Nikolai Nikolaevich..
… Como súbdito fiel, en virtud y por el espíritu del juramento, considero ne­cesario rogarle de rodillas a Su Majes­tad el Emperador que salve a Rusia y a Su heredero, conociendo el sagrado sen­timiento de amor que tiene Usted hacia Rusia y hacia él. Persignándose con el signo de la cruz, entréguele Su herencia. No hay otra solución.

Del general ayudante Brusílov:
… Lo único que puede salvar la situa­ción y permitir que se continúe la con­tienda contra el enemigo exterior, sin lo que Rusia estará perdida, es abdicar…

Del general ayudante Evert:
Ante la presente situación, sin encon­trar otra salida, yo, como súbdito fiel sin límites a Su Majestad, le suplico, en aras de salvar la patria y la dinastía, que adopte la decisión… única, por lo visto, capaz de poner fin a la revolución y sal­var a Rusia de los horrores de la anarquía.

Nicolás II decidió abdicar. La decla­ración fue escrita antes de que llegara la diputación de la Duma. En contraven­ción del edicto de Pablo I sobre la suce­sión al trono, en este documento el zar renunciaba al poder, en nombre propio y en el de su hijo, en favor de su herma­no Mijaíl. La abdicación en nombre de Alexéi era un acto ilegal, el cual, en caso de que si la situación normalizara, con­cedía a. Nicolás la posibilidad de decla­rar la inválida la abdicación, pues, su­puestamente, se había efectuado bajo presión y violando las normas jurídicas.
Miembros del primer Gobierno Provisional.
 
De la entrevista concedida por el coronel V. Stupin sobre la abdicación de Nicolás II, publicada en la revista Solntse Rossii (“El Sol de Rusia”), Nº 367 (9) de 1917
El texto del acta de abdicación fue preparado por el antiguo zar antes de que su tren llegara a Pskov. A las 23.00 me llamaron a la estación de Pskov. Del tren imperial sacaron el borrador del ac­ta, ya firmada, y me lo entregaron para que preparara el segundo ejemplar. En presencia mía, del general Bóldirev, del primer teniente Pólzikov, ayudante del jefe del Estado Mayor, y del jefe de la sección, Vishnévski llamó al escribiente Lóguinov, a quien se le dictó el acta. El general Danílov, jefe del Estado Mayor del Frente, me ordenó llevar los dos ejemplares al tren para que el Soberano firmara el segundo y para que el conde Frederiks legalizara ambos documen­tos. Cuando regresé al tren real, allí se encontraban el general Ruzski, coman­dante del Frente Norte, el general ayu­dante Voeikov, el general Naríshkin, el conde Frederiks, el teniente coronel Mediokritski y el teniente coronel Kir­pichenko, comandante de la estación de Pskov. En el centro estaba sentado el antiguo zar. Manifestó su deseo de ir a ver a su madre y luego marcharse al sur.
El general Naríshkin me pidió el ejemplar, aún sin firmar por el zar y sa­lió, junto con el emperador, al vagón si­guiente. Al poco tiempo regresaron con el acta firmada y Naríshkin me mandó que entregara ambos ejemplares al con­de Frederiks para que los firmara.
Frederiks estaba nervioso.
Dijo que había poco sitio para legali­zarlos. Hubo que borrar la palabra “Pskov” y escribirla más arriba, luego Frederiks los firmó.
Los llevé al vagón donde se encontra­ba el general Ruzski junto con Guchkov y Shulguín. El general Ruzski entregó un ejemplar a los diputados y se quedó con el segundo. Guchkov y Shulguín me entregaron un certificado diciendo que les había facilitado el acta de abdicación del emperadorNicolás II, legalizada por el conde Frederiks.

Pero fue imposible conservar la mo­narquía. El 2 de marzo al mediodía, Mi­liukov hizo uso de la palabra en la Sala de Catalina, en el Palacio de Táurida, intentando hablar sobre la regencia, pe­ro fue callado por un huracán de indig­nación y protestas. El pueblo insurrecto exigía la creación de la república demo­crática. Comprendiendo que sería ab­surdo todo intento de una nueva entro­nización, parte de los monárquicos de la Duma (Rodzianko, Shulguín, Nabókov y otros) convenció a Mijaíl de que re­nunciara al trono y se encargara a la Asamblea Constituyente solucionar el problema. El pueblo insurrecto rompió en menos de una semana las cadenas de la monarquía de los Románov.

Se elevaban negras columnas de hu­mo como un recordatorio de los recien­tes acontecimientos en la capital. Ar­dían las comisarías de policía, la cárcel en el malecón del canal Kriúkov, el tri­bunal provincial en la avenida Litéinaia y otros edificios administrativos, parte de los cuales fue incendiada por quienes trataban de eliminar los documentos que no debían caer en manos del pueblo.

En muchas calles, los obreros, solda­dos y muchachos petrogradenses arran­caban los escudos imperiales: el águila bicéfala con tres coronas, el cetro y la esfera, signos simbólicos del poder mo­nárquico. Los amontonaban en las cal­zadas y las alegres hogueras reunían a masas de gente.

Los guardias municipales, rangos in­feriores de la guardia policíaca urbana, se mudaban de ropa e intentaban ocul­tarse de la ira popular. Algunos de ellos tendían emboscadas, ametrallando a las personas desarmadas que habían salido a la calle. En las calzadas de Petrogrado volvieron a aparecer heridos y muertos. A los guardias municipales disfrazados se les enviaba, bajo escolta, al Palacio de Táurida o a la Fortaleza de Pedro y Pa­blo. A los detenidos con armas en las manos se les fusilaba en el acto.

El día cuando las autoridades zaristas entregaban sus últimas posiciones en la capital, en Moscú comenzaron las reu­niones y mítines en las fábricas. La ver­dad acerca de la revolución penetró a pesar de la rigurosa censura. En la octavilla del comité de los bolcheviques de Moscú se señalaba:
“Camaradas:
En Petrogrado comenzó la revolución. Los soldados se unieron a los obreros… ¡El proletariado ruso debe apoyar la insurrección de Petrogrado! De lo contrario, los torrentes de sangre derramada serían vanos”.

El 28 de febrero, la huelga general se extendió a las empresas de Moscú. Ma­nifestaciones multitudinarias se dirigie­ron hacia el centro de la ciudad. Cerca de la Plaza Roja, por la parte de Za­moskvoréchie, los guardias municipales abrieron fuego contra los manifestantes. Aquí pereció Illarión Astájov, obrero de la fábrica “Guzhon”, quien exigió al co­misario que dejara pasar a los manifes­tantes. En lugar de dar una respuesta, éste le disparó a bocajarro, encolerizan­do a los presentes. Los obreros, apoya­dos por los soldados que hacían barre­ra, dispersaron a los guardias municipales, despejando el camino hacia las plazas centrales de Moscú. Los insu­rrectos ocuparon Telégrafos, Teléfonos y Correos, las comisarías de policía, li­beraron de las cárceles a los presos polí­ticos. Fueron detenidos el gobernador, el alcalde de la ciudad y el jefe de la re­gión militar.

“Petrogrado despertó a Rusia”, escri­bió Lenin más tarde. La revolución se desenvolvió en el enorme territorio del país, donde vivían cerca de 97 millones de personas que no eran rusas, donde se entrelazaban de manera extravagante las diferencias económicas, sociales, na­cionales y culturales. Ellas fueron las que determinaron la peculiaridad del triunfo de la revolución en cada una de las zonas multinacionales. Hacia finales de marzo, el poder revolucionario se es­tableció en todas partes.


Notas:

[1] Como es sabido, en febrero de 1915 los dipu­tados bolcheviques a la Duma fueron condena­dos y deportados a Siberia por intervenir contra la guerra, aclarar abiertamente las posiciones del partido leninista, que exhortaba a la derrota del Gobierno propio y a la transformación de la gue­rra imperialista en guerra civil.

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