3º) La defensa del Partido en el período contrarrevolucionario.
Cuando el empuje revolucionario se
debilitó, el gobierno zarista desató la más violenta represión
terrorista contra los obreros y su partido, con miles de muertos y
decenas de miles de heridos, mutilados y encarcelados. “Los
revolucionarios son exterminados, torturados y martirizados como nunca
–escribió Lenin-. Hay quien se esfuerza por difamar y envilecer la
revolución, por extirparla de la memoria del pueblo”.[1]
Frente a estas terribles dificultades, los bolcheviques reorganizaban
el partido y su actividad en la más rigurosa clandestinidad,
convencidos de que una nueva revolución era ineludible porque los
objetivos de la anterior no se habían podido alcanzar. Había que educar y
organizar a las masas con este fin, aprovechando al máximo todo tipo de
posibilidades legales, sin dejar de realizar el trabajo ilegal
necesario. Lenin exhortaba a “conservar y reforzar el partido ilegal lo
mismo que antes de la revolución. Debemos preparar constantemente a las
masas para la nueva crisis revolucionaria, lo mismo que de 1897 a 1903.
Debemos reforzar por todos los medios los vínculos del partido con las
masas, desarrollar y aprovechar para el socialismo todas las posibles
organizaciones obreras…”.[2]
En cambio, los mencheviques fueron presa del pánico, renunciaban a
las consignas revolucionarias, tendían a la conciliación con el régimen
autocrático apoyado en las centurias negras y defendían el cese del
trabajo clandestino y la liquidación del partido ilegal. Su oportunismo
degeneró en liquidacionismo.
También en las filas de los bolcheviques surgió una corriente minoritaria de oportunistas de “izquierda” –los otzovistas
o ultimatistas- que rompieron con el materialismo y llamaban a las
acciones revolucionarias directas y a renunciar a la labor en las
organizaciones legales, incluida la Duma de Estado (seudoparlamento). De
seguir esta línea, el partido se habría apartado de las masas y
transformado en un grupo sectario. Lenin llamaba a los otzovistas “liquidadores del envés” y advertía: “El otzovismo no es
bolchevismo, sino la peor caricatura política que puede hacerse de él y
que sólo hubiera podido idear el contrincante político más adverso”.[3]
Entre los bolcheviques que vacilaron en la lucha contra el otzovismo,
encontramos los nombres de futuros oposicionistas de los años 20, como
Kámenev, Tomski y Rykov.
Este tipo de desviación de “izquierda” ha vuelto a aparecer, después
del XX Congreso del PCUS y después del derrumbe de la URSS, entre
quienes se han opuesto al revisionismo moderno en el movimiento
comunista internacional. Ha causado y sigue causando un gran daño,
impidiendo el resurgimiento de partidos revolucionarios de masas.
Para enfrentar la crisis del partido provocada por los liquidadores y otzovistas, los bocheviques concertaron una alianza con los mencheviques defensores del partido, encabezados por Plejánov.
En estos años de reacción, el grupo centrista de Trotski tomó la
defensa de los liquidadores. Luchó sañudamente por la liquidación del
partido revolucionario ilegal de la clase obrera y por la fundación de
un partido centrista pequeñoburgués. En esos años precisamente fue
cuando Lenin llamó Judas a Trotski.[4]
Durante los años de la reacción, el trotskismo fue una de las
variedades más peligrosas del liquidacionismo. Constituía un peligro
singular porque siempre encubría su apoyo a éste con frases
“izquierdistas”. “La misión de Trotski —subrayó Lenin— consiste en
encubrir el liquidacionismo, echando arena a los ojos de los obreros”[5].
Al querer demostrar que se mantenía “al margen de las fracciones”,
Trotski hacía realmente de abogado de los liquidadores y de los otzovistas, “con los que no estaba en nada de acuerdo teóricamente, y en todo de acuerdo en la práctica”.[6]
Esta conducta de Trotski no era casual ni estaba motivada únicamente
por su hostilidad personal hacia los bolcheviques, sino que descansaba
en su “error fundamental”, el cual —según escribió Lenin en 1909—
“estriba en que no quiere ver el carácter burgués de la revolución y en
que no tiene una idea clara del paso de esta revolución a la revolución
socialista”.[7]
Trotski actuó en la Sesión Plenaria del CC del POSDR de enero de 1910
(la última conjunta de bolcheviques y mencheviques) bajo la bandera del
centrismo, de la “conciliación” y la “unificación” de todos y de todo.
Silenciando las cuestiones de principio litigiosas, se afanaba por
imponer decisiones plenamente aceptables para los liquidadores. La
esencia del plan de Trotski era “unir” todas las tendencias del partido,
independientemente de su actitud hacia el liquidacionismo; conseguir,
bajo la bandera de la “unificación”, la disolución de la fracción
bolchevique; rechazar la línea leninista de lucha en dos frentes
–contra el liquidacionismo y contra el otzovismo-; y asegurar a los
oportunistas una situación dirigente en el partido. De hecho, el plan de
Trotski pasó a ser la plataforma de todos los oportunistas. Así, en la
Sesión Plenaria cuajó un bloque liquidador-trotskista, apoyado por
Zinóviev, Kámenev y otros conciliadores, llamado por Lenin “el bloque de la gente sin principios contra el espíritu de partido y contra la fidelidad a los principios”.[8]
Los trotskistas enjuiciaban mal la situación en el país al negar las
posibilidades revolucionarias del proletariado si conseguía establecer
una alianza con los campesinos trabajadores. Entonces, consideraban que
la revolución era posible en Rusia únicamente ligada con una guerra
europea o en el caso de que triunfara la revolución en Alemania. Ya en
1911 Trotski dijo en el artículo La situación en el país y nuestras tareas: “¿No
habrá que esperar que en los próximos uno o dos años las masas sean
lanzadas de nuevo a la senda de las huelgas generales y las
insurrecciones? No, no lo creemos… Por supuesto, si se declarase
pronto una guerra europea, en la que el zarismo ruso se viera envuelto, y
si en Alemania estallara una revolución proletaria abierta, entonces
el torbellino europeo nos arrastraría a nosotros también”[9].
Cada vez más claramente, para los trotskistas, la revolución tendría
que venir de fuera; pero, si había de ser así en todas partes,
resultaría que la revolución es lisa y llanamente imposible.
Como, para Trotski, la revolución no se preveía para un plazo breve,
había que centrarse en la lucha por las reivindicaciones inmediatas,
por la “libertad de coaliciones”, y no dejarse llevar por el
“apasionamiento huelguístico”. A pesar del nuevo auge del movimiento
obrero y de las huelgas a partir de 1912, seguía defendiendo las
posiciones liquidacionistas y atacando a los bolcheviques.
Él y los suyos escribían que la Pravda bolchevique no se
editaba con dinero recaudado por los obreros, sino con “sumas de oscura
procedencia”. Indignado por este ataque, Lenin escribió: “…Este
trapacista y liquidador miente a derecha e izquierda”. Y aconsejó a la
redacción que respondiera en la sección de Correspondencia: “A Trotski (Viena). Es inútil su empeño de enviar cartas con intrigas y trapacerías. No tendrá respuesta.”[10]
Los dirigentes oportunistas de la II Internacional salieron en
defensa de las tesis liquidacionistas de Trotski y otros mencheviques.
“Es muy lamentable –se quejaba Lenin- que incluso Kautsky y Wurm no vean
la banalidad y vileza de artículos como los de Mártov y Trotski… ¡¡¡Es
un escándalo que Mártov y Trotski mientan y escriban impunemente
libelos con apariencia de artículos ‘científicos’!!!”[11] Se iba a perfilando la identidad esencial entre los puntos de vista de Kautsky y Trotski.
Esa apariencia de sesuda erudición científica de los razonamientos de
Trotski seduciría y sigue seduciendo a muchos jóvenes e intelectuales,
apartándolos del camino de la revolución proletaria. De ahí que todavía
sea necesario recordar lo que realmente se esconde debajo de esa
apariencia.
En su artículo Acerca de una violación de la unidad que se encubre con gritos de unidad,
publicado en mayo de 1914, Lenin decía que “los viejos participantes en
el movimiento marxista en Rusia conocen bien la figura de Trotski y
para ellos no vale la pena hablar de ella. Pero la joven generación
obrera no la conoce, y es preciso hablar…”[12]
4º) El imperialismo: la primera guerra mundial y la táctica revolucionaria
Desde finales del siglo XIX, el
desarrollo capitalista había experimentado un salto cualitativo, por el
que todas las ramas de la economía habían quedado bajo el dominio de un
puñado de empresas gigantescas -los monopolios-, y el mundo entero
quedaba repartido entre unas pocas potencias de Europa, Norteamérica y
Japón. Al engendrar fuerzas productivas altamente socializadas, el
capitalismo había sustituido la libre competencia por una competencia
monopolista y se había convertido en capitalismo monopolista o
imperialismo. Había entrado en la fase última de su desarrollo. Habían
madurado las condiciones materiales para el paso al socialismo.
Estalló entonces, en 1914, la Primera Guerra Mundial entre las
potencias imperialistas y los partidos de la clase obrera debían
determinar su actitud ante ella para cumplir con su cometido
revolucionario. Al frente de los bolcheviques, Lenin fundamentó
científicamente esta conducta en su obra El imperialismo, fase superior del capitalismo,
y la precisó en la necesidad de que los obreros dejasen de dispararse
los unos contra los otros para volver las armas contra sus explotadores
en cada país[13].
Sin embargo, la mayoría de los partidos socialdemócratas de la II
Internacional -y en Rusia los mencheviques y los eseristas
(socialistas-revolucionarios, antiguos populistas)- se pronunciaron
abiertamente durante la guerra en defensa del imperialismo de su propio
país. El oportunismo creciente de los tiempos de paz se transformó en
socialchovinismo y en socialimperialismo: socialismo de palabra, pero
chovinismo e imperialismo de hecho.
De todos los socialchovinistas, los más engañosos y, por tanto, los
más peligrosos eran los centristas, es decir, los que se disfrazaban con
fraseología “izquierdista” y hablaban en nombre de la unidad del
partido obrero. A escala internacional, el máximo representante del
centrismo era el alemán K. Kautsky y, en Rusia, era Trotski.
Kautsky apreciaba equivocadamente las causas y el carácter de la
primera guerra mundial, partiendo de que las “divergencias imperialistas
no habían podido hasta ahora suscitar directamente la guerra”[14].
Según él, la guerra había comenzado casualmente: los gobiernos,
asustados por sus amenazas recíprocas, habían desencadenado la guerra en
contra de su propia voluntad. Kautsky justificaba por todos los medios a
los chovinistas, diciendo que todos tenían derecho a defender la patria
y estaban obligados a ello.
Los trotskistas compartían plenamente las opiniones oportunistas de
Kautsky acerca de las causas y los fines de la guerra. Trotski reconocía
de palabra el carácter imperialista de la guerra, pero declaraba que su
surgimiento había sido un estallido espontáneo, en el que nada tenían
que ver los gobiernos imperialistas, y decía: “La guerra no tiene un fin
concreto, políticamente delimitado”, y para “todos los participantes se
ha convertido en una guerra de exterminio recíproco”[15].
Este planteamiento abstracto, escolástico, de la cuestión del carácter
de la guerra hacía caso omiso de su esencia de clase, de su esencia
imperialista, y de la posición proletaria consecuente frente a ella.
Las opiniones oportunistas, kautskianas, acerca del carácter y las
causas de la guerra sirvieron de base a las consignas tácticas de los
trotskistas, quienes desde el primer día de la conflagración se
declararon en contra de las consignas bolcheviques. A primeros de
noviembre de 1914, Lenin pronunció en Zurich un informe titulado La guerra y la socialdemocracia[16]. Trotski,
que participó en la discusión, manifestó que, en general, estaba de
acuerdo con la posición del informante. Pero, lo que defendió en su
discurso fue el “programa de paz” de los centristas.
Contra la táctica leninista, Trotski escribió una serie de artículos como La crisis bélica y las perspectivas políticas y Programa de paz. Declaró que “la guerra civil es una formulación fraccionalista de los bolcheviques, que quieren imponerla a los demás”[17],
que la guerra paralizaba las posibilidades revolucionarias de la clase
obrera y hacía imposible la organización de acciones revolucionarias.
La socialdemocracia era impotente ante la fuerza unida del poder
gubernamental y por ello, en opinión de Trotski, el proletariado debía
primero conseguir la paz, lograr el cese de la guerra entre el
proletariado alemán y el francés, antes de pensar en la revolución.
La guerra no había proporcionado los resultados apetecidos a ninguno
de los grupos de potencias y había agravado las calamidades y los
sufrimientos de las masas populares. Los trabajadores exigían tenazmente
la paz. Los gobiernos de los países beligerantes estaban asustados por
el creciente desarrollo de la revolución. La burguesía procuraba
aprovechar en su propio interés el anhelo de paz de las masas.
Señalando este viraje hacia la paz en determinados círculos de la
burguesía de los países beligerantes, Lenin decía que los representantes
del capital “lloraban con amargura la guerra y expresaban
infatigablemente su deseo de paz”.[18]
Los socialchovinistas y los centristas aprovecharon estas condiciones
para especular con los deseos de paz de los trabajadores. En la
Conferencia de socialistas de los países neutrales, celebrada en
Copenhague, en la Conferencia de socialistas de los países de la
Entente, reunida en Londres, y en la Conferencia de los partidos
socialdemócratas alemán, austríaco y húngaro, que tuvo lugar en Viena,
sonó un llamamiento a los gobiernos a propiciar la firma de la paz.
Trotski consideraba este fingido afán de paz de los socialchovinistas y
los centristas de distintos países una plataforma para acciones
“internacionales” unidas. Declaró que, bajo la bandera de la paz, se
habían agrupado “todos los de la izquierda” y dijo que el Sotsial-Demokrat leninista se hallaba completamente aislado y su posición era el “grado sumo de ceguera sectaria…”[19]. Lenin le respondió reprochándole “asirse ahora a los faldones de las levitas de Kautsky y de Bernstein”.[20]
Los bolcheviques se pronunciaban resueltamente por la transformación
de la guerra imperialista en guerra civil revolucionaria en todos los
países beligerantes, por la derrota del gobierno propio. Por tanto,
estaban contra la consigna trotskista de “ni victorias ni derrotas”, si
exceptuamos a los futuros oposicionistas del grupo de Baugy (Suiza),
Bujarin, Piatakov y otros (líderes de las fracciones opositoras en los
años siguientes). Trotski se negaba a ver en la derrota del gobierno
propio “siquiera un aliado indirecto”[21].
Afirmaba que, si bien las derrotas desorganizaban a la “reacción
gobernante”, “desorganizaban la vida social, y sobre todo a la clase
obrera”[22].
Además, tergiversaba la posición bolchevique como si sólo exigiera la
derrota del gobierno ruso, lo que conduciría al fortalecimiento del
militarismo prusiano; en realidad, los bolcheviques exigían “de todos
los partidos socialistas que luchen contra los gobiernos de sus propios
países”[23]. En el artículo Sobre la derrota del gobierno propio en la guerra imperialista, Lenin mostró que Trotski y sus partidarios, en realidad, “mantenían el punto de vista de la guerra de los gobiernos y la burguesía, es
decir, se inclinaban servilmente ante la ‘metodología política del
socialpatriotismo’, por decirlo con el ampuloso lenguaje de Trotski”2.
La consigna trotskista de “ni victorias ni derrotas” trataba de
suplantar las relaciones de clase por las relaciones entre los
gobiernos. Significaba mantener intangible el viejo orden de cosas,
incluida la autocracia rusa. Era un llamamiento abierto a la “paz” con
la burguesía, a la renuncia a la lucha de clase del proletariado. “Quien
apoya la consigna ‘ni victorias ni derrotas’ —decía Lenin— es un
chovinista consciente o inconsciente; en el mejor de los casos, es un
pequeñoburgués conciliador, pero, en todo caso, es un enemigo
de la política proletaria, un partidario de los gobiernos actuales, de
las clases dominantes actuales”. Para Lenin, la causa profunda del
empeño erróneo de Trotski en conciliar con los partidarios del
socialchovinismo consistía en no advertir el contenido de clase de éste[24].
Un paso importante en la unidad de los internacionalistas
consecuentes fue la Conferencia socialista internacional de Zimmerwald,
en septiembre de 1915. En ella, se formó un ala izquierda que actuó
cohesionada gracias a la lucha intransigente de los bolcheviques y que
constituyó el embrión de la futura III Internacional. Allí, Trotski
volvió a actuar como centrista: votó a favor de que se debatiera el
proyecto de resolución de la izquierda, pero declaró al mismo tiempo que
las masas no estaban preparadas para la lucha revolucionaria contra la
guerra y que era pronto para exigir la condena de los socialchovinistas,
por cuantos las masas mismas se habían contagiado de chovinismo”[25].
Después de esta conferencia, llamó a desplegar la lucha “en dos
frentes”: contra la derecha y contra “el sectarismo desorganizador de
los extremistas”[26],
es decir, de los partidarios de Lenin. Además, se dio de baja del club
de los internacionalistas de París al votar éste mayoritariamente por
las posiciones de la izquierda de Zimmerwald.[27]
Al comunicar a A. Kolontái el 17 de febrero de 1917 que Trotski estaba organizando en Novi Mir un bloque de los de la derecha contra los de la izquierda, Lenin dijo: “¡Qué, cerdo es este Trotski! ¡¡Pronuncia frases de izquierda y amaña un bloque con los de la derecha contra la izquierda de Zimmerwald!! Hay que desenmascararlo…”[28]
En Rusia, a pesar de que la minoría menchevique en la Duma de Estado
había votado a favor de los créditos de guerra solicitados por el
gobierno zarista, Trotski afirmó que “ocupaba una posición de la que no
tenía por qué desolidarizarse ningún internacionalista”[29].
Seguía intentando crear un partido centrista, exento, según él, de los
“pecados del leninismo y el menchevismo”. Se apoyó, para ello, en los mezhrayontsi, un grupo que oscilaba entre los internacionalistas y los defensistas. Los mezhrayontsi
declaraban reconocer las consignas bolcheviques de “transformación de
la guerra imperialista en guerra civil” y de “derrota del gobierno
propio”. Pero afirmaban a la vez que la guerra civil sólo era posible
como una simultánea “acción del proletariado de todos los países contra
sus gobiernos”[30].
Desprovistos de raíces entre las masas obreras rusas, fracasaron en
su intento de unir en un mismo partido a los bolcheviques y a los
mencheviques, a los revolucionarios y a los oportunistas: “El trotskismo
y la política de conciliación de nuevo han resultado ser un cero a la
izquierda. Simplemente no tienen cabida en el vivo movimiento obrero
práctico de Rusia”[31].
Ante este fracaso, Trotski optó por acercarse a la posición del partido
bolchevique, hasta que su grupo fue admitido en él en agosto de 1917.
Notas:
[1] Obras completas, t. 19, pág. 196.
[2] Obras completas, t. 19, pág. 80.
[3] Obras completas, t. 17, pág. 368.
[5] Obras Completas. t. 21. pág. 31.
[6] Obras Completas, t. 20, pág. 31.
[7] Obras Completas, t. 17, pág. 381.
[8] Obras Completas, t. 19, pág. 271.
[9] La lucha del partido bolchevique contra el trotskismo, t. 1, pág. 159.
[10] Obras Completas, t. 48, pág. 69.
[11] Obras Completas, t. 47, pág. 269.
[13] Véanse las Tareas de la socialdemocracia revolucionaria en la guerra europea (Tesis sobre la guerra), en https://es.scribd.com/ document/111722700/Tesis- sobre-la-guerra-V-I-Lenin, así como el manifiesto del CC del POSD(b) de Rusia La guerra y la socialdemocracia de Rusia, en https://www.marxists.org/ espanol/lenin/obras/1910s/28- ix-1914.htm.
[14] El Estado nacional, el Estado imperialista y la alianza de Estados, pág. 7, Moscú, 1917.
[15] Golos, 28 de noviembre de 1914.
[16] Obras Completas, t. XXII, pág. 105-112, Ed. AKAL. Citado en La lucha del partido bolchevique contra el trotskismo, t. 1, pág. 193.
[17] La lucha del partido bolchevique contra el trotskismo, t. 1, pág. 195.
[18] Obras Completas, t. 26, pág. 192.
[19] Nashe Slovo, 13 de octubre de 1915.
[20] Obras Completas, t. 26, pág. 296.
[21] Nashe Slovo, 14 de marzo de 1916.
[22] Nashe Slovo, 1 de septiembre de 1915.
[23] Sotsial-Demokrat, 12 de febrero de 1915.
[24] Obras Completas, t. 26, págs. 151 y 290.
[25] Nashe Slovo, 6 de octubre de 1915.
[26] Nashe Slovo, 25 de noviembre de 1915.
[27] En lucha por el socialismo, A. Shapoválov, pág. 803, Moscú, 1934.
[28] Obras Completas, t. XL, pág. 33, Ed. Akal.
[29] Nashe Slovo, 11 de julio de 1915.
[30] Vperiod, 23 de abril de 1915.
[31] Sotsial-Demokrat, 20 de noviembre de 1915.
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