El desarrollo del Socialismo en todas las naciones, es si cabe hoy día más urgente. El imperialismo estafa, corrompe, asesina para mantenerse. Utiliza los derechos sociales como mercancía. Hay una lucha de clases en ciernes, donde la mayoría de la población, la clase trabajadora, tendrá que defender sus intereses de emancipación, a pesar de todos los obstáculos, pues el Imperio de las multinaciones quieren una población apática y ajena a su poder. Estamos seguros que habrán nuevos "Octubres".
Por Roberto Regalado, extraído de Alai AM Latina.
A mediados de
1998, transcurridas más de tres décadas de globalización imperialista,
dos de apogeo del neoliberalismo y casi una del derrumbe del bloque
socialista europeo, el insigne escritor uruguayo Eduardo Galeano,
fallecido en 2015, publicó el libro: Patas arriba. La escuela del mundo
al revés. En sus páginas introductorias, Galeano escribió una nota
titulada, «Si Alicia volviera», en referencia al conocido cuento
infantil Alicia en el país de las maravillas. Esa nota dice:
Hace ciento treinta años, después de visitar el país de las
maravillas, Alicia se metió en un espejo para descubrir el mundo al
revés. Si Alicia renaciera en nuestros días, no necesitaría atravesar
ningún espejo: le bastaría con asomarse a la ventana.
Al fin del milenio, el mundo al revés está a la vista […].
En el capítulo titulado «Los modelos del éxito», Galeano sentenciaba:
El mundo al revés premia al revés: desprecia la honestidad, castiga
el trabajo, recompensa la falta de escrúpulos y alimenta el canibalismo.
Sus maestros calumnian la naturaleza: la injusticia, dicen, es la ley
natural. Milton Friedman, uno de los miembros más prestigiosos del
cuerpo docente, habla de «la tasa natural de desempleo». Por ley
natural, comprueban Richard Herrstein y Charles Murray, los negros están
en los más bajos peldaños de la escala social. Para explicar el éxito
de sus negocios, John D. Rockefeller solía decir que la naturaleza
recompensa a los más aptos y castiga a los inútiles; y más de un siglo
después, muchos dueños del mundo siguen creyendo que Charles Darwin
escribió sus libros para anunciarles la gloria.
A dieciocho años de la publicación de la citada obra de Galeano, el
mundo sigue estando al revés, pero eso ya no está tan a la vista.
Digamos que durante esos más de tres lustros, quienes pusieron el mundo
al revés, y lo siguen manteniendo al revés, desataron una campaña de
saturación ideológica y mediática para ocultarlo.
El neoliberalismo es una doctrina concebida para imponer y legitimar
la desigualdad social extrema. En los años setenta, ochenta y noventa
del siglo XX, los ideólogos neoliberales decían públicamente lo que
pensaban, entre otras cosas, que la desigualdad social, llevada a sus
extremos más atroces, era buena y necesaria y, por tanto, debía ser
fomentada por el Estado. Así repetían lo que habían aprendido de su
maestro: en el pequeño libro considerado como obra fundacional del
neoliberalismo, Camino de Servidumbre, impreso en 1944, el padre de esa
doctrina, Friedrich Hayek, afirmaba: «toda política directamente
dirigida a un ideal sustantivo de justicia distributiva tiene que
conducir a la destrucción del Estado de Derecho».[1]Repárese en que
Hayek planteaba que la justa distribución de la riqueza conduce a la
destrucción del Estado de Derecho, es decir, que la justicia social es
incompatible con la democracia liberal burguesa o, dicho a la inversa,
que la democracia liberal burguesa es incompatible con la justicia
social.
En esa misma línea de pensamiento, el autor del capítulo sobre los
Estados Unidos del Informe de la Comisión Trilateral, publicado en 1975,
el profesor Samuel Huntington, decía:
La operación efectiva del sistema político democrático usualmente
requiere mayor medida de apatía y no participación de parte de algunos
individuos y grupos. En el pasado, toda sociedad democrática ha tenido
una población marginal, de mayor o menor tamaño, que no ha participado
activamente en la política. En sí misma, esta marginalidad de parte de
algunos grupos es inherentemente no democrática, pero es también uno de
los factores que ha permitido a la democracia funcionar
efectivamente.[2]
Huntington no lo menciona de manera explícita, pero queda bien claro
que, para él, el funcionamiento de la democracia requiere que los
sectores populares sean apáticos, que no se organicen, que no postulen a
sus propios candidatos y candidatas, y que no voten por ellos. Para
Huntington, el problema del mundo era una exacerbación de lo que él
llamaba «igualitarismo democrático» de incontables «grupos de interés»
que asediaban al Estado con demandas que este no estaba en condiciones
de satisfacer. Con otras palabras, para él, el problema del mundo eran
las reivindicaciones socioeconómicas de los sectores populares que el
Estado burgués no puede ni quiere atender, porque su función es defender
los intereses del imperialismo y la oligarquía.
Para combatir a esos sectores populares, la Comisión Trilateral,
integrada por oligarcas e intelectuales de derecha de los Estados
Unidos, Europa Occidental y Japón, abogaba, en forma totalmente pública,
a viva voz, por fomentar el gobierno de las élites, promover la apatía
de las mayorías, limitar las expectativas de las capas sociales bajas y
medias, aumentar el poder presidencial (es decir, el presidencialismo),
fortalecer el apoyo del Estado al sector privado y reprimir a los
sectores radicalizados del movimiento sindical, entre muchas otras
medidas y acciones de igual corte antidemocrático, elitista, excluyente y
discriminatorio.
Sirvan estas menciones a Hayek y Huntington para fundamentar la
afirmación de que, entre las décadas de 1970 y 1990, los ideólogos
neoconservadores y neoliberales decían abiertamente lo que pensaban. Lo
hacían con el objetivo de que los estratos más favorecidos de la
sociedad lo asumieran como propio y lo practicaran, y de que los
estratos más desfavorecidos lo aceptaran con resignación, por ser
supuestamente inevitable.
El imperialismo mundial y las oligarquías de Asia, África y América
Latina, siguen pensando y actuando exactamente igual.
La diferencia es
que hoy, no solo no lo dicen, sino que mienten con impudicia. En los
dieciocho años transcurridos desde que Galeano denunciara que el mundo
está al revés, los ideólogos de la derecha aprendieron a esconder su
verdadero pensamiento y a asumir, de modo hipócrita, por una parte, los
principios y valores de la democracia liberal burguesa emanados de la
Ilustración y la Gran Revolución Francesa del 1789, principios y valores
de los cuales Hayek, Huntington y todos los de su clase, renegaron y
execraron y, por la otra, se han apropiado y han profanado principios y
valores de los movimientos populares y las fuerzas políticas de la
izquierda del siglo XX, como la defensa de los derechos humanos.
¿Por qué ese cambio? Debido a que pocos meses después de la
publicación de esta obra de Galeano, a finales del propio año 1998, el
comandante Hugo Chávez Frías abrió en América Latina una larga cadena de
elecciones y reelecciones de gobiernos de izquierda y progresistas;
debido a que, en virtud del acumulado de lucha de los pueblos, del
rechazo universal a los métodos represivos históricamente empleados por
las clases dominantes, y a las atroces consecuencias de las políticas
neoliberales, movimientos populares y fuerzas políticas de izquierda y
progresistas han sido electas y reelectas al gobierno en un considerable
número de países de América Latina, por los medios y métodos de la
democracia liberal burguesa. De modo que el cambio se debe a que los
movimientos populares y fuerzas de izquierda de América Latina crearon
las condiciones para utilizar, a su favor, los medios y métodos de un
sistema político que había sido concebido para excluirlos del poder,
para excluirlos del gobierno, para excluirlos del Estado, para
excluirlos de toda participación política efectiva.
Por este motivo, los ideólogos de la derecha ya no pueden decir
públicamente que la justicia social es incompatible con la democracia
liberal burguesa o, vuelvo a decirlo a la inversa, porque se entiende
mejor, que la democracia liberal burguesa es incompatible con la
justicia social. Tampoco pueden decir públicamente que la exclusión de
los sectores populares es una premisa del funcionamiento efectivo de ese
sistema político democrático burgués.
En los países donde la izquierda ejerce el gobierno, las oligarquías,
sus centros de propaganda, sus medios de comunicación y sus jueces y
demás instrumentos, junto a las embajadas de los Estados Unidos y demás
potencias imperialistas, se lavan las manos, como Poncio Pilatos, y
culpan a la izquierda de todas las lacras, vicios y deformaciones
inherentes al sistema político imperante: enlodan las palabras
democracia, transparencia, probidad, derechos humanos, ciudadanía,
libertad de expresión, división de poderes, Estado de Derecho, y muchas
otras. Pero, en los países donde la derecha sigue gobernando, esos temas
ni los mencionan.
Los ideólogos de la derecha no dicen que sus antepasados del siglo
XVIII fueron enemigos a muerte de la construcción del sistema político
democrático liberal burgués, enemigos a muerte del concepto de
ciudadanía y del sistema de partidos políticos. Tampoco dicen que
durante toda la segunda mitad del siglo XIX se opusieron al voto para
todos los hombres, y que, hasta ya adentrado el siglo XX, se siguieron
oponiendo al voto para las mujeres; no dicen que sus antepasados fueron
enemigos jurados de que las mujeres y los hombres del pueblo, las
ciudadanas y los ciudadanos, se organizaran en partidos políticos para
conquistar y defender sus derechos políticos, económicos, sociales y
culturales. No dicen una palabra de Hayek o de Huntington, ni de
Friedman, de Herrstein, de Murray o de Rockefeller. No mencionan a
Ronald Reagan ni a Margaret Thatcher, los principales promotores de la
universalización del neoliberalismo en la década de 1980. Tampoco
mencionan a los gobernantes latinoamericanos de inicios de los años
noventa, causantes de la exclusión y la marginación de millones de
latinoamericanos y latinoamericanas, como Carlos Andrés Pérez, Carlos
Salinas de Gortari, Carlos Saúl Menem o Alberto Fujimori.
Parafraseando a Galeano, hoy podemos decir que el mundo está
doblemente al revés, porque no solo siguen reinando los antivalores que
él denunció, sino que, además, se justifica y defiende ese reinado con
la mentira grosera. Hoy vienen a los países gobernados por partidos de
izquierda y progresistas los heraldos de las internacionales de derecha
(liberales, conservadores, demócrata cristianos y socialdemócratas,
entre otros), y sus ONG’s financiadas con dinero de los monopolios
transnacionales, a embaucar a nuestra juventud y a nuestro pueblo en
general con las ideas fundacionales más avanzadas del pensamiento
político liberal de los siglos XVIII y XIX, sin decirles que no fueron
graciosas dádivas de sus antepasados oligarcas, sino conquistas
arrancadas a ellos por nuestros antepasados, es decir, por los
movimientos obreros, socialistas y femeninos de aquella época. Hoy
vienen a embaucar a nuestra juventud y a nuestro pueblo en general, como
si aquellas ideas fundacionales de la democracia liberal burguesa
todavía fuesen puras, inmaculadas, respetadas y vigentes, como si el
pensamiento neoconservador y neoliberal del siglo XX no hubiese renegado
y abjurado de ellas. Hoy vienen a embaucar a nuestra juventud y a
nuestro pueblo en general, como si no hubiesen sido las luchas de los
movimientos populares y las fuerzas políticas de izquierda y
progresistas las que les arrancaron a ellos los espacios democráticos
existentes en la actualidad.
Ahora bien, esa manipulación hipócrita de los principios
fundacionales de la democracia liberal burguesa y de algunas banderas de
la izquierda solo impera en los países gobernados por fuerzas de
izquierda y progresistas, mientras dichas fuerzas se mantienen en el
gobierno. Cuando la derecha neoliberal logra recuperar el control del
Poder Ejecutivo del Estado, como sucedió en Argentina y Brasil, de
inmediato renacen los espectros de Hayek, Huntington, Friedman,
Herrstein, Murray, Rockefeller, los espectros de Reagan y Thatcher, los
espectros de Pérez, Salinas de Gortari, Menem, Fujimori y otros. De
inmediato cesa la verborrea contra la supuesta partidocracia,
desaparecen de escena las organizaciones pretendidamente defensoras de
la ciudadanía, y los magistrados venales pasan, de la judicialización de
la política, a la criminalización de las lideresas y los líderes de
izquierda y progresistas, como hacen hoy en Argentina contra la
expresidenta Cristina Fernández y muchas figuras de su gabinete y del
Frente para la Victoria, y como hacen hoy en Brasil contra los
expresidentes Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff y muchas
figuras de sus gabinetes y del Partido de los Trabajadores. Y, también
de inmediato regresan las privatizaciones, la negación de los derechos
sindicales, los despidos masivos, las reducciones salariales, los
incrementos de precios, la entrega del país a los monopolios
transnacionales, y todo lo demás que ya conocimos y sufrimos. Esos son
los objetivos que la derecha persigue hoy con su campaña
desestabilizadora contra los gobiernos de los presidentes Nicolás Maduro
en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador, y
Salvador Sánchez Cerén en El Salvador. A raíz de la reciente reelección
del presidente Daniel Ortega, ahora están recrudeciendo esa campaña en
Nicaragua.
* Roberto Regalado es Doctor en Ciencias Filosóficas, Licenciado en
Periodismo, miembro de la Sección de Literatura socio-histórica de la
Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba.
Notas:
1 Friedrich Hayek: Camino de Servidumbre, Alianza Editorial, Madrid, 1976, p. 111.
2
Samuel Huntington, citado por Holly Sklar, en: «Trilateralism: managing
dependence and democracy –an overview», en Holly Sklar (editor) Trilateralism: The Trilateral Commission and Elite Planning for World Management, South End Press, Boston, 1980, pp. 5‑6.
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