En los primeros años de la Revolución Rusa y en plena guerra civil, nacerían, dentro del marco que sería conocido como el “comunismo de guerra", acontecería un hecho importante con el nacimiento de los “sábados comunistas”, que eran días de trabajo voluntario no remunerado, que posteriormente serían instaurados y promovidos por Lenin y por los bolcheviques.
El primer “sábado comunista” o “subbotnik” (término derivado de la palabra “subbota”: sábado y “nik”: trabajo realizado sin pago por el bine de la sociedad) tendría lugar el 12 de abril de 1919, cuando quince obreros comunistas continuarían, voluntariamente, su trabajo tras la jornada laboral en un almacén de la vía férrea Moscú- Kazán, reparando durante la noche tres locomotoras que necesitaban una revisión y se habían quedado pendientes para el día siguiente. Al amanecer las locomotoras estaban listas, pudiéndose enviar inmediatamente al frente del Este (Rusia estaba en plena guerra civil), llenas de destacamentos del Ejército Rojo provenientes de Moscú y Petrogrado.
Tras esta acción primera, pasó a ser un movimiento que se fue ampliando.
El primer “sábado comunista” o subbótniki de distrito o colectivo acontecería, un mes después, el 10 de mayo de 1919, reparando y preparando 4 locomotoras y 16 vagones, además de cargar y descargar diversos convoyes de trenes, en el que participarían alrededor de 200 trabajadores.
El primer subbótniki ó “sábado comunista” organizado en todo el país se celebró el primero de Mayo de 1920, y en él participó el propio Lenin, en su caso limpiando de escombros un edificio derruido en el Kremlin, episodio retratado por la famosa pintura de Vladimir Krijatsik, “Lenin en el primer subbótniki”, donde Lenin aparece arrastrando un tronco.
Así, mientras echa una mano en los trabajos al lado del Kremlin, un obrero mira y remira a Lenin y al final le dice: “Vladimir Ilich. Nosotros nos apañaremos bien aquí sin usted. Seguro que tiene asuntos más importantes que atender”.
Lenin le respondió: “Ahora lo más importante es esto”.
A Lenin le gustaba la idea del subbótnik o sábados comunistas, considerados como el germen de lo que sería el trabajo libre comunista, además del inicio de un importante movimiento para apartar las viejas formas de trabajo, lejos de la crítica de ser un fenómeno pasajero y pequeño, que no supera a las bajas producciones, los robos, la desidia, ... Un trabajo no remunerado, voluntario, sin estar bajo las normas de ningún poder, de ningún Estado y para el beneficio de la sociedad.
Lenin escribiría el 2 de mayo de 1920, a propósito del “Sábado Comunista” del Primero de Mayo del día anterior:
“La distancia indicada en el título ha sido recorrida en un año. Enorme distancia. A pesar de los débiles que son nuestros sábados comunistas, a pesar de los incontables defectos revelados por cada sábado comunista en cuanto a orden, organización y disciplina, lo principal ha sido hecho. La masa ciclópea ha sido movida de su sitio, y eso es lo que importa.
Nos damos cuenta muy cabal, de lo poco que se ha hecho y de lo muchísimo que aún queda por hacer; pero solo los enemigos acérrimos de los trabajadores, los partidarios acérrimos de la burguesía pueden adoptar una actitud despectiva ante el sábado comunista de Primero de Mayo. Sólo los seres más despreciables, los que se han venido en cuerpo y alma a los capitalistas, son capaces de condenar el que se aproveche la gran fiesta del Primero de Mayo para tratar de aplicar en masa el trabajo comunista.
Después del derrocamiento de los zares, de los terratenientes y de los capitalistas empieza a descombrarse por primera vez el terreno para la verdadera edificación del socialismo, para el establecimiento de nuevas relaciones sociales, de una nueva disciplina del trabajo común, de un nuevo régimen histórico-mundial de toda la economía nacional (y, más tarde, de la internacional). Se trata de transformar las costumbres mismas, emporcadas y adulteradas para mucho tiempo por la maldita propiedad privada sobre los medios de producción, así como por toda esa atmósfera de rencillas, desconfianza, hostilidad, dispersión y zancadilleo recíproco, engendrada inevitablemente y continuamente reproducida por la pequeña economía de los propietarios que intercambian “libremente” sus productos.
La libertad de comercio, el intercambio libre ha constituido durante cientos de años y para millones de personas el postulado supremo de la sabiduría económica, la costumbre más arraigada en centenares y centenares de millones de seres humanos. Esa libertad es tan profundamente falsa y es tan usada para encubrir el engaño, la violencia y la explotación capitalista, como las demás “libertades” proclamadas y puestas en práctica por la burguesía, como la “libertad de trabajo” (léase libertad de morirse de hambre), etc., etc.
Nosotros hemos roto, y rompemos definitivamente, con esa “libertad” del propietario de ser propietario, con esa “libertad” del capital para explotar el trabajo, contra las que luchamos de un modo implacable y con toda abnegación.
¡Abajo las viejas relaciones sociales, las viejas relaciones económicas, la vieja “libertad” del trabajo (sometido al capital), las viejas leyes y las viejas costumbres!
¡Edifiquemos una sociedad!
No nos han asustado las derrotas experimentadas en el curso de la gran guerra revolucionaria contra el zarismo, contra la burguesía, contra Estados imperialistas que extienden su poderío a todo el mundo.
No nos asustarán las dificultades gigantescas, ni los errores inevitables en los comienzo de una obra dificilísima, pues la transformación de los hábitos y costumbres de trabajo es una empresa de decenios enteros. Y nosotros nos prometemos firme y solemnemente unos a otros, que estaremos dispuestos a todos los sacrificios, que resistiremos y triunfaremos en esta lucha, la más difícil de todas, -en la lucha contra la fuerza de la costumbre-, que trabajaremos incansablemente años y decenios. Trabajaremos para desterrar esa máxima maldita de “cada uno para sí y Dios para todos”, para desterrar la costumbre de considerar el trabajo únicamente como una prestación y considerar justo tan solo el trabajo retribuido de acuerdo a ciertas normas.
Trabajaremos para inculcar en la conciencia, en los hábitos y en las costumbres de cada día de las masas la regla de “todos para uno y uno para todos”, la regla de “cada cual según su capacidad y a cada cual según sus necesidades”, para ir implantando gradual pero inexorablemente la disciplina y el trabajo comunista.
Hemos movido de su sitio una montaña de insólitas proporciones, la montaña de la rutina, de la ignorancia, de la obstinación en la defensa del hábito a la "libertad de comercio" y a la "libertad" de compraventa de la fuerza humana de trabajo, lo mismo que cualquier otra mercancía. Hemos empezado a hacer vacilar y a destruir los prejuicios más arraigados, las costumbres más insolidarias, más rutinarias y que cuentan con siglos de existencia. Nuestros sábados comunistas han realizado en un año un enorme progreso. Su debilidad es aún infinita, pero eso no puede asustarnos. Nosotros hemos visto como, ante nuestros propios ojos, el Poder Soviético, “infinitamente débil”, se ha robustecido gracias a nuestros esfuerzos y ha empezado a convertirse en una fuerza mundial infinitamente poderosa.
Trabajaremos años y decenios para que se apliquen los "sábados comunistas", para que se desarrollen, para que se difundan, para que mejoren, para que se arraiguen en las costumbres.
¡Y llegaremos al triunfo del trabajo comunista!”
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