Seguimos con la publicación de la segunda parte del trabajo de Josep Cónsola, realizado entre los años 1989 y 1994, donde se adentra en el análisis de las causas del proceso involutivo del socialismo en la URSS y en los países socialistas del este europeo. Esta segunda parte está inédita. Por su extensión, en esta entrada aparece solamente hasta el capítulo XI. En una siguiente entrada publicaremos el resto de esta segunda parte, el apéndice y la bibliografía del trabajo.
Por Josep Cónsola.
SEGUNDA PARTE
VII
En la Primera Parte aparecían varios conceptos que no estaban desarrollados, pues el objetivo de dicha parte consistía en buscar un hilo conductor de los acontecimientos y algunos de los elementos causales de la progresiva desaparición de los contenidos y formas originarios anunciados en el momento del cambio de sistema socio-económico capitalista a socialista.
Tal vez deba ser cuestionado dicho cambio, no tanto en la voluntad de llevarlo a cabo por parte de pequeños núcleos impulsores, pero sí en los mecanismos utilizados para tal menester.
El objetivo de esta parte es ampliar algunos temas y acotar algunas cuestiones derivadas de las relaciones de producción, partiendo de la premisa que éstas no deben ser incompatibles o subordinadas a la táctica política, si es que se decide avanzar hacia un cambio real.
La quiebra de elementos fundamentales de las relaciones de producción del sistema anterior se ha visto subordinada a concepciones pragmáticas o de oportunidad política, partiendo en ocasiones del supuesto que, la clase obrera «comprendería» la demora del cambio en lo fundamental de dichas relaciones, en aras a unos teóricos objetivos futuros, como si se tratara de alcanzar el cielo en otra vida.
Pero no se ha tenido en cuenta que sin esta quiebra de los elementos fundamentales de las relaciones clasistas anteriores no es posible un cambio en la conciencia individual y colectiva del proletariado.
A pesar de la autodenominación marxista en las declaraciones de principios de los llamados países socialistas, se impuso la idea de asimilar la historia a una sucesión de procesos lineales que se producen de manera irreversible.
La interpretación oportunista de la dialéctica impidió ver que la confrontación antagónica entre la vía capitalista y la vía socialista en las condiciones de dictadura del proletariado, era inevitable.
El hecho tangible de la toma del poder y la posterior administración de las cosas, la posibilidad de dictar y revocar leyes, de condenar o conceder perdón, de disponer de un aparato militar,… tiende a generar unos mecanismos que no admiten la posibilidad de retornar al sistema anterior a no ser que se derive de las consecuencias de una agresión que venga del «exterior».
Tal vez de ahí provenga una de las interpretaciones erróneas a la hora de enjuiciar a los oponentes del sistema socialista, denominados como «agentes del exterior», de sus actividades como «actos contra la seguridad del Estado» y, de su organización como «destacamento infiltrado».
Bajo este punto de vista, la capacidad de los revolucionarios y de las masas para enfrentarse a dichos sectores queda reducida a una mínima expresión de carácter policial, comprometiendo la capacidad de debate, convencimiento, y auto-organización a todos los niveles a la hora de luchar contra el peligro de restauración capitalista de carácter interno.
Mediante la represión, el aislamiento o el tiempo, dichas fuerzas internas interesadas en regresar al sistema anterior, pueden desaparecer físicamente como organización.
Incluso sus postulados teóricos pueden ser eliminados de los sistemas educativos formales.
Pero no se puede afirmar que se produce una desaparición de la implantación social de los mismos.
Si el pensamiento social estuviera determinado por componentes biológicos, físicos; estas medidas serían suficientes.
Pero el pensamiento social individual está condicionado por el tipo de relaciones sociales colectivas en cada etapa histórica y determinado por las relaciones de producción establecidas.
Se debería valorar la violencia, la represión, tan sólo como factores puntuales en el proceso histórico contra el capitalismo, pero no como elementos sustantivos para el cambio de la conciencia social, individual y colectiva.
Los métodos represivos, deberían aplicarse fundamentalmente sobre los mecanismos que permiten la reproducción de unas relaciones que perpetuan el sistema de dominación de un grupo minoritario de individuos sobre la mayoría de la sociedad.
Así pues, más que sobre individuos, esta represión debe centrarse en los mecanismos y métodos de funcionamiento social, coherentemente con ello los nuevos mecanismos que se vayan a utilizar deben ser alternativos, y en su ejercicio no deben reproducir los comportamientos y valores de los anteriores.
En consecuencia, la reflexión fundamental debería basarse en que instrumentos son necesarios para dicho cambio y cuales, sin desearlo, mantienen y reproducen la conciencia del sistema anterior.
Se hace necesario profundizar en algunos de estos mecanismos teóricamente alternativos al capitalismo, en su práctica, su desarrollo y las consecuencias que han tenido en la evolución de la conciencia social, individual y colectiva.
Mecanismos relativos a las relaciones de producción, siendo conscientes que ellos únicamente, no modifican la conciencia social, pero sí tienen un carácter determinante para el funcionamiento de la sociedad, ya que el carácter de dichas relaciones traspasa los muros de los centros de producción material y se inserta en el tejido social.
VIII
Una vez tomado el poder político, el primer paso fué intentar la toma del poder económico.
Así se inició un proceso caracterizado por el intento de eliminar la irracionalidad de la producción capitalista basada en la independencia de las empresas respecto a las necesidades de la sociedad, la producción basada en la obtención de beneficios, y los precios basados en la competencia y las llamadas leyes de la oferta y la demanda.
Con la voluntad de establecer un sistema de distribución equitativo y de superar la alienación de los obreros respecto a los medios de producción, se intentaron crear mecanismos de participación y control, tanto de los productores directos como de los consumidores sociales, en todo el proceso de elaboración de las líneas maestras socio-económicas y productivas. Fué la llamada Planificación.
La Planificación económica en términos generales, no es privativa del sistema socialista.
Cualquier país capitalista, en Europa Central durante el siglo pasado y en el primer tercio de éste, en la Rusia zarista, o en los estados de Europa occidental y Japón después de la segunda guerra mundial, se ha usado la Planificación para dar impulso en un momento determinado, al desarrollo económico.
El que fuera Ministro Comisario del Plan de Desarrollo Español, Laureano López Rodó, decía respecto a la planificación:
«Del Plan se ha dicho que reúne las características esenciales de un estudio de mercado pero de carácter general y total. La analogía es válida en muchos aspectos y nos puede ayudar a comprender que es y para que sirve el Plan.
«Es evidente que no está al alcance de la empresa individual el modificar el nivel general de la actividad económica del país, el comportamiento de la demanda, ni las líneas generales de la política económica del gobierno.
«El Plan desempeña el papel de reductor de incertidumbres al definir el programa de inversiones públicas y las distintas políticas específicas: fiscal, monetaria, crediticia, laboral, etc.
«El Plan vendrá a servir de cuadro de mandos que reflejando claramente la evolución previsible de la producción nacional durante los próximos cuatro años, orientará el volumen y naturaleza de las inversiones a realizar en cada sector.
«El Plan tendrá carácter obligatorio e inmediatamente ejecutivo para el Estado, sus empresas y demás organismos públicos, y carácter indicativo para el sector privado, aunque, naturalmente, contendrá los resortes necesarios para que las empresas privadas se sientan estimuladas por su propio interés, a ponerse en línea con el Plan.
«La política basada en los intereses reales de la sociedad ha sustituido a la que se debatía en las viejas divisiones ideológicas. Sin tener en cuenta este cambio experimentado en las mentes de los hombres de hoy, difícilmente puede entenderse el panorama que el mundo nos ofrece.
«De las palabras vacías y retórica de otras épocas, el acento ha venido a ponerse en las realidades concretas y positivas: nivel de vida, producciones básicas, pleno empleo, seguridad social, salarios, balanza de pagos.
«Estos son los problemas que preocupan en la actualidad, lo cual no quiere decir que tras estas cuestiones no subsistan posturas valorativas y criterios doctrinales.
«El horizonte del desarrollo no se limita al orden económico. Los más profundos anhelos del hombre no quedan satisfechos porqué un país alcance el estadio de la sociedad de consumo. Muchos se preguntan: Después del milagro económico ¿Qué?.
«Por ello la política de desarrollo ha de apuntar a raíces más hondas que las puramente económicas, ha de modificar actitudes mentales«.
Como se puede ver, el capitalismo no sólo procura la intervención en los aspectos económicos, sino que presta gran atención a los aspectos ideológicos en la definición del Plan.
López Rodó apunta tres elementos claves en toda la base argumental del Plan de Desarrollo español:
. Incapacidad de la empresa privada para organizar globalmente la producción.
. Desarrollo en un marco de inexistencia de la lucha de clases.
. Necesidad de un trabajo ideológico paralelo al productivismo.
Estos planteamientos eran muy similares a los existentes en los Planes de Desarrollo de Francia, Bélgica, Holanda, Dinamarca,…
Pero también en los países socialistas se partía de la premisa de incapacidad de la propiedad privada, de la afirmación de inexistencia de luchas de clases y de la necesidad de un trabajo ideológico que aglutinara voluntades.
La diferencia importante entre unos y otros Planes era la titularidad jurídica de los bienes y medios de producción.
La diferencia de la titularidad sobre los bienes (propiedades privadas o propiedades del estado), y un trabajo ideológico con uno u otro discurso:
¿Son elementos suficientes para modificar la conciencia social?
¿Hay otras cuestiones más fundamentales que éstas, necesarias para dicho cambio de conciencia?
IX
La planificación económica es la forma mediante la cual se hace posible el desarrollo a escala social de las relaciones entre productores, porqué permite «a priori» la vinculación de los diferentes procesos de producción, que así pueden dejar de estar aislados.
Sin embargo, no todo plan económico conduce necesariamente a una
coordinación y a una dominación real de los diferentes procesos de
producción.
Marx hacía la siguiente observación en relación al trabajo colectivo en las condiciones de la producción capitalista:
«El trabajo colectivo (capitalista) no encuentra su principio de unidad en sí mismo. La unidad se impone desde fuera a los trabajadores, los cuales combinan sus esfuerzos bajo la presión de una voluntad que no es la suya».
Tomando en consideración esta observación de Marx, se puede deducir que el elemento diferencial entre el sistema de producción capitalista y socialista no es el trabajo colectivo de los productores, sino la voluntad y libre asunción de este trabajo por los mismos productores.
La nacionalización de las empresas y de los principales medios de producción, que se convierten en propiedad del estado, representa un cambio en la forma jurídica de propiedad.
Pero esta forma jurídica no tiene porqué identificarse con la instauración de un poder y de una capacidad social de poner en acción, conscientemente, todos los medios de producción y de disponer de sus productos.
Se podría señalar que en cuanto a resultados económicos y productivos, la acumulación de bienes y medios de producción en manos del estado significa la concentración de los resultados de dicha producción, por lo tanto la posibilidad de mejora en la distribución.
Asimismo, la centralización de las plusvalías posibilitan su inversión discriminatoria acorde con un criterio equitativo de desarrollo.
Del mismo modo, una empresa capitalista con monopolio en un sector determinado, obtiene mejores resultados económico-productivos que varias entidades disgregadas y de pequeño tamaño.
La diferencia no estriba en el análisis cuantitativo de los resultados productivos, sino que deberá establecerse a través del análisis cualitativo del proceso productivo anterior a la obtención de los resultados.
En el capitalismo, el funcionamiento social se basa en una relación de mercado.
El obrero vende su tiempo y cualidades, el empresario vende la producción realizada por el obrero.
El obrero compra, a través de un empresario, la producción realizada por otro obrero….
En el modelo de socialismo conocido, el obrero vende por un salario su tiempo y cualidades al estado, y éste vende a los obreros la producción realizada por otros obreros.
En estos dos diseños ¿Donde radica la diferencia?
Parece ser que, en lugar de aparecer varios empresarios o corporaciones, aparece tan sólo el Estado.
¿Y, dicho Estado, es ya el mecanismo suficiente como para que los trabajadores combinen sus esfuerzos por voluntad propia, sin la coacción de una voluntad que no es la suya?
Volviendo a la planificación, ¿En qué debería diferenciarse la planificación en el capitalismo y en el socialismo?
La planificación sólo desarrolla su carácter socialista en la medida que su principio de unidad es la voluntad colectiva de los trabajadores.
Ello implica que el Plan debe ser el producto de una actividad en la cual, los sujetos activos de su autoría sean los propios trabajadores, y no puede serlo al margen de una lucha ideológica mediante la cual el trabajo se hace directamente social.
El carácter efectivo de la planificación socialista depende del desarrollo clasista de su base económica y de la superestructura, de las condiciones sociales de la producción y la reproducción, de las condiciones políticas e ideológicas en la elaboración y aplicación del Plan.
En las condiciones del socialismo denominadas de dictadura del proletariado, si el Plan es elaborado esencialmente por expertos y sometido a las exigencias de un proceso de valoración (salario, precio, ganancia) puede tener poco o nada de contenido socialista, quedando sin sentido su calificativo político.
El contenido está determinado por el lugar que los trabajadores ocupan en el proceso de elaboración y ejecución del Plan, y la forma con que dichos trabajadores actuan en el proceso de producción.
También está determinado por que los trabajadores asumen su actividad como social, de colaboración en un proceso que va más allá de su producción inmediata, o si lo asumen como una actividad privada, individual, de cuyo esfuerzo aspiran a conseguir solamente un ingreso personal.
La planificación económica puede tener carácter capitalista o socialista, y ésto no lo determina la propiedad estatal de los medios de producción.
Dicho carácter lo determina el proceso de lucha de clases entre la vía capitalista y la vía socialista.
El triunfo de esta última implica la eliminación de las relaciones mercantiles y la transformación de las condiciones objetivas y subjetivas de la producción.
X
Sólo la desaparición del carácter individual y particular del trabajo, y de la independencia de un trabajo respecto a otro (objetivamente interdependientes), permite destruir las condiciones de existencia de las relaciones mercantiles y capitalistas.
Dicha desaparición no puede darse más que mediante el desarrollo a escala de la sociedad, de las relaciones de colaboración entre los trabajadores, partiendo de los productores inmediatos.
La lucha ideológica y política para conseguir esta colaboración es la que puede asegurar la transformación de la propiedad del estado en una apropiación colectiva de los medios de producción.
En la medida que esta lucha no se lleva a cabo, o en la medida que desvirtúa su carácter clasista y mantiene un carácter productivista, la propiedad estatal funciona como un «capital colectivo», reproduciendo bajo una apariencia transformada, las leyes del modo de producción capitalista.
El mantenimiento de las formas mercancía, dinero, salario, nos indican que pese a la propiedad estatal de los medios de producción, los trabajadores permanecen socialmente separados de sus medios de producción.
Permanecen separados socialmente de los medios de producción, pero ocupan un tiempo de trabajo general y dicho tiempo es medido con un objeto universal que permite después pagar individualmente.
Este objeto es el dinero, con el que se retribuyen los trabajos particulares, reproduciendo así, de manera constante, una relación de producción capitalista en el socialismo, lo cual entra en frontal contradicción con el discurso político.
No obstante estos elementos, en los primeros Planes de la Unión Soviética, aparecian diferencias muy importantes respecto a los planes capitalistas elaborados en diversos países de Europa occidental.
. Los Ministerios tenían carácter coordinador de los centros de trabajo homogéneos.
. Los centros productivos no disponían de personalidad jurídica propia, eran considerados parte de un todo.
. Los centros productivos no disponían de recursos económicos propios.
. El fondo para salarios era asignado dependiendo del número de trabajadores y la cuantía del salario determinada por el Plan.
. La producción final era determinada por el Plan que facilitaba las materias primas, y entregada a otros organismos para su distribución.
. No era posible la acumulación de capital en los centros productivos y los precios no tenian relación con la producción.
Estas y otras características se mantuvieron con cierta estabilidad, a pesar de las ofensivas en su contra, hasta la década de los años 50 (sin tener en cuenta los años de la segunda guerra mundial a los que correspondería un análisis particular).
A partir de entonces se iniciaron una serie de cambios muy importantes.
Uno de los primeros fué dotar de personalidad jurídica a los centros productivos e introducir el factor beneficio entre sus objetivos.
Se planteaba el beneficio como elemento neutro que no afectaba la condición socialista, a pesar de entrar en contradicción con las formulaciones marxistas.
Evsei Liberman, disimulaba esta contradicción con el manto de la propiedad estatal de los medios de producción:
«Algunos observadores interpretan el deseo de utilizar mejor el beneficio en la URSS como un paso hacia la economía de mercado e incluso hacia el sistema de libre empresa.
«El beneficio no puede transformarse en nuestro país en capital puesto que nadie puede a título privado, ni el director, ni los sindicatos, ni los particulares, adquirir los medios de producción con su dinero.
«El beneficio debe actuar como la medida común, final, de la eficacia. Lo que es ventajoso para la sociedad, representada por el estado, debe ser ventajoso para cada empresa y para cada uno de sus miembros«.
La referencia a la imposibilidad de adquisición de medios de producción y como consecuencia la imposibilidad de la economía de mercado, no tiene en cuenta unos elementos claves:
- El capitalismo no es solamente disponer de capital privado, es sobre todo una determinada manera de pensar y unas determinadas relaciones sociales.
- En cualquier caso, antes de adquirir la propiedad sobre los medios de producción es necesario crear las condiciones materiales para hacerlo posible, es decir, disponer de un capital acumulado que en las condiciones anteriores de la URSS no era posible.
Mediante la apropiación en pocas manos y en nombre de la «eficiencia», de una parte de la riqueza social generada (beneficio), se crean estas condiciones materiales.
Lev Leontiev lo planteaba más claramente en Pravda:
«La dirección planificada de la economía nacional cumple sus objetivos cuando sabe hacer coincidir las directrices directas a las empresas con la puesta en práctica de métodos económicos flexibles que influyan sobre su trabajo y se basen en el interés material.
«El beneficio es el índice más general del conjunto del trabajo y de las empresas, de los aspectos positivos y negativos de su actividad y de sus éxitos y sus fracasos.
«Los precios económicamente fundamentados representan la condición más importante a establecer para que el beneficio sirva de índice preciso del trabajo de cada empresa«.
Ya con más precisión se plantea el tema de los precios y el beneficio como bases fundamentales de la supuesta planificación socialista.
La concepción socialista de empresa que supuestamente debe ser la de producir objetos para cubrir necesidades sociales, se va convirtiendo mediante estas «directrices» emanadas de diferentes órganos del estado, en un centro generador de productos varios, cuya actividad se basa en el interés material que va a obtener como entidad particular.
De este modo se mantiene la desvinculación de unos obreros respecto a otros, tal como apreciaba Marx en sus observaciones sobre el trabajo colectivo de los centros de trabajo en las condiciones de producción del capitalismo.
B. Sujarevsky, en Kommunist precisaba todavía más algunos aspectos:
«Una de las condiciones esenciales del estímulo de la producción es la determinación de los límites económicamente fundamentados de la independencia económica de las empresas.
«Para la empresa, la ventaja económica de la producción encuentra su expresión final en el beneficio.
«La afectación de una parte del beneficio a la empresa sirve de base al estímulo.
«El interés individual y colectivo de los trabajadores se obtiene esencialmente por medio del salario, la prima es la parte del salario que está más estrechamente ligada a los resultados, comprendido el montante del beneficio.
«La prima y el beneficio son quienes deben servir de lazo de unión entre el estímulo de la empresa y el interés material de los trabajadores.
«Para estimular el crecimiento y perfeccionamiento de la producción en todas direcciones por medio de las relaciones de mercado y monetarias es preciso utilizar regularmente los dos aspectos de la ley del valor sobre la producción:
«Las diferencias del valor individual con respecto al valor social y la diferencia entre precio y valor«.
Mediante estas formulaciones se dispone ya de más elementos adicionales sobre las relaciones de producción dentro de la denominada planificación socialista.
Prima y beneficio como elementos materiales diferenciados; el primero para los trabajadores, el segundo para la empresa. Pero siguiendo esta formulación ¿Quién es la empresa?
Si la empresa es el Estado, no tiene sentido esta diferencia pues con la fórmula originaria de planificación, el Estado ya acumulaba los beneficios globales de todas las empresas mediante la apropiación de las plusvalías de los trabajadores.
Si la empresa son los trabajadores, no tiene sentido diferenciar entre prima y beneficio.
Entonces ¿Quién dispondrá de este beneficio, si no es el estado como superestructura ni los productores directos?
Tan sólo puede ser un grupo social diferenciado de los productores en el seno de los centros de trabajo, que al mismo tiempo reclama la independencia de éstos respecto al Estado.
Estas formulaciones mencionadas, que eran política oficial en la URSS a finales de la década de los años 50, reafirman que para determinar el carácter socialista de la planificación, no es suficiente con que los medios de producción sean propiedad del estado.
XI
Podría llegarse a la conclusión que no se ha llevado a cabo la lucha política e ideológica para evitar la separación de unos trabajadores de otros, que pudiera asegurar la transformación de la propiedad del estado en una apropiación colectiva de los medios de producción.
En la medida que esta lucha no se lleva a cabo o en la medida que sólo produce transformaciones parciales, la propiedad estatal de los medios de producción funciona como capital colectivo, reproduciendo con formas distintas, las leyes del modo de producción capitalista:
Esta forma es la de un capitalismo de estado, aunque dicho estado se autodenomine socialista.
Como se va observando, no es el carácter estatal de la propiedad lo que hace de ésta una propiedad socialista.
En las condiciones de la dictadura del proletariado, la estatalización de la propiedad crea las condiciones y hace posible la lucha por la socialización de la producción, por la transformación socialista efectiva de las relaciones de producción.
Bajo estas condiciones, la propiedad estatal puede ser una forma socialista de propiedad en la medida que se lleve a cabo la transformación socialista de las relaciones de producción.
Mientras dicha transformación no se ha realizado, subsiste una forma ambigua, por un lado una forma socialista derivada del carácter de clase del estado, y por otra una forma capitalista por la naturaleza de las relaciones de producción y reproducción.
Marx hacía una observación importante sobre la propiedad:
«Perder de vista esto es reducir el concepto de propiedad a su aspecto jurídico e ignorar el alcance social efectivo de la forma jurídica de propiedad, que sólo puede ser captado por el análisis de las relaciones de producción«.
El punto de partida de este análisis es el esclarecimiento de la estructura del proceso de producción inmediato, la cual puede determinarse a través del conocimiento de las denominadas empresas socialistas, su grado de integración en el conjunto de la producción, el tipo de relaciones mantenido con otras empresas y con los consumidores, las formas de dirección y estructura de mando, la disciplina y la organización del trabajo.
La forma jurídica de las relaciones de propiedad estatal no implica relación socialista de propiedad, y por tanto es previsible que estas relaciones no socialistas impliquen explotación de los trabajadores por parte de quienes controlan el empleo de los medios de producción.
Esta explotación es realizada por quienes intervienen como posesores de los medios de producción, aún cuando no dispongan de la titularidad jurídica de los mismos.
Así como los consejos de administración y directores de las sociedades anónimas capitalistas detentan mediante la disponibilidad del capital, el poder real, aunque la titularidad jurídica, o propiedad, pertenezca a una masa de pequeños accionistas.
Para hablar de relaciones socialistas de propiedad hay que tener en cuenta la conjunción de propiedad y posesión de los bienes y medios de producción en manos de la sociedad.
De lo contrario, lo que existe es un poder instaurado (propiedad) que corresponde a una concepción clasista proletaria, pero la capacidad social de poner en acción todos los medios de producción y de disponer de sus productos queda a manos de unos grupos que se situan por encima de la sociedad e incluso al margen del poder político, debido a formas inadecuadas de organización social y productiva.
Entre los efectos de estas formas inadecuadas, se encuentra la tendencia a un constante desarrollo del aparato estatal en un intento de dominar el proceso económico en el socialismo, que sólo puede dominarse a partir de los productores directos.
Tal desarrollo del aparato estatal hace cada vez más difícil el conocimiento mismo de los fenómenos económicos.
La presión del aparato político estatal preocupado sólo en conocer los resultados y cumplimientos de los Planes, produce un efecto pantalla.
Dicho efecto oculta el proceso mediante el cual se obtienen los resultados y reenvía a la sociedad sus deseos expresados en un discurso político cada vez menos creíble.
La realidad es que, diversos agentes del aparato estatal desarrollan sus propias intervenciones en todo el proceso de producción.
Dichos agentes son los que detentan la posesión real de la propiedad socialista.
El desarrollo de estas formas lleva a la ruptura de la unidad de poder.
Una parte del poder (la posesión), es ejercido en realidad por agentes de una política capitalista que dirigen un número más o menos grande de organismos centrales y locales, unidades de producción e instituciones ideológicas.
Esta es una de las bases sociales del desarrollo de un mundo paralelo que entraña poco a poco, la formación de un segundo poder capaz de capitalizarse, crear consenso en su entorno y alcanzar hegemonía.
En contadas ocasiones, no solamente se ha conocido este fenómeno, sino que se ha intentado, sin resultado, modificar las cosas en varios países.
Fidel Castro, arengaba, también sin resultado, en el tercer congreso del Partido Comunista de Cuba:
«Algunas de las cosas que han originado estos problemas las hemos creado nosotros mismos y debemos saber también rectificar oportunamente, porqué hay gente que confunde lamentablemente los ingresos del trabajo y los de la especulación.
«Igual que hay algunos de nuestros directores de empresas que se nos han convertido en unos empresarios de pacotilla, tipo capitalista.
«Porque lo primero que tiene que preguntarse un cuadro revolucionario, un cuadro socialista, un cuadro comunista, no es si su empresa gana más, sino cómo gana más el país.
«Desde el momento en que tengamos supuestos empresarios que se preocupen más de la empresa que de los intereses del país, tenemos un capitalista de cuerpo entero.
«Para esto no se hizo el Sistema de Dirección y Planificación de la Economía, para empezar a jugar al capitalismo; y algunos juegan bochornosamente al capitalismo, lo sabemos, lo vemos«.
Los efectos del denominado Sistema de Dirección y Planificación de la Economía no podían ser otros, precisamente porqué dicho Sistema perpetúa la desvinculación de los trabajadores respecto a sus medios de producción y al proceso productivo.
Dicho Sistema dejaba en manos de los cuadros administrativos la toma de decisiones en la dirección económica del país, que al realizarse al margen de la clase obrera coadyudaba la creación de una nueva clase social ajena tanto a los trabajadores como a un sector del poder político.
Los staff directivos, administradores, técnicos, etc. son los que han dominado las relaciones de producción, con capacidad para organizar las empresas, horarios, ritmos de trabajo, categorías profesionales, salarios, primas,… además de capacidad para establecer relaciones mercantiles con «otras empresas del estado».
A este respecto se refería también Fidel Castro en el aludido congreso:
«Realmente no vamos a poner las empresas socialistas a competir unas con otras, porque esto no tiene nada que ver con la idea y la concepción del socialismo, con el marxismo-leninismo.
«Si no hay competencia, si es imposible la motivación que tiene el propietario en la sociedad capitalista para defender sus intereses personales, ¿Qué es lo que puede sustituir esto?
«Únicamente el sentido de la responsabilidad del cuadro, de los hombres no sólo del colectivo, por el papel que desempeñan los cuadros, este hombre que está allí tiene que ser un comunista.
«Es ineludible que siendo miembro del partido o no siéndolo, ese hombre que está ahí tiene que ser un hombre responsable y de verdad un comunista, un revolucionario.
«Y no un comunista jugando al capitalismo, un comunista disfrazado de capitalista o actuando como capitalista, o un capitalista disfrazado de comunista».
A pesar de detectarse y denunciarse los fenómenos citados en la URSS, China, Cuba, Rumania,…, la realidad es que no se ha modificado la causa de dichos fenómenos.
No se trata de cambiar un director con mentalidad capitalista por otro de comunista.
La base del cambio real residiría en impedir la reproducción del modelo capitalista en las relaciones de producción, y para ello es necesario que las decisiones dejen de ser unipersonales para transformarse en colectivas.
Se trata que los trabajadores se apropien realmente de los medios de produción y decidan sus relaciones.
En tanto no ocurra esto, el discurso político tendrá solamente carácter voluntarista en el mejor de los casos y estará cada día más alejado de la realidad socio-económica.
El entramado legislativo sobre reparto de beneficios, primas de sobrecumplimiento, premios de producción, primas de recuperación de maquinaria amortizada, etc. ha colaborado en sentar las bases materiales diarias de crecimiento de la opción capitalista en el seno de las unidades productivas.
Las relaciones de producción conservan un carácter capitalista en tanto mantengan la separación entre los productores directos y sus medios de producción y la separación entre sí de las unidades de producción.
Separación que día a día es superada y reproducida por las relaciones mercantiles establecidas entre las empresas.
El hecho que el Plan imponga «desde fuera» unas relaciones directas entre las unidades de producción no es suficiente para hacer desaparecer una separación real. Unicamente modifica la forma de la misma.
Lo que podría lograr la desaparición de esta separación y asegurar el contenido socialista es la cooperación entre las unidades de producción eliminando las relaciones mercantiles, y la decisión y dirección de los procesos inmediatos de producción basada en la actividad común de los diferentes colectivos de trabajadores.
La dictadura del proletariado puede crear las condiciones políticas e ideológicas, para el paso de la separación entre diferentes unidades de producción a diversas formas de cooperación socialista.
Pero este paso no es espontáneo, exige una tenaz lucha de clases guiada por una línea política que asegure la victoria de la vía socialista.
Sin esta línea política y nuevas relaciones de producción, las relaciones mercantiles y capitalistas siguen reproduciéndose.
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