Por Birioska.
Un nuevo sábado, un nuevo madrugón, un nuevo viaje fuera de Moscú. Otro ligero desayuno en cualquier sitio entre el autobús y el metro, y una nueva estación a la que llegar y de la que hay que partir hacia un nuevo destino… Dubosekovo
Volokolamsk es una ciudad situada a 129 km. al NO de Moscú. Mi destino, 8 Km. antes. Un pequeño apeadero en la línea férrea Moscú-Riga. Dubosekovo da servicio a una aldea cuya población actual es de 140 personas.
A los 13 años, mi padre me invitó a leer una novela escrita por K. Símonov. titulada “La batalla de Moscú” Para mi fue una novela llena de aventuras, una novela en la que unos hombres luchaban por convicción hasta la extenuación, en la que personas normales hacían cosas inauditas, una novela protagonizada por un grupo de amigos, en la que se sufría pero al final los protagonistas vencían al mal, una novela que narraba unos hechos ocurridos el 16 de noviembre de 1941 en este lugar. Un libro que me enseñó que a veces la realidad se convierte en novela.
Durante la “Operación Tyfón”, las fuerzas alemanas extienden el frente en forma de pinza en un intento de rodear la capital, con golpes de fuerte intensidad desde el SE al NO. El poderosísimo ejercito alemán había destinado el 60% de sus mejores recursos a esta Operación. A las 6.00 a.m. del 15 de noviembre de 1941, El Ejercito Centro de la Wehrmacht inicia el golpe decisivo. El IV Grupo Panzer de la Waffen SS, comandado por el General Erich Hoepner ataca el flanco de las tropas soviéticas en la carretera de Volokolamsk, para facilitar el camino al 5ªCuerpo de Ejercito. El propósito, cumplir las directrices recién marcadas por Hitler; cercar Moscú lo antes posible, obligar a la población superviviente de los bombardeos a huir o morir de hambre y posteriormente tomar la ciudad y la orden específica de dinamitar el Kremlim. En estos enfrentamientos, la 316ª División de Infanteria del 1.075º Regimiento bajo el mando del General Mayor Iván Vasiliévich Pánfilov queda aislada en la estación de Dubosekovo y debe hacer frente a la II División del Grupo Panzer de la SS.
La 316ª división, integrada en el 16º Ejercito bajo el mando del General K. K. Rokossovsky, había sido trasladada desde Kazajstan a Moscú y estaba formada por hombres de diferentes etnias. Esa multiculturalidad es la realidad histórica del país y estába representada a todos los niveles en el ejercito soviético.
El mayor reconocimiento de la encarnizada lucha que aquí tuvo lugar, fueron las palabras del propio Erich Hoepner, que en informe oficial definió a la 316ª División como: “división salvaje, cuyos soldados no se rinden, son extremadamente fanáticos y no temen a la muerte”.
El General Mayor Panfilov era admirado por sus hombres, las palabras y las formas con las que los trataba, habían hecho que se ganara el sobrenombre cariñoso de “General padrecito” “генерал Батя“, y esta admiración dio como resultado un heroísmo masivo.
Antes del duro combate, las palabras de M. I. Kutuzov en Borodinó, “…Moscú está detrás nuestro”……fueron recordadas en el discurso del instructor político V. G. Klotchkov, de apenas 30 años, que parafraseando al Mariscal dijo: “…Grande es Rusia, pero no existe ningún lugar donde retroceder, Moscú está detrás nuestro”…. Cuando salió de las trincheras con un puñado de granadas corriendo hacia los tanques, los soldados del 1.075º Regimiento de Infanteria le siguieron… Tras duros combates, el grupo de 28 hombres aislado, repele un nuevo ataque de tanques de la SS que intenta romper las líneas…. A las 7 de la mañana del 16 de Noviembre, los restos de 18 tanques quedaron sobre el campo. El resto de la División Panzer comenzó a retroceder. El General Panfilov, muere 2 días después a causa de las heridas en un nuevo combate.
Esta hazaña, fue relatada en todos los periódicos, con la intención de elevar el espíritu de lucha de todo el pueblo. Se escribieron novelas, se hicieron canciones, es una de las hazañas más propagadas de la Batalla de Moscú. En esta guerra, la propaganda ocupó un lugar principal, forma parte de lo que se conoce como “guerra psicológica”y se utilizaba para elevar la moral de unos y minar la de otros. Los hechos heroícos se convertían en legendarios.
Las discusiones sobre si eran 28 o 50 los hombres que aquí lucharon, o si los tanques destruidos fueron 14 o 20 no importan. Lo importante es que estos hechos demostraron que los tanques alemanes podían ser destruidos. Y por primera vez en la guerra una división Panzer inició el camino de vuelta. Unos días después, el 6 de Diciembre, El Mariscal Zhukov inicia la contraofensiva. Por primera vez desde junio de 1941, con el frente fortalecido por la llegada de las tropas siberianas, y el nuevo armamento como los tanques T-34 y los lanzacohetes Katiusha, es posible iniciar una estrategia de ataque, y no solo operaciones tácticas defensivas. El 7 de enero de 1942, las tropas nazis habían retrocedido 250 Km.
“La batalla de Moscú” fue la primera batalla perdida por el Reich, ante cualquiera de los ejércitos europeos a los que se había enfrentado. La leyenda de invencibilidad de los ejércitos de Hitler quedó rota a las puertas de Moscú. Según historiadores alemanes, las bajas del ejercito alemán en la operación Tyfón ascendieron a 450.000 hombres.
La hazaña de los 28, se recuerda en una vieja canción que se convirtió en el himno de Moscú en 1995. “Recordemos aquel duro otoño, el ruido de los tanques y el brillo de las bayonetas. En nuestros corazones vivirán los 28, los mejores de tus hijos. El enemigo nuna conseguirá que inclines tu cabeza. Mi querida capital, mi dorada Moscú".
Hoy, desde la pequeña estación de Dubosekovo, camino por la carretera de Volokolamsk, a escasos 300 m., en el lado norte de mi camino se levanta una enorme escultura de más de 30 m. de altura en recuerdo de la hazaña de los 28. A los pies de estos enormes hombres de diferentes etnias, descansan coloridas coronas de flores. Algunas personas pasean entre estos gigantes. Detrás de ellos, de nuevo, la inmensa llanura se extiende hasta el horizonte, solo rota por los abedules que en grupo parecen multiplicar este grupo escultórico a lo largo del espacio que mi vista alcanza.
Al otro lado de la carretera, en el lado sur, se conservan un grupo de trincheras a las que se puede acceder fácilmente con algunas placas entre medias. Una pareja pasea entre ellas con sus hijos de unos 4 y 6 años. La madre con paciencia va leyéndoles las diferentes placas, les habla de soldados con voz suave y tranquila. Los niños juegan y saltan entre trincheras como si fueran columpios. Sus alegres voces hacen que me sonría. Pienso en el uso tan diferente que están dando a estos pasillos rodeados de tierra y con pequeños espacios de protección que a ellos les sirven de escondites temporales de sus padres. El pequeño con un caminar todavía tambaleante en este pedregoso suelo se ríe a carcajadas cuando encuentra a su hermano mayor en uno de estos agujeros para después seguir corriendo detrás de él. El mayor trepa para salir de las trincheras, y vuelve a saltar al interior bajo la atenta mirada de su padre. El otro, como todos los hermanos pequeños, intenta imitar al mayor. Su altura no le permite subir solo. Hace calor. El padre se quita una chaqueta ligera que lleva puesta. La guarda en una mochila que tiene en el suelo a la vez que saca una botella de agua con la que da de beber al pequeño. El niño ríe mientras salta y vuelve a subir con su ayuda . Una camiseta de rayas blancas y azules de anchos tirantes deja los brazos del padre al descubierto, brazos que el niño utiliza para jugar y columpiarse. El hermano mayor se une al grupo. Al segundo salto y hablar unas palabras que desde donde estoy no puedo oír, el niño rebusca en la mochila del padre. Cuando se pone de pie, veo que en su mano lleva una pistola de juguete. Tras un grito, entre sorpresa y alegría, el pequeño deja de saltar y mete las manos en la misma bolsa. Rebusca y con su voz anuncia el gran hallazgo que tiene entre sus manos. La pistola es demasiado grande para la mano del niño pero él la agarra fuerte con sus dos pequeñas manos. Con un delicado movimiento el padre coge en brazos al pequeño y lo lleva al extremo sur de la trinchera. Allí en el pico de ese refugio de tierra le enseña a protegerse mientras el niño apunta a un enemigo imaginario. El hermano mayor, atento a las palabras del padre, hace lo mismo en otro pico de la trinchera. Al fondo los abedules vigilan el juego de los niños.
He tenido suerte con el tiempo. Otro día de campo y otro día de verano magnífico. Inicio el regreso a Moscú desde el famoso “cruce de Dubosekovo” , allí donde se cruza la línea del ferrocarril con la carretera de Volokolamsk, allí donde mueren los hombres y nacen las leyendas.
Siguiendo la carretera de Volokolamsk, a una distancia aproximada de 1 km del monumento, se encuentra la tumba de los 28. El General Mayor Iván Pánfilov está enterrado en el Convento cementerio de Novodevichy en Moscú junto a Lev Dovator (Caballería) y Viktor Talalijin en un monumento dedicado a los “Héroes de Moscú”.
Enlace original:
https://birioskaes.blog/2020/11/18/alli-donde-mueren-los-hombres-y-nacen-las-leyendas/
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