Uno de los oradores y defensores del Marxismo Leninismo, olvidado hasta en su tierra, Canarias, es tan cercano de los comunistas españoles.
Fernando Sagaseta dando un mitin.
En el aniversario de su fallecimiento, publicamos un artículo de su sobrina.
Por Micaela Sagaseta Paradas.
Ahora si es verdad que te echo de menos tio Fernando.
Podrán pasar los años, pero tu, el irrepetible, el tio con el que conectaba yo en todo, se entremezcló con las largas entrañas del Atlántico y se fundió con el infinito, un tres de diciembre, del 93.
Ya sin ti, la familia no es la que era; unos se fueron, otros
enfermamos y otros, hasta casi los he olvidado, aún estando vivos
todavía.
Son los derroteros de la existencia y el inevitable vendaval permanente, que ocasiona el paso del tiempo.
Con Quino, cuando se licenció de abogado
Extraño tu risa sonora, tu saber escuchar, tu asombro infantil ante la vida, tus lecciones, tus maestras enseñanzas.
Eso es revisionismo, me decía. Y eso, ¿qué carajo es?, le preguntaba
yo. Dile a Lenin que te lo explique y si no, me preguntas otra vez o le
consultas a Quino, que él si sabe.
Cuéntame la historia de tus
trofeos, le rogaba cuando iba a su casa de Viera y Clavijo y miraba
alelada, la vitrina de sus premios brillantes. Era fuerte, porque me
cogía en brazos y con toda su paciencia me contaba como había ganado
cada una de aquellas copas, platos y placas. Todas eran por vencer en
torneos de ajedrez.
¿Como te gusta ese juego tan aburrido? es la vida misma, me decía, algún día lo entenderás, todavía eres muy pequeña.
Fernando echo de menos palpar el amor tan inenarrable que tenías a mi
padre, tu hermano Joaquin. El es como mi padre, me comentaba, el padre
que la vida me negó, al quedar huérfano muy pequeño.
Su hermano Joaquin con Quela, mis padres y mis
hermanos Fernando y Salvador, pequeñitos.
Echo de menos,
tu presencia ahora en esta isla llena de vagabundos de la política. Los
pondrías a caldo, los atacarías sin piedad, como no hace nadie por temor
y desencanto. Nos invaden los saltimbanquis de la politiquería, los
baladrones, artífices del engaño y la bellaquería. Sólo se salvan un
puñado de decentes, ninguno está en el poder.
Traidores hay como alpiste y falsetes, embusteros y chaqueteros, también.
Tio Fernando, te echo de menos cuando miro Europa, cuando miro América
Latina, cuando escucho a esos que se dicen comunistas con un discurso
descafeinado y santurrón.
Fernando echo de menos tus noches en casa,
sin tele y la ternura con la que tratabas a Pepe Satué, aquel condenado
a muerte que vivió largo tiempo en tu casa. Escuchale, me decías, el me
hizo a mi marxista. Aquel hombre grandullón de ojos claros y manos
largas, era todo bondad. Se comía las migas que quedaban en el mantel,
después de comer. ¡tu no sabes, el hambre que pasábamos en el penal!,
comentaba, saboreándolas, cual si fueran un manjar.
Fernando echo de
menos cuando desayunábamos en la churrería de Perojo, a veces con Pepe
Montenegro. Otro monumento andante. Tus cabreos leyendo el periódico del
día, y comentando que los churros nuestros eran mucho mas ricos que las
porras madrileñas.
Fernando echo de menos tus retornos de Madrid del Congreso. ¡como nos reíamos con tus cuentos! Mira que ponerme a mi cerca de
Blas Piñar en el hermiciclo, decías. Lo mejor era que dormías en un
convento en Madrid, cuando viajabas a las sesiones del Parlamento.
Los
monjes se la pasaban pipa contigo, los ponías al día de la situación del
pais y comían "como curas", los muy sabandijas. Sacaban buenos vinos y
las veladas se extendían hasta largas horas de la noche. Tu dormías en
una celda que te recordaba la del penal de Burgos y los curas decían que
se oían tus ronquidos por los claustros y hasta en la capilla.
Fernando, era un tipo genial. ¡Cuanto lo echo de menos!
Fernando tramando una jugada
de las suyas.
Para mi, no es como un tio cualquiera, es una eterna sonrisa en mi
alma, una defensa siciliana permanente en el tablero de mi cerebro, un
optimista empedernido que contagiaba, un tipo feliz, sin amor al dinero
ni al lujo, ni al poder. El sólo quería una sociedad sin clases, era un
comunista fenomenal al que echaré siempre de menos, Quizá sea porque le
echo de más, en casi todos los actos de mi vida.
Déjate de estarte
muriendo cada año Fernando, que quiero que me cuentes otra vez como te
enfrentaste con el oligarca Matías Vega o como fue tu encuentro con Juan
Carlos de Borbón, al que catalogaste de vividor y bobón.
Fernando, ¡que regalo tan largo nos hiciste! tu vida misma.
Tu risa sonora, aún retumba en las puertas de la isla.
El mar sólo se llevó tus rojas cenizas.
No te mueras más, Fernando.
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