Ex
combatientes republicanos, disidentes de izquierdas, homosexuales,
gitanos… sufrieron esclavitud y torturas en condiciones infrahumana.
canal de los presos en Sevilla
A
los más jóvenes los campos de concentración les suena a instalaciones
carcelarias masificadas y criminales de los nazis y de Hitler. Los
identifican con nombres como Auschwitz, Mauthasen o Dachau. Algo muy negativo pues nos indica nos indica nuestro desconocimiento de la historia propia historia reciente de nuestro país. Y es que durante la Segunda Guerra Mundial se construyeron más de 15.000 campos de concentración y
exterminio a lo largo y ancho de todo el territorio controlado por la
Alemania nazi. El cine o la literatura han conseguido que campos de
concentración, nazismo, crueldad y tortura sean sinónimos y palabras y
conceptos asociados.
En
la España franquista España funcionaron numerosos campos de
concentración entre 1936 y 1947, muchos de forma estable y otros
temporalmente. Dirigidos por el Servicio de Colonias Penitenciarias
Militarizadas fue una de las “eficaces” herramientas del sistema de
represión franquista.
Presos políticos, gitanos, disidentes, ex combatientes republicanos…
Por
allí pasaron años condenados y esclavizados o simplemente finiquitaron
su vida ex combatientes del ejército de la II República, disidentes
políticos, militantes de izquierda, políticos, homosexuales, gitanos o
presos comunes. Como en los campos de concentración nazis los presos
comunes más peligrosos eran los responsables de la vigilancia y en
especial de controlar a los presos por motivos políticos.
Pero
además de mecanismo represor estos centros del sistema penitenciario
fascista sirvieron para que mediante la explotación laboral de los
prisioneros, el franquismo hiciera obra pública y construyera desde
canales a incipientes aeropuertos como el actual de Málaga. Mano de obra
barata no, esclavitud a secas.
180 campos de concentración de norte a sur de España
Hay historiadores que cifran en unos 180 campos de concentración los distribuidos por toda España desde 1936 a 1942. Según solventes historiadores como el profesor Javier Rodrigo de la Universidad Autónoma de Barcelona, aproximadamente 500.000 internos fueron redistribuidos en los campos entre prisioneros de guerra y presos políticos.
El primer campo de concentración creado por el dictador se creó en
castillo del monte Hacho en Ceuta. El último en cerrar, el de Miranda
del Ebro.
Asesoramiento de la Gestapo
Existen
investigaciones que avalan la tesis de que funcionarios nazis de la
Gestapo fueron los asesores del régimen para diseñar esta red de campos
de concentración franquistas, imitando su “experiencia” de los
existentes en la propia Alemania nazi. Atribuyen a Paul Winzer, jefe de
la Gestapo en España y un tiempo jefe del campo de concentración de
Miranda del Ebro, ser el auténtico diseñador de esta red de centros de
tortura y muerte en la España Franquista.
España de la posguerra y ejecuciones aplicando el modelo nazi
Las
condiciones eran indignas pues el régimen se cebaba y se vengaba con
los presos. Hambre y sed, temperaturas abrasadoras en verano y gélidas
en invierno, enfermedades, piojos, interrogatorios con torturas y
palizas, vejaciones y, para muchos, la espera era una especie de
“corredor de la muerte” donde un mal día se les sacaba para fusilarlos.
Los presos políticos calificados como "irrecuperables" eran directamente
ejecutados en algún fatal día en el que sorpresivamente se les
anunciaba que iba a salir del centro. Se los llevaban y ya no volvían:
tiro en la frente. Fue una forma de “reeducación” cruel tanto física
como psíquicamente calcada del régimen nazi.
“Solución final” a lo franquista
También
hubo algún campo, como el de Las Arenas en Sevilla, que sirvió, al más
puro estilo nazi, para eliminar a “parias”. Allí, en el término de La
Algaba, se llevaron a unos 300 "indigentes, mendigos, indocumentados o
pobres, en general, que retiraban de las calles de Sevilla" entre 1941 y
1942 y que directamente fueron al “matadero” al ir dejándolos morir de
hambre sin hacer nada para evitarlo. Fue esa la forma, la de matar de
hambre a la población mendiga de la ciudad de Sevilla, el sistema para
la “solución final” dirigida a “vagos y maleantes”. Se calcula que más
de la mitad de los reclusos fallecieron de inanición y frío. Bueno, el
verbo fallecer sería en este caso un eufemismo de “asesinar”.
Elegían a auténticos torturadores para gestionar los campos
La
política de “recursos humanos” del régimen” para seleccionar a los
responsables de gestionar los campos era sanguinaria. Se elegían a
víctimas de la zona republicana con lo que los escogidos trabajaban con
un espíritu torturador y de vendetta con los vencidos y en la mayoría de
las ocasiones netamente sádico.
Para
aquellos que hablan de un franquismo “plácido” y una posguerra
incruenta habría que recordarle que en 1938, en plena guerra, estos
tétricos recintos albergaban a más de 170.000 prisioneros. Al término
de contienda, en 1939 ya la cifra oscilaba entre los 370.000 y 500.000.
En 1940 se nombra director de la red de estos campos al general Camilo
Alonso Vega, amigo y paisano de El Ferrol de Franco así como miembro de
la misma promoción que el dictador. Alonso Vega fue designado en 1957
Ministro de la Gobernación, un represor destacado que terminó su vida
como Capitán General del Ejército, rango alcanzado en vida tan solo por
el propio Franco y Muñoz Grandes. Diez años después de finalizar la
guerra civil, en 1946, seguían en activo 137 campos de trabajo más 3 de
concentración, con población reclusa de 30.000 prisioneros, todos de
carácter político. El último campo de concentración en cerrar fue el
burgalés de Miranda del Ebro que mantuvo su actividad el año 1947.
Campos siniestramente destacados
De
entre los 180 campos de concentración destacaron el de Albatera en
Valencia, Camposancos en Pontevedra, Castuera en Badajoz, La Corchuela y
Los Merinales en Sevilla, Los Almendros en Alicante y el de Miranda del
Ebro en Burgos. En Andalucía hubo 55 centros de reclusión para unas
100.000 personas. Como en el resto de España el franquismo los utilizó
para poseer franquista mano de obra esclava para sus obras públicas y
como castigo y venganza por la disidencia. Destacan el del Canal de los
presos en Sevilla o el de Torremolinos También estos centros de
reclusión españoles sirvieron para aumentar la nómina de presos en los
campos de concentración nazis europeos.
¿Y a que dedicó el régimen fascista el trabajo esclavo de los reclusos?
Pues
el régimen franquista dedicó los trabajos forzados de este medio millón
de reclusos a construir parte de lo que con el golpe de Estado y la
guerra ellos mismos habían destruido, a erigir obra pública y explotar
recursos. Gracias a sus trabajos se reconstruyó Belchite y otras
localidades en ruinas. Se laboró en minas de sal o extracción de mercurio. Se
construyeron carreteras y líneas de ferrocarril como la de Baeza-Utiel o
la de Madrid Burgos, y excavación de canales como el del Bajo
Guadalquivir en Sevilla. Presas y pantanos como el embalse de Zorita o
El Tranco en Jaén. Miles de prisioneros fueron usados en la construcción
de la Prisión de Carabanchel, el Valle de los Caídos y en el Arco de la Victoria.
Colectores como en Sevilla o futuros aeropuertos como el de Málaga
hecho por los presos del campo de Torremolinos. Posteriormente este
trabajo fue subcontratado a empresas privadas y terratenientes que
utilizaron a los prisioneros para mejorar sus propias propiedades.
Entre la esperanza de salir y la realidad de la muerte
Así
transcurrió la penosa vida de medio millón de españoles esclavos del
franquismo. Entre la venganza, la falsa de libertad, la penuria y el
intento de borrar la memoria se les aplicó las más sádicas y crueles
herramientas de represión física y psicológica tanto para los presos
como para sus familias. Medio millón de españoles. La mayoría
“culpables” de ser fieles a un régimen legítimo y a unas ideas. Fueron
explotados laboralmente, de manera gratuita y apenas sin comida para
obra pública y trabajos particulares de ricos y terratenientes. La
mayoría albergaban la esperanza de salir libres un día y abrazar a sus
familias. Libres y vivos. Algunos no lo lograron… un tiro en la sien en
los patios
Y ahora vas y lo cuentas, Pablo Casado, que "Los de izquierdas son unos carcas, todo el día con la fosa de no sé quién". Y Francisco Marhuenda que siga contando que "Franco no fue un dictador fascista sino un militar católico, que implantó un régimen totalitario” o el ex ministro de Aznar Mayor Oreja que no condena esta etapa lúgubre de España porque se continuará preguntando: ¿Por qué tengo que condenar el franquismo, si muchas familias lo vivieron plácidamente con naturalidad y normalidad?". ¡Cosas veredes en la derecha del siglo XXI, amigo Sancho!, veredes, sí.
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