“Al poco tiempo murió y se llevó a la tumba todas las aberraciones que le hicieron aquellas hienas”
“Fueron cinco… fueron cinco”.
Solamente estas palabras, repetidas entrecortada y compulsivamente pero
en voz baja, pudieron extraer de la joven Fidelita sus compañeras de
cautiverio. Por la noche había entrado en aquella cárcel una manada
compuesta por cinco falangistas y, con la complicidad de las carceleras,
se habían llevado a la muchacha: cuando la devolvieron,
estaba destrozada y apenas podía musitar una frase de denuncia.
“No se van a librar por mucho que berreen y pataleen”
Era
la actuación de la manada como una de las consecuencias de poder campar
a sus anchas en tiempos de terror e impunidad, siguiendo las
directrices pregonadas desde los micrófonos de Radio Sevilla por
el general Queipo de Llano cuando anunciaba: “Nuestros
valientes legionarios y regulares han demostrado a los rojos cobardes
lo que significa ser hombres de verdad. Y, a la vez, a sus mujeres. Esto
es totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas
predican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de
verdad y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que
berreen y pataleen”. Toda una llamada a la agresión sexual y también una patente de corso ideológica para sus seguidores.
El
25 de junio de 1938 falleció y el certificado defunción decía que a
consecuencia de una tuberculosis, siendo enterrada al día siguiente en
el cementerio torrelaveguense de Geloria, en la soledad de un acto casi
clandestino efectuado bajo los ecos de los festejos de San Juan
celebrados en algunos pueblos de las riberas del Besaya y el Pas, pese a
la tristeza derivada de la guerra civil.
Fidela
Díez Cuevas, así se llamaba la joven, cumpliría 18 años durante los
meses de permanencia forzada en una de las cárceles habilitadas en la
ciudad de Torrelavega para albergar provisionalmente a los millares de
personas detenidas después de la entrada en la provincia de las tropas
sublevadas, a fines de agosto de 1937. Para las mujeres se había
requisado el Salón Olimpia, un cine propiedad de una familia republicana
también represaliada y que se hallaba repleto de mujeres jóvenes y
mayores procedentes de las inmediaciones, cuyo único delito, en
principio, consistía en haber hecho suya la voz que la República les
había concedido para poder participar en la vida social, cultural y
política. Fidelita, con sus pocos años, era una de ellas.
Fidelita era una niña-prodigio en el campo de la poesía
Según
la descripción hecha muy posteriormente por una de sus compañeras de
cautiverio, una joven modista llamada Antolina Matarranz, era “muy
guapa, de unos diez y siete años (…), una muchacha encantadora, pero
cuyo delito fue ser hija de padres de izquierdas y recitar poesías en el
teatro (…)”. Efectivamente, Fidelita era lo que pudiéramos considerar una niña-prodigio en el campo de la poesía. Hija del “mejor ebanista de Torrelavega” y premiado carrocista, cuyas horas de ocio estaban siempre entregadas a la actividad cultural; Fidel Díez Asenjo (1892-1954) –El Maño como
popularmente se le conocía–, fue uno de los animadores de la sección
Amigos del Arte que en los años de la Segunda República funcionó con
gran éxito dentro de las actividades de la Biblioteca Popular de
Torrelavega, de la que cual directivo así como afiliado del Partido
Republicano Radical. Su hija, pues, heredaría estas aficiones desde muy
pequeña y también siendo aún una niña comenzó a dar ejemplos públicos de
sus aptitudes para el verso y la declamación.
Fidelita Díez en 1936 | Archivo AGE Cantabria
A
partir de 1933 mostró sus aptitudes en diversas entidades culturales,
protagonizando recitales en la Biblioteca Popular de Torrelavega,
Comillas, Cultural Vimenor de Renedo de Piélagos, Ateneo Popular y
Ateneo de Santander, Teatro Principal y Cinema Solvay, además de ante
los micrófonos de Radio Santander, siempre con gran éxito ya que, como
ha recordado el cronista de Torrelavega Aurelio García Cantalapiedra, “asombró a los asistentes por sus condiciones como rapsoda, tanto por la manera de decir como por la memoria de que hacía gala”.
Su repertorio estaba compuesto, principalmente, por obras de Antonio
Machado, Federico García Lorca y Jesús Cancio, y los medios de
comunicación de Cantabria y La Habana se hicieron eco de su trabajo en
más de 30 recitales.
Pero
no todo el mundo debió de ver con buenos ojos la exhibición de sus
facultades porque una vez cayó Cantabria en poder de los sublevados, fue
conducida a la improvisada prisión, donde, como a todas las presas, a
Fidelita “las
carceleras le cortaron el pelo al cero y para ridiculizarla todavía más
le dejaron un mechón largo atrás, para amarrarle un lazo rojo”. Pero ella preguntaba ingenuamente:
– ¿Verdad que me sienta muy bien esto, Antolina?
– ¡Sí, Fidelita, estás encantadora!”
– ¡Sí, Fidelita, estás encantadora!”
Según
se desprende del contenido de una dedicatoria suya, este castigo,
añadido al del encierro, no fue suficiente para doblegar su espíritu,
puesto que escribía a una amiga: “Hoy,
17 de marzo, 6 meses de nuestro ingreso en Prisión… que sirva este
pequeño recuerdo como estímulo a nuestra gran amistad que aquí, en la
cárcel hicimos. Cariñosamente. Fidelita Díez”.
“Al poco tiempo murió y se llevó a la tumba todas las aberraciones que le hicieron aquellas hienas”.
Este
escrito estaba dirigido a Antolina, quien tuvo mejor suerte que su
amiga, porque una tarde, según esta recuerda, visitaron la cárcel los
componentes de un grupo de falangistas “y
acordaron, junto con las guardianas, sacarla aquella noche. Las
compañeras quedaron horrorizadas cuando, a las pocas horas, vieron
llegar a Fidelita hecha una piltrafa humana. Cayó de bruces y las
compañeras no fueron capaces de que ella contara qué habían hecho con
ella aquellos asesinos. Sólo podía repetir: “fueron cinco, fueron
cinco”. Al poco tiempo murió y se llevó a la tumba todas las
aberraciones que le hicieron aquellas hienas”. Así lo
transcribiría en sus memorias el antiguo guerrillero Felipe Matarranz,
apodado Capitán Lobo, según el relato tomado de su hermana Antolina.
Quienes
decidieron poner punto final a la existencia de una joven que aún no
había cumplido los 18 años eran correligionarios de los que un año antes
asesinaron a Federico, encerraron a Jesús Cancio y, un año después,
mandaron a morir en el exilio a Antonio Machado. Fidelita se había
quedado sin la voz viva de los poetas de su repertorio, pero enterado de
su fallecimiento cuando él estaba también en la cárcel de partido de
Torrelavega, el poeta comillano Cancio escribiría a modo de elogio
fúnebre su Romance del entierro de la gentil recitadora de mis versos, un poema que no ha logrado ver la luz hasta hace unos pocos años.
Cumplida la condena impuesta a Eloy se vieron obligad@s a un destierro voluntario en Vigo.
Su
familia estaba completamente destruida, porque el padre hubo de pasar
muchos años en las prisiones franquistas hasta conseguir la libertad
condicional, el hermano mayor Eloy Díez Cuevas (1916-1994), teniente del
Ejecito Republicano, acusado de un delito de excitación a la rebelión
fue condenado a la pena de doce años de prisión y enviado a un batallón
disciplinario en Tenerife, mientras que a su madre, Eloína Cuevas
Ibáñez, le había sido denegada la licencia para su puesto fijo y tenía
que conformarse con establecer una máquina ambulante en la Plazuela del
Sol, vendiendo castañas como única forma de subsistencia para ella y
para sus tres hij@s Fidel, Claudio y Mercedes, hasta que cumplida la
condena impuesta a Eloy se vieron obligad@s a un destierro voluntario en
Vigo para así sustraerse de la persecución política que sobre la
familia se ejercía.
Eloína con sus tres hij@s menores Fidel, Claudio y Mercedes | Gentileza de Eva Díez
Desde
entonces, sobre la figura de Fidelita se corrió un velo de silencio, de
tal manera que incluso en el monolito levantado en el cementerio en
memoria de los republicanos fusilados en Torrelavega no figura su
nombre. Pero podemos sospechar que en algunos ambientes de la ciudad aún
se recuerda tanto su final como la personalidad de unos verdugos que en
medio de la impunidad desatada en aquellos años públicamente se
vanagloriarían de la hazaña perpetrada.
Fuente de la noticia: El Diario Cantabria
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