La
relatividad es un asunto curioso. Estados Unidos gasta más en armamento
que cualquier otro país del mundo, Cuba gasta más en educación que
cualquier otro país del continente. Sin embargo cuando nosotros hacemos
un desfile militar algunos nos acusan desde allá de gastos
indiscriminados. Como si no fuéramos un país bajo agresión, el último
sobreviviente de la Guerra Fría. El único enemigo ideológico que tiene
el capitalismo en el mundo.
El
derecho de recordarnos a nosotros mismos que somos herederos de
mambises y guerrilleros, es legítimo. Dicho esto, no vendría mal saber
cuánto se gasta en un desfile o un ejercicio militar, cuántos bombillos
de 50 watts representa. No vendría mal ser racionales en los gastos, más
en un momento de recesión económica, y si bien podemos suponer que los
encargados sean así de racionales, vista hace fe.
Hoy
desfilaremos en la Plaza de la Revolución, como nuestros padres y
abuelos antes de nosotros. Lo haremos por sentirnos parte de algo, no
por una fe ciega sino por una decisión consciente, de apoyo a la
Revolución y sus dirigentes. Una relación que es como todas las demás,
que cuando una de las partes comienza a dar por sentado el afecto de la
otra, todo se pone en peligro. Por eso las marchas son beneficiosas.
En
una marcha del pueblo combatiente podrías ver a un millón de cubanos
marchar ante un púlpito de dirigentes, si eso quieres ver. Nosotros
vemos al pueblo haciendo una demostración de fuerza, recordando que él
es el soberano (como dijera Chávez) y que las personas en el estrado son
servidores públicos, sin importar que estén a uno o dos metros más de
altura. Algo importante para tener en mente ahora que la generación
histórica de la Revolución comienza a ser sustituida por su predecesora,
los niveles de legitimidad de los primeros deben ser ganados por los
segundos mediante una buena práctica política y económica.
Las
marchas de hoy son muy superiores a las del pasado. Ya dejamos atrás
aquellas que estaban repletas de niños repitiendo discursos que no
podrían entender, o donde demorábamos horas interminables
innecesariamente, hoy son rápidas y prácticas, como demandan los
tiempos.
En
fin, mañana estaremos en la Plaza. Quien no estuvo o vio en la tele la
noche que homenajeamos a Fidel no escuchó el rugido de un millón de
cubanos diciendo "gloria eterna". Quien crea que esos cubanos estaban
ahí de manera forzada, que había un millón de comisarios vigilando el
volumen de su voz cuando gritamos "Fidel", quien crea alguna tontería de
esa no sabe nada de Cuba o no quiere saber.
Sobre
desfiles y marchas se podría escribir mucho pero lo mejor es estar en
ellas, así que en el momento que esto salga publicado, habremos salido a
las calles como nuestros padres hicieron y nuestros hijos harán, cada
uno a su forma.
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