Ocho meses después de que se aprobara en Cuba la nueva Ley Migratoria, que eliminó el trámite del permiso de salida para viajar fuera del país, se han producido cerca de 180.000 viajes al exterior, en un clima de normalidad absoluta (1). La desbandada que pronosticaron algunos está bien lejos de haberse producido (2).
Pero cierta prensa internacional sigue resucitando viejos mitos. Hace unos días, el diario español El Mundo insistía en que “un derecho natural (el de viajar) les fue negado durante más de cinco décadas” a cubanas y cubanos (3). Curiosamente, no decía ni una palabra de que su gobierno, el de España, es en la actualidad uno de los principales obstáculos para el ejercicio de ese “derecho natural” por parte de miles de habitantes de Cuba, al haber endurecido en el último año las ya draconianas condiciones para la concesión de visados de entrada (4).
Tampoco mencionaba –ni en este ni en otros textos anteriores- que a quien le es cercenado el “derecho natural” a viajar es a la ciudadanía de EEUU de origen no cubano, que tiene prohibido viajar a Cuba salvo con una licencia especial, la de los llamados viajes “people to people” (“pueblo a pueblo”) (5).
Tanto el citado diario El Mundo, como el ABC, dedicaban un amplio espacio de sus noticias a las nuevas facilidades de viajar que tienen los llamados “disidentes”, a quienes en el pasado –ciertamente- las autoridades de la Isla les negaban esa posibilidad en numerosas ocasiones. El ABC dedicaba más de la mitad del texto a los viajes de este colectivo absolutamente marginal en la sociedad cubana (6). Y –dado que estas personas entran y salen ya de Cuba con absoluta libertad- insinuaba que ahora las represalias gubernamentales consisten en que, a su regreso, en el aeropuerto, “son sometidos a un registro minucioso de sus pertenencias”. Imaginamos que la periodista de ABC Carmen Muñoz no visita mucho los aeropuertos del mundo, mucho menos los de EEUU.
El Mundo, además, se lamentaba de que la normalidad en los viajes de la “disidencia” le ha quitado a ésta el glamour informativo: al comienzo sus “viajes (al exterior) ocuparon los principales espacios informativos. (...) Pero ahora, más de ocho meses después, ya casi no se trata el tema (en los medios)”, escribía su corresponsal en Miami Rui Ferreira. Y se apoyaba en el análisis de un supuesto experto de la Universidad Internacional de Florida, que consideraba esta situación “preocupante, porque puede conducir a la inercia, de pocas consecuencias políticas”, incluso a “obstaculizar una transición democrática de corte occidental (en Cuba)”. Y es que, aunque los medios no lo quieran reconocer, la flexibilización migratoria del Gobierno cubano ha conseguido que la llamada “disidencia” –colectivo de nula representatividad y apoyo social en la Isla- rebaje en muy poco tiempo su desproporcionada y artificial presencia mediática.
Otra de las medidas contenidas en la Ley Migratoria cubana, recordemos, es la supresión de la llamada “salida definitiva” del país, por lo que las personas que emigran pueden después regresar a residir en Cuba. De hecho, casi 1.900 han retornado al país en lo que va de año. El portal financiero El Boletín lo titulaba así: “Cuba permite el regreso de más de 1.900 exiliados” (7). Es decir, convertía –en una práctica informativa ya habitual- a todas las personas que han salido de la isla en emigrados políticos (8).
Por otro lado, hace unos días, el diario estadounidense The New York Times publicaba, en su sección de turismo, un especial sobre los llamados viajes “people to people” (“pueblo a pueblo”), impulsados por la administración Obama (9). Recordemos que estos viajes a Cuba –muy limitados y bajo licencia previa del Departamento del Tesoro- tienen un declarado fin político: están destinados a que académicos, artistas o líderes religiosos de EEUU trasladen al pueblo cubano los valores de la “democracia”, para un supuesto “cambio de régimen”. A los visitantes se les prohíbe expresamente hacer mero turismo en la Isla, gastar más de 188 dólares por día o salirse de un itinerario previamente aprobado por el Gobierno de EEUU (10).
El reportaje de The New York Times provocaba la protesta airada del congresista de origen cubano Marco Rubio, que en una carta al rotativo se declaraba “sorprendido” y “lamentaba” que éste dedicara una página entera a promocionar los viajes a Cuba (11). Recordemos que Rubio pertenece al lobby cubanoamericano de ultraderecha que se opone a estos viajes, que promueve la asfixia económica a Cuba e incluso una eventual intervención, y que presiona para que Washington mantenga a Cuba en sus listas de países que –supuestamente- amparan el terrorismo o el narcotráfico. Pues bien, The New York Times, tras la carta de Rubio, decidía suspender la publicación de comentarios de los lectores en su edición digital, que –hasta ese momento- habían sido en su mayoría favorables a levantar la prohibición de viajar a Cuba y a eliminar el bloqueo económico.
El último de los comentarios que fueron publicados apunta a la verdadera preocupación de Marco Rubio y de otros detractores de los viajes a Cuba. Una persona que había participado en uno de dichos viajes “people to people” no solo elogiaba el nivel cultural, la buena información y la sinceridad de sus guías cubanas, sino que sentenciaba que “la mayoría (de quienes viajamos) llegamos a la misma conclusión: que las décadas de embargo (a Cuba) son inútiles y absurdas” (12).
Es decir, que los viajes autorizados por el Gobierno de EEUU para contaminar de democracia liberal al pueblo cubano y animarle a que cambie su sistema, provocan el efecto contrario: generan en los visitantes norteamericanos sentimientos de simpatía y el convencimiento de que la política de sanciones y bloqueo a Cuba es absurda e injusta.
Otro de los comentarios publicados en la edición digital de The New York Times antes de que le diario decidiera cerrarlos, apuntaba también al meollo del problema: decía que es “descabellado” prohibir a la ciudadanía estadounidense visitar Cuba, y que constituye una “flagrante discriminación” permitírselo solo a los cubanoamericanos. Pero sobre este “derecho natural” de viajar que es negado al pueblo norteamericano por su Gobierno, violando incluso su propia Constitución, diarios como El Mundo o el ABC siguen sin decir ni media palabra.
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