Parte I: La propensión trotskista a "heredar" a Lenin y un artículo de Krupskaya
La compañera de Lenin, Nadezha K. Krupskaya, escribió “Lecciones de Octubre”, interviniendo en una polémica donde caracteriza las posiciones de Trotsky como “una revisión del leninismo”. Este artículo hace un aporte significativo al reconocimiento crítico del trotskismo y, por contrapartida, ilustra positivamente sobre el componente de democracia real que acompaña un proceso de transformación socialista. El documento, además, por ser del año 1924, es un duro revés para el relato que presenta un clima de afinidad y entendimiento entre Lenin y Trotsky, en el cual Krupskaya aparece como natural partícipe. Es reproducido al pie del presente trabajo.
Lenin y Trotsky ¿igualmente líderes?
Las historiografías capitalista y trotskista coinciden en rotular que “la Revolución Rusa fue liderada por Lenin y Trotsky”.
Ciertamente que Trotsky fue un muy destacado agitador en los sucesos de Octubre, y que su sobresaliente retórica seguramente alcanzó para construirle la imagen de un liderazgo preeminente.
Pero la equiparación del protagonismo de Trotsky con el de Lenin se evidencia temeraria en cuanto se recuerda que, en realidad, el liderazgo de la revolución no podía asentarse en el prestigio de ningún caudillo tomado en sí mismo, sino que su dirección descansaba en otro tipo de entidad: el partido bolchevique. Y es aquí donde la distancia entre Lenin y Trotsky se vuelve sideral: Lenin había creado, inspirado y liderado al partido bolchevique; Trotsky, en cambio, no sólo nada había aportado a su construcción, sino que fue un asiduo obstáculo para su consolidación. Trotsky recién ingresa al partido bolchevique en agosto de 1917, apenas dos meses antes de la toma del poder. Trotsky, además, tampoco fue responsable de la táctica de la revolución. Basta con recordar que, en las instancias decisorias, votó en contra de la toma del Palacio de Invierno. En los hechos, Trotsky no lideró la revolución; en la realidad fue llevado a la rastra a la toma del poder.
La defensa de ese poder tampoco lo cubrió de gloria. Su tarea como comisario de Relaciones Exteriores culminó en la catástrofe diplomática de Brest-Litovsk, así como su inepta conducción lo hizo directamente culpable del desastre militar en Varsovia, otorgando credibilidad a los continuos cuestionamientos que sufrió su comandancia del Ejército Rojo.
Pero además, en el plano de sus postulaciones más generales, Trotsky era escéptico respecto a las posibilidades de la construcción de una hegemonía obrera en Rusia y la edificación socialista, sin el auxilio sustancial de un inexistente proletariado europeo en el poder. Con semejante pesimismo, ¿a quiénes podía representar Trotsky en Rusia?
¿De quién fue la decadencia, de la Revolución o de Trotsky?
Tamaño vacío de liderazgo real no podía ser suplido mucho tiempo con una mera brillantez oratoria y es allí donde razonablemente debe buscarse la decadencia de la popularidad de Trotsky, luego de Octubre.
Para Trotsky, en cambio, su pérdida de popularidad no se debe a que él no está a la altura de la revolución, sino que, a la inversa, la revolución ya no está a su altura. Subvierte los términos y convierte su decadencia en decadencia de la revolución.
“Muchas veces me han preguntado, y aun es hoy el día en que hay quien me pregunta: "¿Pero cómo dejó usted que se le fuese de las manos el Poder?" Y generalmente, parece como si detrás de esta pregunta se dibujase la representación simplista de un objeto material que se le resbala a uno de las manos; como si el perder el Poder fuese algo así como perder el reloj o un carnet de notas. Cuando un revolucionario que ha dirigido la conquista del Poder empieza, llegado un cierto momento, a perderlo -sea por vía "pacífica" o violentamente-, ello quiere decir, en realidad, que comienza a iniciarse la decadencia de las ideas y los sentimientos que animaran en una primera fase a los elementos directivos de la revolución, o que desciende de nivel el impulso revolucionario de las masas, o ambas cosas a la vez.” (Trotsky, Mi Vida, La muerte de Lenin)
Pero veamos el desarrollo de estas reflexiones de Trotsky en cotejo con el contexto real en que las formula (el libro lo escribió en 1929).
La construcción de la URSS, la transformación en pocas décadas del país feudal de los zares en la superpotencia de los viajes espaciales, fue el fruto indubitable de una liberación inédita de reservas morales e intelectuales que larvadamente se anidaban en la sociedad, donde la construcción de un orden nuevo, desde los cimientos de la sociedad civil y sus bases productivas, requirió dosis sin precedentes de pensamiento y trabajo creador. Sin esto, la erección de la modernidad soviética es inconcebible y es esto lo que constata todo el testimonio democrático y progresista de la época.
La experiencia histórica indica además que, así como en la decadencia las sociedades promocionan a su dirección a los elementos más representativos de la banalidad y la corrupción, en los momentos de ascenso, sobre todo de ascenso revolucionario, la selección opera en sentido virtuoso, tendiendo a elevar al puesto de la guía social a los mejores por capacidad y por probidad moral. Naturalmente, todo movimiento hacia el progreso social encuentra resistencias que dejan huellas no sólo en los resultados de la construcción de la casa nueva, sino en la propia dirección del proceso de transformación. Pero si la sociedad efectivamente cambia es porque las fuerzas del cambio, y toda su carga virtuosa, han primado. Esta trivialidad sería absolutamente superflua si no fuera porque es cotidianamente negada por la propaganda mediática al referirse a la historia de la Unión Soviética, dirigida a una opinión desinformada y deshabituada a una reflexión detenida sobre la cuestión.
Sin embargo, Trotsky se alza contra toda esta evidencia, cuando nos informa que la revolución rusa, cuya concreción fue la construcción de la URSS, representó todo lo contrario: una suerte de instalación del gris de la mediocridad, donde el brillo del genio (corporizado en el propio Trotsky) no tuvo su lugar en Rusia, luego del episodio de la toma del poder, desplazado por una espiritualidad banal, sin vocación crítica, transformadora, que se habría adueñado de la dirección del país.
Trotsky dejó de escribir para Rusia y escribió para el extranjero.
El lector se interrogará cómo Trotsky podría haberse atrevido a escribir algo tan a contrapelo de la experiencia del país popular. Naturalmente, estas afirmaciones habrían sido el hazme reír de las grandes mayorías rusas que, ilustradas o no, estaban embarcadas en una reconstrucción de sus vidas que nada podía tener de rutinario, gris o mediocre. Pero Trotsky las escribe en “Mi Vida”, no para Rusia sino su exportación, con destino al consumo de occidente, explotando las brumosas fantasías que el recelo ante lo desconocido provoca en los habitantes de geografías extrañas, con la imaginación ya condicionada por la hegemonía de los enemigos de la revolución.
Según Trotsky, la mediocridad tendió un cerco sobre su genio y el de Lenin
“…cuando la tensión empezó a ceder y los nómadas de la revolución fueron echando raíces en el nuevo suelo, comenzaron a despertar en ellos y a desarrollarse esas cualidades, simpatías y aficiones pequeñoburguesas del empleadillo satisfecho.”
¿Quiénes eran en espíritu esos “empleadillos satisfechos”? Trotsky los presenta de inmediato:
“Manifestaciones escapadas sin querer de la boca de Kalinin, de Voroshilov, de Stalin, de Rikov, le hacían a uno levantar la cabeza, de vez en cuando, con gesto de inquietud. ¿De dónde salía aquello?-se preguntaba uno. ¿Qué grifo destilaba aquellas gotas? Muchas veces, al llegar a una sesión, me encontraba con un grupo de personas que estaban conversando amigablemente y que al entrar yo cortaban bruscamente. Aquellas conversaciones no versaban sobre nada contrario a mí, sobre nada que contradijese a los principios del partido. Pero eran temas en que traspiraban el aquietamiento de una conciencia, la satisfacción y la trivialidad. En aquella gente iba naciendo la necesidad de confiarse mutuamente sus sentimientos, propensión en la que no dejaba de entrar por buena parte esa tendencia de comadrería y murmuración de las mujerucas de la burguesía…”
La soledad del genio de Trotsky frente a tal avance de lo vulgar habría tenido su bálsamo en su compenetración con Lenin, con quien -nos sugiere- se entendía al instante con sólo mirarse. Juzgue el lector si esto es creíble, vistos los lustros de abismales diferencias políticas que surgieron entre ambos en continua sucesión.
“Al principio, no se avergonzaban solamente delante de Lenin y de mí; se avergonzaban ante sí mismos. Si, por ejemplo, Stalin se salía con una de sus gracias de mal gusto, Lenin, sin levantar la cabeza, metido por los papeles, echaba una mirada rápida a los que estaban sentados en torno a la mesa, como para convencerse de si todavía quedaban alguno a quien se hiciesen insoportables aquellas cosas. En situaciones semejantes, nos bastaba una mirada fugaz o un cambio de tono en la voz, para cercioramos de que coincidíamos en la apreciación psicológica.”
Por fin, Trotsky, luego de reivindicar una vez más su superioridad intelectual y moral, concluye en lo mismo que anticipamos y caracteriza nuevamente al que sería proceso de construcción de la URSS como un cuadro de decadencia:
“Si yo no tomaba parte en las diversiones que iban haciéndose habituales en la nueva clase gobernante, no era por motivos morales, sino porque no quería exponerme a la tortura del más terrible de los aburrimientos… Stalin es el instrumento principal de este proceso de subversión. No se puede negar que tiene sentido práctico, perseverancia y tenacidad para conseguir lo que se propone. Pero su mentalidad política no puede ser más limitada, ni más bajo y primitivo su nivel teórico… Su mentalidad es la de un empírico tozudo, carente de toda imaginación, de talento creador. Los principales elementos directivos del partido -entre los demás apenas si se le conocía- tenían de él la impresión de que era un hombre a quien sólo se podían encomendar funciones de segundo o tercer rango. El hecho de que al presente esté a la cabeza de la organización no le caracteriza tanto a él como al periodo transitorio de decadencia política que atraviesan los Soviets…”
La decadencia y la mediocridad dirigentes ¿podrían ser constructoras?
¿Decadencia política? De nuevo: ¿La construcción de la URSS, que asombró a toda la opinión democrática de la época, transcurrió entonces bajo la égida de una dirección decadente?
Veamos en palabras del propio Trotsky, apenas seis años más tarde, a dónde condujo aquel “período transitorio de decadencia política que atraviesan los Soviets”:
“La producción industrial de Alemania sólo recupera su nivel gracias a la fiebre de los armamentos. En el mismo lapso, la producción de Gran Bretaña sólo aumentó, ayudada del proteccionismo, del 3 al 4%. La producción industrial de los Estados Unidos bajó cerca de un 25%; la de Francia, más del 30%. Japón, en su frenesí de armamentos y de bandidaje, se coloca, por su éxito, en el primer rango de los países capitalistas: su producción aumentó cerca de un 40%. Pero este índice excepcional palidece también ante la dinámica del desarrollo de la URSS, cuya producción industrial aumentó, en el mismo lapso, 3,5 veces, lo que significa un aumento del 250%. En los diez últimos años (1925-1935), la industria pesada soviética ha aumentado su producción por más de diez. En el primer año del plan quinquenal, las inversiones de capitales se elevaron a 5.400 millones de rublos; en 1936, deben ser de 32.000 millones…
“… Durante los tres últimos años, la producción metalúrgica aumentó dos veces, la del acero y de los aceros laminados, cerca de 2,5 veces…. En 1925, la URSS tenía el undécimo lugar en el mundo desde el punto de vista de la producción de energía eléctrica; en 1935, sólo era inferior a Alemania y a los Estados Unidos… En cuanto a la producción de acero, pasó del sexto al tercero. En la producción de tractores ocupa el primer lugar del mundo. Lo mismo sucede con la producción de azúcar…
“…Los inmensos resultados obtenidos por la industria, el comienzo prometedor de un florecimiento de la agricultura, el crecimiento extraordinario de las viejas ciudades industriales, la creación de otras nuevas, el rápido aumento del número de obreros, la elevación del nivel cultural y de las necesidades, son los resultados indiscutibles de la Revolución de Octubre en la que los profetas del viejo mundo creyeron ver la tumba de la civilización. Ya no hay necesidad de discutir con los señores economistas burgueses: el socialismo ha demostrado su derecho a la victoria, no en las páginas de El Capital, sino en una arena económica que constituye la sexta parte de la superficie del globo; no en el lenguaje de la dialéctica, sino en el del hierro, el cemento y la electricidad.” (Trotski, La revolución traicionada, Cap I, Lo obtenido)
¿Cuánto vale la palabra de Trotsky?
Por cierto, entre estos dichos de Trotsky de 1936 y aquellos de 1929 hay una contradicción flagrante y esencial, de la cual ni Trotsky ni el trotskismo jamás han dado cuenta, porque ello significaría denunciar el sustento falaz de su existencia como movimiento. Aunque parezca increíble, Trotsky no modifica sus opiniones con estos primeros resultados de los planes quinquenales soviéticos a la vista.
Para él, el partido bolchevique sigue siendo "la burocracia" y Stalin una suerte de mediocre astuto.
Para él, el partido bolchevique sigue siendo "la burocracia" y Stalin una suerte de mediocre astuto.
Pero aquí nos reducimos a constatar otra cosa. Trotsky (en 1929) no tenía por qué prever necesariamente el desarrollo posterior de la construcción de la URSS. No lo acusamos de eso.
Pero lo que sí vemos es que en la Rusia de la década del 20, preparatoria del gran salto de la sociedad soviética, no existía ninguna “decadencia política” sino todo lo contrario y que, por lo tanto, Trotsky, testigo presencial y protagónico del fenómeno, sencillamente miente al testimoniar tal decadencia y lo hace con el agravante de desplegar una descripción minuciosa de un escenario inexistente, dando pasto en abundancia a la propaganda de los enemigos de la causa que él dice defender, la del socialismo.
Pero lo que sí vemos es que en la Rusia de la década del 20, preparatoria del gran salto de la sociedad soviética, no existía ninguna “decadencia política” sino todo lo contrario y que, por lo tanto, Trotsky, testigo presencial y protagónico del fenómeno, sencillamente miente al testimoniar tal decadencia y lo hace con el agravante de desplegar una descripción minuciosa de un escenario inexistente, dando pasto en abundancia a la propaganda de los enemigos de la causa que él dice defender, la del socialismo.
(ver en http://urrutial.blogspot. com.ar/p/la-confesion-de- bujarin.html)
La actitud falaz de Trotsky llega a impregnar, efectivamente, los mismos detalles de su relato, que son, precisamente, los que le otorgan su fuerza retórica. Esto se revela en la invocación de N. Krupskaya, la esposa de Lenin.
“…Iba rememorando mentalmente las etapas todas de mi vida: mis encuentros con Lenin, nuestras diferencias y polémicas, la reconciliación, la labor común; había algunos episodios que se alzaban en el recuerdo, recortados por una pasmosa claridad. Poco a poco, iba cobrando todo contornos firmes y bien delineados. Ahora, me daba más clara cuenta de quiénes eran aquellos "discípulos" que seguían fielmente al maestro en los pequeños detalles, pero no en lo que tenía de verdaderamente grande…
“…pensé también en aquélla que le había acompañado por la vida desde hacía tantos años, viendo el mundo todo a través de él. Y pensé cuán sola, ahora que enterraba a su camarada de vida, tenía que sentirse entre aquellos millones de gentes que lloraban al muerto, pero no como lo lloraba ella, sino muy de otro modo. ¡Pobre Nadezhda Constantinova Krupskaya! Sentía la necesidad de hacerle llegar desde aquí una palabra de saludo, de simpatía, de amistad, pero no me decidí a escribirle. Ante la gravedad del suceso, todas las palabras parecían vanas, y me daba miedo que pudieran interpretarse como una fórmula convencional. Imagínese mi sentimiento de gratitud, cuando a los pocos días, recibí, inesperadamente, una carta de Nadezhda Constantinova.”
La carta de Krupskaya, citada por Trotsky
“La carta decía así:
"Querido Leo Davidovich:
"Le escribo a usted para comunicarle que Vladimir Ilich se puso a leer su libro próximamente un mes antes de morir, y lo dejó en el pasaje en que traza usted la fisonomía de Marx y de Lenin. Me pidió que volviese a leerle estas páginas y, después de escuchar la lectura atentamente, él mismo quiso tomar en la mano el libro y volverlas a repasar.
"Otra cosa quería decirle, y es que las relaciones que unieron a Vladimir Ilich con usted desde el día en que se presentó en Londres, viniendo de Siberia, no cambiaron un punto hasta la hora de su muerte.
"Le deseo a usted, Leo Davidovich, fuerzas y salud. Un fuerte abrazo de N. Krupskaia."
"Otra cosa quería decirle, y es que las relaciones que unieron a Vladimir Ilich con usted desde el día en que se presentó en Londres, viniendo de Siberia, no cambiaron un punto hasta la hora de su muerte.
"Le deseo a usted, Leo Davidovich, fuerzas y salud. Un fuerte abrazo de N. Krupskaia."
“...Aquella breve carta de la viuda de Lenin, escrita a los pocos días de morir éste, pesaría más en la balanza de la historia, aunque sólo hubiese esta prueba, que todos los infolios escritos por los falsificadores.”
Prestigiarse con Lenin, sí; ser leninista, no
La intención de Trotsky era demostrar que él era el heredero natural del liderazgo de Lenin, usurpado por el representante de la mediocridad, Stalin.
Es notorio que esta aspiración trotskista de “heredar” a Lenin, no consiste en la misión cultural de atesorar la experiencia y pensamiento de un antecesor.
No vemos a Trotsky apoyarse nunca en el pensamiento de Lenin, jamás cita una frase suya. De lo que se trataba para Trotsky era de apropiarse de su prestigio. Él (Trotsky) es un genio como lo era Lenin, ambos se entendían con sólo mirarse. La revolución, por lo tanto, es obra de ambos.
Su tarea era ardua, pues eran en general los “mediocres”, comenzando por Stalin, los que en realidad habían acompañado a Lenin en su militancia bolchevique, mientras Trotsky no sólo no estuvo allí, sino que a menudo votó y predicó en contra del bolchevismo en el seno de la socialdemocracia. Para contrarrestar esto viene su frase de que los bolcheviques eran “aquellos "discípulos" que seguían fielmente al maestro en los pequeños detalles, pero no en lo que tenía de verdaderamente grande…”
Con la carta de Krupskaya, ¿Trotsky demuestra lo próximo que estaba a Lenin en espíritu?
En ese contexto, la referencia a la presunta soledad de Krupskaya y su carta se convierte retóricamente en el puente que une a Trotsky con Lenin, mientras separa al genio fallecido de sus discípulos aparentes (¡y de las propias masas populares!):
“Y pensé cuán sola, ahora que enterraba a su camarada de vida, tenía que sentirse entre aquellos millones de gentes que lloraban al muerto, pero no como lo lloraba ella, sino muy de otro modo.”
Imagine el lector: ¿Quién más que Trotsky podría comprender a la mujer que había visto “el mundo todo a través de Lenin” y se encontraba como despertando de un sueño en el universo de la mediocridad? La amistad de la Krupskaya se nos desliza así como la prueba suficiente que certifica la veracidad del relato de Trotsky, escabullido siempre del escenario de la colosal épica de la transformación del país.
Pero nos encontramos con que también aquí Trotsky miente.
La carta de Krupskaya a Trotsky no tiene valor político. Sí lo tiene el artículo que escribe sobre unas tesis de Trotsky
La carta de Krupskaya a Trotsky, personal y sin connotación política, es de 1924. En ese mismo año, la viuda de Lenin escribe un artículo, “Lecciones de Octubre”.
No era ella lo que Trotsky nos deja entender: una mujer dependiente intelectualmente de su marido que, privada en su viudez del contacto sensible con las sutilezas del genio, se descubre desamparada entre las tosquedades de la vulgaridad. El artículo de Krupskaya, que es brillante, muestra a una militante conciente y con perfecto dominio del tema que desarrolla. Reproducimos su texto completo al pié de este trabajo.
En el artículo, Krupskaya, desmintiendo a Trotsky, tiene expresiones como estas:
“El Partido… guía el carro de la historia por el camino señalado por Lenin.”
“El análisis marxista nunca fue el punto fuerte del camarada Trotsky.”
“Trotsky habla mucho sobre el Partido, sin embargo, para él, el Partido son los líderes, los jefes. Pero aquellos que realmente desean estudiar Octubre, deben estudiar al Partido como era en Octubre. El Partido era un organismo vivo, en el que el C.C. (“la dirección”) no estaba desligado del Partido, en el que los miembros de las organizaciones de base del Partido estaban en contacto diario con los miembros del C.C.”
“…los logros de Octubre aún no han sido totalmente consumados. Debemos seguir trabajando con determinación para su realización. Y será peligroso y desastroso desviarnos del camino del leninismo, un camino históricamente probado. Y cuando un camarada como Trotsky, transita, aunque sea inconscientemente, el camino de la revisión del leninismo, entonces el Partido debe pronunciarse.”
Trotsky no podía ignorar la existencia de este artículo, con el que Krupskaya interviene en un debate público provocado justamente por él.
Krupskaya no estaba tan sola como pretende Trotsky y militaba también ella, como lo hizo Lenin, no del lado de Trotsky, sino junto a aquellos “mediocres” que transformaron el país y le pusieron al siglo xx una impronta insoslayable.
Trotsky deliberadamente comete, al apropiarse del símbolo que la Krupskaya efectivamente constituía, una nueva estafa al lector.
Lecciones de Octubre
Nadezhda K. Krupskaya
Hace dos años, en una reunión plenaria del Soviet de Moscú, Vladimir Ilich dijo que ahora estamos siguiendo el camino del trabajo práctico, que ya no estamos tratando al socialismo como un simple icono que se describe en colores brillantes. “Debemos seguir el camino correcto”, decía, “es necesario someter todo a prueba. Las masas y la población en su conjunto deben poner a prueba nuestros métodos, y decir: ‘Sí, este orden de cosas es mejor que el anterior’”. Esta es la tarea que nos planteamos.
Nuestro partido, un pequeño grupo comparado con la población total, asumió esa tarea. Ese pequeño grupo se comprometió a cambiarlo todo, y lo cambió todo. Se ha demostrado que esto no es Utopía, sino la realidad en que vivimos. Todos hemos visto lo que se ha hecho. Tuvimos que hacerlo de tal manera que la gran mayoría de los proletarios y campesinos trabajadores tuviera que admitir: “No sois vosotros los que se alaban, somos nosotros los que los elogiamos. Les decimos que habéis obtenido tan buenos y mejores resultados que a ningún ser humano razonable se le ocurriría volver al viejo orden”.
El Partido trabaja continua e indesmayablemente. En 1924, la Promoción Leninista demostró que la clase obrera considera al PC como su Partido. Este es un punto importante. Es un verdadero logro, un logro permanente, y no es un halago pequeño. En el extranjero, se nos elogia por muchas cosas, pese a que estas cosas son todavía muy poco. Nuestro Partido dedica mucha atención al campesinado, y no sólo al campesinado en su conjunto, sino a las capas medias y pobres. El Partido trabaja para mejorar el aparato soviético de base, ayuda a los núcleos de la población en su trabajo, y espera lograr mucho más. El Partido realiza gran cantidad de trabajo práctico de todo tipo, abarcando un enorme campo de actividad, y guía el carro de la historia por el camino señalado por Lenin.
El Partido se ha entregado seriamente a la realización del trabajo práctico. En nuestras condiciones, esta es una tarea sumamente difícil y, por esa razón, el Partido es bastante hostil a cualquier discusión. Por esa razón, el discurso del camarada Trotsky sobre la última barricada le pareció tan extraño a la XIII Conferencia del Partido. Y por esa razón, los más recientes esfuerzos “literarios” del camarada Trotsky han provocado una gran indignación.
No sé si el camarada Trotsky ha cometido en realidad todos los pecados capitales de los que se le acusa: en las controversias, las exageraciones son inevitables. El camarada Trotsky no tiene por qué quejarse de eso. Él no nació ayer, y sabe que un artículo escrito en el tono de “Lecciones de Octubre” está destinado a suscitar el mismo tono en la controversia que da a lugar. Pero esta no es la cuestión. La cuestión es que el camarada Trotsky nos llama a estudiar las “lecciones de Octubre”, pero no establece la dirección correcta para este estudio. Él propone que se estudie el papel desempeñado por esta o aquella persona en Octubre, el papel desempeñado por esta u otra tendencia del Comité Central, etc. Pero no es eso lo que se debe estudiar.
Lo primero que debemos estudiar es la situación internacional que existía en Octubre, y la correlación de fuerzas entre las clases de Rusia en ese momento.
¿El camarada Trotsky nos invita a estudiar esto? No. Y sin embargo, la victoria hubiera sido imposible sin un análisis profundo del momento histórico, sin una correcta evaluación de la verdadera correlación de fuerzas. La aplicación de la dialéctica revolucionaria del marxismo a las condiciones concretas en un momento dado, la correcta estimación de ese momento –no sólo desde el punto de vista del país sino a escala internacional–, es la característica más importante del leninismo. La experiencia internacional de la última década es la mejor confirmación de lo correcto de este método leninista. Esto es lo que debemos enseñar a los Partidos Comunistas de todos los países, y esto es lo que nuestros jóvenes deben aprender del estudio de Octubre.
Pero el camarada Trotsky pasa por alto esta cuestión. Cuando habla de Bulgaria o Alemania, se ocupa muy poco de la evaluación correcta del momento. Si analizamos los acontecimientos con los lentes del camarada Trotsky, parece que es demasiado simple dirigir los acontecimientos. El análisis marxista nunca fue el punto fuerte del camarada Trotsky.
Esa es la razón por la que subestima tanto el papel jugado por el campesinado. Sobre esto ya se ha hablado mucho.
Debemos, además, estudiar al Partido en Octubre. Trotsky habla mucho sobre el Partido, sin embargo, para él, el Partido son los líderes, los jefes. Pero aquellos que realmente desean estudiar Octubre, deben estudiar al Partido como era en Octubre. El Partido era un organismo vivo, en el que el C.C. (“la dirección”) no estaba desligado del Partido, en el que los miembros de las organizaciones de base del Partido estaban en contacto diario con los miembros del C.C. Los camaradas Sverdlov y Stalin sabían perfectamente lo que estaba pasando en cada distrito de Petrogrado, en cada provincia y en el ejército. Lenin también sabía todo eso, pese a que estaba en la clandestinidad. Se le mantuvo bien informado y recibía cartas acerca de todo lo que ocurría en la vida de la organización. Y Lenin no sólo sabía escuchar, también sabía leer muy bien entre líneas. Precisamente, la victoria fue posible gracias al hecho de que hubo un estrecho contacto entre el C.C. y la organización colectiva.
Un Partido cuya máxima dirección ha perdido contacto con la organización nunca obtendrá la victoria. Todos los Partidos Comunistas deben aprender esto y organizarse de acuerdo a ello.
Cuando el Partido es muy organizado, cuando la dirección conoce la voluntad de la organización colectiva –y no sólo sus resoluciones–, y trabaja en armonía con esta voluntad, las vacilaciones o errores de los miembros individuales de la dirección no tienen la importancia decisiva que les atribuye el camarada Trotsky. Cuando la historia enfrenta al Partido con una situación de emergencia sin precedentes y completamente nueva, es natural que la situación no sea evaluada de la misma manera por todos. Entonces, la tarea de la organización es encontrar la línea correcta común.
Lenin siempre atribuyó una gran importancia a la organización colectiva del Partido. Su relación con las Conferencias del Partido estaba basada en eso. En cada Conferencia del Partido, exponía todo lo que había elaborado desde la última Conferencia. Él se consideraba responsable principalmente ante la Conferencia del Partido, ante la organización en su conjunto. Cuando había diferencias de opinión, Lenin apelaba a la Conferencia del Partido (por ejemplo, en la cuestión de la Paz de Brest).
Trotsky no reconoce el papel desempeñado por el Partido en su conjunto, como una organización única y cohesionada. Para Trotsky, el Partido es sinónimo de dirección central. Tomemos un ejemplo: “¿Qué es la bolchevización del Partido Comunista?”, pregunta en “Lecciones de Octubre”. Consiste en educar a los Partidos y elegir dirigentes que no se salgan de la senda cuando les llegue su Octubre.
Este es un punto de vista puramente “administrativo” y totalmente superficial. Sí, la personalidad de los líderes es un punto de suma importancia. Sí, es necesario que los más talentosos, los mejores, los más firmes de carácter entre nuestros militantes sean seleccionados para ser parte de nuestra dirección: pero esto no es una simple cuestión de capacidad personal, sino una cuestión de si la dirección está estrechamente ligada a toda la organización.
Hay otro factor gracias al cual se logró la victoria en Octubre, y consiste en la correcta estimación del rol y la importancia de las masas. Si se lee todo lo que Lenin escribió sobre el papel jugado por las masas en la revolución y en el desarrollo del socialismo, se verá que la estimación del papel que desempeñan las masas es una de las piedras angulares del leninismo. Para Lenin las masas nunca son un medio, sino el factor decisivo. Si el partido va a dirigir a millones, debe estar en estrecho contacto con esos millones, debe ser capaz de comprender la vida, los sufrimientos y las aspiraciones de las masas. Bela Kun relata que cuando comenzó a hablarle a Lenin acerca de una guerra revolucionaria contra Alemania, Lenin le replicó: “Yo sé que usted no es un charlatán, mañana haga un viaje al frente y vea si los soldados están listos para una guerra revolucionaria”. Bela Kun viajó al frente y vio que Lenin tenía la razón.
En “Lecciones de Octubre”, no encontramos ningún intento de estudiar este aspecto de la revolución de Octubre. Todo lo contrario. Al desarrollar su evaluación de los sucesos alemanes, el camarada Trotsky subestima la pasividad de las masas.
Un cierto Sirkin tiene una interpretación tonta del libro de John Reed. Muchas personas son de la opinión de que no debemos poner el libro de John Reed en manos de los jóvenes. Contiene inexactitudes y leyendas. No se debe aprender la historia del Partido leyendo a Reed. ¿Por qué entonces Lenin recomendaba este libro con tanto cariño? Porque en el libro de John Reed, esta cuestión no es el punto principal. El libro nos da una excelente y artística descripción de la psicología y las tendencias de los sentimientos de las masas de soldados y obreros que realizaron la revolución de Octubre, y de la torpeza de la burguesía y sus lacayos. John Reed permite –incluso al más joven comunista– captar el espíritu de la revolución, mucho más rápido que la lectura de docenas de protocolos y resoluciones. No es suficiente que nuestros jóvenes conozcan la historia del Partido, es de igual importancia que sientan el pulso de la revolución de Octubre. ¿Cómo pueden convertirse en comunistas nuestros jóvenes, si no conocen otra cosa que las condiciones del Partido en el sentido más estrecho, y no sienten lo que fueron la guerra y la revolución?
El camarada Trotsky aborda el estudio de Octubre desde el lado equivocado. La evaluación incorrecta de Octubre está a un solo paso de la evaluación incorrecta de la situación actual y de la evaluación incorrecta de una serie de fenómenos de enorme importancia. La evaluación incorrecta de la actualidad conduce a decisiones y acciones equivocadas. Cualquiera puede entender esto.
Lo que ya ocurrió no se puede deshacer. Dado que “Lecciones de Octubre” ha visto la luz del día, debe ser discutido a fondo en la prensa y en la organización del Partido. Esto debe hacerse de una forma accesible para todos los miembros del Partido.
Nuestro Partido ha crecido considerablemente en número. Amplias masas de obreros se unen al Partido; pero estos obreros no están lo suficientemente informados sobre las cuestiones planteadas por el camarada Trotsky. Las cosas que son perfectamente claras para un viejo bolchevique que ha luchado incansablemente por la línea leninista, no son claras para el joven militante del Partido. El leninista debe aprender, sobre todo, a no decir que “la discusión de esta cuestión perturba nuestro aprendizaje”. Por el contrario, la discusión de esta cuestión nos permitirá obtener una comprensión aún más profunda del leninismo.
El camarada Trotsky dedicó todas sus fuerzas a la lucha por el poder soviético durante los años decisivos de la revolución. Se comportó heroicamente en su difícil puesto de responsabilidad. Trabajó con energía sin precedentes y realizó portentos para los intereses de la salvaguardia de la victoria de la revolución. El Partido no olvidará esto.
Pero los logros de Octubre aún no han sido totalmente consumados. Debemos seguir trabajando con determinación para su realización. Y será peligroso y desastroso desviarnos del camino del leninismo, un camino históricamente probado. Y cuando un camarada como Trotsky, transita, aunque sea inconscientemente, el camino de la revisión del leninismo, entonces el Partido debe pronunciarse.
Fuente: The Errors of Trotskyism, mayo de 1925, publicado por el Partido Comunista de Gran Bretaña.
1 comentario:
Distorsiones y falsedades del “trotskista” Eastman, en su libro “Since Lenin Died”
En 1922, el periodista norteamericano Max Eastman, cuyo periódico financió en 1917 el viaje de John Reed a Rusia y publicó por entregas lo que sería el libro "Diez días que estremecieron al mundo", viajó, él mismo, a Rusia. Permaneció en la tierra de los Soviets hasta mediados de 1924, estableciendo amistad con Trotsky, desposando a una comunista rusa, participando en las reuniones de la Internacional y asistiendo además al XIII Congreso del Partido bolchevique, donde se conoció el "testamento" de Lenin. Apenas salido de Rusia, escribió y publicó en 1925 el libro "Since Lenin died", donde expone de manera distorsionada y falaz la lucha interna en el Partido bolchevique. En ese mismo libro revela la existencia del "testamento" de Lenin, pero deforma su contenido. El objetivo del libro es presentar a Trotsky como el sucesor de Lenin y como una víctima de la dirección del Partido bolchevique. Por "coincidencia", meses antes de la publicación del libro de Eastman, Trotsky había publicado sus "Lecciones de Octubre" en el que atacaba nuevamente a la dirección del Partido y al Partido mismo, e intentaba reescribir la historia de la revolución rusa, provocando la indignación y la respuesta inmediata del Partido y sus militantes bolcheviques. En 1926, en una actitud nada revolucionaria, Eastman le "dio" al New York Times una copia del "testamento" de Lenin. Nuevamente, esto coincidía con la campaña de la oposición unida, de oportunistas, contra el Partido y su dirección leninista. Eastman era el colaborador de Trotsky fuera de Rusia y el traductor al inglés de sus obras. En la década de 1930, abandonaría las ideas "socialistas" y en 1941, mientras la URSS era víctima de la agresión nazifascista, Eastman se convertía en uno de los editores de Reader's Digest ("Selecciones"), medio emblemático de desinformación del imperialismo norteamericano. Luego se convertiría en abierto anticomunista, apoyando en algún momento a McCarthy y asociándose también con los ideólogos del liberalismo burgués Hayek y Mises.
El libro de Eastman es la primera exposición sistematizada de la versión trotskista sobre la lucha interna en el Partido, posterior a la muerte de Lenin. Ahí se encuentra, en bruto, todo el arsenal que después de su expulsión de la URSS, Trotsky utilizaría en su lucha contra el Partido bolchevique y la URSS. En la siguiente carta, Stalin exige que Trotsky -la fuente de las afirmaciones de Eastman- se pronuncie sobre el contenido del libro en cuestión y lo denuncie por falsear los hechos. En la carta, Stalin desmiente la versión -que hasta hoy utilizan intelectuales burgueses, trotskistas y hasta comunistas desinformados- que dice que el "testamento" no fue leído en el Congreso, a la totalidad de los delegados. La "Carta al Congreso" de Lenin, si bien no se publicó en la prensa, fue conocida por los delegados que luego se encargarían de transmitirla en sus respectivas organizaciones partidarias. Trotsky, ante la espada y la pared, tuvo que pronunciarse contra las falsedades de Eastman, que él mismo había alimentado.
El documento completo aquí:
http://bitacoradeunnicaraguense.blogspot.com.es/2013/01/distorsiones-y-falsedades-del.html
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