Creo que fue hace dos a tres meses.
Que comprendí que el único modo real
de decir todo era,
Sencillamente decir todo.
Guillermo Rodríguez Rivera
Desde niño mis padres trataron de enseñarme a decir siempre la verdad como la estaba sintiendo. No fueron pocos los regaños para tratar de formar ese valor en mí. Pero se les olvidó enseñarme a lidiar con las consecuencias de hablar con el corazón.
Una escena del primer capítulo de la serie “Espartaco: la guerra de los condenados”, se suscita un dialogo entre Espartaco y uno de sus seguidores. El cual sin saber que estaba hablando con el mismísimo “Gran Líder” se queja de las condiciones paupérrimas en las que estaban viviendo. Cuando se percata con quien estaba conversando el miedo lo invade y trata de pedir disculpas pero Espartaco lo interrumpe diciéndole: “Puedes estar hambriento o no tener una cama caliente, pero mientras yo respire tienes libertad de hablar con el corazón. Hasta en contra del “Gran Hombre sobre la Colina”.
Esta escena me motivó a reflexionar un poco sobre esta problemática en nuestra sociedad, la cual me provoca la pregunta ¿Por qué Raúl Castro convoca a la sociedad cubana “…a acostumbrarnos todos a decirnos la verdad de frente… discrepar incluso de lo que digan los jefes, cuando consideramos que nos asiste la razón…”? Y nada menos que en el discurso clausura de la Primera Conferencia Nacional del Partido. ¿Acaso esa no debe ser la práctica cotidiana de un revolucionario? Estoy convencido que en nuestra sociedad, en los espacios establecidos, los cubanos no estamos hablando con el corazón.
Una de las causas, y no la única, la plantea Raúl en ese mismo discurso cuando expresa “…Hay que estar dispuestos a buscarnos problemas defendiendo nuestras ideas y enfrentando con firmeza lo mal hecho…” Me pregunto ¿Por qué hay que buscarse problemas al decir lo que uno siente? ¿En qué manual de dirección o reglamento está escrito que hay que humillar, sancionar y hacer sufrir a un subordinado porque plantee un problema que está afectando el funcionamiento de la organización o la sociedad? Estoy hablando de un fenómeno, que no es así en todos los casos, pero lamentablemente constituye método y estilo de trabajo de algunos directivos y funcionarios.
¿Cuantos ciudadanos están dispuestos a “buscarse problemas”? Conozco casos que han cometido la osadía de enfrentar lo que ellos creen que está mal hecho y el precio que han tenido que pagar, ha sido muy alto. Alguien que tenga que vivir una experiencia semejante a esta: ¿seguirá siendo la misma persona? ¿Se borrará de su subconsciente los sufrimientos provocados? ¿Las personas que conocieron de lo ocurrido se atreverán, en algún momento, a ser tan osados? Después queremos ver como victoria la rectificación de las injusticias cometidas con “los busca-problemas”. ¿Cuántos hombres honestos y revolucionarios ha perdido la Revolución por hechos como estos?
Raúl decía, en esa misma intervención, que era necesario “fomentar un clima de máxima confianza y la creación de las condiciones requeridas en todos los niveles para el más amplio y sincero intercambio de opiniones, tanto en el seno de la organización (PCC), como en sus vínculos con los trabajadores y la población, favoreciendo que las discrepancias sean asumidas con naturalidad y respeto”. Estoy de acuerdo con él, no existen condiciones para el intercambio sincero de opiniones. Siendo los máximos responsables los funcionarios por tomar represalias con los “criticones”; los subordinados por dejarse dominar por el temor y en ocasiones, por actitudes oportunistas, asumir posturas indolentes y apáticas con lo mal hecho; y también a los funcionarios de organismos superiores que justifican estas malas prácticas como un exceso de recelo revolucionario.
Reconozco que son alentadoras las estadísticas ofrecidas por la Contralora Genera, cuando develó que con la gestión del extinto Ministerio de Auditoría y Control el 99 por ciento de las denuncias de la población eran anónimos, hoy con las acciones y la implementación de un grupo de medidas el 76 por ciento de ellas son identificadas.
Resulta trascendental y estratégico el vínculo dirigente-pueblo en los momentos actuales del proceso revolucionario. Resultaría muy peligroso para el futuro de nuestro sistema social, que el cubano no confíe en los espacios creados para expresarse y en cambio busque espacios informales para hablar con el corazón. Creo que es importante fomentar una verdadera cultura del debate donde el ciudadano no sienta la necesidad de autocensurarse. Hablar con el corazón no puede convertirse en una utopía sino en práctica diaria.
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