Por Jesús Silva R.
Si en la economía apoyamos la libertad del trabajo frente a la dictadura del capital y consideramos impostergable promover un sistema donde la clase trabajadora reciba lo que produce sin elites empresariales que se apropien del valor del trabajo ajeno; y por esa razón somos enemigos del capitalismo global, es por convicción científica.
Si en el tema de etnias y razas, rechazamos el mito eurocentrista y valoramos la diversidad de gentes de todos los colores que son iguales en inteligencia, fuerza y voluntad; y por nuestra visión filosófica la propaganda racista del imperio mediático nos agrede, es por principio humanista.
Si en el ámbito del género, defendemos la igualdad y la equiparación entre mujeres y hombres en todos los órdenes de la vida social y difundimos que la revolución feminista no es una cuestión hembrista si no una filosofía democrática; y por esto repudiamos el machismo, el patriarcado, el sexismo y la cosificación, es por conciencia social.
Si en la familia enseñamos una convivencia basada en equidad y solidaridad; y por tal razón marcamos distancia frente a modelos contaminados con antivalores y mezquindades; es por criterio constructivo.
Si en la polémica de la religión en el siglo XXI, repudiamos a los sectores dedicados a agasajar a los ricos y embrutecer a los pobres, además de que denunciamos portadores de biblias y crucifijos que participan o encubren crímenes pederastas; es por conciencia realista.
Si porque nos empeñamos en la construcción de una nueva sociedad sin división de clases ni explotación de las personas; y por ello tarifados y tránsfugas nos hacen la guerra, es por identidad clasista.
Todo es culpa del autor del socialismo y Engels muy bien lo precisó: “Marx descubrió la ley del desarrollo de la historia humana: el hecho, tan sencillo, pero oculto bajo la maleza ideológica, de que el hombre necesita, en primer lugar, comer, beber, tener un techo y vestirse antes de poder hacer política, ciencia, arte, religión, etc.”
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