Por la Agencia Cubana de Noticias ACN.
Con sobradas razones, el naciente Gobierno Revolucionario nacionalizó las filiales de las compañías norteamericanas radicadas en
Cuba no solo por violar disposiciones legales antes de 1959, sino
también para contrarrestar los efectos de una política caracterizada por
el saqueo y el injerencismo desde épocas remotas.
Es cierto que
aquellas intervenciones poseían un carácter antiimperialista, pero no
eliminaban la propiedad privada e incluso la burguesía cubana, ni
siquiera sintió las consecuencias, más bien estuvo en mejores
condiciones de producir al librarse de la desleal competencia de los
monopolios estadounidenses.
Hasta recibió apoyo del sector
estatal, robustecido por la recuperación de los bienes bajo la antigua
posesión de la tiranía de Fulgencio Batista, un autoproclamado General
con una ambición desmedida por el poder que ejerció a sangre y fuego
hasta el 59.
En 1960 los planes de guerra aplicados por la CIA y la administración estadounidense perseguían el desplome del Gobierno Revolucionario; en contraposición en el verano de ese año se produjo una respuesta que conjugó la solidaridad latinoamericana con la medida más radical tomada hasta ese momento contra los intereses yanquis en la Isla, materializada en un proceso sin precedentes en la historia del continente.
En 1960 la política agresiva de Estados Unidos hacia la Revolución Cubana se intensificó, como reconoció en su libro Seis Crisis (1962) Richard M. Nixon. Según el entonces vicepresidente del gobierno de Dwight Eisenhower, a principios de ese año, “la CIA recibió instrucciones de facilitar armas, municiones y entrenamiento a los cubanos huidos del régimen de Castro, exiliados en los Estados Unidos y otros países de la América Latina. La operación se realizaba en secreto.”
Ante la brutal acometida norteamericana, la Revolución Cubana comenzó a acercarse a la Unión Soviética (URSS), aprovechando la presencia en La Habana, en febrero de 1960, de su viceprimer ministro Anastás Mikoyan, para inaugurar la exposición de Logros de la Ciencia y Técnica de su país, ya presentada en México y Estados Unidos. Al término de la visita se firmó el primer convenio comercial entre los dos países, que permitiría a Cuba la venta de 5 millones de toneladas de azúcar hasta 1964 y la adquisición de petróleo. Poco después fueron restablecidas las relaciones diplomáticas con la URSS y a fines de junio de 1960 Raúl Castro viajó a Moscú, donde se reunió con el principal dirigente soviético Nikita Jruschov.
El inminente conflicto directo con Estados Unidos estalló a fines de ese mismo mes, motivado por la negativa de la Standard Oil de New Jersey (Esso), Texas Company (Texaco) y la Royal Dutch Shell, de procesar en sus refinerías el petróleo soviético comprado por Cuba. El desacato de los grandes consorcios, que seguían instrucciones de Washington, llevó al Gobierno Revolucionario a expropiarlas el 28 de junio de 1960, amparado en la ley sobre minerales combustibles de 1938, que las obligaba a refinar el hidrocarburo proporcionado por el Estado cubano. En represalia, el 6 de julio el presidente Eisenhower canceló las compras de azúcar a Cuba y poco después la URSS anunciaba su disposición de adquirir también esa cantidad.
El sábado 6 de agosto, el entonces llamado Estadio del Cerro, hoy Latinoamericano, estaba colmado del público que asistió a la clausura del Primer Congreso Latinoamericano de Juventudes, que tuvo su punto culminante cuando el Comandante en Jefe Fidel Castro anunció la nacionalización de las propiedades norteamericanas en Cuba, como respuesta al claro rumbo agresivo que tomó EE.UU. contra el país.
La selección de la fecha y el lugar no obedeció solamente a una simple coincidencia histórica, ya que desde hacía días se celebraba en La Habana el evento, el cual aglutinó a las organizaciones de izquierda que apoyaban y defendían a Cuba, y resultaba difícil de obviar por las campañas mediáticas y la actitud lacayuna de la mayoría de los gobiernos de la región.
En ese contexto, precisamente, Fidel organizó su intervención en la clausura del congreso, no de forma tradicional sino para comunicar al mundo la respuesta de la Revolución a los planes enemigos, que ocho meses después culminarían con la invasión mercenaria por Playa Girón en abril de 1961.
Sin haberse proclamado todavía el Socialismo en 1961 y antes de que arreciaran las agresiones de EE.UU., el Comandante en Jefe Fidel Castro alertó que el enfrentamiento con el capital extranjero constituía el camino correcto de un pueblo que quisiera liberarse.
De modo que conceptualmente estaban sentadas las bases para un proceso de indemnización, en la cual se conciliarían los intereses monopolistas y los del Estado cubano: una práctica internacional conocida por Acuerdos Globales de Compensación.
Pero el proverbial y engañoso “destino manifiesto de Estados Unidos” carecía de límites en su afán generalizado de dominación, y en junio de 1960 las empresas petroleras estadounidenses informaron que no enviarían más hidrocarburos.
Incluso, prohibieron a sus refinerías procesarlos si procedían de otras
fuentes, a pesar de que la Ley cubana de Minerales y Combustibles, del
nueve de mayo de 1938, establecía la obligatoriedad de esas entidades de
refinar el crudo que el Estado suministrara.
Soberanía económica y política
Las Leyes del Gobierno Revolucionario anunciadas por Fidel y Raúl Castro, quien tomó la palabra debido a una temporal perdida de voz del máximo líder, incluían la confiscación de 26 compañías estadounidenses, tres refinerías de petróleo, los monopolios de la electricidad y del teléfono, así como 36 centrales azucareros, medidas que se realizaron en apego al derecho internacional y que incluían el pago de indemnizaciones de acuerdo con negociaciones y acuerdos entre las partes.
Así pasaron a manos del pueblo también las propiedades españolas, francesas,
suizas, británicas y canadienses, con las cuales se acordó la
correspondiente indemnización.
El proceso de nacionalización se produjo tras sufrir el país numerosas acciones enemigas, como la del 4 de marzo de 1960, cuando en la bahía habanera se elevó a más de mil metros el hongo de una explosión, que recordaba las producidas por los ensayos nucleares en el Océano Pacífico, al volar el Vapor francés La Coubre, cargado de armas y municiones adquiridas por el Gobierno Revolucionario en Bélgica, mientras se descargaban, con un saldo de 101 fallecidos, entre ellos seis marinos franceses y ocho trabajadores portuarios españoles, así como 400 personas lesionadas o incapacitadas de por vida.
Las investigaciones de las autoridades cubanas demostraron que el crimen respondía a una operación de la CIA, para evitar que las fuerzas armadas cubanas adquirieran armas para defenderse.
El 3 de julio del propio año, el presidente Dwight Eisenhower con el apoyo del poder legislativo, rebajó la cuota azucarera, principal fuente de divisas de la nación antillana por concepto de venta a EE.UU., y rechazó la compra de 700 mil toneladas ya producidas, lo que significaba un gran golpe a la joven Revolución.
Las compañías e instituciones estadounidenses en la Isla, además de hacer patente la explotación semicolonial, representaban para la CIA un recurso estructural y de apoyo en medios económicos de primer orden en sus planes.
En Cuba se pretendía repetir el papel de la United Company, junto a otros intereses estadounidenses, en el golpe de Estado organizado por la nación norteña contra el gobierno nacionalista del presidente Jacobo Arbenz en Guatemala durante 1954, para preservar y utilizar sus haciendas e instalaciones como bases de apoyo y de armas para los mercenarios pagados por Washington.
Pero se equivocaron en sus apreciaciones sobre la capacidad de resistencia y respuesta del pueblo y de su máximo dirigente Fidel Castro.
Desde el mismo inicio de las agresiones Fidel declaró:
“…en ese intento de irnos quitando la cuota, libra a libra, ¡le iremos quitando central por central! ¡y le iremos quitando, centavo a centavo, hasta la última inversión de norteamericanos en Cuba! y no solo eso, sino que, libra por libra, ¡iremos suspendiendo todas las importaciones norteamericanas en Cuba! que el mundo es ancho y nosotros les compraremos a los que nos compren.”
Estados Unidos, en un gesto de prepotencia y en espera de la derrota de la Revolución, se negó a aceptar las condiciones de Cuba y no negoció sus intereses nacionalizados.
Ya el 17 de agosto de 1960, una multitud comenzó a concentrarse ante el edificio de la Cuban Telephone Company, en la capital. Han trascendido las imágenes de obreros retirando el letrero alusivo a la transnacional y en las calles, el pueblo festejaba lo que sería un gran acto de dignidad y de soberanía del país; una utopía largamente postergada y que se cumplía por primera vez.
Al mismo tiempo, en el edificio principal de la Cuba Electric Company (Cubaneleco), se hacía efectiva la nacionalización. Por las calles de La Habana, trabajadores llevaban en andas ataúdes que representaban a los monopolios expropiados. Ya en el antiguo Palacio Presidencial de Cuba, una multitud se congregaba y se decían los nombres de cada una de las compañías expropiadas; ESSO, United Fruit Company, Texaco y Manatí Sugar Company entre otras, y un coro replicaba al unísono: “Se llamaba”.
Estas nacionalizaciones significaron de manera clara el rumbo soberano y antimperialista de la naciente Revolución Cubana. Y también definieron las relaciones entre Estados Unidos y Cuba en que la soberanía sería el pilar para los vínculos con el exterior. Visto como una afrenta y al ver perjudicados sus intereses en lo hasta el triunfo de la Revolución habían sido “relaciones incondicionales”, el gobierno de Estados Unidos decretó formalmente en 1962 el bloqueo a Cuba que por 60 años ha intentado asfixiar su economía y la vida de su pueblo.
Más de 10 administraciones estadounidenses han persistido y persisten en derrocar el proyecto social cubano y reconstruir su sistema neocolonial.
Desde 1996 esgrimen la Ley Helms-Burton, con la cual ilusamente piensan recobrar lo que desde aquel ya lejano e histórico 6 de agosto de 1960 es propiedad del pueblo.
En aquel entonces se conocía sobradamente del saqueo que durante la dictadura de Batista, había realizado su gobierno de las arcas públicas, más de mil 300
millones de dólares, que los ladrones se llevaron consigo hacia La Unión, después del triunfo de la Revolución.
Por tanto, ¿Estados Unidos no está endeudado con Cuba?
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