11 de septiembre de 2022

GOLPE DE ESTADO EN LA REPÚBLICA DE CHILE. MUERTE TRÁGICA DE SALVADOR ALLENDE.

 Salvador Allende

Salvador Allende, elegido presidente de Chile en 1970 y derrocado en 1973.

 

Por Estéban Zúñiga

11 de septiembre de 1973.

"No lo creáis, cubría
su rostro la misma máscara.
La lealtad en la boca,
pero en la mano una bala.
 
Al fin, los mismos en Chile
que en España.
Ya se acabó. Mas la muerte,
la muerte no acaba nada.
 
¡Mirad! Han matado a un hombre.
Ciega la mano que mata.
Cayó ayer. Pero su sangre,
hoy, y ya mismo se levanta".
 
Roma, 13 de septiembre de 1973.
(Rafael Alberti. "Al Presidente de Chile, Salvador Allende". De su poemario, publicado en el añó 1980, "Fustigada Luz").
 
Hoy se cumplen cuarenta y nueve años, del golpe de Estado por parte de unos militares chilenos traidores que rompiendo con la Constitución, el Estado de Derecho y la democracia con la que se habían dotado los ciudadanos chilenos, asaltarían el Palacio de la Moneda, sede del Gobierno de la República de Chile, y en el que encontraría la muerte Presidente de la República y líder de la Unidad Popular chilena, SALVADOR ALLENDE GOSSENS.
 
“Empleados del Palacio de la Moneda sometidos por los militares”. Foto: AP
 
De toda la literatura existente sobre este luctuoso, trágico y gravísimo atentado criminal existe abundante literatura.
 
Hoy pretendemos que los textos salidos, por aquellos macabros asesinatos, giren sobre tres temas: los versos del poeta comunista español Rafael Alberti -que encabezan el texto- y las palabras lanzadas, por medio de la radio, de SALVADOR ALLENDE, desde el Palacio de la Moneda: asediada a sangre y fuego por los militares golpistas, al pueblo chileno y que mantenía la esperanza de que un día los hombres y mujeres chilenas recuperarían la libertad.
 
"¡Trabajadores de mi Patria! Tengo fe en Chile y en su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán de nuevo las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor. 
¡Viva Chile!, ¡Viva el pueblo!, ¡Vivan los trabajadores!".
 
Y un tercer texto titulado "TRAMPA", del escritor uruguayo Eduardo Galeano, en que resaltaría, por un lado la dignidad de las palabras de Salvador Allende, dirigidas al pueblo chileno que estaba siendo agredido y asesinado por un grupo de generales traidores. Y por otro lado, pondría en valor que "el presidente Allende muerte en su sitio".
 
"MISIÓN CUMPLIDA. MONEDA TOMADA, PRESIDENTE MUERTO".
 
Liderado por el Vicealmirante de la Armada chilena, José Toribio Merino, y el Comandante de la Fuerza Aérea, Gustavo Leigh, el golpe militar había sido planificado para ponerlo en marcha para el día 11 de septiembre, pues ese día el ejército se encontraba en Santiago para celebrar el día de las "Glorias del Ejército". 
 
Anteriormente, el día 8 de septiembre los golpistas invitarían a unirse a la trama al Jefe del Ejército de Tierra general Augusto Pinochet, el cual no daría una respuesta concreta. Pero al día siguiente, con el fin de dar una salida a la grave crisis política existente, el presidente Salvador Allende informaría a los mandos militares que había decidido convocar un plebiscito nacional. Ese mismo día, los cabecillas del golpe contarían con el apoyo del General Augusto Pinochet.
 
En la madrugada del martes 11 de septiembre de 1973, los navíos de la Armada chilena que habían zarpado el día anterior para participar en unas maniobras navales con barcos estadounidenses, regresaría a su base en Valparaíso, para de inmediato y tras unos cañonazos, ocupar las calles cercanas al puerto, la lntendencia y los centros de comunicación de la ciudad. 
 
Eran las 6 de la mañana. Informado de la sublevación de la Armada, Salvador Allende se dirigiría, desde su domicilio hacia las 7:30 hs., al Palacio de La Moneda, sede del Gobierno chileno, que en aquellos momentos se encontraba custodiado por tanquetas del Cuerpo de Carabineros, que tras el posterior primer comunicado de la Junta Militar golpista se retirarían. Para cuarenta y cinco minutos más tarde iniciarse el ataque por tierra al Palacio de la Moneda.
 
Horizontal

La última imágen del presidente Salvador Allende, con casco y una metralleta AK-47, mientras el palacio de La Moneda era bombardeado


A las 7:55 horas, por medio de Radio Corporación, Salvador Allende se dirigiría, por vez primera, a la población chilena:
 
"(...) yo estoy aquí, en el Palacio de Gobierno, y me quedaré aquí defendiendo al Gobierno que represento por voluntad del pueblo. Lo que deseo, esencialmente, es que los trabajadores estén atentos, vigilantes y que eviten provocaciones. Como primera etapa tenemos que ver la respuesta, que espero sea positiva, de los soldados de la Patria, que han jurado defender el régimen establecido que es la expresión de la voluntad ciudadana, y que cumplirán con la doctrina que prestigió a Chile y le prestigia el profesionalismo de las Fuerzas Armadas. En estas circunstancias, tengo la certeza de que los soldados sabrán cumplir con su obligación. De todas maneras, el pueblo y los trabajadores, fundamentalmente, deben estar movilizados activamente, pero en sus sitios de trabajo, escuchando el llamado que puede hacerle y las instrucciones que les dé el compañero presidente de la República."
 
Sin embargo y haciendo oídos sordos a las llamadas a los soldados chilenos, quince minutos después, las radios de la oposición, y los cómplices de la trama golpista, transmitirían la primera proclama de las Fuerzas Armadas.
 
A las 9:20 horas, y a través de Radio Magallanes, la única radio que aún no había sido silenciada por los golpistas, se transmitiría el que sería el último mensaje del presidente Salvador Allende al país, anunciando que no abandonaría la Casa del Gobierno, manteniendo firmemente su decisión de "seguir defendiendo a Chile", además de tener claro cual sería su destino:
 
"Quizás sea ésa la última oportunidad en que me pueda dirigir a ustedes. 
La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio Portales y Radio Corporación. Mis palabras no tienen amargura, sino decepción, y serán ellas el castigo moral para los que han traicionado el juramento que hicieron: Soldados de Chile, comandantes en jefe y titulares... .... el almirante Merino... más el señor Mendoza, general rastreo que sólo ayer manifestara su solidaridad y lealtad al gobierno, también se ha denominado director general de Carabineros.
 
Ante estos hechos sólo me cabe decir a los trabajadores: Yo no voy a renunciar. Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos no podrá ser sesgada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza.
 
La historia es nuestra y la hacen los pueblos.
 
¡Trabajadores de mi Patria! Quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y la ley, y así lo hizo. 
 
En este momento definitivo, el último en que yo puedo dirigirme a ustedes, espero que aprovechen la lección.
El capital foráneo, el imperialismo, unidos a la reacción, crearon el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición: la que les señalo Schneider y que reafirmara el Comandante Araya, víctimas del mismo sector social que hoy estará en sus casas esperando, con mano ajena, reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios...
 
Me dirijo a los profesionales de la Patria, a los profesionales patriotas que siguieron trabajando contra la sedición auspiciada por los colegios profesionales, colegios de clases para defender también las ventajas de una sociedad capitalistas de unos pocos.
 
Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron y entregaron su alegría y su espíritu de lucha. Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos, porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente: en los atentados terroristas, volando puentes, cortando vías férreas, destruyendo oleoductos y los gaseoductos, frente al silencio de quienes tenían la obligación de proceder. Estaban comprometidos. La historia los juzgará.
 
...Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz no llegará a ustedes. No importa, la seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos mi recuerdo será el de un hombres digno que fue leal con la Patria.
 
El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.
 
¡Trabajadores de mi Patria! Tengo fe en Chile y en su destino. 
 
Superarán otros hombres este momento gris y amargo donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán de nuevo las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor. 
 
¡Viva Chile!, ¡Viva el pueblo!, ¡Vivan los trabajadores!
 
Éstas son mis últimas palabras, teniendo la certeza que mi sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que, por lo menos, habrá una sanción moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición."
 
 
Su voz: https://www.youtube.com/watch?v=xZeEfXjTNu4&t=6s
 
Los militares golpistas lanzarían al presidente Salvador Allende un ultimátum: La Moneda debe ser abandonada antes de las 11:00 horas, pues de lo contrario será atacada "por tierra y aire", para seguidamente retirarse las tanquetas y el personal del Cuerpo d Carabineros que custodiaban el Palacio de la Moneda. Los militares golpista contactarían con Salvador Allende proponiéndole que le sacarían del país por avión hacia el exilio, a los que el presidente chileno respondería que nunca se iba a rendir.
 
Cerca del mediodía, a las 11:52 horas, aviones "Hawker Hunter" de la Fuerza Aérea chilena, después de sobrevolar el Palacio de La Moneda, lo atacarían durante quince minutos y lanzarían unas veinte bombas y cohetes que destruirían diversas dependencias de la sede del Gobierno, iniciándose un importante incendio. Una ataque aéreo que constituiría la acción más espectacular del golpe militar, destacando su precisión, puesto que las bombas destruirían las instalaciones del interior pero no afectarían a la fachada del Palacio, que sólo quedaría afectada por los disparos de rifle y metralleta de los soldados que rodeaban el recinto. 
 
 
Poco minutos después caía el Palacio de La Moneda y el presidente, Salvador Allende, sería encontrado muerto por arma de fuego en el salón principal.
 
Era el final trágico del camarada Salvador Allende y de la "Vía chilena al Socialismo".
 
En los primeros momentos existirían ciertas dudas respecto a como había muerto Salvador Allende: ¿Combatiendo en la defensa del Palacio de La Moneda? ¿Asesinado cuando ya estaba herido? ¿Suicidándose, antes que rendirse, con el AK-47 que le había regalado Fidel Castro?
 
Fuera cual fuera la causa, en su discurso de despedida, por Radio Magallanes, había afirmado: "Pagaré con mi vida la lealtad del pueblo".
 
A continuación transcribimos la reflexión del escritor uruguayo Eduardo Galeano sobre estos acontecimientos:
 
"LA TRAMPA"
 
Por EDUARDO GALEANO.
 
"Por valija diplomática llegan los verdes billetes que financian huelgas y sabotajes y cataratas de mentiras. Los empresarios paralizan a Chile y le niegan alimentos. No hay más mercado que el mercado negro. Largas colas hace la gente en busca de un paquete de cigarrillos o un kilo de azúcar; conseguir carne y aceite requiere un milagro de la Virgen María Santísima.
 
La Democracia Cristiana y el diario "El Mercurio" dicen pestes del gobierno y exigen a gritos el cuartelazo redentor, que ya es hora de acabar con esta tiranía roja; les hacen eco otros diarios y revistas, y radios, y canales de televisión. Al gobierno le cuesta moverse; jueces y parlamentarios le ponen palos en las ruedas, mientras conspiran en los cuarteles los jefes militares que Allende cree leales.
 
En estos tiempos difíciles, los trabajadores están descubriendo los secretos de la economía. Están aprendiendo que no es imposible producir sin patronos, ni abastecer sin mercaderes. 
 
Pero la multitud obrera marcha sin armas, vacías las manos, por este camino de su libertad. Desde el horizonte vienen unos cuantos buques de guerra de los Estados Unidos, y se exhiben ante las costas chilenas. Y el golpe militar, tan anunciado, ocurre.
 
Le gusta la buena vida. Varias veces ha dicho que no tiene pasta de apóstol ni condiciones para mártir. Pero también ha dicho que vale la pena morir por todo aquello sin lo cual no vale la pena vivir.
 
Los generales alzados le exigen la renuncia. Le ofrecen una avión para que se vaya de Chile. Le advierten que el palacio presidencial será bombardeado por tierra y aire. Junto a un puñado de hombres, Salvador Allende escucha las noticias. Los militares se han apoderado de todo el país. Allende se pone un casco y prepara su fusil. Resuena el estruendo de las primeras bombas. El presidente habla ahora por radio, por última vez:  "Yo no voy a renunciar..."
 
Una gran nube negra se eleva desde el palacio en llamas. El presidente Allende muere en su sitio. Los militares matan a miles por todo Chile. El Registro Civil no anota las defunciones, porque no caben en los libros, pero el general Tomás Opazo Santander afirma que las víctimas no suman más que el 0,1 por 100 de la población, lo que no es un alto coste social, y el director de al CIA, William Colby, explica en Washsington que gracias a los fusilamientos Chile está evitando una guerra civil. La señora Pinochet declara que el llanto de las madres redimirá al país. Ocupa el poder, todo el poder, una Junta Militar de cuatro miembros, formados en la Escuela de las Américas en Panamá. Los encabeza el general Augusto Pinochet, profesor de Geopolítica. Suena música marcial sobre un fondo de explosiones y metralla; las radios emiten bandos y proclamas que prometen más sangres, mientras el precio del cobre se multiplica por tres, súbitamente, en el mercado mundial.
 
El poeta Miguel Neruda, moribundo, pide noticias del terror. De a ratos consigue dormir y dormido delira. La vigilia y el sueño son una única pesadilla. Desde que escuchó por radio las palabras de Salvador Allende, su digno adiós, el poeta ha entrado en agonía."

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