Por Estebán Zúñiga.
MARÍA TERESA LEÓN. PALABRAS DIRIGIDAS AL PUEBLO COMBATIENTE Y A TODAS LAS MUJERES DE ESPAÑA.
“La mujer popular se ha levantado sobre nuestros campos rotos con el prestigio de su derecho a intervenir en la Historia de España. Si el miliciano, por disciplina de tirador, tiene que parapetarse en los accidentes del terreno, ella está de pie, a pie firme bajo el vuelo de los aviones, resistiendo sola con su ira y su fe la metralla del enemigo.” (María Teresa León. “A las mujeres españolas”, 19 de noviembre de 1936).
El jueves 19 de noviembre de 1939, aparecería en la primera página de “El Mono Azul”, revista editada por la Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura, un artículo de María Teresa León, que formaba parte de la dirección de esta misma revista, bajo el título de “A LAS MUJERES ESPAÑOLAS”; y que había sido radiado tres días antes, el 16 de noviembre de 1939, a través de las ondas por la emisora Unión Radio; y que estaba muy influenciado por la gran ofensiva de los bombarderos fascistas sobre la ciudad de Madrid.
Un texto que, posteriormente, la misma María Teresa León recogería, bajo el título de “La doncella guerrera”, en su “Crónica general de la Guerra Civil”.
Un emotivo y épico artículo, con un marcado carácter feminista, donde la autora basándose en un viejo romance castellano, “La doncella guerrera", nos muestra como una joven deja su hogar para dirigirse al frente de batalla para luchar contra el fascismo y la reacción, y en el que apelaría al ánimo luchador y combativo de las mujeres españolas durante todos los tiempos, en los que siempre había habido impedimentos sociales sobre el papel subalterno que jugaba la mujer.
Texto en el que realiza una encendida defensa de las mujeres proletarias. De las que destaca tanto su valentía y arrojo para conseguir superar un mundo dominado por los hombres, como la necesidad de conseguir el valor que se merecen.
Una historia de la doncella guerrera, que quiere ser el anuncio de la conversión de ésta en el símbolo y la imagen de todas las mujeres de la España que luchan por la libertad, tanto las que luchan en primera línea de fuego, como las que sirven a la guerra trabajando en la retaguardia atendiendo, en los hospitales, a los heridos y en las fábricas para que no se produzca un paro en la producción, o se aminore ésta, para alimentar la máquina de guerra.
Un artículo donde destaca la contraposición existente, entre la gloria y el reconocimiento de la mujer proletaria y popular frente a la mujer franquista, la mujer burguesa a la que acusa de falta de solidaridad y sensibilidad. Sin olvidarse de la existencia y significación de la lucha de clases como la causa fundamental de la guerra, recordando su paso como antigua alumna del colegio del Sagrado Corazón.
MARÍA TERESA LEÓN.
“A LAS MUJERES ESPAÑOLAS.”
(Fuente; “El Mono Azul”. Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura. Nº 13, páginas 1 y 4. Madrid, 19 de noviembre de 1936).
El viejo romance castellano nos habla de la muchacha que dejo la paz íntima de su casa, padre, madre y hermanos, y se marchó a pelear. La doncella guerrera vista una mañana su armadura, calza sus finas manos de guantes de hierro y contesta, cuando el padre insiste en retenerla diciéndole:
“Conoceránte en los pechos
que asoman bajo el jubón.
-Yo los apretaré, padre,
al par de mi corazón".
La doncella guerrera, nueva en el mundo recién estrenado por su juventud, aprieta su corazón, estruja su corazón, para que quepa en la armadura de su valor. No sabe nada, sólo atiende al deber de la guerra, no quiere oír nada, sólo conoce la urgencia de demostrar virilidad, y nuestra doncella de romance deja atrás su aldea, atraviesa el puente que la separa del campo y se pone al servicio de la guerra.
"Conoceránte en los ojos
que otros más lindos no lo son.
-Yo los revolveré , padre,
como si fuera un traidor.”
La voz del padre vuelve a recordarle que no son taras de hembra aquellas de montar un caballo y marcharse con los otros que se van para no volver; pero ella sigue su camino, nadie podrá torcer riendas a su valor, va buscando salida de su mundo a otro mundo donde la vida es tan importante, que la muerte está aguardando suspendida absorta, sin saber qué trigales segar. La doncella guerrera se marcha a ese definitivo lugar de la guerra, y se vuelve a marchar en toda ocasión que se presenta, y se nos ha ido ahora, en este 1936, en ésta defensa de Madrid, apretando sus pechos contra su corazón.
La guerra moderna, el armamento moderno, no ha impedido a la mujer española asomarse a las milicias y tener su puesto de combate. Ha habido varoniles doncellas guerreras, contenidas y valientes enfermeras en los hospitales, serenas y sencillas madres que aguardan. En realidad, todas aguardan, todas las mujeres españolas esperamos con el corazón en suspenso, conteniendo las gotas de nuestra sangre para poder recibir al que vuelve.
Sabemos las mujeres de Madrid, que de nuestra fortaleza depende de la resistencia de las líneas de fuego, y que esos milicianos con cara de capitanes, de que hablaba ayer Antonio Machado, no pueden ver en nuestros ojos más que el reflejo de nuestra confianza.
La mujer popular se ha levantado sobre nuestros campos rotos con el prestigio de su derecho a intervenir en la Historia de España. Si el miliciano, por disciplina de tirador, tiene que parapetare en los accidentes del terreno, ella está de pie, a pie firme bajo el vuelo de los aviones, resistiendo sola con su ira y su fe la metralla del enemigo. Si antes se decía que no había retaguardia sino que todos estábamos en el frente de nuestro deber, ahora todo es línea de fuego, cada mujer madrileña está consigo misma en la soledad de su espera gloriosa, sabiendo lo que gana con las horas que van corriendo hacia la victoria.
Porque es preciso que la memoria no flaquee y los puntos de nuestra partida queden claros. ¿No recordáis ya la desconsideración antigua hacia la mujer, la dificultad que tenía para ganar su pan, el horror de las noches hambrientas y las miradas despreciativas? Yo recuerdo bien que donde ahora tiene instalado el Socorro Rojo su hospital había antes un colegio elegante, de religiosas; allí pasé yo diez años. En la parte más humilde, enseñaban a coser a algunas niñas pobres, el frío les llenaba las manos de sabañones, nosotras teníamos guantes blancos; eran las protegidas, las llamábamos así, con el impudor tranquilo de la falsa caridad cristiana. ¿De qué las protegíamos? ¿Del frío, del hambre, de la futura prostitución?
Yo recuerdo muy bien la vergüenza de darles por Navidad zapatos usados y gabanes rotos. Y si me escucháis por la radio, antiguas alumnas del Sagrado Corazón, si me oís dese Burgos, Salamanca y Sevilla, compañeras de las clases de Historia de España, sabed que la historia la están haciendo hoy vuestras antiguas protegidas, a quienes desdeñaban vuestros apellidos sonoros; que el suelo del antigua colegio, como el mundo ha cambiado de base, y que la memoria de las antiguas niñas pobres es la que hoy sirve para llenar de heroísmo las calles de Madrid.
Son las novias, las amantes, las madres, las hermanas de los combatientes; ellas no tienen vergüenza de ver desfilar regimientos mercenarios en su defensa, ellas no manda contra vosotras hordas de violadores, ellas no han vendido territorio nacional, no han traicionado ningún juramento, mujeres del pueblo eran y lo siguen siendo; españolas eran, y combaten por España; cuando ven pasar sus soldados, los conocen por sus nombres, los diferencian; son los compañeros del taller, de la fábrica.
Vosotros no sabéis lo que es tener el corazón limpio, apretado contra el pecho; estáis manchadas de ignominia y de pena; los ojos de los niños y las mujeres muertas os persiguen. Mujeres del otro campo, mujeres de enfrente, que hacéis guardar vuestro honor de hembras por marroquíes engañados y por legionarios sin escrúpulo. Da vergüenza pensar en vosotras; ¿cómo no detuvisteis los fusiles y desarmasteis a vuestros hermanos?
Habéis seguido, únicamente pensando en la torpe defensa de vuestros privilegios, a generales deshonrados, metidos a aprendices de dictadores. Las bombas y los obuses que matan a nuestros niños se volverán metralla de vuestro sueño. ¡Malditas seáis por cada uno de nuestros niños asesinados, por cada gota de sangre que empape la tierra de Madrid!
Más adelante, cuando los días de cólera terminen, cuando las armas victoriosas de nuestros milicianos descansen, cuando la ira de oír pisadas extranjeras en el suelo de España se apague para no volver, de todas las regiones de España vendrán las mujeres que supieron en la retaguardia acompañarnos en estas horas apretadas y brillantes.
Y vendrán las mujeres catalanas, que mandaron sus hijos a defender Madrid, y vendrán las levantinas, que recogieron las cosechas, y las que enhebraron las agujas mansamente, y las que guardaron los rebaños. Vendrán todas las que fueron hermanas en los días grises, y entonces, sólo entonces, se nos permita llorar de alegría.
Pero hoy no; la doncella guerrera debe aún conservar la armadura puesta y los pechos apretados contra su corazón; aún no puede llamar a la puerta de su casa para vestirse el traje del descanso. De pie en la trinchera donde los hombres luchan, ella, defensora de Madrid, tiene que terminar de escribir una página de nuestra Historia de España.
María Teresa LEÓN.”
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