Ejemplar en el que apareció el poema Las abarcas desiertas, de Miguel Hernández
Por Estéban Zúñiga.
“¡Mujeres de toda España, grande es el papel que tenéis que desempeñar el día 16, y después del 16!
Hemos notado con regocijo el despertar de vuestra conciencia de clase. Vuestra presencia, cada día más numerosa, en nuestros mítines demuestra que os emancipáis del yugo secular de la Iglesia, y que reclamáis vuestro puesto de lucha al lado de vuestros compañeros.
Para cambiar esta situación, es necesario que vosotras, con nosotros, vayáis a la lucha para vencer a todo lo que hay de malo en España.
¡Mujeres y hombres, mujeres y jóvenes, hay que vencer a la reacción, y luego respiraremos bienestar en España!
Cumplid con vuestro deber el día 16; impedid en cuanto sea posible que las damas estropajosas puedan suplantar o engañar a las mujeres trabajadoras haciéndolas votar por nuestros enemigos.”
(Palabras pronunciadas por José Díaz Ramos, Secretario General del Partido Comunista de España, en el mitin celebrado en el “Salón Guerrero” de Madrid, el 9 de febrero de 1936, una semana antes de las elecciones generales del 16 de febrero de 1936, que darían el triunfo al Frente Popular).
El Semanario AYUDA.
“AYUDA”, Semanario de la Solidaridad, era una publicación semanal de la Sección Española del SOCORRO ROJO INTERNACIONAL, organización adscrita a la Internacional Comunista, que compaginaría tanto acciones humanitarias como tareas de propaganda política.
Comenzaría su andadura en el mes de febrero de 1936, en un principio como una publicación quincenal y se editaría en Madrid, salvo el período comprendido entre los meses de enero y julio de 1938, en que la redacción se trasladaría a Valencia capital. Y que su último número, el 113, se editaría con fecha del 22 de diciembre de 1938.
Desde los inicios en el mes de febrero de 1936, contaría entre la relación de colaboradores de la revista contaría con las figuras de: Dolores Ibárruri, Rafael Alberti, María Teresa León, Luis Araquistáin, Margarita Nelken, César M. Arconada, Ramon J. Sender, Eduardo Zamacois, Matilde de la Torre, Javier Bueno, Julio A. del Vayo,…
Una de las principales características de “Ayuda” sería la gran presencia de la mujer, así al inicio María Teresa León sería la directora, además de contar con la colaboración de muchas mujeres como: Matilde Landa, Amparo Navarro, Rosario del Olmo, Elisa Risco,…; escribiendo también figuras como Tina Modotti -bajo el seudónimo de Carmen Ruiz- y Teresa Noce -con la firma de Estella.
Antonio Machado
María Teresa León
Rafael Alberti
Margarita Nelken
Luis Tapia
María Luisa Carnelli
Miguel Hernández
Una publicación que contendría muchas manifestaciones culturales y artículos, acompañados de poemas. Todos sus números contendrían algún poema, de los importantes escritores comprometidos con la República como: Antonio Machado, José Antonio Balbotín, Jacinto Benavente, Emilio Prados, …
Siendo Miguel Hernández quien con mayor asiduidad colaboraría con el semanal: sí, así sería allí, en su número 36 del 2 de enero de 1937 en vísperas del día de los Reyes Magos, donde publicaría su celebérrimo poema “Las abarcas desiertas".
Las abarcas desiertas, de Miguel Hernández.
Ayuda, número 36 (2 de enero de 1937).
Por el cinco de enero,
cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la ventana fría.
Y encontraba los días
que derriban las puertas,
mis abarcas vacías,
mis abarcas desiertas.
Nunca tuve zapatos,
ni trajes, ni palabras:
siempre tuve regatos,
siempre penas y cabras.
Me vistió la pobreza,
me lamió el cuerpo el río
y del pie a la cabeza
pasto fui del rocío.
Por el cinco de enero,
para el seis, yo quería
que fuera el mundo entero
una juguetería.
Y al andar la alborada
removiendo las huertas,
mis abarcas sin nada,
mis abarcas desiertas.
Ningún rey coronado
tuvo pie, tuvo gana
para ver el calzado
de mi pobre ventana.
Toda gente de trono,
toda gente de botas
se rió con encono
de mis abarcas rotas.
Rabié de llanto,
hasta
cubrir de sal mi piel,
por un mundo de pasta
y unos hombres de miel.
Por el cinco de enero
de la majada mía
mi calzado cabrero
a la escarcha salía.
Y hacia el seis, mis miradas
hallaban en sus puertas
mis abarcas heladas,
mis abarcas desiertas.
En “Ayuda” se abordaría, frecuentemente, el papel de la mujer tanto en la sociedad como en la guerra, destacando que la lucha contra el fascismo internacional había servido, entre otras muchas cosas, para destacar el rol de la mujer, totalmente necesario e imprescindible.
“La mujer tiene reservado un puesto destacado en la vanguardia de la Humanidad progresista y, poco a poco, los contingentes femeninos se incorporan activamente a la lucha contra el fascismo y la reacción, contra las persecuciones, contra la explotación capitalista, se hacen más nutridas, más compactas, más combativas. La comprensión del papel transcendental que la mujer representa al lado del hombre, en la construcción de una sociedad nueva más justa y más humana, se abre vertiginosamente.” (Semanario Ayuda. “La mujer es un factor de nuestro triunfo”).
La influencia del Semanario AYUDA en la Guerra Nacional Revolucionaria.
Un ejemplo del frente de guerra femenino contra los perpetradores del intento de golpe de Estado del 18 de julio de 1936 y sería expuesto por el Socorro Rojo Internacional en el nº 30 de su Semanario de Solidaridad: “AYUDA” del 30 de mayo de 1937 -firmado por una o un tal García Ortega-; donde se realiza una fotografía de las mujeres que luchaban en la trinchera del taller y utilizando como arma su máquina de coser:
“Todos los días , todas las horas, funcionan las ametralladoras del taller. Los pies pulsan el pedal de la máquina, como los soldados hacen vibrar con sus manos el culatín de la ametralladora. En el frente de guerra femenino también hay sacrificio y organización. Las muchachas son como soldados; los talleres, como Divisiones, y el Sindicato es como una especie de Ejército popular de retaguardia.”
Mujeres del Sindicato de la Aguja, encargadas de preparar, en este caso, la uniformidad “para el verano” del Ejército popular, desde sus puestos de trabajo en las máquinas a pedal donde:
"Sus puntadas van blanqueando la tela verdosa de las camisas del uniforme, como las balas cosen el aire con sus puntadas de acero.”
Destacando, también, el logro de conseguir producir una camisa por minuto y poder uniformar a miles y miles de miembros de un Ejército regular disciplinado, y explicando la mecánica del proceso productivo. Produciéndose una fuerte unidad y trabazón entre las líneas de retaguardia y de vanguardia.
Ilustración de Puyol
SOCORRO ROJO INTERNACIONAL.
“UNIFORMES DE VERANO”.
¡AYUDA!:
Semanario de la Solidaridad. Año II – Nº 57. Madrid, 30 de mayo de 1937.
“EL FRENTE DE GUERRA FEMENINO".
Mucho se ha escrito de aquellos primeros momentos de la guerra. Se ha hablado del gesto de los antifascistas de Madrid en la conquista del cuartel de la Montaña, Carbanchel, Vicálvaro… De los días inciertos en que el mapa de España no estaba partido a pedazos por las líneas de fuego. Entonces, los hombres y las mujeres cumplieron con su deber lanzándose a la calle para dar la cara al fascismo. Pero después, estos hombres y mujeres han ido agrupándose en sus respectivas trincheras.
Todavía quedan algunas de aquellas muchachas que salieron a la Sierra con un fusil. Mujeres que ya se han acostumbrado a la guerra y gustan de vivir la vida del frente. Son muy pocas, y de vez en cuando algún periódico nos las presenta con un grado de oficial; otras siguen en Sanidad, próximas a los parapetos, curando heridos recién arrancados a la tierra removida por las explosiones de las bombas y los obuses.
Y las más, luchan en la retaguardia, en un taller por parapeto y con una máquina de coser, que en el frente de guerra femenino es equivalente a una ametralladora.
La única diferencia que se encuentra es que aquí siempre hay combates.
La lucha no cesa. Todos los días, a todas las horas, funcionan las ametralladoras del taller. Los pies pulsan el pedal de la máquina, como los soldados hacen vibrar con sus manos el culatín de la ametralladora. En el frente de guerra femenino también hay sacrificio y organización. Las muchachas son como soldados; los talleres, como Divisiones, y el Sindicato es como una especie de Ejército popular de retaguardia.
LA ORGANIZACIÓN DEL SINDICATO.
El Sindicato de la Aguja agrupa a unas cuatro mil de las muchachas que trabajan para la guerra. Más de dos mil mujeres están repartidas en talleres, en hospitales, en fábricas de armamentos. El Sindicato es el Estado Mayor de este Ejército femenino. Es el que lleva la organización de todo el trabajo: la distribución de prendas y el alta y baja de la producción. El Sindicato está ligado al Ejército de las trincheras a través de la Junta de Compras del Ministerio de la Guerra. En unos y otros se tienden contratas, a especies de planos. Se marcan las fechas de entrega y se movilizan los millares y millares de prendas que se repartirán más tarde por las líneas de fuego.
La transformación de nuestro Ejército se ha hecho sobre la marcha de la guerra. Desde el simple miliciano que ayer se enroló entusiásticamente en un Batallón, hasta el soldado de hoy que ha ido formando primero una Brigada, luego una División, y más tarde un Cuerpo de Ejército.
Las muchachas del Sindicato de la Aguja también han vivido esta transformación. En los primeros días confeccionaron “monos”; después, “canadienses”, y hoy trabajan específicamente en los uniformes de verano. Uniformes idénticos, de la misma clase. Todos como uno solo, con la igualdad de un Ejército organizado. La confección de estos uniformes es una meta en la organización del Ejército popular. Y cuando ellas hacen hoy miles de camisas de la misma clase, es que hay miles de hombres que están encuadrados en un solo bloque militar.
EL TRABAJO EN LAS MÁQUINAS A PEDAL.
El Sindicato dispone de tres talleres de máquinas a pedal, con un total de quinientas mujeres. Se confeccionan principalmente camisas de deporte, que serán la base del uniforme de verano de nuestro Ejército.
El taller grande tiene más de trescientas jóvenes. Trabajan en dos amplias naves, donde se apretujan las máquinas y las muchachas. Cada siete forman un grupo, con una oficiala; cada grupo dispone de cinco máquinas de coser. Y son cuarenta y cinco grupos el total que hay en este taller. El ruido continuo y seco de las máquinas se asemeja a las ametralladoras. En los tableros se mueven constantemente las piezas de las camisas recién cortadas. Es todo un día de trabajo. Al final, el grupo presenta con orgullo una docena y media de camisas. Y todos los grupos, con sus ayudantes y cortadores viene a producir diariamente mil camisas.
Las mujeres que aquí trabajan tienen una disciplina de guerra.
Antes era modistillas. Las clásicas “modis” madrileñas, que vivían un poco al margen de las luchas sociales. Pero al ir sus hermanos o el novio a pelear, ellas también se incorporaron.
Y hoy están en sus puestos de combate de la retaguardia. Las hay de todas las clases y de bellezas distintas. Cada juventud que labora tiene una ilusión allá en las trincheras. Y cuando trabajan, piensan en los suyos, que despidieron en un día de julio. Hoy, las máquinas de las muchachas cantan con igual firmeza que las máquinas que están en la línea de fuego. Sus puntadas van blanqueando la tela verdosa de las camisas del uniforme, como las balas cosen el aire con sus puntadas de acero.
EL TRABAJO COLECTIVO QUE PRODUCE UNA CAMISA POR MINUTO.
La fábrica de Quirós es otra División de retaguardia. Sus muchachas disminuyen en cantidad. Producen también unas mil camisas por día. De aquí no podemos hablar de ametralladoras. La maquinaria es más complicada y precisa menos mujeres.
La máquina consiste en una especie de correa sin fin. Unas rayas negras la dividen en cuadros. A cada lado de la correa descansa una máquina de pedal que se mueve por un motor. Son veintiuna máquinas, que se reparten a un lado y a otro de las bancadas. Y mientras ésta pasa lentamente con una camisa en su respectivo cuadro, las manos de las obreras no cesan de ir corriendo la tela bajo las dentelladas de la aguja. Primero son los trozos de tela recién cortados, que se van montando poco a poco; cuando llega la camisa a la veintiuna máquina, ésta se encarga de rematar las últimas costuras. Mientras, la primera máquina ya ha puesto sus correspondientes alfilerazos a varias camisas más. Y la otra máquina ha pegado los puños, y la otra las hombreras, y la otra el doblez…
En la fábrica Quirós existen tres bancadas. Quince minutos tarda una camisa en ir de un extremo a otro de la bancada. Y un minuto es el promedio de confección de una camisa.
La sección de planchado emplea el mismo sistema de rapidez. Una mesa larga de donde salen los brazos eléctricos que dan calor a las planchas. Y cada muchacha se traduce diariamente en unas ciento cincuenta camisas.
Este es el trabajo de producción del Ejército de retaguardia, que quiere que este verano estén uniformados todos los soldados. Las de Quirós dicen que llegarán a producir unas mil trescientas a mil quinientas camisas diarias.
Allí el estajonovismo es colectivo.
Cada bancada siente estímulo por la otra. Si la obrera se retrasa, detiene el trabajo de las demás; si los brazos de una adelantan, las otras precipitan la confección. La velocidad de la correa sin fin es la que acelera el movimiento mecánico de los brazos y de las piezas. Una bancada es la enemiga de la otra bancada. Cuando corren las tres a la vez, los ojos de las muchachas van de una a otra para ir observando en todo momento la rapidez de los cuadros.
UNIÓN ENTRE LAS LÍNEAS DE RETAGUARDIA Y LAS DE VANGUARDIA.
Mil camisas, mil soldados del Ejército regular que se uniforman.
Dos mil camisas, dos mil soldados del Ejército. Treinta mil, cuarenta mil, cincuenta mil…, el Ejército regular disciplinado, uniformado igual.
El Ejército popular de hoy, el que ha parado a los alemanes en el Jarama y ha derrotado a los italianos en Guadalajara. No aquel Ejército del verano pasado, que cada miliciano llevaba una vestimenta distinta, con un mando distinto, con un objetivo distinto…
Las muchachas de Quirós están orgullosas de su producción. Trabajan diez horas diarias, incluso los domingos. Han apadrinado la primera Brigada de la 11ª División.
Los soldados hacen visitas al taller, y ellas a los frentes donde luchan los hombres de Líster. Se cambian correspondencia y hay entabladas amistades afectuosas y noviazgos. La camarada Juanita Úbeda se encarga de mantener, por decirlo así, las relaciones oficiales con la Brigada. Y por ésta, el comandante Rodríguez. El comandante escribe a las chicas, contándoles las nuevas posiciones ganadas y los fusiles y ametralladoras conquistadas al fascista extranjero.
Y las muchachas de Quirós responden, diciéndoles los cientos de camisas de verano que han producido esta o la otra bancada. Y entre unos y otros, se han estrechado unos lazos de solidaridad y afecto que avivan en todos el ardor de luchar hasta el fin.
Podemos llamar a estos talleres, el Ejército femenino de retaguardia.
Porque es la continuidad del mismo Ejército. Las muchachas ponen tanto empeño en hacer funcionar rápidamente sus máquinas, como los soldados sus ametralladoras. Y todas las puntadas -tanto las de hilo como las de acero- son como trallazos cortantes que parten y destrozan el bloque enemigo.
GARCÍA ORTEGA.”
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