Por Pepe Sánchez.
(Intervención en nombre de la AAHS, en julio de 2020, en curso organizado por la Asociación “Volver a Marx”. Se incluyen notas explicativas y bibliográficas.).
La lucha por la recuperación de la memoria de la clase obrera es muy importante. La guerra que deberíamos librar todos los comunistas por sacar a la luz la verdad sobre la historia de la Unión Soviética y de la construcción del socialismo no es una cuestión secundaria. Y el descubrimiento de la verdad necesita análisis, crítica, autocrítica y conclusiones.
Fijaros lo que aprenden nuestros jóvenes en el instituto. Un libro de texto cualquiera de Historia de 4º de la ESO, dice lo siguiente:
“Stalin estableció una de las más brutales dictaduras de la historia”. “Las grandes purgas o procesos de Moscú se iniciaron en 1934. En los años siguientes una ola de terror barrió la URSS. Una serie de juicios-farsa en los que los viejos dirigentes bolcheviques confesaron los supuestos peores crímenes contrarrevolucionarios. Tras ser torturados e intimidados, los miembros de la vieja guardia bolchevique confesaron que habían conspirado contra la revolución”.
Ni una sola frase es cierta, ninguna, pero aquí se condensa la propaganda más importante, no sólo contra Stalin, sino contra el socialismo. Y en esto han llevado una línea única tanto la propaganda burguesa (nazi o liberal), como la socialdemócrata, la trotskista, Jrushchov, el eurocomunismo y, ahora, también la izquierda posmoderna.
Pero vayamos a Enero de 1934, en el XVII Congreso del Partido Comunista. Este fue llamado el “Congreso de los Vencedores”. Era lógico por los éxitos del primer plan quinquenal y el anuncio del segundo. Se había derrotado a las clases explotadoras y se abría una nueva etapa, de apertura con una nueva Constitución y el anuncio de la lucha contra la burocracia. Fijaros en una cosa, en este Congreso, de enero de 1934, estaban presentes, reincorporados al Partido, todos los líderes de todas las fracciones opositoras de años anteriores. Incluso pronunciaron discursos a favor de la construcción del socialismo y del Partido Zinoviev, Kamenev, Bujarin, Rykov, Piatakov, Radek, Iván Smirnov o Preobrazhevski.
Todo era euforia. Parecía que la lucha dentro del Partido como expresión de la lucha de clases se había acabado. Stalin decía en su Informe:
“Es evidente que todos estos éxitos y, ante todo, el triunfo del plan quinquenal han desmoralizado y aniquilado por completo a todos los grupos antileninistas. Hay que reconocer que el Partido está ahora más unido que nunca”.
Stalin se equivocaba, aunque éste era el sentir de la dirección del Partido, pero en la clandestinidad operaban los grupos antileninistas. Pero a la vez advertía que el terreno para las tendencias malsanas existía porque existían todavía capas intermedias de la población:
“Al Partido no se le puede considerar como algo desligado de la gente que le rodea. Así, no tiene nada de extraño que no pocas veces penetren en él tendencias malsanas. Y es indudable que el terreno para esas tendencias existe en nuestro país, aunque sólo sea porque hay todavía algunas capas intermedias de la población, tanto en la ciudad como en el campo, que constituyen el medio nutricio para su desarrollo”.
Es curioso que en este mismo informe Stalin menciona el programa de vuelta al capitalismo que difundían los trotskistas desde el boletín que editaban en el extranjero: disolución de los sovjoses por ser deficitarios, disolución de la mayoría de los koljoses por ser ficticios, acabar con la política de liquidación de los kulaks, volver al sistema de concesiones de empresas industriales. El mismo programa que en 1932 habían difundido los derechistas en la Plataforma Riutin. La Plataforma Riutin de 1932, entre otras muchas cosas decía en cuanto a la agricultura:
“1. Disolución de todos los koljoses creados a la fuerza. 2. Liquidación de todos los sovjoses deficitarios. 3. Detención inmediata del saqueo a los campesinos. 4. Reglamentación de la explotación de la tierra por los propietarios privados y la concesión a estos de las tierras por un tiempo prolongado”. Pero no había sospecha porque todos los antiguos líderes oposicionistas estaban engañosamente en el Congreso.
De cualquier manera, la euforia de la unidad, se fue disolviendo paso a paso. Había una línea continua de sabotajes en la industria y en la agricultura; en mayo del ‘34 muere sospechosamente Menzhinski (jefe de la OGPU); en diciembre de este año es asesinado en Leningrado Sergei Kirov (Secretario del Partido en Leningrado y miembro del Politburó); y en enero del ‘35 nuevas sospechas sobre la muerte de Kuibyshev (el presidente del Gosplan y miembro del Politburó).
A partir del asesinato de Kirov comienzan las investigaciones que hacen caer primero en 1935 a Zinoviev, Kamenev y otros zinovievistas que son condenados a 10 años por responsabilidad moral en el asesinato. Pero no fue hasta junio de 1936 cuando se abrió de nuevo el caso Kirov, al averiguar que había una organización secreta y un centro organizativo desde octubre de 1932 para derrocar el poder soviético, a través de actos terroristas y sabotajes. De aquí nace el primer Juicio de Moscú, de agosto de 1936, contra el Centro Terrorista Trotskista-Zinovievista. Según se pudo corroborar el Centro estaba compuesto por los acusados principales, cuatro zinovievistas (Zinoviev, Kamenev, Bakaiev y Evdokimov) y tres trotskistas (Iván Smirnov, Mrachkovsky y Ter-Vaganian). En la declaración en el Juicio todos confesaron, sólo Iván Smirnov negó parte de las acusaciones. Pero aunque confesasen, no dijeron toda la verdad, pues no descubrieron todo el entramado conspirador que existía y que ellos seguro sabían, puesto que eran los jefes. Kamenev reveló que “Los métodos de lucha anteriores, a saber, los intentos de ganar a las masas… y apostar por las dificultades económicas, fracasaron. Es por eso que el único método de lucha a nuestra disposición es el terrorismo, los actos terroristas contra Stalin y sus colaboradores más cercanos”.
Después fueron cayendo los conspiradores como las fichas de dominó. El segundo juicio se produjo en enero de 1937 contra el Centro antisoviético trotskista (Piatakov, Radek, Sokolnikov y otros), que principalmente se enfrentaban a las acusaciones de terrorismo, sabotaje y espionaje. En este Juicio se descubrió los elementos principales de la conspiración y de la unión de los grupos opositores en 1932, para ello, las declaraciones y confesiones de Piatakov, Rádek y Sokolnikov fueron determinantes (de hecho Rádek y Sokolnikov no fueron condenados a muerte). Y el tercer proceso fue en marzo de 1938 contra el Bloque antisoviético de las derechas y los trotskistas, principalmente contra derechistas (Bujarin, Rykov, Yagoda) y dos trotskistas (Krestinsky y Rakovsky). Entre medias de estos juicios, en junio de 1937, se produce el juicio a puerta cerrada contra la Organización Militar Trotskista Antisoviética. Grover Furr y Vladimir Bobrov publicaron en 2012 una carta del Mariscal Budiony a Voroshilov relatando el juicio a los militares que se hizo a puerta cerrada. En esta carta detalla las declaraciones y confesiones de cada uno de los acusados. La carta es de dos semanas después del juicio.
No podemos extendernos ahora dando detalles que seguro tienen mucho interés. Como hemos podido comprobar con el libro de texto de los institutos, la explicación de los trotskistas, de Robert Conquest, Stephan Courtois y todos los historiadores oficiales de los países capitalistas sobre el “régimen criminal”, según ellos, que impone el socialismo, sobre el amaño de los juicios, que eran una farsa, una puesta en escena o que las confesiones fueron por torturas o engaños, todo esto son las teorías de conveniencia de los capitalistas para buscar el rechazo colectivo al socialismo, el odio del pueblo al comunismo. Con solo leer las actas taquigráficas de los juicios, uno puede darse cuenta que estas afirmaciones son falsas y que es totalmente imposible que fuera así. Ahí se ve cómo hablan libremente los acusados, como se rebaten, como discuten, como pronuncian relatos tan exhaustivos, etc. Sería imposible una puesta en escena. Además, siendo los juicios públicos y estando llenos de periodistas de todo el mundo, estos líderes tan forjados en mil batallas, inteligentes, cultos y con una gran facilidad de palabra, ¿de verdad podemos creernos que no hubieran aprovechado el escenario para denunciar la falsedad de los juicios? De todas formas, corroboran la autenticidad de las confesiones y la imposibilidad de que los juicios fuesen una farsa, por ejemplo, D. N. Pritt (diputado británico presente en el primer juicio: “El proceso Zinoviev”, 1936), D. Collard (abogado británico presente en el segundo juicio: “Soviet justice and the trial of Radek and others”, 1937) o J. Davis (embajador de USA, presente en el tercer juicio: “Misión en Moscú”, 1943).
Foto de Stalin y Kirov.
Pero esto es solamente una falsedad, como muchas más que los capitalistas imponen. Hoy hay pruebas mucho más que suficientes para asegurar rotundamente que las acusaciones de:
- Terrorismo (asesinatos de Kirov, Menzhinski, Kuybishev, Gorky y los intentos de los líderes del Partido y del Estado). Por ejemplo, Humbert-Droz, un suizo bujarinista que trabajaba en la IC, relata su última conversación con Bujarin, manifestando que éste apostaba por la vía terrorista y que el suizo no estaba de acuerdo. (Recogido por Grover Furr). También hay cartas de Trotsky encontradas por Arch Getty que incitan a acciones terroristas. En la misma Plataforma Riutin se llama a eliminar a Stalin y a la dirección bolchevique. Las confesiones de los acusados de los tres juicios son muy claras a este respecto, especialmente las de Yagoda que relata los actos largamente y con precisión;
- Sabotajes en la industria, agricultura, ferrocarriles, finanzas, alimentación,… Además de ser reconocidos, sobremanera en el segundo juicio, en el cual hay ingenieros extranjeros como testigos, los relatos del ingeniero estadounidense John Littlepage en diversos artículos en el Saturday Evening Post (1937) no dejan duda al respecto. También lo habla el Coronel Tokaiev en su libro de 1948 “Camarada X”. (Recogido por Ludo Martens);
- La formación de un centro unificado conspirador en 1932 (trotskistas, zinovievistas, bujarinistas y algunos otros grupos). En el segundo juicio se descubrió plenamente este hecho. Por ejemplo, Sokolnikov dijo: “El hecho de que en 1932, todos los principales grupos de oposición hostiles al Partido se conglomeraron sobre una posición común […] sobre la base del programa de las derechas”. Pero esto que es un hecho fundamental fue negado siempre por Trotsky y los trotskistas. Ellos decían que era un invento de Stalin para deshacerse de todos los opositores, de los “viejos bolcheviques”, de los “auténticos revolucionarios” que, por supuesto, eran los trotskistas (por cierto, Trotsky no era un viejo bolchevique, siempre fue contrario a los bolcheviques). El historiador trotskista Pierre Broué, en “El ‘bloque’ de las oposiciones contra Stalin en la URSS en 1932”, sobre la base de unas cartas encontradas en los archivos de Trotsky en Harvard, dice que “Trotsky y Sedov no dijeron la verdad sobre el bloque de 1932”, siendo confirmada la composición del bloque por esas cartas, aunque Broué sigue justificando a Trotsky y aseverando que fue Stalin quien asesinó a Kirov y Kuibishev, especulando, sin prueba alguna, que estos también estaban dentro del bloque opositor porque allí había unos que llamaban “liberales”. Lo más sensato para un historiador es no especular maliciosamente, sino hacer teoría sobre la base de la relación de procesos y acontecimientos. Y, por ejemplo, cuando el también trotskista Víctor Serge llama a Enukidze “liberal”, algo se puede relacionar, y si, además, éste último es descubierto en la conspiración y en el tercer juicio es protagonista de muchas declaraciones de los acusados, como quien da las órdenes en nombre del Centro a Yagoda, pues las conclusiones pueden acercarse más a la verdad que las manipulaciones trotskistas de Pierre Broué;
- El programa para la vuelta al capitalismo. Programa publicado en el Boletín de Oposición (trotskista) en Berlín y coincidente en muchas cuestiones con el de Riutin;
- La preparación de un golpe de estado en el que estaban implicados los militares, el Centro Unificado de conspiradores, el jefe del Kremlin (Enukidze), el jefe de seguridad del estado (Yagoda) y el jefe de la guardia (Paterson). La primera noticia de una conspiración militar de varios mariscales soviéticos llegó a la URSS a través de gobierno democrático checoslovaco dirigido por Edvard Benes. Según Annie Lacroix-Riz en los archivos del ministerio de exteriores francés de aquella época hay documentos por los cuales se puede asegurar que los franceses tenían la misma opinión que los soviéticos sobre la existencia de los complots;
- Las negociaciones con Alemania y Japón, o sea, la traición y el espionaje (la ayuda alemana y japonesa a cambio de concesiones territoriales). Las declaraciones de los acusados en los juicios son contundentes al respecto y dan muchos detalles. Los oposicionistas creían que Alemania y Japón declararían la guerra muy pronto a la URSS y que ésta la perdería en muy poco tiempo, consecuencia de la política de Stalin, y que, como decía Sokolnikov en la declaración en juicio, era “mejor hacer sacrificios que perderlo todo”. El Coronel Tokaiev asegura la existencia de los acuerdos con Alemania y Japón.
En definitiva, las acusaciones y las confesiones eran verdaderas. Que fuesen verdaderas las confesiones no quiere decir que los acusados admitiesen todos los cargos ni que dijesen toda la verdad. Por ejemplo, Bujarin no admitía la acusación de pasar información a países extranjeros ni la participación en los asesinatos, tampoco Yagoda admitía ser un espía (él decía que aunque conociese a espías eso no quería decir que él lo fuese) ni la participación directa en el asesinato de Kirov (sólo admitía que facilitó la actuación de los asesinos). En cuanto a no decir toda la verdad, en el primer juicio, los acusados no descubrieron toda la conspiración, ni siquiera en el segundo (precisamente en este juicio, ante las dudas del Fiscal, los acusados estuvieron muy empeñados en asegurar que no habían escondido nada), y, por ejemplo, Charangovich en pleno juicio le espetó a Bujarin de manera espontánea: “por qué no dices la verdad por una vez en tu vida”; e Ivanov, en su discurso final, decía:
“Pienso que si Bujarin no dice toda la verdad, es que durante todos los años de la Revolución, él la ha combatido, y ahora sigue siendo un enemigo, y eso es porque quiere conservar el resto de fuerzas enemigas, que aún se esconden en sus agujeros”.
También hay pruebas sobradas documentadas para demostrar que ninguna de las confesiones de estos juicios fueron forzadas (así lo reconoce, por ejemplo, Cohen el biógrafo de Bujarin y muchas fuentes directas). Mismamente S. Cohen, biógrafo de Bujarin, reconoce que no fue torturado. También lo dice el entonces embajador de los Estados Unidos, J. Davis, que visitó a los presos antes del juicio, lo mismo que el diputado laborista británico D. N. Pritt (que estuvo en el primer juicio). Del mismo modo lo aseguran en los juicios unos cuantos de los encausados.
Después si queréis podemos hablar de cómo estos antiguos comunistas derivaron hacia estos actos criminales. Puedo dejaros aquí un adelanto en palabras de Lenin:
“Realmente podemos decir que un pequeño error en el que persistimos, le demostramos hábilmente y empujamos hacia su conclusión lógica, se convertirá en una monstruosidad”.
También podemos hablar, seguro, de qué planteamiento político les condujo a esta alianza entre opositores. Sólo dejar aquí un anuncio:
Tiene mucho que ver con la vieja posición de la II Internacional sobre la imposibilidad de construir el socialismo en un país atrasado convertida en la “revolución permanente” de Trotsky y en “el capitalismo organizado” y la “teoría del equilibrio” de Bujarin, teorías derrotistas cuya conclusión es la necesidad de la vuelta al capitalismo en la URSS.
Ahora planteémonos una cuestión: hemos hecho la revolución, hemos derrotado a la burguesía, estamos avanzando aceleradamente en la construcción del socialismo, nos preparamos para un ataque en cualquier momento del imperialismo,… ¿tenemos los comunistas derecho a defender la revolución?, ¿tenemos derecho a reprimir violentamente a los que hacen acciones violentas contra la revolución?, ¿tenemos derecho a destruir a quién quiere destruir el socialismo?, ¿O no lo tenemos?
Como decía Lenin, nuestra moral (la de los comunistas) se corresponde con los intereses generales del proletariado. La violencia es una expresión, principalmente en momentos decisivos, de la lucha de clases en el terreno político.
Bajo estas circunstancias, bajo estas premisas se desarrollaron las llamadas purgas de los años 37-38. Evidentemente se cometieron muchos excesos, muchos. Pero si se estudia seriamente el tema, veremos que es verdad que la dirección bolchevique intentó que la represión fuese contra los enemigos y que no se extendiese indiscriminadamente, pero muchas veces no pudo controlarla, al igual que durante un tiempo no pudo controlar los excesos que se cometieron durante la colectivización, pero que en cuanto pudieron los corrigieron y no sin castigos ejemplares, eliminando carreristas, burócratas y enemigos del pueblo. Son penitencias que se deben pagar cuando se está construyendo algo nuevo. Y en la construcción del socialismo en la URSS era todo nuevo.
Mirad, ya en marzo de 1937, después del segundo juicio, en el CC Stalin avisaba que no se metiese a todo el mundo en el mismo saco (hablando de los antiguos trotskistas). En el Informe de Stalin al pleno del CC de Marzo de 1937, decía:
“… ¿es necesario golpear no solo a los verdaderos trotskistas, sino también a los que en otro tiempo oscilaron hacia el trotskismo, y que, a continuación, hace tiempo ya que han abandonado al trotskismo?, ¿no sólo a los que son realmente agentes trotskistas saboteadores, sino también a los que se les ha ocurrido pasar por la calle por donde ha pasado no hace mucho tal o cual trotskista? Al menos, algunas voces has resonado en este sentido aquí, en esta asamblea plenaria. No podemos meter a todo el mundo en el mismo saco. Estas maneras simplistas de juzgar a los hombres solo pueden perjudicar a la lucha contra los saboteadores y espías trotskistas”.
Después del juicio a la organización militar, en junio del 37, el CC ante los peligros de la gran conspiración aprobó dar poderes a los secretarios regionales para la represión y se formaron las famosas troikas (el secretario del partido, el presidente del soviet y el jefe de la seguridad) y para que nadie se pasase se pusieron límites numéricos a las purgas. La dirección para intentar controlarlo mandó a algunos dirigentes por las regiones de junio a septiembre. En el mes de octubre ya hubo las primeras denuncias de excesos en el CC, por parte de Andreiev y Peskarov. En enero de 1938, el CC manda a todas las regiones la resolución por la que se avisa de que no puede haber represiones masivas, que eso es un acto criminal. La resolución del CC de enero de 1938, después de reiterar que había que hacer un esfuerzo en depurar las filas del Partido, decía:
“A pesar de las directrices y de las advertencias repetidas del CC, las organizaciones del Partido adoptan decisiones completamente erróneas, expulsan a comunistas partidarios con una ligereza criminal. Entre los comunistas hay siempre un cierto número de carreristas que no han sido descubiertos ni desenmascarados” […] “Buscan promocionarse recomendando expulsiones del Partido, reprimiendo a miembros del Partido; buscando al mismo tiempo protegerse contra las acusaciones” […] “reprimiendo de forma indiscriminada a miembros del Partido […]”. Después seguía diciendo que también había “enemigos del pueblo” que “montan acusaciones calumniosas” […] “bajo apariencia de vigilancia reforzada, buscan la expulsión del Partido de comunistas honestos y abnegados. Con ello desvían los golpes sobre sus propias personas, con el fin de retener las posiciones adquiridas en las filas del Partido” […] “Con estas medidas represivas, pretenden golpear a nuestros cuadros bolcheviques y crear una atmósfera enrarecida de sospechas en nuestras propias filas”. Continuaba señalando que era necesario “poner fin a las expulsiones en masa del Partido de forma indiscriminada y adoptar un acercamiento realmente individualizado y diferenciado […]”. Y terminaba diciendo que era necesario “destituir de sus puestos y hacerlos responsables de sus actos a los dirigentes del Partido que expulsan a miembros sin verificar cuidadosamente todos los materiales o que toman una actitud arbitraria hacia sus miembros”.
Durante los siguientes meses se destituye a muchos secretarios. Y la dirección envía, por ejemplo a Ponomarenko a Bielorrusia o a Scherbakov a Moscú con la orden de parar la represión masiva. Según el propio Ponomarenko (mencionado en “Charlas sobre Stalin”, de Sergeiev y Glushik), Stalin le mandó a Bielorrusia en 1938 para acabar con la represión. Stalin le dijo:
“¿pero qué pretenden allí? ¿qué necesitan? Allí está sufriendo tanta gente, y la represión continúa. Ya ha habido un Pleno del CC del Partido sobre la cuestión [se refiere al pleno de enero de 1938]. Pero no lo dejan. Vaya, ponga las cosas en orden, detenga la represión”.
En noviembre se prohíben estas represiones arbitrarias, se eliminan las troikas, se destituye a Yezhov y se nombra a Beria con la orden de acabar con la represión indiscriminada. El 11 de noviembre de 1938, el Partido y el gobierno soviéticos, lanzan un decreto para poner fin a los excesos:
“El Consejo de Comisarios del Pueblo y el Comité Central del PC(b) de la URSS, decide: 1º. Prohibir a los órganos del NKVD y de la Fiscalía efectuar toda operación masiva de arrestos y de deportaciones. […] El CC y el CC del PC(b) previenen a todos los funcionarios de NKVD y de la Fiscalía de que, por la menor infracción de las leyes soviéticas y de las directrices del Partido y del Gobierno, cada empleado, fuera de toda consideración personal, será objeto de persecuciones judiciales severas” (Decreto firmado por Molotov y Stalin).
En enero de 1939, se expone en el CC un informe de Beria, Andreiev y Malenkov sobre los crímenes masivos en los dos años de Yezhov al frente de la seguridad del estado, se detiene a Yezhov y otros represores y a muchos secretarios regionales y municipales y se les acusa de conspiración (de hecho, Yezhov confiesa que pertenecía a la conspiración de las derechas).
¿Por qué se les acusa de conspiración? Pues por lo que decía ya la resolución del CC de enero de 1938, sobre los carreristas que reprimen de forma indiscriminada a miembros del partido; y los enemigos del pueblo que buscan la expulsión del partido de comunistas honestos con el fin de desviar los golpes sobre sus propias personas, de golpear a cuadros bolcheviques y crear una atmósfera enrarecida.
Muchos comunistas honestos y de valía debieron morir en esta gran batalla, pero lo nuevo siempre tiene un parto muy difícil y con múltiples resistencias.
Aparte de los excesos, quizás el error fundamental en todo este período haya sido no ver en toda su complejidad de una manera suficientemente dialéctica, que mientras exista Estado, en consecuencia, mientras tenga que aplicarse el derecho burgués (como nos enseñaba Marx) de ‘a cada cual según su trabajo’, seguirá existiendo la lucha de clases; mientras exista la división del trabajo intelectual y el trabajo manual, mientras existan las diferencias entre la ciudad y el campo, seguirá habiendo un caldo de cultivo de burguesía y la lucha de clases no se diluye. Esas ‘capas intermedias’, como decía Stalin en el ‘34, ahí estaban y siguieron estando. ¿A quién representaba si no Jrushchov?
Ahí lo dejo. Sigamos estudiando y revelando la verdad de la historia de la clase obrera, acercando la luz al camino de la revolución socialista.
Nota final:
Todas las manifestaciones de los acusados en los juicios
que se exponen en están sacadas literalmente de las actas taquigráficas
de los juicios publicadas en el mismo año de su celebración y en muchos
idiomas por el Comisariado del Pueblo de Justicia de la URSS: “Le
procès du centre terroriste trotskiste-zinovietiste” (1936); “El proceso
del centro antisoviético trotskista” (1937); y, “Le procès du ‘bloc des
droitiers et des trotskistes’ antisovietique” (1938)].
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