Por Arturo del Villar.
El parte oficial de defunción asegura que Pablo Neruda falleció a consecuencia de un cáncer de próstata, pero la realidad es que murió para acompañar al Chile asesinado por sus militares golpistas. El 1l de setiembre de 1973 entró en la historia el presidente Salvador Allende, al enfrentarse a los rebeldes armado con un fusil y protegido por un casco, a las puertas del Palacio de la Moneda. Era el fin del gobierno de Unidad Popular, y el de las libertades públicas en Chile. No pudo soportarlo su poeta nacional, que fallecía el día 23 en Santiago. Su casa fue asaltada por los fascistas y destruida, sin ningún respeto por el cadáver allí expuesto. En realidad fue preferible que muriese sin llegar a conocer los crímenes cometidos contra el pueblo por la dictadura militar derivada del golpe de Estado.
Los españoles leímos con horror la noticia, porque imaginamos la triste suerte de los chilenos, a juzgar por lo que nosotros mismos estábamos sufriendo bajo otra criminal dictadura militar desde 1939. Y nos sentíamos en deuda con Neruda, porque compuso uno de los ejemplos más significativos de la mejor poesía épica escrita en el siglo XX, España en el corazón. Himno a las Glorias del Pueblo en la Guerra, impreso en noviembre de 1938 por el Comisariado del Ejército del Este. La llevó en el corazón junto a su patria chilena, hasta la muerte en aquellos terribles días de la rebelión militar contra el Gobierno legítimo de la Unidad Popular, así como otros militares traidores se habían sublevado en 1936 contra el Gobierno legítimo de la República Española. Se repetía la misma situación en otro país con otros liberticidas, pero con iguales resultados.
Fueron muchas las demostraciones literarias de amor a España, vertidas en verso y prosa por uno de los más inspirados poetas del siglo XX en cualquier lengua. Sus obras estuvieron prohibidas en Chile durante muchos años, y él mismo tuvo que exiliarse en 1949 para salvar la vida, acusado de pertenecer al Partido Comunista, y desde luego también en la España dictatorial. Sin embargo, Chile y España siempre estuvieron presentes en su corazón y en su escritura, unas veces con júbilo y otras con angustia.
Residencia agitada en España
Entró en España el 13 de mayo de 1934, por Barcelona, en donde había sido nombrado cónsul de su país. Pero tenía la intención de permutar ese destino por el de Madrid, en donde esperaba relacionarse con los poetas entonces más pujantes, los componentes del grupo del 27. Ya conocía a Federico García Lorca, con quien coincidió en Buenos Aires el año anterior, y mantenía comunicación epistolar con Rafael Alberti. Ellos dos hablaron a los compañeros del gran poeta chileno que deseaba publicar en España una edición ampliada de un poemario impreso en Santiago de Chile en 1933, Residencia en la Tierra, desconocido en nuestro país, dada la escasa difusión de la poesía.
Coincidió su llegada con la acusación de plagiario lanzada en su tierra. En el número 2 de la revista Pro, fechado en setiembre de 1934, se comparaba el número 16 de sus Veinte poemas de amor y una canción desesperada, libro impreso en 1924, con el número 30 de El jardinero, de Rabindranath Tagore, según la traducción castellana de Zenobia Camprubí y Juan Ramón Jiménez, editada en 1917. La semejanza entre ambos poemas es palpable, por lo que Neruda se vio obligado a anunciar que el suyo era una paráfrasis del de Tagore, a partir de la quinta edición.
Todo se debió a un exceso de celos literarios. La revista Pro estaba editada y sufragada por otro poeta chileno, Vicente Huidobro. Dado el carácter de ambos vates, el mundo entero resultaba demasiado pequeño para albergarlos juntos. Los dos querían ser el poeta nacional de su tierra. La acusación de plagio, al ser demostrable, amargó la vida de Neruda, y le hizo sospechar que la delación había partido de Juan Ramón, por ser cotraductor del poeta indio al castellano, sin hacer otras indagaciones.
No era cierto, como ha explicado Volodia
Teitelboim en la biografía de su amigo y correligionario político, titulada
sencillamente Neruda. La biografía, impresa
en Madrid para Merán en 2003: fue él quien descubrió la paridad entre los
textos, y la comentó con otros amigos poetas. Al enterarse Huidobro aprovechó
la coyuntura favorable que se le presentaba para atacar a su despreciado colega
y paisano, provocando un escándalo literario con la peor de las intenciones.
Homenaje español a Neruda
El asunto trascendió las fronteras chilenas y llegó a Madrid, probablemente por conducto de Huidobro, lo que motivó la ira de Neruda. Solicitó a su amigo Lorca que le organizase un homenaje como desagravio, en el que participara el mayor número de poetas españoles. Aceptó el encargo, que no estuvo exento de dificultades, y por fin consiguió reunir los nombres de dieciséis poetas, en su mayoría jóvenes, ya que ninguno de los maestros de entonces dio su firma. En abril de 1935 apareció un folleto de 16 páginas más las cubiertas, titulado Homenaje a Pablo Neruda, con la reproducción de sus “Tres cantos materiales”, desgajados del segundo volumen de Residencia en la Tierra, dispuesto ya para la imprenta, porque apareció en el mes de setiembre. Iban precedidos por una explicación halagadora, para satisfacer al poeta ofendido. No era exactamente lo que deseaba, pero se conformó con ello.
Los colaboradores pertenecían a las dos ideologías que iban a enfrentarse en la guerra provocada al año siguiente por la rebelión de los militares fascistas contra la República. Este hecho demuestra que la calidad lírica de Neruda era reconocida por escritores de todas las opiniones políticas. A la izquierda figuraban Lorca, asesinado al comienzo de la guerra por los sublevados, y Miguel Hernández, muerto a poco de terminada en una cárcel de la dictadura. Marcharon al exilio Rafael Alberti, Manuel Altolaguirre, Luis Cernuda, León Felipe, Jorge Guillén, Pedro Salinas y Arturo Serrano Plaja, sin que pudiera acompañarlos Vicente Aleixandre debido a su enfermedad crónica.
En el otro lado aceptaron la dictadura fascista los hermanos Juan y Leopoldo Panero, Gerardo Diego, José Antonio Muñoz Rojas, Luis Rosales y Luis Felipe Vivanco, la ensalzaron y fueron muy bien recompensados por sus loas. Uno de ellos, Leopoldo Panero, llegó a componer un disparatado libro de pésimos versos contra Neruda.
En el mes de octubre empezó a trotar la
revista Caballo Verde para la Poesía, dirigida
en Madrid por Neruda, de vida corta, porque solamente llegaron a distribuirse
cuatro números. El siguiente era doble, y estaba compuesto a mediados de 1936,
pero fue otra de las víctimas de los bombardeos fascistas sobre las capital de
la República, convertida en Capital de la Gloria por su resistencia heroica al
nazifascismo internacional.
El canto del mundo por España
El conflicto armado en España movilizó a escritores de todo el mundo a favor del pueblo traicionado por quienes tenían la misión de defenderlo. En Santiago de Chile la editorial Panorama publicó, probablemente en 1937, porque carece de fecha, la antología Madre España. Homenaje de los poetas chilenos, en la que colaboraron Huidobro y Neruda, sin que esa coincidencia significara ninguna aproximación entre ellos. Los dos participaron también por separado en el II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, celebrado en julio de 1937 en Valencia, Madrid, Barcelona y París.
Entre los grandes poemarios motivados por la guerra española destaca el ya citado España en el corazón. Himno a las Glorias del Pueblo en la Guerra. Junto a elegías por los muertos y loas a los milicianos hay unas demoledoras sátiras contra los exgenerales sublevados, y una impresionante oda a Madrid por su resistencia heroica a los continuados bombardeos fascistas:
Hace ya más de un año
que los enmascarados tocan tu humana orilla
y mueren al contacto de tu eléctrica sangre:
sacos de moros, sacos de traidores,
han rodado a tus pies de piedra: ni el humo ni la muerte
han conquistado tus muros ardiendo.
Además del homenaje literario, en éste y en
otros libros, es preciso recordar la decisiva actuación de Neruda llevada a
cabo en Francia, para fletar un viejo barco, el ya histórico Winnipeg, en el
que trasladar a Chile al mayor número de republicanos exiliados, para librarlos
de los campos de concentración en que los encerraba la cobarde República Francesa.
Censurado en España
Dada la terrible cárcel en que quedó convertida España bajo la dictadura militar, es muy lógico que las obras de Neruda estuvieran prohibidas y su nombre proscrito. Nos llegaban noticias confusas de sus publicaciones, unos libros en los que continuaba hablando de España y de los poetas españoles, como en su inmenso Canto general (1950), muestra de la mejor poesía épica del siglo XX en castellano, o en los cinco volúmenes del Memorial de Isla Negra (1964), su autobiografía lírica. Algunos ejemplares de sus ediciones hechas en Buenos Aires por cuenta de Losada entraban clandestinamente, porque la dictadura siempre fue un modelo de corrupción donde imperaba el soborno. Sin embargo, existía un distanciamiento pleno entre los poetas españoles y el chileno que seguía llevando a España en el corazón, impuesto por la política.
El reencuentro tuvo lugar en 1957, aunque
accidentadamente. La dictadura intentaba por entonces presentarse ante el mundo
como un régimen liberal, en el que se estilaba una denominada democracia
orgánica, bajo un régimen de autoridad. Parecía que la llegada de los turistas,
con sus divisas tan necesarias, favorecía una ligera suavización de la censura.
Cuando Neruda se hallaba en París recibió una invitación de la revista
madrileña Cuadernos de Ágora, editada
por Concha Lagos, para enviar alguna colaboración sin contenido político, eso
era imprescindible, con la intención de reanudar un contacto interrumpido desde
la derrota del Ejército leal.
Carta a los poetas españoles
Respondió amistosamente, con una carta manuscrita en tres cuartillas, sin ninguna alusión política. Seguía estando vigente la censura previa de ediciones y espectáculos, impuesta en 1938 por los sublevados, de modo que la revista en donde se había impreso la carta fue sometida al censor, con el resultado de prohibir su inserción. Contravenir esa orden significaba, en el mejor de los casos, el secuestro del número además de una multa a la editorial, y en el peor el cierre de la editorial y la cárcel para su propietaria.
Al
resultar imposible difundir la carta en la revista, Concha Lagos decidió
arriesgarse, con la complicidad de la imprenta, y acordó publicar un folleto de
ocho páginas, sin pie de imprenta ni otro dato identificable, una precaución
lógica para evitar represalias, con el facsímil de la carta. Años después mi
amistad con Concha y Mario, su marido, me permitió conseguir un ejemplar, que
es uno de los tesoros de mi biblioteca. La reproduzco exactamente, aunque
alguna expresión puede parecer incorrecta:
París 27 de setiembre 1957
Queridos poetas españoles, aquí me tienen muy cerca de la tierra española y lleno de sufrimientos por no verla y tocarla. Soy un desterrado especial, vivo soñando con España, con la grande y la mínima, la del mapa y la de las callejuelas, soñando con todo el amor que entre vosotros dejé, un desterrado que solo puede acercarse al aire que perdió. Cuantas veces, de noche, el avión que me conducía lejos, sobrevoló vuestra tierra, y yo, acongojado traté de descifrar las luces que como luciérnagas, brillaban allá abajo. Eran casas perdidas, pueblos sumergidos, montes oscuros, y talvez, rostros amados que no volveré a ver. Mi corazón, allá arriba, volando, sintió de nuevo la tierra magnética y se llenó de lágrimas.
Poetas españoles, nos ha separado un frío cruel, y años pesados como siglos. Nosotros, poetas americanos, queremos renovar la fraternidad y la continuidad de nuestra paralela poesía.
Hemos sido separados por errores propios y ajenos, por profundos dolores, por un silencio imposible. La poesía debe volver a unirnos. La poesía debe reconstruir los vínculos rotos, reestablecer la amistad y elevar universalmente nuestro canto.
Tal es nuestra tarea. A ella me daré entre mis pueblos. Vosotros direis vuestra palabra. Y habremos dado así un primer paso que no por tardío será menos fecundo.
Va en este papel mi afecto fraternal y mi
confianza en la poesía y en el honor de los poetas.
Pablo
Neruda
Se define como un desterrado especial de España,
porque lo usual es que el destierro afecte al nacido en esa tierra, y Neruda
era chileno. En 1957 ya había sido revocada la orden de detención que el
dictador González Videla hizo recaer sobre él en su país, de modo que era un
ciudadano chileno con plenos derechos. Sin embargo, en la carta se considera un
desterrado de España, como tantos exiliados españoles del éxodo y el llanto,
por decirlo a la manera de León Felipe, errantes por el continente americano: a
muchos los había guiado él mismo, en el Winnipeg, hacia la libertad en Chile.
España y Chile en el corazón
Hacía 18 años que no pisaba pisar tierra española; solamente podía sobrevolarla en avión, porque se opuso a la sublevación de los militares monárquicos contra la República primero, y a la dictadura que fue su consecuencia después. Sus amigos españoles de aquellos años, los supervivientes del odio fascista, formaban la que se denominó España peregrina, excepto Aleixandre, recluido en su casa madrileña por enfermedad. Con los jóvenes no guardaba ninguna relación por imperativo de la censura.
Conocía esa realidad, por lo que sin modificar sus sentimientos ni sus pensamientos, en la misiva fraternal ofreció una reconciliación a los poetas sometidos al horror de la dictadura fascista. No exceptuaba a nadie en la carta, pero quizá hubiera que excluir a los que había calificado de malditos e hijos de perra, como “silenciosos cómplices del verdugo”, en el poema “A Miguel Hernández, asesinado en los presidios de España”, del Canto general, en donde se nombra a Gerardo Diego y a Dámaso Alonso.
Nos propuso renovar la fraternidad en el uso común de la palabra lírica. No le faltó, aunque de momento estuvo silenciada por la censura dictatorial. Se materializó poco después de su muerte, en 1975, cuando España empezaba a vislumbrar lo que era la libertad con la muerte por ancianidad del dictadorísimo. Entonces los poetas españoles pudimos dedicar un libro a su homenaje, titulado justamente Chile en el corazón, como reintegro apasionado de su España en el corazón, Coordinado por Aurora de Albornoz y Elena Andrés, se imprimió en Barcelona por cuenta de Edicions 62—Península, con 212 páginas; mi colaboración se encuentra en las 188 y siguientes. La reproduzco como homenaje al poeta y a su amigo Salvador Allende, mártir de la libertad, ejemplo para el mundo que desea vivir en democracia:
Vamos a llenar de palabras su casa vacía
Llovía en Isla Negra.
Chile se inundó entonces
de fulgor y agonía,
de pesares,
y una pequeña muerte dio un beso a los soberbios,
los pastores de sangre que comercian ceniza.
Llegó la noche entre tambores de asco;
más triste no vendrá,
más andrajosa,
con lazos extendidos para el miedo,
confundiendo la boca de los lobos.
Las piedras se pusieron amarillas.
Como la piedra.
Fue como la piedra,
visible por su fuerza,
subterránea,
redonda para andar por los caminos.
Sólo después de muerto le humillaron.
No quedó libro sobre libro,
nada,
quisieron dominar su voz viviente,
cortar la luna
repartirse el odio,
pero una catarata no se dobla:
querían dar un golpe a los espejos,
sombra al mundo,
silencio a la esperanza,
le cubrieron con túnicas de insultos,
pero un volcán embiste contra el tiempo.
Son los versos más tristes que la historia
puede escribir;
es la tristeza rancia
que se escapa del vientre de la tierra.
Ya la herida es de todos,
ya nos duele.
No se llamaba Pablo,
se llamaba
campo abierto a la lluvia,
continente,
mar cubierto de flores,
casa en ecos,
corazón disfrazado de herramienta,
vino absoluto,
cerradura rota,
canto errante,
pradera en el silencio
donde todas las fiestas son posibles.
No la canción desesperada,
nunca
dejó de ser el sol, la luz, el aire,
la materia absorbente de sus manos.
Nació para cantar
y está en el viento,
junto a los hombres libres que no entierran
su sangre con el trigo;
la confianza
se hizo piedra en su boca,
rito de oro,
doble raíz de América sin mengua.
Nació para cantar
y no ha callado;
no hay ola tan oscura que la oculte,
no se encarcela al día
ni a la sangre.
Nació para cantar,
para cantarnos,
dio fe del tractorista,
del minero,
del navegante que consume estrellas,
del indio sin estatuas,
del amante,
del liso oficinista y del obrero
que en su taller levanta otro planeta.
Nació para cantar
y está cantando,
porque se quema el humo,
no la piedra.
Según confesó en la carta, el corazón de Neruda se llenaba de lágrimas al sobrevolar las tierras españolas que tanto amó y cantó. Los nuestros, colaboradores del homenaje, estaban llenos de horror, al conocer la actuación genocida de los militares chilenos golpistas, imitadores de los golpistas españoles en 1936. Fue nuestra respuesta a su carta, diferida por necesidad insuperable. Aquí moría el dictadorísimo asesino, y allí se imponía otro semejante con las mismas intenciones: exterminar a los defensores de las libertades públicas. Por eso llevamos siempre a Neruda en el corazón.
ARTURO DEL VILLAR
PRESIDENTE DEL COLECTIVO REPUBLICANO TERCER MILENIO
No hay comentarios:
Publicar un comentario