Se habla mucho del fascismo, de como la vida de los que piensan y actúan de forma diferente no tiene ningun derecho, pero la Memoria Histórica si tiene, para todos los trabajadores, el derecho de no olvidarla, pues la Dictadura Franquista, por sus hechos, si era un Régimen basado en el Terror y el Fascismo como forma de imponerse a la población, mediante la muerte y el miedo, con la complicidad de la Iglesia.
Por eldiario.es.
* 196 hombres y mujeres fueron fusilados por las tropas franquistas en una operación que comenzó el día de Navidad de 1937.
* Para desencadenar la matanza el gobernador militar utilizó como excusa un falso complot republicano.
* “A
mi abuelo Matías y a muchos otros les apresaron en plena cena de
Nochebuena. Así era la cruel pasta de los asesinos”, declara a eldiario
el nieto de una de las víctimas.
Fue el día de Navidad más
sangriento de la historia de Cáceres. El 25 de diciembre de 1937 un
piquete compuesto por 60 guardias civiles fusiló a 34 hombres en el
campo de tiro adyacente al cuartel del regimiento de Infantería Argel
27. Entre las víctimas se encontraban maestros, sindicalistas,
militantes de partidos democráticos y hasta cargos públicos como el
alcalde de la ciudad, el socialista Antonio Canales, y el presidente de
la Diputación, Ramón González Cid, de Izquierda Republicana. La
ejecución masiva conmocionó a la ya de por sí atemorizada población
extremeña. Sin embargo, la orgía de sangre no había hecho más que
empezar. En los días siguientes se multiplicaron los fusilamientos en la
capital cacereña hasta completar la escalofriante cifra de 196
ejecutados.
El cerebro de esta operación
represiva fue el gobernador militar Ricardo de Rada, un general
africanista que se sumó desde el primer minuto al golpe de Estado contra
la República liderado por Mola y por Franco. Prácticamente toda la
provincia de Cáceres estaba bajo control de los golpistas desde el 22 de
julio de 1936, pero según ha documentado el historiador José Hinojosa,
los mandos militares franquistas siempre se sintieron amenazados por las
unidades guerrilleras republicanas que se infiltraban en su retaguardia
desde la vecina Badajoz: “Hubo una intensa actividad guerrillera
dirigida por el comandante de milicias y exlíder comunista cacereño
Máximo Calvo Cano que llegó a instalarse clandestinamente en la ciudad.
De Rada, que había sido destinado a Cáceres en julio de 1937, en
contacto con sus superiores y especialmente con el general Saliquet,
denunció en diciembre la existencia de un complot republicano para
recuperar el control de la provincia. Como represalia por esa supuesta
amenaza empezó todo. Los estudios históricos han demostrado que ese
complot nunca existió”.
Los propios franquistas también reconocieron,
años más tarde, que se trató de un burdo montaje. El dirigente de la
Falange cacereña José Montes fue uno de los que lo dijo con total
claridad: “No hubo complot, entre otras cosas porque no había nada
organizado, siendo una cosa inventada por los militares de mayor
graduación, caso del gobernador militar Rada, para demostrar su
autoridad”. La invención se llevó por delante a 182 hombres y 14
mujeres. Sus nombres aparecen en un macabro documento en el que los
verdugos hicieron el recuento final de su operación. Por si alguien
tenía dudas, en el encabezado del mismo puede leerse: “relación nominal
de personas fusiladas con motivo del abortado complot del 23 de
diciembre en Cáceres dirigido por el cabecilla rojo Máximo Calvo”.
196 vidas truncadas
“A mi abuelo Matías y a muchos otros los detuvieron durante la cena de
Nochebuena. Sabían que estarían en sus casas con sus familias. Así era
la cruel y endurecida pasta de los que ordenaron sus asesinatos”. Matías
Escalera comparte nombre y apellido con su abuelo, uno de los primeros
en ser fusilados: “Mi abuela envió a mi padre, que aunque era el mayor
de cuatro hermanos solo tenía doce años ¡doce años!, a seguir de lejos
al grupo que le llevaba detenido. Quería saber a dónde le trasladaban. Y
mi padre les siguió hasta el mismo cuartel, en donde estuvo esperando, a
la intemperie, hasta que le echaron de allí los centinelas. Mi abuela
Lucía fue también una víctima más desde aquel día. Representa a miles de
mujeres que se vistieron de negro siendo jóvenes y murieron de negro,
ancianas, guardando una silenciosa memoria de sus maridos asesinados,
con una dignidad imbatible…”
“Buena parte de los que fueron fusilados el día
de Navidad junto a Matías —señala José Hinojosa—, como el alcalde de
Cáceres, el presidente de la Diputación o un grupo de trabajadores
ferroviarios de la UGT, llevaban meses en prisión y habían sido
condenados a muerte en consejo de guerra. A partir de ahí, y hasta el 21
de enero, no pararon de fusilar. Entre las víctimas destacan algunos
colectivos como los 40 militares del ejército franquista que fueron
acusados de tener ideología republicana, los 16 mineros ejecutados la
noche de Reyes o los 47 vecinos de Cáceres vinculados a organizaciones
republicanas”.
En Navas del Madroño, un
pueblo de apenas 3.000 habitantes, fueron asesinadas 54 personas en un
solo día.
En Malpartida de Cáceres fusilaron a una decena, entre ellos
al popular tabernero Juan Doncel que pudo despedirse de su familia en
una emotiva carta: “Escribo a mi esposa e hijos para despedirme de
ellos. No podréis dudar de la conducta de vuestro padre que siempre ha
sido bueno, honrado y trabajador. Os lo juro por la ceniza de mi padre.
Querida esposa, a ti te toca con la ayuda de nuestros hijos defender el
pan del día. De lo que disponemos tú dispondrás. ¿Qué más os voy a
poner? tengo en la imaginación tanto que no puedo poner más. Un adiós
para todos, para ti Josefa y María, Víctor, Dionisia, Rafael, Luisa, mi
Alfonso y mi Antoñita, qué pequeñitos y sin padre. Recuerdos a mi
hermana y a todos en general. Se despide tu esposo para siempre. Adiós a
todos”. Pero Josefa no pudo “defender el pan del día”. Poco después de
recibir la carta fue también detenida y, finalmente, fusilada el 2 de
enero junto a otras 26 personas. Sus hijos fueron internados en
orfanatos franquistas.
El documento en el
que el ejército hizo balance de su acción terminaba con una “suma
total”: 34+12+1+6+11+27+9+16+16+54+7+3=196. En el frío listado aparecen
apellidos repetidos que indican la ejecución de padres e hijos o de
hermanos. Entre los fusilados el 4 de enero pueden leerse los nombres de
Ángeles, Antonio y Asunción Brú Casanova, cuyo hermana Rafaela ya había
“desaparecido” a manos de los franquistas en agosto de 1936. “Esta gran
masacre empezó en una fecha muy simbólica, la Navidad, y la Iglesia no
hizo absolutamente nada para evitarlo —recuerda José Hinojosa—. Y eso
que entre las víctimas había personas como el propio alcalde de Cáceres
que habían tenido buenas relaciones con el estamento eclesiástico
durante su mandato. La Iglesia se limitó a intentar que los reos
aceptaran la extremaunción antes de ser fusilados”.
Tras más de 40 años de olvido, en 1979 fueron
exhumados los primeros cuerpos de las víctimas. Historiadores como
Manuel Veiga, Julián Chaves y José Hinojosa han ido sacando a la luz los
documentos oficiales y los testimonios que revelan la magnitud y la
crueldad de la matanza.
Desde 2010, la Asociación Memorial en el
Cementerio de Cáceres lucha por recuperar la memoria de las víctimas y
ha logrado que el ayuntamiento cacereño erija un monumento que recoge
los nombres de 675 hombres y mujeres asesinados por el franquismo, entre
ellos las 196 personas que perecieron mientras sus verdugos celebraban
la Navidad de su “segundo año triunfal”.
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