Recibido de Cubadebate.
“Debemos arrojar a los océanos del tiempo una botella de
náufragos siderales, para que el universo sepa de nosotros lo que no han
de contar las cucarachas que nos sobrevivirán: que aquí existió un
mundo donde prevaleció el sufrimiento y la injusticia, pero donde
conocimos el amor y donde fuimos capaces de imaginar la felicidad.”
(Tomado de la página de G.G.Márquez, en los Nobel de Literatura)
Casi 10 días después de ser dado de alta del hospital en la
capital mexicana, ha muerto a la edad de 87 años el periodista
colombiano y uno de los más grandes escritores de la literatura
universal, Gabriel García Márquez, entrañable amigo de Fidel Castro.
“Nuestra amistad fue fruto de una relación cultivada durante
muchos años en que el número de conversaciones, siempre para mí amenas,
sumaron centenares. Hablar con García Márquez y Mercedes siempre que
venían a Cuba —y era más de una vez al año— se convertía en una receta
contra las fuertes tensiones en que de forma inconsciente, pero
constante, vivía un dirigente revolucionario cubano“, dijo Fidel en una crónica que tituló “El descanso” y que publicamos en estas mismas páginas.
En La Habana, García Márquez fundó la Escuela Internacional de Cine y
Televisión (EICTV) de San Antonio de los Baños, donde auspició,
desde 1986, su conocido taller Cómo contar un cuento para intercambiar con los estudiantes los modos de armar un guión cinematográfico.
Autor de obras clásicas como Cien años de soledad, El amor en los tiempos del cólera, El coronel no tiene quien le escriba, El otoño del patriarca y Crónica de una muerte anunciada, fue el creador de un territorio eterno y maravilloso llamado Macondo.
Comprometido con los movimientos
revolucionarios en el continente, Gabriel García Márquez siguió de cerca
la Revolución cubana hasta su triunfo en 1959. Participó por entonces
en la fundación de Prensa Latina, la agencia de noticias de la Isla. Su
amistad con Fidel y con Cuba se mantuvo invariable hasta su muerte.
Ahora, el ahijado más prodigioso de
Melquiades se ha ido, para quedarse entre nosotros un hombre que creó
una nueva forma de narrar; un escritor que con un universo y un lenguaje
propios corrió los linderos de la literatura; un periodista que amaba
su profesión pero odiaba las preguntas; una persona que adoraba los
silencios, y con un encanto que cautivó a intelectuales y políticos, y
hechizó a millones de lectores en todo el mundo.
El mago de las palabras
El Gabo, como era conocido popularmente, fue uno de los escritores representativos del realismo mágico, el cual mezcla realidad con fantasía, narrativa utilizada en su obra maestra, 100 años de soledad, novela que narra la vida de siete generaciones de la familia Buendía en el mágico pueblo de Macondo, y que le valió el premio Rómulo Gallegos en 1972, y el Nobel de Literatura en 1982.
“La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”, escribió el Gabo en su texto autobiográfico Vivir para contarla.
García Márquez nació el 6 de marzo de 1927 en la vieja casa de sus
abuelos en Aracataca, un pueblo en la costa atlántica colombiana, donde
vivió hasta los ocho años de edad, antes de mudarse a Barranquilla.
Márquez fue el mayor de una numerosa familia de 12 hermanos de clase
media. Su padre fue el telegrafista Gabriel Eligio García, y “la niña
bonita” del lugar, Luisa Santiaga Márquez, hija del coronel Nicolás
Márquez y Tranquilina Iguarán.
Don Gabriel Egidio se entristeció cuando el Gabo dejó los estudios de Derecho que inició en 1947 en la Universidad Nacional de Colombia. “Me aburría a morir esa carrera”, llegó a afirmar Márquez, quien dejó las aulas y comenzó a ganarse la vida de escribir en los periódicos. “Me pagaban tres pesos por nota diaria y cuatro por un editorial cuando faltaba algún editorialista de planta”, señaló en Vivir para contarla, al describir su trabajo en el periódico El Espectador, donde comenzó su vida literaria.
Tras dejar la escuela, se instaló en la ciudad de Barranquilla, donde comenzó a escribir su primera novela, La hojarasca, mientras trabajaba como columnista del diario El Heraldo. En esa ciudad también conoció a Mercedes Barcha, su compañera de toda la vida.
Convencido por el escritor Álvaro Mutis, García Márquez regresó a Bogotá en 1954, donde volvió a la planta laboral de El Espectador, ahora como reportero y crítico de cine.
Desde entonces, el Gabo amplió su actividad periodística, y
comenzó a colaborar en diarios de Venezuela, México, España y Estados
Unidos. Este trabajo periodístico lo llevó por primera vez a Europa en
1955, donde reporteó para El Espectador la enfermedad del Papa Pio XII.
Estando en Europa, al Gabo se le informa del cierre de su casa
editora, y recibe un cheque para que regrese a Colombia. Pero García
Márquez decide quedarse en París, donde vivirá “de milagros cotidianos”,
según Mario Vargas Llosa. Es entonces que escribe una de sus obras más
emblemáticas: El coronel no tiene quien le escriba.
En 1958, Márquez regresa a América. En Venezuela, es testigo del
derrocamiento del dictador Pérez Jiménez, y en Barranquilla le da el sí a
Mercedes Barcha, con quien tuvo dos hijos: Rodrigo, nacido en Bogotá en
1959, y Gonzalo, que nació en México en 1962.
Tras mudarse a México, en 1965 comienza a escribir Cien años de soledad, obra
que sale a los estantes en 1967, y de la cual vende más de medio millón
de copias en tres años, algo que dejó a Márquez “mareado y algo
incrédulo”, según Vargas Llosa, lo que le permite dedicarse de forma
exclusiva a escribir.
El trotamundos García Márquez vive durante los siguientes años igual
en Barcelona, la Ciudad de México, Cartagena, La Habana o París; y se
vuelve amigo de líderes izquierdistas como Fidel Castro, a quien el
escritor describe como “un hombre de costumbres austeras e ilusiones
insaciables, con una educación formal a la antigua, de palabras
cautelosas y modales tenues”.
En 1981, el Gabo escribe Crónica de una muerte anunciada,
pero en pleno lanzamiento de su nueva obra, el gobierno colombiano lo
acusa de financiar a la guerrilla, lo que lo obliga a refugiarse en la
embajada mexicana durante algunas horas, para luego abandonar Colombia.
Meses después, en 1982, le otorgan el Premio Nobel de Literatura,
“por sus novelas e historias cortas, en las que lo fantástico y lo real
son combinados en un tranquilo mundo de imaginación rica, reflejando la
vida y los conflictos de un continente”.
En su discurso ante la Academia Sueca de las Letras, Márquez afirma que América
Latina vive una “realidad descomunal” tras recordar la situación que se
vive con la dictadura en Chile, y la guerra en El Salvador. “Una
realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina
cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta
un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza,
del cual este colombiano errante y nostálgico no es más que una cifra
más señalada por la suerte”, afirma.
Tras recibir el máximo galardón en el mundo de las letras, el Gabo escribe El amor en tiempos de Cólera, donde recrea el difícil y mal visto noviazgo de sus padres, representados en la obra por Florentino Ariza y Fermina Daza.
En 1989 escribe El general en su laberinto, un relato de ficción de los últimos días de Simón Bolívar, libertador y líder de la Gran Colombia. Después vendrían Doce cuentos peregrinos, en 1992; Del amor y otros demonios, en 1994; y Noticia de un secuestro, en 1996, esta última donde aborda el tema del narcoterrorismo en Colombia.
Tres años después se conoce que el Gabo padece de cáncer
linfático, el cual es tratado en la ciudad de Los Ángeles, lo que le
obliga a dejar la vida pública por algún tiempo. Su silencio es
interrumpido con su última novela, Memoria de mis putas tristes, publicada en 2004, historia que relata la historia de un hombre que encuentra al amor al final de su vida.
La última obra de Márquez fue el libro Yo no vengo a decir un discurso, publicado en 2010, que reúne textos del autor los cuales recorren prácticamente toda su vida “desde el primero, que escribe a los 17 años para despedir a sus compañeros del curso superior en Zipaquirá, hasta el que lee ante las Academias de la Lengua y los reyes de España al cumplir ochenta años”.
En 2012, el cumpleaños 85 de Gabo coincidió con el 45 aniversario de la publicación de su obra 100 años de soledad, la cual fue lanzada en versión de libro electrónico.
Una de las últimas apariciones públicas de Márquez fue en marzo de
este año, cuando decenas de personas le cantaron las mañanitas afuera de
su casa.
Cubadebate publicó la
crónica de García Marquez sobre Fidel “El Fidel Castro que yo conozco”,
y la que a su vez le dedicó el líder de la Revolución cubana al Nobel
colombiano. Véalas aquí:
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