21 de marzo de 2014

Sociedad prostituida

Por Natalia Kuzmenko. Enviado por el Partido Comunista de los Obreros de Rusia-Partido Comunista Revolucionario. Traducción Igor T.

Recientemente un amigo mío visitó los países "ricos" del norte de Europa, que consideramos como casi socialistas. Su experiencia es deprimente. Para mostrar la medida de descomposición y degradación de Europa, que han barrido lo construido, muestro fragmentos de su historia.























"En Amsterdam, por mi incontenible curiosidad me hizo caminar por su "famoso" barrio rojo. Tenía muchas ganas de entender la diferencia entre la prostitución "legal" de nuestra "ilegal". Bueno, en primer lugar, no es una calle, pero una cuarta parte de la plaza, desde el centro como rayos, salen calles. Cada una de ellas, se aferran a uno a otro edificio, y en sus primeros pisos, a ambos lados del puente, se han convertido en un escaparate sólido, dividido en bloques internos, en cubículos. En cada puesto, hay una mujer desnuda, como se suele decirse, para todos los gustos: "de Baloncesto", flaca, u horriblemente fea, gruesa, enana. Son mujeres, que al igual que los monos en jaulas, se comportan libremente como quieren. Algunas bailan. Otras, como muñecos mecánicos, constantemente, unas veces se retiran, u otras a continuación, se ponen un bikini. Otras simplemente se sientan a descansar. La de la cuarta cabina deambulan deliberadamente dando la espalda, a los turistas que se arremolinan. La de la quinta se mesa el cabello, etc. Dicen que por la noche en estas cabinas se establecen el trato de la adquisición de la mercancía por el masculino individuo... En definitiva, una democracia abierta y pluralista.

Pero lo más interesante sucede, en mi opinión, no aquí, sino en el centro, en un área circular. Allí se encuentra firmas, también divididas por compartimentos de vidrio. En cada compartimiento, hay un empleado bien vestido con corbata y ordenador. En su mano, recoge el efectivo dentro de la caja de dinero, sobre la que como el menú de una cafetería, se encuentra una lista de precios de los servicios. Todo el proceso es dividido en lo más ínfimo, con livianos movimientos. Por ejemplo, un escueto beso, un Euro, un abrazo es un poco más caro, pero este tipo de servicios no todos pueden permitírselo".

"Suponga que usted es un hombre aburrido, que ha inspeccionado todas las vitrinas y elige lo que quiere arrendarse. Ahora enfila el camino de uno de los empleados de oficina. Paga en efectivo, a través de la ventana, articulando detalladamente el servicio que desea conseguir, y por supuesto, pregunta por el precio. Como cada artículo ofertado, el vendedor cuidadosamente mecanografiado en un ordenador, le imprime exactamente (la policía fiscal en Holanda impone multas muy honerosas y graves) el precio, y en caso de duda, pregunta: qué, dónde y cuántas veces. Y entonces, finalmente, debajo de la caja registradora, después de comprobar escrupulosamente todo, confirma el servicio entregándole la factura, al mismo tiempo que lleva anotado un número de cabina. Va con el papelito a la cabina correcta, y después de su presentación, empuja un botón. La vitrina de cristal se abre y avanza hacia una cortina negra, que parece se adentra en una esfera, perdida, profunda, aunque, no estrictamente se abone el servicio como se detalla en la factura. Todo como en un supermercado convencional, ¡pero de hecho esta compra no es de productos convencionales! ¡Aquí estamos hablando de seres humanos!".

Después de todo, se ve que mi amigo enfermó allí, y perdió todo el interés en Europa, aunque este viaje fue su gran ilusión.

Si a esto se llama socialismo, entonces todos somos monos.

El tema aquí no es la prostitución en sí, y que el desarrollo de la producción de mercancías, es decir, lo que en el capitalismo convirtió absolutamente todo en mercancías, desde los productos básicos, incluido el hombre mismo, hasta su pre-disección, por una gran cantidad de características y habilidades, y a cada uno de ellos mediante la asignación de un precio. Las personas bajo el capitalismo, no son unos seres humanos en absoluto, sino que son una función específica, que a su vez se ha dividido en una pluralidad de sub-funciones.

Así, la función, Fuerza de trabajo: trabajadores poco cualificados, cualificados y altamente cualificados. Se calcula en función de las condiciones del mercado.

La función, Inteligencia: técnica, humanitaria, científica, periodística, etc. Se calcula al servicio de las necesidades y preocupaciones de la burguesía y el grado de trazabilidad del propietario. No todo el mundo, por ejemplo, está preparado para aceptar el disparate anticientífico del fortalecimiento de la institución, tienen que saber proteger la propiedad privada. La Inteligencia está en manos de esos vendedores incalificables de la sociedad burguesa, que por lo general no valen sus escritos un centavo, y pueden ser utilizados masivamente, con el único fin de su pronta destrucción.

La función, Sensualidad: actores, artistas, poetas, músicos, se mide por los mismos criterios de evaluación de la inteligencia.

La función, Cuerpo físico: se puede vender al por mayor y al por menor, por partes y movimientos de acuerdo con el esquema anterior. De alguna manera la venta de esta función, hace que la mayoría de la gente la realice con el mayor disgusto. 

Sin embargo, en mi opinión, cuando un comentarista, en una conferencia desde la tribuna promueve una perspectiva religiosa, o sabiamente implora tonterías históricas sobre el hecho de que Jesucristo era de nacionalidad india y lengua ucraniana, que nació en el siglo IV antes de Cristo, no es mejor, e incluso mucho peor de la prostitución física. O cuando un artista pinta un cuadro de una joven persona, en paños menores, bien, en habitaciones muy ricas, con músicos tocando obras de Beethoven, o bien apareciendo en una taberna, como en un drama de cine, se exclama: "Bueno, ya tenemos tema, ¡ahora encontremos alguien que lo compre!", ¿esta escena pasa de las diferentes plataformas tecnológicas, al teléfono móvil, o cerca de tu ventana?. 

Así, todo acaban en una mercancía, que requiere de una publicidad diferente, de otros envases. Pero la esencia es la misma, lo único importante es que son bienes sujetos a las leyes inexorables del mercado. Y del mismo modo que los hombres y las mujeres se exhiben de pie en las ventanas, nadie ama, deben dar placer, aunque a la mayoría de ellos sólo provoca asco. Pero no el suficiente, para no ser capaz de crear cualquier cosa, que valga la pena ser edificado por científicos y artistas o músicos, algo que pueda cambiarse de encargo por bolsas de dinero. 

Y al igual que las prostitutas físicas se tragan su disgusto, por su oficio, los otros son igualmente capaces de experimentar ese nauseabundo sabor. Venden o alquilan la contratación de su creatividad, al igual que otros están vendiendo su capacidad de amar. Los bienes vendidos no pertenecen a su productor y no son reembolsables. Pertenecen al fabricante el producto de la mercancía, el dinero con el que comprar otros artículos.

El trabajador vende al dueño de la fábrica, su fuerza de trabajo, al capitalista; el producto creado no pertenece a quién originalmente lo construye. En su lugar, le entrega algo de dinero para que no muera de hambre, y al día siguiente pueda volver a vender su fuerza de trabajo al propietario, para crear un producto que vender. 

Este procedimiento se repite día tras día, año tras año, convirtiendo al ser humano en un apéndice de la cinta transportadora o de la máquina, matando su salud, sentimientos y pensamientos. La persona que ha trabajado durante mucho tiempo y en las condiciones de la producción capitalista, se convierte en un zoquete o son borrados de su memoria los productos realizados. El vacío, por lo general, lo llena con vodka. 



La única manera de salir de esta devastación total, es luchar contra el sistema de la prostitución en general, es la construcción de una nueva sociedad, que destruya este comercio, para que la gente se sienta orgullosa de su trabajo.

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