Por Arnaldo Mirabal. Enviado desde La Joven Cuba
Quizás para alguien no sea noticia que Enrique Ubieta se reúna con algún colectivo estudiantil de la ciudad de Matanzas, por lo frecuente de estos encuentros. Uno se preguntaría de dónde saca tiempo el también director de la afamada -y medio fantasma- revista La calle del medio, editor del blog La Isla desconocida, ensayista, y unas cuántas cosas más, pero sobre todo, excelente conversador, capaz de trasmitir sus ideas filosóficas de manera tan amena que lo entendería cualquier personaje humilde de cualquier barrio cubano.
Y es que sus ideas salen de su boca y navegan por el auditorio con tal sencillez, que los presentes enmudecen atentos a cada palabra suya, desnuda de esa jerga seudocientífica de algunos, que tal pareciera que hablan para escucharse a ellos mismos.
De las tantas reuniones y conferencias a las que participo continuamente, pocas me dejan tan grata sensación como las conferencias de Ubieta -a las cuales él prefiere llamar charlas-, y a pocos públicos he visto prestar tanta atención, tomando notas o muy atentos para no perder el hilo. Al final Ubieta siempre consigue su fin: aguijonear, desentumecer el cerebro de los presentes.
Desde mi humilde opinión, Ubieta heredó la enseñanza de aquellos primeros pensadores que opusieron a la arcaica filosofía escolástica que reinaba en la isla, la Filosofía Electiva, que poco a poco nos hizo pensar y actuar como cubanos. Enrique Ubieta es de esa estirpe, nos alerta de los peligros de los nuevos anexionistas, mal llamados “disidentes”, y nos convida a pensar.
Pero a diferencia de aquellos Maestros del Colegio Seminario de San Carlos que aguijonearan a la juventud del siglo XIX, la misma que poco tiempo después se alzara en la manigua; a Ubieta le gusta viajar, su colegio, que es él mismo y su pensamiento, sale a la calle y viaja por carretera; aunque también prefiere influenciar con sus palabras a los más jóvenes, consciente de que en los hombros y las mentes de este vital sector, recae la misión de darle continuidad al proyecto socialista cubano.
De ahí su sana envidia, no solo por el vigor juvenil, sino por la gran responsabilidad, porque son ellos los encargados de la difícil misión, la colosal hazaña, de darle continuidad a la Revolución Cubana.
“Ustedes no tendrán disculpas mañana, la historia solo evalúa resultados”, así expresó el filósofo a un auditorio colmado por jóvenes de todos los sectores de la sociedad, que participaban en el Festival Provincial de la Juventud y los Estudiantes celebrado en Matanzas en días pasados.
Muchos de los presentes tomaban nota, otros apenas se movían, porque a una frase contundente, sucedía un pensamiento igual de vigoroso, resultado de años de estudio y constante reflexión.
Evocó a José Martí, quien tuvo la oportunidad de conocer de cerca el entonces naciente Imperialismo norteamericano, y advertirnos sobre sus ansias de dominación, que a más de un siglo permanecen.
Ubieta compartió, desde su opinión de intelectual comprometido, las cualidades que según él deben caracterizar a un joven revolucionario.
Preponderó la posición ética como condición fundamental; ser enemigo acérrimo de las injusticias sociales, revelarse contra ellas, porque como decía el Che, el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor.
El revolucionario, explicó Ubieta, trata de ir a la raíz de los problemas, más que brindar remedios o curitas, debe profundizar en las dificultades, determinar las causas y erradicarlas de raíz. Ser radical, sin términos medios o posturas rosadas, como muchos partidos foráneos, que se hacen llamar socialistas y a la larga aplican medidas neoliberales.
Para azuzar a los oyentes, expresó que los cubanos no somos reformistas aunque estemos emprendiendo reformas económicas. Y aquí estoy seguro que más de uno se rascó la cabeza, aunque no se atrevieran a contradecir al ensayista.
Minutos después, cuando Ubieta no se encontraba, pero sus palabras seguían aún dando vueltas por el lugar, asaeteando los cerebros, ese mismo auditorio presenció como un directivo de la Asociación de Economistas de Cuba (ANEC), abría bien grande los ojos y trataba de convencerlos de que en Cuba no acometíamos reformas, “solo actualizábamos nuestro modelo económico cubano”.
Pero ya todo estaba dicho. Habían escuchado a Ubieta rememorar como en Cuba se habían llevado a cabo otras reformas para radicalizar el proyecto revolucionario cubano.
Mencionó a manera de ejemplo la Reforma Agraria y la Reforma Urbana. Esa misma palabrita “reforma” fue la que nos granjeó la enemistad criminal de los Estados Unidos, esto lo pienso yo, pero para salir de dudas, mientras Enrique hablaba, busqué mi pequeño “mataburros”, es decir, el diccionario, y entre las tantas acepciones de la palabra, encontré: aquello que se propone, proyecta o ejecuta como innovación o mejora en algo; o modificar algo, por lo general con la intención de mejorarlo. Así que no entendí el aspaviento de algunos por el dichoso término.
Al final, creo yo que más que embrollarse con vocablos confusos, lo importante es tener fe en las masas, en la capacidad del pueblo, en el mejoramiento humano, como decía Martí, y siguiendo las coordenadas de Ubieta.
Este último aseguró que en un mundo globalizado y en crisis, la esencia primigenia de un revolucionario debe ser el antiimperialismo.
Entre las diferencias que contraponen a ambos sistemas, el bloguero explicó que en el socialismo predomina la cultura del ser, mientras que en el capitalismo prevalece el tener.
“No solo tener es la palabra que rige al capitalismo, debes lucir tus bienes, solo así vales, sin importar lo que eres, aunque tu riqueza esté sustentada en crímenes y narcotráfico.
De manera sencilla y grata narró escenas casi grotescas que desenmascaran la futilidad con la cual obran algunos magnates, como la decisión de un príncipe árabe que revistió de oro su gran avión Airbus. Acontecimiento que el capitalismo muestra no como una locura, si no como un acto digno de imitar.
El insólito hecho quizás provocó sonrisas en los presentes, pero Ubieta fue a la carga una vez más, y aseguró que “la guerra cultural entre el capitalismo y el socialismo, entre el ser y el tener, está presente también en esta isla.
“Aquí la guerra no es contra un gobierno, es también contra el sistema”, patentizó.
Igualmente platicó sobre la importancia de conocer la historia de Cuba, subrayando que la historia no es la mera y fría sucesión de hechos y nombres. Esta responde al proyecto de futuro que nos tracemos.
Reflexionó sobre como los anexionistas y vendepatrias de Miami, y algunos de adentro, tienen su propia historia, que no guarda relación alguna con nuestro proyecto social. Para la Mafia Miamense los mercenarios que intentaron desembarcar en Playa Girón causando la muerte, son los verdaderos héroes de esa contienda.
Luego aclaró que el capitalismo no cultiva héroes, mas bien cómics, superhéroes imposibles de imitar. Los héroes de carne y hueso le resultan incómodos al Imperio. Además, personajes como Superman mantienen el Status Quo, y no tratan de alterar o atacar el sistema capitalista.
En otro momento de su charla recordó sus años de estudios junto al Héroe de la República de Cuba, Tony Guerrero, a quien describió como una persona muy normal de niño. Nunca se lo hubiera imaginado como el luchador antiterrorista que es hoy.
Por esa misma razón aseguró que en ese mismo auditorio que tan atento le escuchaba, seguramente habían sentados muchos héroes.
“Porque pobre generación que no entregue héroes, que no consagre las virtudes colectivas de una generación”.
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