Por Juan Manuel Olarieta
El científico estadounidense Hermann Joseph Muller (1890-1967) obtuvo el Premio Nóbel de Medicina en 1946 por su descubrimiento realizado en 1927 del efecto de las radiaciones ionizantes sobre el genoma. Desde 1910 era un colaborador muy estrecho de T.H.Morgan, a su vez Premio Nóbel de Medicina en 1933. Cinco años después ambos escribieron uno de los primeros libros en defensa de la nueva genética mendelista. Su manual "Principios de genética" tuvo una amplia difusión universitaria por todo el mundo y fue traducido al ruso inmediatamente.
Nacido en Nueva York, Muller estudió biología en la Universidad de Columbia con Morgan y en 1925 fue nombrado profesor de zoología de la Universidad de Texas.
Su primer viaje a la URSS data de 1922, donde permaneció durante tres semanas, conociendo al botánico N.I. Vavilov en una visita que hizo a su centro de investigación en Petrogrado. El impacto de aquel viaje y el posterior hundimiento capitalista de 1929 radicalizaron su postura política. De un simpatizante socialista pasó a ser un colaborador del Partido Comunista de Estados Unidos en Texas. Junto con un grupo de estudiantes creó un periódico progresista, denominado "The Spark" (Iskra en inglés).
Fue uno de los fundadores del Consejo Nacional de Amistad Americano-Soviética y presidente de la Sociedad Científica Americano-Soviética, por lo que empezó a ser perseguido por el FBI, que remitió una queja al rector de la Universidad. Gracias al apoyo de un grupo de profesores, no adoptaron represalias en su contra pero la represión policial y la ausencia de fondos para la investigación a causa de la crisis le obligaron a abandonar Texas.
En 1932 se trasladó a Berlín, donde permaneció durante un año trabajando junto al investigador soviético Timofeiev-Ressovski en el mismo laboratorio. Después de la llegada al poder de los nazis aceptó la invitación de Vavilov para presidir el Instituto de Genética de Leningrado, a donde se desplazó con un cargamento de moscas para las investigaciones del laboratorio.
En la Unión Soviética Muller escribió varios artículos para la prensa elogiando la colectivización agrícola y apoyando la investigación científica soviética. En uno de ellos, publicado en el diario gubernamental "Izvestia" con ocasión del décimo aniversario de la muerte de Lenin, criticaba el lamarckismo y defendía que la nueva genética mendelista era una aplicación del marxismo a la biología.
Junto con Vavilov y Lysenko, entre otros, formó parte de la comisión organizadora del VII Congreso Internacional de Genética que se iba a celebrar en Moscú, que tuvo que posponerse por el clima bélico creado en Europa por los fascistas.
Pero este genetista tenía sus propias ideas: era un eugenista. Según Muller, los Estados debían dirigir conscientemente la selección sexual humana, separando a los ejemplares humanos de mayor calidad de aquellos otros que estaban condenados a la extinción. Muller creyó poder llevar a cabo sus proyectos en la URSS, como si la revolución de 1917 hubiera convertido al país en un laboratorio de cobayas humanas. Creía que la Unión Soviética era el país ideal para llevar a cabo experimentos eugenistas de mejora de la raza humana porque las barreras de clase habían desaparecido.
En mayo de 1936 le envió a Stalin un ejemplar de su libro "Out of the night" en el que defendía la eugenesia. También fue traducido al ruso, siendo reseñado por la prensa soviética y puesto a disposición de los lectores en las bibliotecas y librerías. En esa obra, lo mismo que en las conferencias científicas en las que intervino mientras permaneció en la URSS, Muller sostuvo que la inseminación artificial entre los soviéticos podría asegurar la victoria del socialismo, es decir, que la construcción de la nueva sociedad sin clases no era un problema de naturaleza social y política sino técnica y científica.
En la URSS la época gloriosa del mendelismo -y por tanto de la eugenesia- estuvo ligada al deborinismo en filosofía y a la influencia del bujarinismo dentro del partido bolchevique. Corrían los años del I Plan Quinquenal, durante los cuales el genetista Alexander S.Serebrobski había tratado de implementar un primer programa eugenésico de inseminación artificial. Pero cuando Muller llegó a la URSS en 1933, los mendelistas estaban de retirada por la nueva política del "gran viraje" que encabezó Stalin en 1930. Aquel viraje fue todo lo contrario de lo que algunos esperaban. Lo mismo que el idealismo de Deborin y el revisionismo de Bujarin, las concepciones anticientíficas de Serebrobvski fueron contundentemente criticadas. Ya se conocían las aberrantes prácticas eugenésicas en Estados Unidos y muy pronto se iban a confirmar con la llegada de Hitler a la cancillería alemana.
Los mendelistas habían perdido la primera batalla por imponer la eugenesia en la URSS, pero se reorganizaron tres años más tarde, cuando el médico Salomon G.Levit fundó el primer Instituto de Genética Médica del mundo, al que dio el nombre de "Máximo Gorki". Becado por Rockefeller, durante un año Levit realizó un curso de posgrado en la Universidad de Texas bajo la dirección de Muller. Lo mismo que Serebrobski, además de mendelista, Levit era otro supuesto defensor del marxismo, es decir, sostenía que la genética mendelista constituía un fundamento sólido para la biología. Obviamente, los mendelistas confundían -y siguen confundiendo- la verdadera ciencia con la seudociencia racista.
Ambos, Muller y Levit, volvieron a coincidir luego en la URSS y trataron de retomar el programa de inseminación artificial, para lo cual se dirigieron personalmente a Stalin. Sin embargo, la eugenesia no sólo es sinónimo de racismo. En un país multinacional como la URSS era, además, un programa de liquidación, de enfrentamiento étnico interior entre los pueblos y naciones que formaban parte de ella. Por lo demás, la eugenesia negaba el papel dirigente del proletariado en el socialismo y trataba a las masas como cobayas propicias para experimentos repugnantes. Según Muller había que mejorar la dotación genética de la clase obrera y del campesinado para suplir así su "inferioridad natural". El proyecto de Muller y Levit no solamente no fue aprobado sino que el Instituto "Máximo Gorki" fue disuelto. Fue otra batalla perdida por la anticiencia.
Junto con el antropólogo soviético Boris Porshnev, Muller apoyó otro de los proyectos más delirantes de los eugenistas soviéticos: el de Ilia Ivanov, que consistía en hibridar a un mono con un ser humano, un plan que fue inicialmente aprobado durante la corta etapa en la que los mendelistas acapararon la dirección de las instituciones científicas soviéticas. En la bibliografía difundida en los países capitalistas resulta muy llamativo que se califiquen como "censura" los experimentos mendelistas no autorizados por las instituciones soviéticas, mientras otros, como éste, se califican como "escandalosos" (1), naturalmente después de extraerlos del contexto político en el que los mendelistas lograron su aprobación.
Los sucios planes eugenistas merecían una profunda reflexión que, sin embargo, sólo se pudo llevar a cabo en la URSS. A lo largo de 1936 Muller participó en las dos primeras discusiones públicas sobre el mendelismo, junto con 300 científicos soviéticos entre ellos Vavilov y Lysenko. En aquellas reuniones Muller volvió a atacar el lamarckismo, argumentando que si las condiciones ambientales determinaran la evolución, la revolución de 1917 nunca hubiera podido triunfar porque los obreros y campesinos tienen una dotación génica inferior a la de los terratenientes y burgueses. Aunque su intervencion fue apludida por una parte de sus colegas, la prensa dejó de hacerse eco de sus ridículas teorías y su libro "Out of the night" fue también justamente censurado y retirado de la venta al público.
En 1937 se trasladó a España como miembro de las Brigadas Internacionales para ayudar a los servicios médicos del ejército republicano. Ya entonces era un científico desengañado por no poder llevar a cabo en la URSS sus experimentos eugenistas y acabó militando en las filas del anticomunismo más visceral. Cuando cambió de bando, en 1946, le concedieron el Premio Nobel de Medicina.
Nada de ello pudo impedir que, años después, durante la caza de brujas, Muller fuera denunciado y tuviera que declarar ante el Comité de Actividades Anti-Americanas del Senado. Cambió de bando político pero no abandonó sus propuestas eugenistas, que nunca fueron un obstáculo para los galardones y premios, sino todo lo contrario. En los países capitalistras el racismo se ensalza con los mayores honores y se disfraza con etiquetas científicas.
Una intervención suya ilustra las contradicciones de la genética en el pasado siglo. Dos años después de recibir el Premio Nobel presidió el Congreso Internacional de Genética que se celebró en Suecia, paralelo al juicio de Nuremberg, en el que pronunció un singular discurso de apertura. Acababa de terminar la guerra, durante la cual los nazis habían llevado a la práctica los proyectos eugenistas, y en aquel discurso Muller pasó por encima de las atrocidades cometidas en nombre de la ciencia que los asistentes representaban. Su excusa fue que eran tan conocidas que no era necesario comentarlas. Era más importante hablar de Lysenko, a quien Muller califica de "charlatán" (2). Con su discurso Muller no sólo cerraba una página de su propio periplo personal. Para la genética la guerra fría comenzaba en ese mismo momento. Los delegados soviéticos no pudieron acudir a Suecia, pero los 11 procedentes de Bulgaria, Checoslovaquia, Polonia y Yugoslavia registraron por escrito su desacuerdo con el discurso inaugural, que no fue sometido a discusión. En el mismo país en el que los genetistas estaban debatiendo tan confortablemente, se seguía practicando la eugenesia, lo mismo que en Estados Unidos o en Australila, pero Muller pedía a sus colegas que miraran para otro lado, hacia el este; no merecía la pena reflexionar acerca de la parte de responsabilidad que tenía su ciencia en los gravísimos crímenes cometidos contra millones de seres humanos. Lo realmente preocupante era el lysenkismo, es decir, la injerencia de la política (soviética) en una ciencia que, a toda costa, debía seguir pareciendo virginal. Naturalmente quedaba fuera del encuadre que en la Unión Soviética una acertada política científica había impedido la proliferación del racismo y la eugenesia, es decir, la proliferación de la seudociencia que Muller había tratado de abanderar.
Notas:
(1) A. Etkind: Beyond eugenics: The forgotten scandal of hybridizing humans and apes, en Studies in History and Philosophy of Biological and Biomedical Sciences, vol.39, 2008, pgs.205 y stes.
(2) Bengt O. Bengtsson y Anna Tunlid: The 1948 International Congress of Genetics in Sweden: People and politics, en Genetics, vol. 185, 2010, pgs.709 y stes.
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