Por Luís Tkchyov. Traducción Oleg K. Fotografías de Vídeos del Este..
La época más feliz de mi vida ha sido cuando existía la Unión Soviética.
A los ojos de un niño soviético, la vida era cada día una aventura. Aparte de las clases, estaban los deportes. Cuando me iba haciendo más mayor ingresábamos en los clubs de entusiastas de diferentes aficiones. A mi me gustaba la electrónica, y encontré mi futuro profesional en uno de ellos.
Me fui convirtiendo en un obrero. Los obreros somos lo más grande del mundo. Soñábamos con ayudar a los trabajadores explotados de occidente. Cuando tuve el sublime placer de ingresar en el Partido Bolchevique mi conciencia de cariño por mis compatriotas, de lucha por llegar al comunismo, se hizo más grande. Nuestras proposiciones en la fábrica y en la escuela profesional eran tenidas en cuenta, por nuestro soviet, por mi diputado en los organismos superiores, había una confianza de que todos íbamos por la misma senda. Transparencia, rigor, lucha de propuestas, luchando por una sociedad mejor, por un mundo más libre. Una vida plena de creación.
Una vida que nos han destruido.
Entonces éramos dichosos. Las estanterías de los establecimientos estaban llenas. Los precios eran asequibles para cualquier bolsillo. No se conocía la acaparación, pues siempre había suficiente comida, bebida, vestido.
Estábamos construyendo un nuevo peldaño en el camino de la humanidad. No solamente por nuestra confianza en el futuro, de mis padres, de mis hermanas y de mis compañeros de aulas. Lo veía en las calles, en las tiendas de abastecimiento. Lo sentía cuando me ponía enfermo, esa sensación de confianza y bienestar al saber que todo una sociedad pugnaba por tu restablecimiento. Era un proyecto de vida. Teníamos la más alta calidad de asistencia en Sanidad, Educación, Cultura, Deporte, y orgullosos de nuestro Ejército Rojo que velaba por nuestra defensa, pues desde niño sabíamos que en cualquier momento podíamos defender nuestra URSS. Por mi miopía, no cogí nunca un arma.
Entonces. Sabíamos que al otro lado de la frontera, no nos entendían. No querían que disfrutáramos de nuestras conquistas. Porque en toda la URSS vivíamos en la abundancia. Había trabajo. Teníamos viviendas e incluso se construían la nuestra para cuando nos independizáramos (como así conmigo sucedió). El soviet de mi ciudad planificaba el crecimiento de la urbe de acuerdo con las fábricas y los trabajadores.
Me fui haciendo mayor, y la sociedad en la época de Brezhnev fue cambiando. Se hizo más egoísta pero se mantenían los logros de la revolución.
Solamente a la llegada de Chernienko todo se empezó a desmoronar.
Si en la Unión Soviética éramos felices. Y muy felices.
No quiero vivir en esta podrida sociedad de engaños, mercado y chantajes. Lo que nos contaban de Occidente en los años 70 era verdad. La propaganda yanqui de un mundo mejor, eran para ellos mejor, para preparar sus guerras. Para nosotros los obreros, una cárcel. Temo por mis hijos, como será su vida. A veces me desespero y tengo ideas suicidas. Pero ¡que hago solo con un AK! Muchos de mis compatriotas piensan como yo. Con lágrimas en los ojos por mi paraíso perdido, recorro las calles bajo las banderas rojas este último siete de noviembre.
Escribo este relato, que es un arma de lucha, para mis hijos. Es mi advertencia, para defender los logros conseguidos por la Unión Soviética.
Mi espalda se encorva. Pero en mi pecho jóven, con el recuerdo de haber puesto al ¡puto capitalismo de rodillas! junto a mis antiguos obreros de choque, mis camaradas que al igual que yo hemos sido robados, les escupimos en este glorioso día:
¡Tenemos que luchar por una nueva Revolución de Octubre!
¡Viva la URSS y sus enseñanzas para nuestros hijos!
Por el comunismo.
Buena prueba de todo lo que cuenta este relato, es la siguiente tirada de fotografías recopiladas por la fantástica web :
¿ Dónde están las largas colas?
También existen fotografías de cientos de tiendas con las estanterías vacías, pero ésas únicamente pertenecen a un corto período de la historia, tristemente conocido como la Perestroika .
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