El pasado mes de Noviembre, el mundo capitalista celebró por todo lo alto el 20 aniversario de la caída del Muro de Berlín, un hecho que marcó sin duda un antes y un después en la historia europea y en la mundial. No faltaron fuegos artificiales, canciones cursis y frases sin sentido pronunciadas por los líderes mundiales, títeres de los poderes económicos que actualmente dominan nuestra mentalidad y nuestras sociedades.
Resulta un tanto irónico observar la inmensa hipocresía de la que hacen uso estos elementos para tergiversar, manipular y engañar al mundo entero presentando las cosas sólo por su lado positivo. La decadencia del comunismo era algo que los poderes capitalistas ansiaban desde el mismo instante en el que la bandera soviética se alzó sobre el Reichstag fascista en 1945, dejando bien claro que el comunismo no sólo era viable, sino que se había convertido en una verdadera potencia que hacía de contrapeso al dominio de las ya no tan potencias europeas y de Estados Unidos.
Por ese motivo, la enorme presión a la que la URSS tuvo que hacer frente por parte de esos poderes para debilitarla empezó ya tras la posguerra, en la que Alemania fue forzosamente dividida y las potencias occidentales crearon la Alianza Atlántica, germen de la futura imperialista OTAN, sin hacer ni caso a las ofertas de la URSS para crear en conjunto una defensa y seguridad común en el continente, por lo que a los soviéticos no les quedó otra que crear el Pacto de Varsovia más tarde al ver que, incluso después de una terrible guerra, los capitalistas seguían deseando que silbasen las bombas. El resto lo conocemos bien: guerras de descolonización, construcción del famoso muro de Berlín y una división de los alemanes que perduró casi medio siglo.
Es realmente triste pensar que tanta división se debiese a la desconfianza, y actualmente, los poderes económicos braman que la caída del muro de Berlín fue "un hecho maravilloso, que acabó con la dictadura en Alemania y devolvió la libertad a sus gentes". Pero los señores derechitos y los empresarios se olvidan o no mencionan las malas consecuencias que ese hecho ha tenido en las sociedades. El muro de Berlín, efectivamente, tuvo una doble caída, por un lado positiva porque volvió a unir Alemania, pero no sólo cayó hacia el Oeste, sino también hacia el Este, facilitándole al capitalismo más salvaje una rápida expansión que le ha permitido asentarse e ir degradando todos los derechos civiles, sociales y laborales que el socialismo había logrado.
Hasta la dichosa caída, hubo un notable contrapeso a los excesos del capitalismo, que se vio obligado a favorecer mínimamente a los trabajadores mediante el Estado de Bienestar para que las cosas no se le fuesen de las manos. Un mero espejismo: el capitalismo nunca pretendió favorecer de verdad a los trabajadores. Pero tras la caída del muro de Berlín, las empresas transnacionales y su sistema han derivado en toda una orgía descontrolada de un capitalismo sin límites, sin regulaciones y que, cómo no podía ser de otra manera, favorece siempre al más fuerte. Los países ex-soviéticos, recién salidos del socialismo, se vieron desbordados por una economía de mercado metida a toda prisa, sin precauciones y con el más asqueroso desamparo hacia los más necesitados. La desigualdad ha aumentado desde entonces y sigue creciendo hoy en día.
Lo más sorprendente de todo es que los lobbys han conseguido hacer calar en las sociedades el mensaje de que el comunismo no era más que un sistema totalitario, desigual y represor, hasta exaltando a los nazis y a todo lo que va contra los grandes beneficios que en realidad trajo el socialismo a su población. Lo que en realidad era más democrático y responsable con la dignidad humana se presenta como lo más vil y nefasto para las sociedades.
Basta con echar una ojeada a lo que ocurre actualmente en todos los países del mundo, a nuestro alrededor. El poder de las empresas se hace más fuerte, se atacan de forma cada vez más dura los derechos de los obreros conseguidos en décadas, se favorece la desregulación y los estados siguen lavándose las manos, olvidándose de la población y siendo favorecidos por su empobrecimiento; ya no hay, de momento, una unión proletaria notable que les pare los pies a los capitalistas. Eso es, básicamente, señores políticos, empresarios y entusiastas rancios neoliberales, lo que trajo la caída del muro de Berlín, que aunque muro que separaba, también era muralla que defendía.
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