En 1944, cuando las tropas alemanas se batían en retirada, los cuerpos de operaciones especiales germanos diseñaron un plan con el que esperaban dar un vuelco a la guerra que estaban perdiendo: enviar dos asesinos a Moscú para que eliminasen al líder de la URSS.
En el verano de 1944, la unidad especial de la Lufwaffe KG 200, que además de estar especializada en vuelos de larga distancia y lanzamiento de espías y saboteadores, operaba aviones capturados a los aliados, recibió una llamativa consulta del mismísimo Ernst Kaltenbrunner, jefe de la RSHA (Oficina Central de Seguridad del Reich). ¿Podían lanzar con éxito en paracaídas a un hombre a unos 100 kilómetros de Moscú, muy por delante de las débiles líneas alemanas?
La respuesta, como no podía ser de otra forma, fue afirmativa. En la noche del 4 al 5 de septiembre de 1944, un avión de transporte Arado Ar 232B despegaba de un aeródromo en la actual Letonia y se dirigía, entre tinieblas, al destino marcado, situado entre Smolensk y la capital soviética.
Traidores y asesinos
En la parte trasera del transporte alemán, en la semioscuridad y movidos por las turbulencias, viajaban dos ciudadanos soviéticos. Un ex oficial del Ejército Rojo y una mujer. Los dos se habían casado en vísperas de la misión que les llevaba al corazón de Rusia.
Piotr Tavrin (su apellido real era Shilo) era un delincuente común que había sido reclutado como soldado soviético gracias a documentos falsificados y que, temiendo que se le descubriese, había sellado su destino desertando en mayo de 1942. Tras ser reclutado en un campo de prisioneros, fue trasladado a Berlín, donde se le presentó a Heinz Gräfe, uno de los responsables del proyecto Zeppelin. Tras este nombre se ocultaba un ambicioso plan, diseñado para eliminar el mayor obstáculo para una cada vez más complicada victoria del Tercer Reich: Stalin. El colaboracionista soviético fue entrenado en Pskov y más tarde en Riga, bajo la supervisión de un legendario especialista en operaciones especiales: Otto Skorzeny.
Objetivo: tomar el Kremlin
El plan para asesinar al líder soviético requería de una fuerte moral y de cierto grado de alienación total, por lo descabellado de este. Según KG 200: The True Story, de P. W. Stahl, Tavrin y su esposa Lidia Shílova (encargada de coordinar las comunicaciones por radio con Alemania) iban a ser lanzados sobre territorio soviético para luego dirigirse hacia Moscú y conectar allí con líderes de la oposición clandestina rusa. Junto con otros conspiradores, Tavrin debía irrumpir en el Kremlin con documentos falsos durante una de las recepciones que allí se celebraban. Una vez estuviese lo suficientemente cerca del líder soviético, debía asesinarle con balas envenenadas. La muerte de Stalin sería la señal para que tropas germanas aterrizaran entonces en las afueras de Moscú para tomar con la mayor rapidez un Kremlin supuestamente desmoralizado y paralizado por la sorpresa. El plan de reserva era disparar a través del blindaje del coche de Stalin con un pequeño lanzacohetes especialmente diseñado para la ocasión (se escondía en la manga de la chaqueta), cuando el cortejo de Stalin se dirigiese al Kremlin.
El asesino y su esposa Lidia, recibirían una motocicleta y las armas necesarias para matar a Stalin mientras se desplazaba por la ciudad. Aunque la misión tenía un eminente carácter suicida, al matrimonio de ejecutores se les aseguró que se habían preparado un escondite en Moscú, así como provisiones para esconderse y escapar en cuanto surgiese la oportunidad.
Una serie de catastróficas desdichas
Se lanzó primero un grupo de paracaidistas sobre la zona de aterrizaje del avión alemán. Debían confirmar a Berlín que se cumplían las condiciones sobre el terreno para la llegada del aparato. Así lo hicieron. Sin embargo, ni los potenciales verdugos de Stalin, ni la inteligencia alemana, supo que el equipo de avanzada había sido capturado, y obligado a enviar la señal de radio convenida a Alemania.
El Arado 232B, mientras tanto, cuando realizaba el vuelo dentro del espacio aéreo soviético, fue dañado por fuego antiaéreo. Dada la intensidad de este, el piloto acabó por elegir un lugar de aterrizaje alternativo en las cercanías de Karmanovo, al este de Smolensk. Sin embargo, una de las alas de avión chocó al tomar tierra con un árbol, arrancando un motor y prendiendo un fuego que, estaban seguros, no tardaría en atraer tropas soviéticas al lugar.
Camino de Moscú
La tripulación del avión siniestrado se dirigió a pie, con la vana esperanza de alcanzar las líneas alemanas. La tripulación llevaba mapas, así como provisiones, sí, pero no hablaban ruso, y llevaban uniformes alemanes. Casi todos fueron hechos prisioneros.
El supuesto Mayor Tavrin y la falsa subteniente Shílova, subieron a la motocicleta que habían sacado del fuselaje del Arado y se dirigieron hacia Moscú, cargados con 428.000 rublos, sellos de caucho y una serie de documentos en blanco que, en teoría, una vez cumplimentados les permitirían entrar en el Kremlin, y acercarse lo suficiente a Stalin como para terminar con su vida.
Detenidos
Los asesinos viajaron en mitad de la noche. Todo parecía ir bien hasta que su suerte terminó de gafarse cuando fueron detenidos en un control de carreteras. Los dos hablaban ruso, por supuesto, y sus uniformes y medallas atestiguaban que eran oficiales de alto rango. Además, todos sus documentos parecían reales. Sin embargo, un pequeño detalle, un error de los que nos irritan cuando lo notamos en una película, les delató.
Un centinela se dio cuenta de que tanto la motocicleta como la pareja estaban totalmente secos, aunque había llovido hasta no mucho antes. Claro, los sicarios de Hitler no se habían empapado en el interior del avión. El guarda ruso dio la señal de alarma y los agentes nazis fueron arrestados.
Trabajo para el contraespionaje soviético
El joven capitán Grígori Grígorenko, del departamento especializado en radio de la SMERSH (abreviatura de SMERt SHpiónam o “muerte a los espías”), recibió el encargo de usar a los agentes detenidos contra los alemanes. Tavrin aceptó colaborar, con tal de salvar el cuello, y envió un mensaje por radio a Berlín en el que informaba sobre su exitosa llegada a Moscú. Los germanos se tragaron el anzuelo, con lo que iniciaba la operación Tumán (Niebla, en español).
Con este plan, se estableció como objetivo identificar a espías alemanes operando en la capital soviética, con la excusa de que debían conectar con Piotr Tavrin para ayudarle a llevar a cabo el magnicidio contra Stalin. La operación Tumán se llevó a cabo hasta el final de la guerra.
Shilo/Tavrin, dejó de ser de utilidad para aquellos a los que había traicionado, fue condenado a muerte y ejecutado el 28 de marzo de 1952. Su esposa, Lidia Shílova, sufrió el mismo triste destino el día 2 de abril del mismo año.
Fuentes:
- Hitler's Intelligence Chief: Walter Schellenberg, de Reinhard Doerries.
- The Brandenburger Commandos: Germany's Elite Warrior Spies in World War II, de Franz Kurowski.
- The Third Reich's Intelligence Services, de Katrin Paehler.
- Operaciones secretas de la Segunda Guerra Mundial, de Jesús Hernández Martínez.
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