Por lachekavchk.blogspot.com
IV
Después del V Congreso, el Partido envió al camarada Stalin a trabajar de un modo “duradero” en Bakú.
Trabajo “duradero”… En general, esta “duración” se calculaba entonces, por término medio, en un año de trabajo, y luego venían las reclusiones.
El camarada Stalin trabajó en Bakú cerca del año y medio (bastante más que el promedio) y pasó ocho meses en la cárcel, desde donde seguía dirigiendo la organización. Trabajando entre las masas tan activamente como lo hacía el camarada Stalin, el plazo relativamente largo de su vida “en libertad” sólo se explica por su gran experiencia en el trabajo conspirativo y por la amplia colaboración de los obreros, quienes le ayudaban a ocultarse de la gendarmería.
El traslado del camarada Stalin a Bakú obedecía a conveniencias políticas. Bakú era un gran centro obrero donde se había concentrado toda clase de elementos mencheviques, como los hermanos Schendrikov, conocidos aventureros y demagogos (no está excluido que hayan estado al servicio de la policía secreta), que eran allí los líderes mencheviques. Y a Stalin le cupo en suerte la misión de limpiar Bakú de estos individuos, convirtiéndolo en un baluarte del bolchevismo. El camarada Stalin cumplió magníficamente esta tarea.
Uno de los miembros activos del Comité de Bakú en aquella época, P. Sakvarelidse, cuenta en sus memorias: “Dirigía todo el trabajo del Comité de Bakú y su Buró ejecutivo, al frente del cual se hallaba el camarada Stalin… En los radios funcionaban los correspondientes comités… El centro de gravedad de toda la lucha ideológica y de organización, para fortalecer y cohesionar la organización bolchevique, recaía en el camarada Stalin. En su actividad ponía toda el alma. Dirigía a la vez el periódico ilegal “Bakinski Rabochi”, cuya edición en aquel período acarreaba grandes dificultades… Organizaba el trabajo entre los obreros musulmanes (con la ayuda de la organización “Hummet”); dirigía las huelgas de los obreros petroleros, etc. Realizaba una labor intensiva para desalojar de los radios obreros a mencheviques y socialrevolucionarios. El camarada Stalin se dirigía, ante todo, a aquellos radios donde los mencheviques y los socialrevolucionarios intensificaban sus actividades. Por fin, se quedó en Bibi-Eibat, entonces ciudadela de los mencheviques de Bakú. Allí, más que en ninguna otra parte, quedaban restos de partidarios de los Schendrikov, una de las variedades peculiares del socialismo policíaco. Bajo la dirección del camarada Stalin, los bolcheviques quebrantaron la influencia de mencheviques y sociarevolucionarios, transformando a Bibi-Eibat en un radio bolchevique”. (Citado según el libro de libro de L. Beria.)
La organización bolchevique de Bakú creció, se fortaleció y se templó en la lucha contra el menchevismo, contra los socialrevolucionarios y los nacionalistas, atrayéndose a la mayoría aplastante de los obreros. Es particularmente aleccionadora en este sentido la gran campaña por la concertación de un contrato colectivo de trabajo entre los obreros petroleros y la patronal.
Los bolcheviques de Bakú, dirigidos por el camarada Stalin, desarrollaron una gran labor de educación política de las masas obreras, logrando llevar la lucha de los obreros contra los industriales petroleros por el cauce de un movimiento político consciente de clase contra el zarismo y la burguesía. Así, como resultado de un referéndum especial sobre la táctica a seguir en dicha campaña, la mayoría de los obreros se declaró en favor de la táctica staliniana de los bolcheviques, mientras que socialrevolucionarios, “dashnakes” y mencheviques fracasaron estrepitosamente. A fines de 1907, cuando la reacción enfurecida, dominaba en toda Rusia, funcionó en Bakú durante dos semanas un parlamento obrero peculiar, como fue la asamblea de delegados de los yacimientos y destilerías de petróleo, bajo la presidencia del obrero bolchevique Trónov. Los bolcheviques elaboraban allí las reivindicaciones obreras que habían de ser presentadas a los patronos y desarrollaban con amplitud un trabajo de agitación en favor de las consignas íntegras del Partido: jornada de 8 horas de trabajo, confiscación de las tierras de los terratenientes y República democrática.
El camarada Stalin educó al proletariado de Bakú en las gloriosas tradiciones del bolchevismo, gracias a las cuales el proletariado de Bakú se ha destacado entre los combatientes de vanguardia, en la lucha por la victoria de la Revolución, por la dictadura del proletariado y por el Socialismo.
Pero el mismo camarada Stalin aprendió muchísimo en aquel período de su actuación.
“Dos años de actividad revolucionaria entre los obreros de la industria petrolífera – dice el camarada Stalin – me templaron como luchador práctico y como uno de los dirigentes prácticos. Puesto en relación con obreros de Bakú tan avanzados como Vazek, Saratovets y otros, por una parte, y moviéndome en medio de la tempestad originada por los profundos conflictos entre los obreros y patronos petroleros, por otra parte, conocí, por primera vez, lo que significaba dirigir a grandes masas obreras. De modo que allí, en Bakú, recibí mi segundo bautismo revolucionario. Allí me convertí en contramaestre de la Revolución”. (“Pravda”, 16 de junio de 1926.)
Trabajando directamente en Bakú, el camarada Stalin visitaba con frecuencia Tiflís y dirigía la lucha de la organización bolchevique de Georgia.
Bajo la dirección del camarada Stalin, en los años tenebrosos de la reacción, los bolcheviques de Transcaucasia fueron los que se retiraron en mayor orden. Desplegaron un enorme trabajo de construcción y fortalecimiento de la organización ilegal del Partido y lucharon por preparar el nuevo asalto contra el absolutismo zarista, adaptándose a las nuevas condiciones, a las nuevas circunstancias que reinaban en el país, aprovechando las posibilidades legales y semilegales para la educación marxista-leninista y para la organización del proletariado.
En marzo de 1908, la policía secreta del zar descubrió las huellas del camarada Stalin y lo detuvo. Fue recluido durante casi 8 meses en la prisión “Bailov” de Bakú. Pero, aun desde allí, seguía dirigiendo el Comité de Bakú del Partido y el periódico ilegal bolchevique “Bakinski Rabochi”.
“En la comuna política de la prisión – cuenta el camarada Sakarelidse – eran organizadas constantemente discusiones, en las que se examinaban los problemas de la revolución, de la democracia y del socialismo. Las discusiones, en la mayoría de los casos, estaban organizadas por iniciativa de los bolcheviques. El camarada Stalin intervenía muy frecuentemente en ellas, en nombre de la fracción bolchevique, a veces con un informe y otras veces en calidad de oponente. El camarada Stalin y los demás bolcheviques tenían que dirigir la organización desde la cárcel. El grupo bolchevique supo establecer enlace con la organización de Bakú, recibiendo información exacta sobre el trabajo diario y enviando sus consejos y normas… Desde la prisión, el camarada Stalin dirigía también el periódico de la organización de Bakú, “Bakinski Rabochi”. En cierta ocasión, todos los materiales de redacción fueron preparados en la prisión de Bailov”. (Citado según el libro de L. Beria)
Después de casi 8 meses de reclusión, el camarada Stalin fue deportado por dos años a la provincia de Vologda, a Solvichegodsk.
En el verano de 1909, el camarada Stalin se fugó del destierro y regresó a Bakú, donde continuó dirigiendo el trabajo ilegal, fortaleciendo, al mismo tiempo, las organizaciones bolcheviques de Transcaucasia.
Era un período de lucha intensa contra la corriente liquidacionista dentro del Partido, y el camarada Stalin tuvo que dedicar toda su energía revolucionaria a desenmascarar y aplastar a los mencheviques, asestando simultáneamente golpes a los socialrevolucionarios y a otras corrientes políticas enemigas del proletariado.
En octubre de 1909, el camarada Stalin se traslada a Tiflís, donde realiza una gran labor para organizar la lucha de los bolcheviques de Tiflís contra los liquidadores.
En aquel período, Stalin preparó la convocatoria de la Conferencia de los bolcheviques de Tiflís y la edición del periódico bolchevique “Tifliski Proletari”.
En un artículo publicado en el primer número de este periódico, el camarada Stalin escribió:
“¡La gran revolución rusa no ha perecido! ¡Vive! Sólo ha retrocedido y acumula fuerzas para las poderosas acciones del futuro.
Pues las fuerzas motrices de la revolución, los proletarios y campesinos, viven sanos y salvos y no quieren ni pueden renunciar a sus reivindicaciones vitales…
Vivimos en vísperas de nuevas explosiones; estamos ante la vieja tarea de derribar el Poder zarista…
Nuestro deber, el deber de los obreros avanzados, consiste en estar dispuestos a participar con honor en los gloriosos combates del porvenir por la República, por los derechos del proletariado.
A nosotros, y solamente a nosotros, a los obreros avanzados, nos incumbe, como en 1905, la misión de dirigir la revolución y de encauzarla por la senda de la victoria total…
Nosotros, y solamente nosotros, los obreros avanzados, lo mismo que en 1905, debemos agrupar a los campesinos en torno a las reivindicaciones revolucionarias…
Y para todo esto, necesitamos un Partido único y vigoroso, capaz de tomar sobre sus hombros la preparación de todas las fuerzas combatientes del proletariado para las batallas futuras…
¡Manos a la obra pues, pues, camarada lector, en el trabajo común por preparar las fuerzas del proletariado de Tiflís, para las acciones enérgicas del porvenir!”. (Lugar citado.)
El período de Bakú tiene una gran importancia también para la actuación política del camarada Stalin, que no sin razón lo caracterizaba como el período en el cual llega a ser contramaestre de la revolución.
El proletariado de Bakú era industrial, compuesto, además por muchas nacionalidades: rusos, azerbaidzhanos, georgianos y armenios. Trabajaban allí muchos persas. En los alrededores de la ciudad, mejor dicho, de los yacimientos petrolíferos, vivía una población campesina que odiaba a los colonizadores rusos. Los funcionarios zaristas azuzaban a los azerbaidzhanos contra los armenios, y viceversa, organizando de vez en cuando matanzas recíprocas.
Los dueños de los yacimientos eran tiburones internacionales como Rotschild, Nóbel, Shibáew (compañía inglesa), Mantáshev, y otros. De hecho, la industria de Bakú se hallaba supeditada al capital extranjero.
Muchos cabecillas de las corrientes oportunistas y de los partidos nacionalistas, que trabajaban en las empresas, eran sin duda agentes secretos del capital extranjero.
En este laberinto intrincado de contradicciones, sólo podía orientarse un dirigente político altamente dotado, que supiera perfectamente qué es lo que persigue, y que supiera indicar a las masas obreras que los objetivos por él señalados son precisamente los que más convienen al proletariado, y que los métodos por él propuestos son los más ventajosos para la lucha.
Semejante dirigente político era precisamente el camarada Stalin. Por esto es por lo que el proletariado de Bakú siguió al camarada Stalin en la lucha contra el zarismo y el capitalismo, haciendo de él su dirigente más querido. Bajo su dirección, recorrió el camino glorioso de una lucha heroica, en la primera línea del movimiento revolucionario de toda Rusia.
En marzo de 1910, el camarada Stalin fue detenido una vez más, y después de algunos meses de reclusión, desterrado nuevamente a Solvichegodsk.
Durante los años más duros de la reacción y del descenso del movimiento revolucionario, a pesar de las frecuentes detenciones y destierros, el camarada Stalin toma una parte cada vez más activa en la dirección de toda la minoría bolchevique.
Apoya enteramente el plan de Lenin para el resurgimiento y el fortalecimiento del Partido mediante la creación de un bloque, basado en principios, de bolcheviques y mecheviques-plejanovistas, los cuales luchaban por aquel entonces contra los liquidadores y defendían la necesidad de mantener un partido clandestino. En su carta dirigida desde el destierro en Solvichegodsk, el 31 de diciembre de 1910, el camarada Stalin decía: “A mi modo de ver, la línea del bloque (Lenin-Plejánov) es la única acertada: 1) esta línea y sólo ella es la que responde a los verdaderos intereses de la actuación dentro de Rusia, que exige la cohesión de todos los elementos que verdaderamente están con el Partido; 2) esta línea y sólo ella es la que acelera el proceso de liberación de las organizaciones legales del yugo de los liquidadores, abriendo un foso entre los obreros mencheviques y los liquidadores y poniendo en dispersión y aplastando a éstos”. (Citado según la “Historia del P.C.(b) de la U.R.S.S.”, pág. 160).
Contrariamente al bloque de partido de Lenin y Plejánov, de los bolcheviques y el grupo de mencheviques defensores del Partido, bloque basado en principios, Trotski comenzó a formar su bloque de enemigos del Partido revolucionario ilegal, el Bloque de Agosto, falto de principios, contario al Partido, bloque de los liquidadores de todos los matices.
El camarada Stalin se pronunció decididamente por el apoyo a Lenin en su lucha contra la aventura trotskista. En la carta arriba mencionada, desde el destierro en Solvichegodsk, el camarada Stalin escribió:
“El bloque trotskista… es algo podrido y sin principios, una amalgama manilovista de principios heterogéneos, un anhelo impotente de gentes sin principios que buscan un “buen” principio. La lógica de las cosas es, por su naturaleza, regida estrictamente por principios, y no sufre amalgamas”.
Apoyando a Lenin, solidarizándose con él por completo, el camarada Stalin publica en el núm. 11 de “El Socialdemócrata”, órgano central del Partido, su “Carta del Cáucaso” en la que rebate a los liquidadores, a los trotskistas y a los “conciliadores”, llamando a acabar con la situación anormal creada en la fracción bolchevique como consecuencia de la conducta traidora de Kámenev, Zinóviev y Ríkov.
Paralelamente a esto, el camarada Stalin propugnó una serie de tareas del día con el fin de realizar la línea leninista del Partido, a saber: convocatoria de una Conferencia general del Partido, publicación de un periódico legal de éste, destinado a toda Rusia, y creación de un centro clandestino para la actuación práctica en Rusia.
En 1911, el camarada Stalin se evade nuevamente del destierro, y esta vez, por decisión del C.C. del Partido, se queda en Petersburgo. Muy pronto, le vuelven a detener y desterrar a la provincia de Vologda.
Entre la dirección del P.O.S.D. de Rusia reinaba la mayor dispersión. En los centros directivos del Partido, Lenin estaba muy a menudo en minoría. En estas condiciones difíciles de intensa lucha de Lenin contra los oportunistas y conciliadores, el camarada Stlain era el partidario constante e invariable de Lenin a través de todas las vicisitudes del Partido. A lo largo de toda su actividad, el camarada Stalin no se apartó una sola vez de Lenin, en sus posiciones teóricas, de principios, lo mismo que en toda su labor práctica. Con su trabajo ideológico y de organización, el camarada Stalin facilitó en grado sumo la lucha de Lenin contra los elementos vacilantes que habían perdido la fe en el bolchevismo, y, en realidad, dirigía las organizaciones bolcheviques de Rusia.
Después de que los liquidadores se quitaron la careta, comenzando a destruir de una manera descarada el Partido y a pasar a la legalidad; después de que los “conciliadores” de todos los colores y el trotskismo fueron desenmascarados, la obra de reorganización y fortalecimiento del partido revolucionario ilegal adquirió un ritmo rápido. Se formó la Comisión de Organización de Rusia, con Sergo Ordzhonikidze a su frente, desarrollando a la manera leninista los trabajos preparatorios para la convocatoria de una Conferencia general del Partido, llevando así a efecto la tarea que el camarada Stalin había propugnado todavía a principios de 1910. Lenin señaló con mucha satisfacción que ahora “la locomotora ha sido levantada y colocada sobre los rieles”. (Lenin, Obras completas, t. XV, pág. 293, ed. rusa.)
En su carta desde el destierro de Solvichegodsk, el camarada Stalin decía:
“Me quedan seis meses. Terminado el plazo, estoy completamente a vuestro servicio. Si realmente es aguda la necesidad de trabajadores, puedo levar anclas en el acto”.
Y en efecto, poco más tarde, el camarada Stalin “levó anclas”.
La Conferencia de Praga (enero de 1912) hizo el balance de toda la lucha contra toda clase de liquidadores. En cuanto hubo terminado con los restos de la unificación, formalmente mantenida, con los mecheviques-liquidadores, y expulsados éstos del Partido, la Conferencia dio forma a la existencia independiente del Partido bolchevique.
“Esta Conferencia – dijo el camarada Stalin, en el XV Congreso del P.C.(b) de la U.R.S.S. – tuvo una importancia grandísima en la historia de nuestro Partido, pues deslindó los campos entre los bolcheviques y los mencheviques y unió a las organizaciones bolcheviques de todo el país en un Partido bolchevique único”.
V
La Conferencia de Praga eligió al camarada Stalin, ausente de ella, como miembro del C.C. del P.O.S.D. de Rusia. Ahora, el camarada Stalin se hallaba al frente del Buró ruso del C.C. del Partido, el centro directivo de toda la labor práctica del Partido en Rusia. Por encargo del C.C. recorrió las regiones más importantes de Rusia y organizó allí la lucha por el cumplimiento de las decisiones de la Conferencia de Praga. El camarada Stalin desarrolló los trabajos preparatorios para la celebración del 1° de mayo, dirigió el semanario “Sviesdá” (“La Estrella”), que empezó a publicarse por iniciativa suya; organizó el movimiento de huelgas políticas que estalló en relación con la matanza del Lena y preparó la fundación de un diario bolchevique de masas, de “Pravda”.
La “Pravda” formaba los cuadros de combatientes revolucionarios. Detrás de este periódico, se encontraban decenas y centenares de miles de obreros. “Sobre la “Pravda” del año 1912 – dijo el camarada Stalin –, se cimentó el triunfo del bolchevismo en 1917”. Los primeros en echar estos cimientos fueron Lenin y Stalin.
La Ojrana buscaba con empeño al camarada Stalin. Cuando, en abril de 1912, el camarada Stalin, junto con Sergo Ordzhonikidze, se dirigía de Moscú a Petersburgo, el coronel de la gendarmería telegrafió al Departamento de policía: “El 9 de abril partieron de la estación de Nikoláiev, en el tren núm. 8, de Moscú a Petersburgo, los dirigentes del Centro, los socialdemócratas Sergo y Koba. Vigilad. Es deseable la liquidación, pero ésta es admisible solamente por medio de los agentes locales, sin indicar la fuente de Moscú”.
Pero, también esta vez, el camarada Stalin burló la vigilancia de los sabuesos zaristas. El 10 de abril, el jefe de la Ojrana de Petersburgo informaba al Departamento de policía: “Sergo”, que ha llegado en el indicado tren, es vigilado. Pero Koba no estaba en dicho tren”.
Lenin estaba muy intranquilo por la situación del camarada Stalin. En su carta del 28 de marzo de 1912, Lenin pregunta con manifiesta alarma: “No hay nada de Ivanovich (Stalin). ¿Cómo va? ¿Dónde está? ¿Cómo está?”
A fines de abril de 1912, el camarada Stalin fue nuevamente detenido. Esta vez ya es desterrado por cuatro años al territorio de Narim. En septiembre del mismo año, 1912, el camarada Stalin se evade de Narim, y en septiembre regresa a Petersburgo, donde vuelve a ponerse al frente del Buró ruso del C.C. del Partido y de la redacción del “Pravda”.
Bajo la dirección del camarada Stalin, se desarrolló la campaña electoral del Partido bolchevique para la elección de la IV Duma. Fue él quien escribió el conocido “Mandato de los obreros petersburgueses a su diputado obrero”, en el cual formuló el programa electoral del Partido bolchevique.
Lenin concedió una gran importancia a este Mandato. Uno de los ejemplares de este documento lleva la siguiente nota hecha personalmente por Lenin: “¡devolverlo sin falta! No ensuciarlo, es importante en extremo conservar este documento”.
En señal de protesta contra las llamadas “enmiendas” de las leyes electorales, mediante las cuales intentaron las autoridades zaristas anular la elección de los delegados de toda una serie de fábricas y talleres, el Comité de Petersburgo, por indicación del camarada Stalin, organizó como protesta una huelga política de masas de los obreros de la capital. Como resultado, el gobierno zarista no sólo anuló sus “enmiendas”, sino que incluso amplió la lista de las empresas en las que se concedía a los obreros el derecho a participar en las elecciones. Durante esta huelga, el camarada Stalin, a pesar de encontrarse en la clandestinidad, intervino personalmente en los mítines-relámpago de una serie de fábricas.
Los bolcheviques triunfaron sobre los liquidadores en la campaña electoral: en las seis provincias en que los obreros gozaron del derecho a elegir un diputado para la Duma, fueron designados candidatos bolcheviques, representando, en total, a las cuatro quintas partes del proletariado de Rusia.
Este triunfo fue obtenido en condiciones sumamente difíciles. El camarada Stalin dirigía la campaña electoral en nombre del Partido, hallándose en la ilegalidad. Tuvo que luchar no sólo contra las centurias negras, los octubristas y los kadetes, sino también contra los infinitos enemigos del bolchevismo dentro del movimiento obrero: los liquidadores, los trotskistas, los “vperiodistas”, los plejanovistas, los anarquistas, etc. Se tuvo que encontrar a los hombres necesarios, empujarlos, alentarlos, estimularlos, y, lo que era principal, orientar en el terreno de la organización y obligar a trabajar. He aquí en qué condiciones los bolcheviques, dirigidos por el camarada Stalin, obtuvieron el triunfo en la curia obrera.
Los diputados bolcheviques de la IV Duma del Estado trabajaban bajo la dirección el C.C. del Partido. Lenin atribuía una gran importancia a la actividad de los diputados bolcheviques. El camarada Stalin fue el que orientó directamente su labor. Los dirigió en la formación de una fracción socialdemócrata común, al redactar su declaración, al preparar las intervenciones ante la Duma, y organizaba su actividad fuera de la Duma.
A fines de 1912, por iniciativa del camarada Stalin fue convocado en Cracovia un Pleno ampliado del C.C. con la participación de los diputados obreros de la Duma y los activistas del Partido. Este Pleno transcurrió bajo la dirección de Lenin y con la más activa participación del camarada Stalin.
En febrero de 1913, en pleno apogeo de la gran labor en el cumplimiento de los acuerdos del Pleno de Cracovia, el camarada Stalin es nuevamente detenido en Petersburgo y, unos meses más durante cuatro años, y sólo obtiene la libertad después de la revolución de febrero, en marzo de 1917.
La Ojrana y la gendarmería zarista conocían muy bien la actividad del camarada Stalin. Digamos de paso que todavía en marzo de 1910, el jefe de la gendarmería de Bakú, al referirse al camarada Stalin, escribió que
“en vista de su tenaz participación en la actividad de los partidos revolucionarios en los cuales él siempre ha ocupado un lugar destacado a pesar de todas las medidas de carácter administrativo adoptadas; en vista de sus dos evasiones del destierro, por lo cual no cumplió ninguna de las penas que le fueron impuestas, considero que se hace preciso tomar medidas más rigurosas: a deportación por 5 años a los lugares más apartados de Siberia”. (Citado según el libro de L. Beria.)
Yo quisiera que los lectores, sobre todo los jóvenes, se fijaran atentamente en la vida y en la actuación del camarada Stalin en la ilegalidad: Trabajo clandestino. Detención. Cárcel. Destierro. Evasión. Y nuevamente trabajo clandestino, la detención, la cárcel, el destierro, etc., etc.
¡Qué “sencillo” y “corriente”! Pero ese cuadro “prosaico” oculta una encarnizada lucha de clases.
Todo el enorme aparato zarista arrollaba implacablemente a los valientes que osaban contraponerle las fuerzas organizadas del proletariado. Se arrojaba, claro está, de una manera especial contra quienes se imponían como misión de su vida la de derrocar el absolutismo de los zares y el capitalismo.
Si el camarada Stalin hubiera narrado solamente las actividades más habituales de su vida, sus condiciones de existencia, sus encuentros con diferentes personas, etc., podría resultar el más interesante relato, saturado de romanticismo revolucionario, en el que los momentos cómicos se transforman con frecuencia, de un modo maravillosamente rápido, en episodios trágicos, en los que se exige del hombre no sólo firmeza de carácter y una voluntad férrea, sino también un heroísmo constante; cualidades que, en esencia, son las que precisamente ha conservado el camarada Stalin.
Se puede decir sin exageración que el camarada Stalin es uno de los sucesores directos de los mejores hijos del pueblo ruso, como Belinski, Dobroliubov, Chernishevski y otros. Y no sólo porque supo convertir en realidad, basándose en el marxismo-leninismo, los mejores sueños y anhelos de estos hombres, sino también por la formación de su vida: intransigencia frente a la situación entonces vigente, odio proletario hacia las clases dominantes, lucha directa y perenne contra los opresores.
La comprensión amplia y profunda de toda la vida social, en todas sus manifestaciones, incluso en la literatura y las artes, se reflejaba directamente en las actividades clandestinas del camarada Stalin, en su lucha contra el zarismo y contra el capitalismo.
He aquí lo que se oculta bajo la “crónica” seca e impasible. He aquí por qué nos es tan querida esta “crónica”. Pues ella testimonia la cúspide de la nobleza humana y en ella vemos los mejores rasgos del hombre, del revolucionario ruso.
Después de los acontecimientos del Lena, la ola del movimiento revolucionario del proletariado iba subiendo. En la primera mitad de 1914, las manifestaciones obreras se hicieron muy frecuentes. En Petersburgo y en toda una serie de grandes ciudades, fueron levantadas barricadas. El periódico más reaccionario, “Novoie Vremia”, escribía, poseído de alarma:
“En los días de julio de 1914 se observa por todas partes una efervescencia extraordinaria; se sienten profundas conmociones, que recuerdan los años rojos de 1905-1907”.
Pero, en 1914, el ascenso de la Revolución fue interrumpido por el comienzo de la guerra mundial imperialista. El gobierno zarista se aprovechó de la guerra para arrojarse con todas sus fuerzas contra el Partido bolchevique y el movimiento obrero.
VI
Todos los partidos oportunistas, en la Europa Occidental lo mismo que en Rusia, desde el comienzo mismo de la guerra imperialista, se pusieron abiertamente al lado de sus gobiernos. Y en aquel momento de delirio chovinista general, sólo Lenin, sólo el Partido bolchevique, puso en alto la bandera del internacionalismo. El camarada Stalin, hallándose desterrado, apoyó y defendió plenamente las posiciones de Lenin en los problemas de la guerra, de la paz y de la revolución, en el terreno de la teoría y de la táctica, replicando desde su destierro a las ideas oportunistas de algunos afiliados de nuestro Partido.
El camarada Stalin escribe desde su destierro a Lenin (en 1915), interviene en la asamblea de los deportados bolcheviques, en la aldea Monastiskoie (1915), y condena la conducta cobarde y traidora de Kámenev ante los tribunales, con motivo del proceso contra los diputados bolcheviques de la IV Duma del Estado.
Al saludar, juntamente con un grupo de deportados bolcheviques, la aparición de la revista bolchevique legal “Problemas del seguro”, el camarada Stalin escribía en 1916, que las tareas de esta revista consistían en “poner todas las fuerzas y energías al servicio también del seguro ideológico de la clase obrera de nuestro país contra la prédica profundamente perversa, antiproletaria de los señores Potrésov, Levitski y Plejánov que contradice radicalmente a los principios del internacionalismo”.
La guerra imperialista evidencia la debilidad económica de Rusia, a su atraso técnico y la completa incapacidad del gobierno zarista para dirigir las operaciones militares. Pese a la enorme firmeza y al heroísmo del ejército ruso, éste sufría derrota tras derrota.
La desorganización y la ruina de la economía nacional iba en aumento, poniendo al ejército, que sufría una falta crónica de municiones, en situación sumamente penosa.
En aquel momento, no ya sólo el Partido de Lenin y Stalin, el Partido bolchevique, sino también las mismas clases dominantes vieron que el régimen zarista estaba en completa bancarrota.
La situación de la clase obrera, especialmente en lo que se refiere al abastecimiento, empeoraba gravemente. Su descontento crecía.
Todo esto socavó profundamente el régimen zarista, haciéndolo inestable.
Y entonces se manifestaron los resultados de largos años de actividad del Partido bolchevique, del Partido creado y educado amorosamente por Lenin y Stalin.
El primero en alzarse fue el proletariado de Petrogrado. Estalló la revolución de febrero. Los bolcheviques dirigían la lucha directa de las masas en la calle.
En marzo llegó del destierro el camarada Stalin, y no sólo de hecho, sino también como miembro efectivo del C.C., se puso al frente del Partido que impulsaba la revolución.
En aquellos días se había establecido en el país una dualidad de poderes: paralelamente al gobierno burgués provisional funcionaba otro gobierno: el Soviet de Diputados Obreros y Soldados de Petrogrado.
Al día siguiente de su llegada, el camarada Stalin escribía en las columnas de “Pravda”:
“Para aniquilar el antiguo Poder, era suficiente la unión temporal de los obreros y soldados sublevados. Ya que es de por sí evidente que las fuerzas de la revolución rusa residen en la alianza de los obreros y de los campesinos, vestidos de uniforme militar.
Pero para conservar los derechos conquistados y seguir desarrollando la revolución, no es suficiente, de ningún modo, sólo la unión temporal de los obreros y soldados.
Para ello es indispensable que esta unión sea consciente y firme, duradera y tenaz, lo suficientemente tenaz para contrarrestar los intentos provocadores de la contrarrevolución. Puesto que es evidente para todos que la garantía de la victoria definitiva de la revolución rusa está en asegurar la unión del obrero revolucionario con el soldado revolucionario.
Los órganos de esta unión son precisamente los Soviets de Diputados Obreros y Soldados.
Y cuanto más estrechamente estén cohesionados estos Soviets, cuanto más sólidamente estén organizados, tanto más eficaz será el Poder revolucionario del pueblo revolucionario, del cual es encarnación; tanto más reales serán las garantías contra la contrarrevolución.
Fortalecer estos soviets, extenderlos por todas partes, enlazarlos entre sí, dirigidos por el Soviet Central de Diputados Obreros y Soldados, como órgano del Poder revolucionario del pueblo; he aquí en qué sentido deben realizar sus actividades los socialdemócratas revolucionarios”. (Lenin y Stalin, Obras escogidas, 1917, págs.. 10-11, ed. rusa.)
Notas:
La Cheka ha extraído este texto del libro El sexagésimo aniversario de Stalin de M. Kalinin. Moscú: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1939.
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