Por Ángeles Diez Rodríguez*
El 30 de julio tuvo lugar un acontecimiento
político de gran trascendencia histórica: un pueblo asediado
internacionalmente y sometido a la violencia paramilitar interna, ha
salido a la calle para expresar su doble rechazo a la injerencia
internacional y las aspiraciones de las élites locales de recuperar el
poder.
Hace menos de veinte años, en el siglo pasado, un acontecimiento de
tal magnitud habría sido la noticia de portada de todos los informativos
del mundo. Los medios masivos, públicos y privados, lo habrían
destacado en sus titulares, sin duda manipuladores, pero éstos habrían
hablado del desafío del pueblo venezolano a las amenazas imperiales.
Habrían mostrado imágenes, no muchas, pero seguramente alguna de las
infinitas colas de pueblo venezolano en los colegios electorales, como
las del Poliedro de Caracas, o a la gente caminando por montes y
cruzando ríos en Táchira, o de Mérida donde los colegios sitiados por guarimberos armados
obligaron a la gente a desplazarse buscando centros de contingencia
donde poder votar, muchos se quedaron sin poder hacerlo. Seguramente los
pies de fotos habrían tergiversado las imágenes y propuesto una lectura
acorde con el desespero de la oposición golpista incapaz de aceptar una
derrota. Pero habría habido alguna imagen, algún comentario, alguna
noticia chiquita que hablara de la voluntad mayoritaria del pueblo
venezolano contra todo pronóstico y contra todo cálculo racional.
Cualquier periodista digno de tal nombre hubiera querido registrar,
analizar, verificar e incluso manipular este acontecimiento. Más aún en
momentos donde las redes sociales hacen circular infinidad de imágenes
que rellenan los vacíos gráficos de las noticias. Donde los medios
masivos ocultan una imagen las redes ponen cientos. Sin embargo, el día
31 de julio la noticia sobre las elecciones venezolanas a la Asamblea
Constituyente fue esquivada por los medios masivos españoles. Se dio
otra noticia en su lugar.
La no noticia que suplantó el acontecimiento venezolano fue construída sobre la matriz ya existente (violencia y caos) y fue: nueva jornada de violencia en Venezuela.
Todos los titulares se dirigieron, con más o menos adjetivación, a
conformar una imagen que se correspondiera con la propaganda destilada
durante los meses anteriores. Después fueron eclosionando las esporas
diseminadas por la no noticia, que ya habían sido distribuidas
por las agencias imperiales: autogolpe, fraude, menos votos de los que
dice el gobierno, opositores nuevamente detenidos, aislamiento
internacional…
El acontecimiento de una jornada electoral que movilizó a millones de
venezolanos que fueron a votar a sus candidatos Constituyentes fue
demasiado contundente como para ser silenciado; los ríos de pueblo
venezolano encontraban infinidad de ventanas digitales por los que
emerger. De modo que el sistema de propaganda de guerra de los medios
masivos españoles, que se mantiene muy bien engrasado por las agencias
de prensa estadounidenses, activó uno de sus resortes más sutiles. No
enfrentó la noticia silenciándola, aunque también lo hizo, tampoco
manipuló imágenes como sí lo hizo con el fraudulento plebiscito de la
oposición el día 16 de julio (el diario El país tuvo que rectificar una
imagen del ensayo electoral para la Constituyente a la que puso un pie
de foto afirmando que eran colas para votar en el plebiscito de la
oposición). En este caso, la técnica de propaganda mediática
empleada de forma mayoritaria fue sustituir el acontecimiento noticiable
por otro/os que atrajeran la atención de las audiencias.
Los titulares hablaron de violencia, dictadura y condena
internacional: “En una jornada marcada por la tensión, manifestaciones,
el rechazo internacional y la violencia, los venezolanos votaron para
elegir a los miembros de la Asamblea Nacional Constituyente” (CNN en
español); “Maduro consuma un autogolpe en Venezuela en la jornada
electoral más violenta” (El País); “Condena internacional al
desproporcionado uso de la fuerza en Venezuela. Al menos 10 personas han
muerto en las protestas durante las elecciones a la asamblea
constituyente apoyada por Nicolás Maduro. (Televisión Española).
Ni una sola imagen de los más de 14.500 centros electorales donde más
de 8 millones de venezolanos esperaban turno para votar. Fueron,
después de las elecciones presidenciales del 2012 en las que se eligió a
Hugo Chávez, las más concurridas y masivas. Sin embargo, cuando se
consulta el archivo gráfico de las elecciones del diario El País, nos
encontramos con un curioso fenómeno, de 30 imágenes seleccionadas por el
periódico 7 son de explosiones, barricadas y actos violentos, en 2
aparecen los opositores, otras 2 el presidente Maduro y el resto
aparecen solitarios venezolanos votando con un primer plano de la urna,
pequeños grupos mirando los listados o sentados esperando para votar;
sólo hay una fotografía en la que se da una visión muy lejana de coches y
personas con un pie de foto donde se habla de “filas” para votar. La
misma falta de imágenes significativas se dio en Televisión Española.
Es
decir, en los medios masivos españoles, las imágenes, cuando aludían al
acto de votar lanzaban un mensaje contrario a la realidad que circulaba
por las redes sociales, las imágenes decían: pocos venezolanos fueron a
votar. Fueron imágenes seleccionadas cuidadosamente para apoyar la
versión de la oposición y para no dar la noticia del masivo apoyo del
pueblo venezolano a la Constituyente.
El estos tiempos de redes sociales, donde los políticos no hacen
declaraciones, twitean, la volatilidad de información digital prevalece
sobre el papel y las televisiones replican las redes sociales, las
formas de mentir y tergiversar se hacen cada vez más complejas. Más
eficaz que ocultar una noticia es dar otra distinta que ocupe el lugar
de la noticia real.
Llamaremos a esto la “no noticia”.
Parece, según se deduce de las investigaciones del CIS (Centro de
investigaciones Sociológicas), que esto es habitual en los medios
españoles. Como antecedente tenemos el informe de junio de 2016 en el
que se señalaba que aunque el paro seguía siendo la mayor preocupación
de los españoles, Televisión española le dedicó la mitad del tiempo que
empleó en hablar de la crisis política en Venezuela (Los telediarios de
ese mes dedicaron 71 minutos a la situación de Venezuela frente a los 31
que dieron sobre el paro en nuestro país); o el 7 de abril de este año
en el que todos los informativos del mundo abrían con el titular del
desarme de ETA y sin embargo Televisión española hablaba antes de
Venezuela que del desarme de ETA.
Esta técnica de propaganda de guerra usada por los informativos españoles forma parte de otras más tipificadas como son:
El doble rasero, tomar la parte por el todo, las noticias tóxicas, la
parcialidad de las fuentes, la ocultación o la inversión causa efecto.
Para el caso de la noticia sustituta, la no noticia, tiene
que cumplir ciertas características. En primer lugar, tiene que ser
creíble, es decir tiene que estar en la misma lógica de la matriz ya
conformada, en el caso de las elecciones a la Asamblea Constituyente
esta matriz es: Violencia, golpe de estado, caos, emergencia
humanitaria.
Además, ha de tener como base un hecho cierto como la quema de algún
colegio electoral, algunas barricadas incendiadas, algún incidente
aislado. Este hecho, desde el punto de vista de la relevancia social es
anecdótico o no puede ser generalizado tomando el conjunto de la
evolución de las votaciones. Sin embargo, para no dar la noticia
relevante – la que sí es generalizable cuantitativa y cualitativamente-,
es fundamental contar con este hecho que en manos de la guerra
mediática funciona como los atentados de falsa bandera o autoatentados (esos
que se cometen para poder culpar al enemigo y justificar una
intervención) Así, en la jornada electoral venezolana hubo incidentes
provocados por la oposición, un atentado contra la Guardia Nacional
Bolivariana, emboscadas armadas para disuadir a los votantes y quema de
colegios electorales. Pero tomada la jornada en su conjunto lo relevante
fue la actitud pacífica y la determinación de los votantes para cumplir
con su derecho al voto.
En tercer lugar, la noticia sustituta tiene que tener rango
de espectacularidad tanto como la noticia real con el fin de captar toda
la atención. La violencia es siempre una noticia espectacular en sí
misma, es capaz de atraer la atención y relegar cualquier otro hecho.
Por eso, incluso cuando no se dispone de imágenes de violencia se
necesita que el periodista aparezca con chaleco antibalas, máscara
anti-gas y casco, para que nuestro cerebro de credibilidad a los actos
violentos que nos narra el reportero.
En cuarto lugar tiene que ser capaz de concentrar la atención de los
críticos con los medios masivos para que todo el potencial
contrainformativo se dirija hacia la denuncia del “mensajero” (los
medios de comunicación masiva). Los intelectuales y analistas nos
centramos en denunciar la tergiversación de los medios y dejamos de lado
la difusión de la noticia real, por ejemplo, nos hemos centrado en la
denuncia del atentado a la guardia nacional bolivariana que los medios
han convertido en la “represión de Maduro”, o en denunciar la violencia
de los paramilitares de la oposición saboteando las elecciones, en vez
de hablar de los venezolanos elegidos para reformar la Constitución, su
extracción social, su compromiso con las bases, las propuestas iniciales
para la reforma de la Constitución, los problemas de impunidad que
pretende resolver la nueva carta magna…
En teoría de la comunicación
esto se explica como la Agenda Setting, es decir, son los
medios masivos los que imponen de qué se hablará, qué es lo importante,
qué no debe aparecer en ningún medio, cómo dar la información. La agenda
de los medios masivos se convierte en la agenda de la opinión pública.
Otra no noticia de estos días has sido el “aislamiento internacional
de Venezuela”. En Naciones Unidas, Venezuela ha obtenido el apoyo
contundente en el Consejo de Derechos Humanos por parte de 57 países que
aprobaron una resolución de reconocimiento de la Constituyente
venezolana y demandaron la no injerencia. Entre estos países estaban los
más poblados del mundo y algunos de gran peso internacional como Rusia,
China, Irán, India o Paquistán.
La no noticia que sustituyó a esta fue “EEUU y los
principales países de América Latina condenan la Constituyente de
Maduro” (El País) también aparecida en la mayoría de los medios
españoles el día después de las elecciones.
Pero esa técnica no funciona bien si no se cuenta con el personal especializado capaz de, casi espontáneamente, elaborar las no noticias, capaz de mirar para otro lado, bien pertrechado con el disfraz de “reportero de guerra”. Estos son los paraperiodistas, y a la cabeza de la profesionalidad internacional los españoles, tanto de los medios masivos privados como de los públicos.
El año pasado ya definí qué entiendo por paraperiodistas:
“Si paramilitar dícese de aquella persona afiliada a una organización
civil dotada de estructura o disciplina militar podemos decir de los paraperiodistas que
son aquellos periodistas afiliados a medios masivos que siguen una
disciplina militar arrojando bombas informativas sobre los objetivos
definidos por sus empresas” En el caso de los paraperiodistas españoles
la plantilla está bien nutrida tanto en los medios masivos privados
como en los públicos. Entre estos últimos encontramos a Marcos López y
Nuria Ramos, corresponsales de televisión española, que sin duda merecen
una mención especial por su mal hacer periodístico, siempre dispuestos a
colocarse del lado de los que arrojan cócteles incendiarios a la
guardia bolivariana, capaces de negar con soltura las imágenes que
recogen sus cámaras, dispuestos a hacerse las víctimas –al igual que la
oposición- de la “represión del gobierno bolivariano”.
La gran ofensiva contra el gobierno de Venezuela por parte de los
medios masivos españoles forma parte de la guerra global contra
cualquier proceso que no se discipline ante los intereses imperialistas.
Nuestros paraperiodistas cumplen su papel como parte del
ejército vasallo. Estos días hemos comprobado que la guerra mediática
contra Venezuela es una de las más feroces que se conocen, quizá porque
la escalada bélica hoy no tiene precedentes y en realidad no existen
distintos tipos de guerra sino sólo una que cobra distintos aspectos. Si
como dijera el Papa Francisco estamos ante una Tercera Guerra Mundial
de la que sólo vemos pedacitos, Venezuela es hoy uno de los objetivos de
guerra priorizados por el imperio. La dificultad estriba en que,
contrariamente a lo que nos venden las películas de Hollywood hoy en día
la guerra no se nos presenta de la misma forma que en el siglo pasado,
nos es más difícil reconocer cómo se desarrolla y quiénes son sus nuevos
y viejos ejércitos.
Esta guerra contra Venezuela trata de combatir los dos pilares sobre los que se asienta la Revolución bolivariana:la soberanía nacional y la utopía socialista.
Se dirige a
minar la imagen de Venezuela en el exterior para contrarrestar dos de
los rasgos más característicos de la revolución bolivariana: la
vía pacífica y democrática para transformar el país y la utilización de
sus recursos naturales para mejorar las condiciones socio-económicas de
la población. Es decir, minar la imagen de un país que
construye una alternativa al Capitalismo. En este sentido, Venezuela ha
tomado también el relevo de Cuba como referente de lucha para otros
pueblos. Se ha convertido, lo mismo que Cuba, en un mal ejemplo.
De ahí que los misiles que son lanzados constantemente desde los
medios masivos para evitar el apoyo a la revolución bolivariana sean: la violencia y el autoritarismo. Se trata de dos torpedos que tradicionalmente se han dirigido a la línea de flotación de cualquier utopía socialista.
Con este objetivo, los medios de comunicación y todo el sistema de
propaganda contra Venezuela se dirige muy específicamente hacia el campo
de las campañas electorales y a cuestionar su democracia. Hay que tener
en cuenta que las elecciones son la condición de la democracia para las
élites políticas pero, sí solo sí, se puede garantizar que la gente
vota lo correcto, es decir, si mediante la guerra de los medios de
comunicación se logra convencer a la población de quienes han de ser sus
gobernantes.
Las guerras no son cosa de los gobiernos, ni de las corporaciones, ni
de los medios de comunicación, ni de los pueblos. Las guerras son el
resultado de todos y cada uno de estos elementos. Los gobiernos declaran
la guerra, pero antes, los pueblos asumen que “era inevitable”, pero
antes, las corporaciones echan sus cuentas y hacen el balance de
costes/beneficios, pero antes, los medios de comunicación crean las
condiciones para que no haya resistencia.
Pero no todo está perdido, según un informe elaborado por la
Universidad de Oxford en 2015 y publicado por el Instituto Reuters para
el estudio del periodismo, de los 11 países europeos estudiados los
medios de comunicación españoles son los menos creíbles. A nivel
mundial, cuando se analizan los públicos de Estados Unidos, Gran
Bretaña, Alemania, Francia, España, Italia, Irlanda, Dinamarca,
Finlandia, Brasil, Japón y Australia, sólo los medios de comunicación
estadounidenses tienen menos credibilidad que los españoles.
Notas:
*Ángeles Diez Rodríguez es Doctora en CC. Políticas y Sociología, profesora de la Universidad Complutense de Madrid, España.
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