Por Javier Salado.
Hace unos años atrás, el entonces embajador de Cuba en la República
Bolivariana de Venezuela nos explicaba a un grupo de amigos los sucesos
más relevantes en torno al asedio de la sede de la embajada de la isla
por un grupo de fascistas durante el golpe de estado orquestado en el
2002 contra el presidente Chávez. Le pedimos escribiera sobre lo
ocurrido para que nadie lo olvidara, lo cual hizo con magistral talento y
formó parte de un interesante libro de su autoría. El capítulo dedicado
a esos hechos se tituló “La Sombra del fascismo”.
En los momentos actuales, el pueblo venezolano enfrenta una de las
escaladas más tenebrosas de la guerra que el imperialismo y la
oligarquía nacional han desatado contra su proceso pacífico y humanista.
Agresiones con armas de fuego a periodistas que cubrían manifestaciones
opositoras; agresión física contra comunicadores para que no puedan dar
a conocer lo que realmente ocurre; acciones terroristas contra la
empresa de telecomunicaciones; supuestos manifestantes “pacíficos” a los
que se les ocupan gran cantidad de armas, municiones y pertrechos de
todo tipo para la ejecución de acciones violentas durante las
manifestaciones, ataques a escuelas públicas, a un hospital materno
infantil; invasión de bibliotecas estatales con quema de mobiliario;
destrozos de señalizaciones urbanas y luminarias; obstrucción de vías de
transporte y derribe de árboles sobre calles; saqueos a comercios y
ataques a locales partidarios u oficinas gubernamentales; emboscadas a
personal de las fuerzas de seguridad, incendios de transportes que no
acatan el paro; y lo peor, ataque físico contra inocentes solo por
considerar que son “chavistas”, llegando a asesinar a un joven a quien
prendieron fuego y negaron el auxilio.
Si son capaces de estas acciones sin estar en el poder, si son
capaces de atacar a personas desconocidas solo porque “les parece son
chavistas”, de que no serán capaces si alcanzan el poder. Me hace
recordar a sus homólogos de origen cubano que desde el sur de la Florida
en Estados Unidos pedían que una vez fuera derrocada la Revolución
Cubana, les dieran tres días de absoluta libertad para hacer un ajuste
de cuentas a los comunistas…
Muchos de los grupos juveniles, que de forma violenta realizan estas
acciones y que son capaces de asesinar a un ser humano solo por
considerarlo su enemigo político, crecieron en el chavismo, de sectores
medios y medios altos, y cuyas familias pasaron a ser “clase media”
gracias a los programas sociales del gobierno bolivariano, y que
cuantitativamente crecieron bajo la sombrilla de las oportunidades que
les dio la revolución.
A estos grupos se les puede ver perfectamente
organizados, coordinados, pertrechados con máscaras anti-gas, cascos y
armamento; con una cierta preparación y organización para el desarrollo
de una insurgencia urbana; con jefes de grupos, orden cerrado y orden
consecutivo de mando. ¿Quién los instruye? ¿Quieren manifestar para dar a
conocer sus criterios o para subvertir violentamente el orden y crear
una situación de “ingobernabilidad”?
A ello debemos sumar la campaña mediática que los acompaña, la cual
hace parecer que existe un caos generalizado y extendido a todo el país,
con mayor gravedad y masividad de la real. En su accionar, estos
subversivos han ido escalando en violencia, y si en un inicio pretendían
solamente impactar la vida y el funcionamiento urbano en determinadas
áreas de algunas ciudades (como el este de Caracas), para favorecer la
creación por los medios de comunicación al servicio de la oposición de
una imagen que sustentara las acusaciones contra el gobierno de Maduro
de violador de los derechos humanos y represivo, han ido tomando aire y
se les puede ver a simple vista, bajo la mascarilla de “pacíficos”, el
odio, rencor y sobre todo el inmenso temor que les hace sentir la
justicia social, la dignidad y la igualdad que llegó a Venezuela con la
revolución Bolivariana. Se les ve avanzar claramente bajo la sombra del
fascismo.
¡No pasarán!
Fuente:
Resumen Latinoamericano
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