Marc Botenga. PTB. Traducción Nicolás García.
Occidente
condena la actitud rusa con respecto a Ucrania. Se afirma que Rusia volvería a
sacar las viejas recetas de la Guerra Fría. Ambas partes se bombardean a golpe
de sanciones económicas y se encaminan así hacia una vía sin salida. ¿Por qué
se embarca Europa en este combate de boxeo económico y cuáles son las
motivaciones de los rusos?
¿Qué tiene que reprochar Putin a nuestra agricultura?
Nada.
Hasta hace muy poco, Rusia acogía alrededor del 10% de las exportaciones
agrícolas europeas. Se trataba de frutas y legumbres, y también carne,
productos lácteos, vino y alcohol. El embargo ruso es una reacción a las
sanciones europeas contra Rusia. El 29 de julio, la Unión Europea (UE)
decretaba sanciones severas contra Rusia, que entre otros, tocaba al sector
financiero y la industria petrolera de este país. Al sancionar a los bancos
rusos, la UE espera minar financieramente la economía rusa. Mediante un embargo
sobre las exportaciones de material destinado a la industria petrolera, a largo
plazo la UE quiere infligir daño a un importante sector estratégico de la
economía rusa. Sin embargo, estas sanciones conllevan otras. Si la escalada
persiste, Rusia, un importante proveedor de gas para la UE, también podría
imponer sanciones contra la UE en el plano de la energía. La UE importa una
cuarta parte de su gas desde Rusia. Tales sanciones pueden por lo tanto hacer
mucho daño.
¿Por qué ha impuesto la Unión Europea tales sanciones contra Rusia?
Oficialmente,
la UE quiere sancionar a Rusia por su injerencia en el conflicto ucraniano. Se
afirma que mientras que la UE apoya al actual gobierno ucraniano, Rusia daría
su apoyo a los opositores.
Esta
explicación oficial no carece de ironía, puesto que el conflicto actual en
Ucrania es precisamente una consecuencia directa la injerencia de la UE en
Ucrania. El movimiento de protesta de principios de este año, que ha llevado al
derrocamiento del presidente anterior, Yanukovich, se apoyaba sobre todo en un
gran descontento social que se debía a una deplorable política económica y a la
corrupción. Pero Bruno Decordier, especialista de la Universidad de Gante en
cuestiones eurasiáticas, dice que el movimiento de protesta también fue
preparado desde el exterior. “En 2010,
había en Ucrania unos 30 programas extranjeros –léase: occidentales- que ya
estaban activos.”[1]
Aparte
de la ministra adjunta americana de Asuntos Extranjeros Victoria Nuland y el
republicano John McCain, Guy Verhofstadt (Open Vld) y Mark Demesmaeker (N-VA)
también se unieron a los manifestantes. ¡En otras palabras, la UE y los Estados
Unidos habían decidido quiénes tenían que gobernar el país! Idesbald Goddeeris,
historiador y eslavista en la Universidad de Lovaina (KUL), ya hacía notar en
aquel momento que Rusia no estaría agradecida a la UE por esta injerencia.[2]
¿De dónde proviene esta injerencia
occidental en Ucrania?
Oficialmente, se trataba de democracia y
derechos humanos, pero en los hechos la injerencia en Ucrania se inscribía en
el marco de una estrategia de expansión de la OTAN y la UE hacia el este. Desde
la caída de la Unión Soviética, la UE y la OTAN hacen lo posible para controlar
las nuevas regiones en el este. Bart Criekemans, profesor de política
internacional de la Universidad de Amberes, hace notar lo siguiente: “Los años
2000 fueron los años de las “revoluciones de colores” en la periferia cercana
de Rusia: Yugoslavia (2000), Georgia (2003), Ucrania (2004) y Kirguistán (2005).
Los investigadores han podido demostrar claramente que, a través del National
Endowment for Democracy (NED – Fundación de Apoyo a la Democracia), la CIA y la
USAID (Estados Unidos) le dieron dinero a semi-ONG’s como el Freedom House y el
Open Society Institute.”[3]
La intención es, por una parte,
controlar importantes conductos de gas, y por otra parte amenazar militarmente
a Rusia desde el sur. Después, entre otros, los Estados bálticos, la antigua
Yugoslavia, Polonia, Rumanía y Bulgaria, la UE y la OTAN esperaban también
poner completamente la mano sobre Ucrania.
No obstante, Ucrania siempre había
optado por adoptar una posición neutra. Así, había desarrollado lazos políticos
y económicos tanto con países europeos como con Rusia. Sin embargo, a finales
de 2013, cuando la UE exigió que Ucrania eligiera entre un acuerdo económico
con la UE o con Rusia, los problemas comenzaron.
El gobierno ucraniano, que entonces
estaba dirigido por el presidente Yanukóvich, se negó a elegir. Quería un
acuerdo tanto con Rusia como con la UE. Una evolución normal de las cosas.
Imaginad que Bélgica tenga que elegir entre Alemania o Francia. Esto no tiene
sentido alguno en el plano económico. Bart Criekermans declara: “Una Ucrania
próspera debería tener tanto acceso a los mercados de la UE como a los de la
Unión económica euro-asiática.”[4]
La
elección de Yanukóvich no encajaba con la estrategia de expansión de la OTAN y
de la UE. De ahí que haya habido políticos americanos y europeos que han ido a
Kiev para participar en la instauración de un nuevo gobierno. Agradecido por el
apoyo de la UE, el nuevo presidente Poroshenko concluía en junio un acuerdo de
librecambio con Georgia, Moldavia y la UE. Rusia percibe como una provocación
esta creciente alianza económica y militar en sus fronteras.
¿Pero no es el nuevo gobierno ucraniano
más democrático?
En realidad, un grupo de oligarcas ha sido sencillamente
reemplazado por otro grupo de oligarcas. Ucrania es un país con una gran
diversidad en el plano lingüístico –con el ucraniano y el ruso, entre otros
idiomas–, pero también en el plano económico, con un Oeste agrícola y un Este
industrial. El apoyo europeo a un cierto grupo ha perturbado el delicado
equilibrio entre estos grupos de población y regiones en el marco del Estado
ucraniano. Los que han recibido el apoyo americano y europeo se sienten de repente
lo suficientemente fuertes como para no tener que negociar con otros grupos. Su
toma del poder se hizo por otra parte de forma no constitucional. Las milicias
de los partidos fascistas de Pravyi Sektor (Sector Derecho) y Svoboda, han recurrido a la
violencia y la intimidación para hacer cumplir su agenda.
Hay que señalar que no fue toda la población quien manifestó en
Kiev contra Yanukóvich. La mayoría de la población del Este no quería renunciar
a sus lazos económicos con Rusia. Rusia era de hecho el principal cliente de
las exportaciones provenientes del sector minero, la siderurgia y la tecnología
espacial, situadas en el Este. La gente del Este no tenía nada que ganar con un
acuerdo de asociación con la UE.
Tras la caída de Yanukóvich, un cierto número de medidas
unilaterales han puesto en entredicho la unidad de Ucrania. La ley lingüística
de febrero de 2012 que reconocía el ruso y otras lenguas minoritarias como
lenguas administrativas en las provincias y ciudades donde al menos el 10% de
la población utilizaba esta lengua como lengua maternal, ha sido derogada.1 Las estaciones de
televisión rusófonas han sido prohibidas una detrás de otra y el Partido
Comunista ha sido expulsado del Parlamento. Después, fue prohibido. Mientras
tanto, se utilizan milicias privadas de extrema derecha para reprimir toda
oposición al nuevo gobierno. Ha habido protestas, sobre todo en el este de la
región del Donbass. El nuevo gobierno del presidente Poroshenko no duda en
utilizar el ejército contra su propia población. Mientras que pretende desear
la paz, invierte 2,2 billones de euros en el ejército.2 En el Este,
hospitales e incluso estadios de fútbol son bombardeados. Hoy, Ucrania no es
más democrática de lo que era hace un año. Al contrario, incluso la extrema
derecha participa hoy en su administración.
Rusia
también apoya grupos en Ucrania. ¿No deberíamos también condenar eso?
Aunque haya pocas, véase ninguna prueba formal de una ayuda
militar rusa a los grupos del Este, Rusia y Putin también tienen su propia
agenda. Sobre todo, no quieren perder su influencia sobre los países vecinos de
Rusia. La política unilateral y represiva del nuevo gobierno ucraniano
constituye un crisol particularmente fértil para Rusia, deseosa de apoyar a
ciertos grupos. Una parte de estos grupos lucha –incluso con las armas en la
mano– por una Ucrania oriental independiente. Sin embargo su separatismo no
ofrece respuesta alguna a los problemas sociales y económicos a los que se ven
confrontados los ucranianos.
Un cierto número de medidas relativamente sencillas podría detener
parcialmente este separatismo: el cese de los bombardeos de ciudades por el
ejército ucraniano, el reconocimiento de los derechos de la población rusófona,
la expulsión de las fuerzas de extrema derecha del parlamento y de las tropas
de seguridad. Y el cese de las persecuciones contra el Partido Comunista,
prácticamente el único partido que obra por la unidad y la reconciliación de
los trabajadores ucranianos, tanto en el Este como en el Oeste del país.
Criekemans ya explicó en marzo que mientras el gobierno “no pueda o no quisiera
proponer garantías claras de seguridad a la población rusa”, Rusia se
reservaría la opción de asegurar ella misma esta seguridad.3 Lo que también es
notable es la manera con la que Occidente se llena la boca de motivos
humanitarios en Afganistán, Irak o Libia, pero condena a Rusia, que en realidad
estaría haciendo lo mismo.
¿Habrá
guerra con Rusia?
La actual escalada es muy peligrosa, tanto para Ucrania como para
la paz entre Rusia y Europa. Nuestros gobiernos tienen aquí una responsabilidad
aplastante. Es la injerencia de la UE y de la OTAN en los asuntos internos de
Ucrania lo que ha provocado la actual escalada, tanto en la propia Ucrania como
entre Rusia y la UE. El futuro de nuestros productores de peras empieza también
por una política extranjera responsable. Esta es la razón por la que la UE debe
cesar inmediatamente de avivar el fuego y derogar las sanciones contra Rusia.
La des-escalada de la crisis actual empieza también por el detenimiento de la
expansión de la OTAN hacia el Este. Mientras éste no sea el caso, Rusia tampoco
pondrá término a su injerencia y sus sanciones contra los productos europeos.
En Ucrania, sólo unas negociaciones entre las partes interesadas
podrá conducir hacia una solución duradera para todos los ucranianos. Una
Ucrania unida, neutra y democrática es el único camino posible hacia adelante.
El actual gobierno ucraniano deberá rendir cuentas por la guerra que está
librando contra una parte de su población. Toda ayuda militar al país debe
cesar, al igual que las injerencias de nuestros dirigentes políticos en los
asuntos internos de Ucrania. Bélgica tiene que jugar aquí un papel de
vanguardia.
Fuentes:
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